La búsqueda científica del punto-G tiene aspectos casi cómicos. En 2012 La revista Journal of Sexual Medicine publicó una revisión de 96 artículos peer-reviewed sobre el punto-G, la fisiología de los genitales femeninos, la eyaculación femenina y el orgasmo vaginal, y una de las conclusiones fue: “las encuestas demuestran que la mayoría de mujeres sí creen que el punto-G existe (…) pero medidas objetivas han fracasado en aportar evidencias fuertes y consistentes de la existencia de un lugar anatómico que pudiera estar relacionado con el punto-G. (…) Quizás el punto-G no se ha estado investigando correctamente”.
Es decir, que cuando más allá de conversaciones de bar o esa acientífica costumbre de referenciar siempre en función de experiencias personales, los investigadores realizan encuestas amplias y metodológicamente rigurosas, un porcentaje alto de mujeres dice tener un área en la parte frontal de la pared vaginal a unos 2-4 cm de la entrada que-cuando están excitadas y en diferente grado depende de la mujer- resulta más sensible que el resto de la vagina. Otra cosa es que los científicos se pongan de acuerdo en qué diantre es fisiológicamente el tan esquivo punto-G…
La búsqueda científica del Punto-G
El médico alemán Ernst Grafenberg fue el primero quien en los años 50 sugirió la existencia de “una área erótica de 1-2 cm en el interior de la vagina que inducía orgasmos por estimulación mecánica directa”. Sus hipótesis pasaron desapercibidas hasta 1982 cuando tras varios estudios la sexóloga Beverly Whipple publicócon su colaborador John Perry el best seller “El punto-G y otros descubrimientos sobre la sexualidad humana”.
Desde entonces la ciencia occidental (en la India ya hacía siglos que hablaban de zonas más sensibles en el interior de los genitales femeninos) empezó a buscar qué podía haber en esa parte frontal de la vagina que ofreciera un placer más intenso.
Primero hicieron análisis anatómicos para ver si encontraban alguna especie de órgano o estructura interna específica que pudiera ser el punto-G. Pero no descubrieron nada.
Luego con estudios histológicos analizaron si esa área de la pared vaginal tenía más concentración de terminaciones nerviosas que pudieran ser responsables de la mayor sensibilidad. Tampoco.
Posteriormente algunos autores sugirieron que las glándulas de Skene (glándulas situadas cerca de la uretra de origen común con la próstata masculina e involucradas en la eyaculación femenina), podrían ser contactadas presionando desde el interior de la vagina y ser las causantes del placer. Pero estudios fisiológicos lo descartaron entre otras cosas por no tener suficientes receptores sensitivos.
Tal fue el fracaso el la búsqueda anatómica del punto-G, que algunos científicos empezaron a declarar que el punto-G era “un mito de la ginecología moderna” (Hines TM, 2001).
Entrevistada para el libro "S=EX2", Beverly Whipple reconoce que “quizás el problema haya sido el nombre de punto, que nos hace pensar en una especie de botón mágico cuyo contacto directo genera más placer. Nosotros nunca dijimos que fuera una unidad anatómica independiente, sino simplemente un área de la pared vaginal con más sensibilidad que el resto. Y eso es incontestable, por mucho que los investigadores no sepan identificarla.”
La ciencia iba un poco perdida, hasta que en 2009 la francesa Odile Buisson publicó una hipótesis realmente interesante: el punto-G no era más que una zona de la vagina desde donde contactar indirectamente con el clítoris interno.
El clítoris de la mujer es mucho más grande y parecido al pene de lo que pensamos (ambos vienen de la misma estructura embrionaria, sólo que el pene crece y sale hacia fuera y el clítoris se desarrolla por dentro). La parte externa que vemos del clítoris es sólo su glande-equivalente al glande masculino-, y por dentro tiene un cuerpo mayor con cuerpos cavernosos y esponjosos que como el pene también se hinchan durante la excitación sexual. Mediante detallados sonogramas, Odile Buisson demostró que cuando el clítoris está erecto sus partes internas quedan muy cerca de la vagina, y sugirió que esto podría ser la explicación a la mayor sensibilidad.
Otros estudios con imágenes de ultrasonidos encontraron diferencias en el grosor del espacio uretrovaginal entre mujeres que tenían orgasmos por contacto en el punto-G y las que no. Uniendo todos estos datos, Buisson concluyó que el punto-G sería la zona de la vagina desde donde ejerciendo presión –y favorecido por un espacio uretrovaginal estrecho- se podrían alcanzar la parte interna del clítoris.
Los orgasmos exclusivamente vaginales son menos frecuentes, pero sí existen
La hipótesis de Buisson es la más aceptada hasta la fecha, y algunos la han interpretado asegurando que en realidad todos los orgasmos femeninos son clitorianos, ya sea por estimulación externa directa o interna a través del punto-G. No es del todo acertado.
Cierto que la mayoría de orgasmos“vaginales” durante la penetración lo son por contacto indirecto con el clítoris interno, pero hay varias evidencias de que el orgasmo exclusivamente vaginal sí existe.
La primera sería que muchas mujeres definen ambos tipos de orgasmos como muy diferentes. El clitoriano sería más localizado y el vaginal más “corporal”. Esto no invalida necesariamente la hipótesis anterior, puesto que las terminaciones nerviosas que llegan al glande y cuerpo de penes y clítoris son diferentes. A los glandes sólo llega el nervio pudendo mientras que al cuerpo lo hace también el pélvico, y eso podría explicar las diferentes sensaciones.
Sin embargo estudios recientes introduciendo sensores térmicos en las vaginas han observado mayor sensibilidad de la pared anterior que la posterior sin necesidad de realizar presión alguna, y también recientemente el italiano Emmanuelle Jannini ha sugerido la existencia de una zona más gruesa y con más terminaciones nerviosas en la pared vaginal anterior, que en lugar de punto-G él prefiere llamar complejo clito-uretro-vaginal (CUV). Además por otra parte sabemos que algunas mujeres tienen orgasmos “no genitales” por estimulación de pechos u otras áreas del cuerpo, sin que el clítoris esté involucrado.
Pero quizás los datos más concluyentes son los de Barry Komisaruk con escáneres de resonancia magnética funcional, mostrandoque se activan dos zonas diferentes de la corteza sensorial del cerebro cuando una mujer estimula su clítoris o el interior de la vagina. Esto indica que hay diferentes nervios recibiendo la señal del clítoris y de la vagina, y que en algunas mujeres la estimulación sólo de estos últimos puede conducir al orgasmo.
De hecho Barry Komisaruk ha investigado con mujeres con lesión medular sin sensibilidad en clítoris ni entrada de la vagina, debido a que la lesión es por encima de la salida del nervio pudendo y pélvico, pero que sí tienen sensibilidad en áreas vaginales más internas y en el fondo del cuello del útero. Allí llegan el nervio hipogástrico (que sale de la columna vertebral a una altura superior) y el nervio vago (que no pasa por la médula espinal y transmite información al cerebro de órganos internos como riñones, hígado, estómago, pulmón o útero). Según ha publicado Komisaruk algunas de estas mujeres discapacitadas sin sensibilidad clitorial han alcanzado orgasmos estimulando zonas más profundas de la vagina, siendo la evidencia más fuerte hacia la distinción entre ambos tipos de orgasmos.
Cierto que en realidad muchos de los orgasmos “vaginales” en realidad son “clitorianos internos”, pero varios estudios indican(además de las experiencias de millones de mujeres) que los exclusivamente vaginales también pueden existir.
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