TERTULIAS/CHARLAS SOBRE COACHING EMANCIPADOR EN EL CÍRCULO DE COACHING ESPECIALIZADO.



Periódicamente nos reunimos en "petit comité", con un aforo máximo de 10 personas, para debatir sobre COACHING EMANCIPADOR.
Son diálogos participativos para realizar una "iniciación" en la disciplina del coaching adaptada a tu universo de sueños.
Si estás interesada/o en participar GRATUITAMENTE deja tu reserva en paco.bailac@salaidavinci.es y te informaremos de los calendarios previstos.

¡¡¡Ven te esperamos!!!



TEXTOS PARA EL ALMA 391


 Para llegar a lo que NO sabes, debes ir por un camino,  que es el camino de la ignorancia

TEXTOS PARA EL ALMA 390



 Se puede vivir sin filosofía, como se puede vivir sin música, pero no tan bien.


TEXTOS PARA EL ALMA 389



   ¿Por qué el consumo está al alcance de tanta gente y la Emancipación, no?
Cualquiera que respire tiene necesidades que cubrir.....si, todos necesitamos beber más no necesariamente alcohol. Sin comer tampoco subsistimos mas no es preciso engordar y engordar detrás del plato.
Para iniciar el camino de la Emancipación se requiere un primer control sobre las banalidades culinarias, tanto en calidad como en cantidad. Posteriormente seguiremos por la ruta de desintoxicación del YO que puede llevarnos por los plurales valles del amor al prójimo sin necesidad de compartir jolgorio y consumo.
Hay demasiada gente que sufre, en silencio y fuera de los itinerarios de la limosna.
Cada día se incorporan más ciudadanos a la comida caducada por no tener trabajo ni subsidio que lo ampare.
Pero el consumo sigue. Los consumidores del consumo se sienten afortunados por ser depredadores del despilfarro. Si pueden comprar aquello que llaman vida más serán pobres en la muerte.

Desaparecerán y no se habrán conocido.

TEXTOS PARA EL ALMA 388


 La única manera de lograr que un sueño se haga realidad, es hablar acerca de él, creer en él, verse a uno mismo en él y crear oportunidades para él.

Lo que creemos es lo que logramos. Lo que imaginamos es lo que llegamos a ser. Lo que pensamos es lo que experimentamos.

¿QUÉ ME SOBRA Y QUÉ ME FALTA?

Ver lo que sobra y no lo que falta

Muchas personas viven creyéndose siempre necesitadas. Pero el secreto consiste, precisamente, en desprenderse de lo que se tiene en exceso

Escuchar los avatares de las personas sirve, por lo general, para evidenciar su mundo de faltas, de carencias personales, todo un inventario de lo que creen no tener: “Es que no tengo suficiente autoestima. Lo que me falta es más confianza en mí. Si tuviera más tranquilidad. Si no fuera por esto o por lo otro. A ver si encuentro una pareja. El día que encuentre trabajo…”. Todo son comentarios sobre lo que no se tiene, lo que se perdió o lo que debería haber sido y no fue. Todo se basa en lo que no existe, lo que falta aún o lo que ya no se tendrá nunca.
Que en la vida nos puedan faltar cosas es una perspectiva, incluso motivadora para ­alcanzar nuestros propósitos. No lo tengo aún, pero lo quiero. No obstante, de lo que aquí se trata es de aquellas creencias que, como sentencias, sostienen el concepto y la imagen que tenemos de nosotros mismos. Para algunas personas se trata de un retrato carencial, basado en la falta de posibilidades, capacidad y merecimiento. Viven creyéndose necesitadas, incapaces y con poca autoestima.
Otras personas, en cambio, utilizan la carencia como eslabón perdido en su ­imagen de perfección. Son autoexigentes, tendentes al enfado por una nimiedad, algo hinchadas de ego, por no decir narcisistas, excesivamente susceptibles a la crítica y amargadas, por supuesto, porque a las cosas siempre les falta ese puntito. Al final, unas y otras escapan del vacío carencial, de la insatisfacción penetrante, a través del espejismo idealista, de la ilusión de que llegará ese día, como la lotería, que se encontrarán con todo lo que les faltó, con todo lo que algún día soñaron con poseer. Ignoran la trampa: aprenden a vivir en la falta y no en el deseo de lo que tienen.
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Los relatos sobre nuestras faltas parten de un supuesto anómalo. Pongamos el caso de la persona eternamente enamoradiza. Quien ama así no conoce al amor. Conoce el buscarlo. Conoce el desearlo. Conoce el vacío de su inexistencia. Conoce el eterno retorno al amor vivido, pasado, perdido. En cambio, no sabe amar. No ha permanecido en el amor. No ha convivido amorosamente. Por eso cree que le falta y que, de encontrarlo, toda su dicha sería completa.
Hay que aprender a tener una vida buena, más que echar en falta
una buena vida
Sin embargo, lo real suele ir por otros derroteros. Aquello que no se conoce es más difícil de reconocer. Hay personas, por ejemplo, que son excelentes guardianas de los demás, son protectoras. No obstante, ¿quién las protege a ellas cuando lo necesitan? ¿Se dejan proteger? Cuando alguien lo intenta, no lo saben ver, no se dejan. Lo rehúyen porque no saben que es dejarse proteger.
Del mismo modo, el que vive en la falta de amor no sabe reconocerlo más que en sus ensoñaciones. El problema es que el día que lo tenga, por no reconocerlo, lo volverá a perder. Porque de eso sí sabe. Si quiere reconocer el amor, tendrá primero que permitirse conocerlo. Y para que eso sea posible deberá quitarse de encima lo que le sobra, es decir, tanto supuesto desamor, tanta falta, tanta ensoñación, tanto miedo o tanto hedonismo. De eso va sobrado.
Muchas veces somos injustos al tratar a los demás a partir de sus faltas. Metemos el dedo en la carencia y les exigimos que se ocupen de rellenar los huecos que vemos en ellos y sean felices de una vez. Pero no advertimos que nuestro dedo apunta a una montaña inalcanzable, porque acentúa sus faltas. Mostrar el hueco no es suficiente para ocuparlo; lo que hace precisamente es incidir en las carencias. Y ver ese aspecto es un pozo sin fondo. En cambio, saber identificar lo que sobra es el primer paso para aligerarse.
Aunque parezca que los relatos de posguerra han pasado a mejor vida, lo cierto es que la idea del trabajo sufrido y el miedo a la nada siguen instalados en la memoria de muchas personas. Sea por haberlo escuchado repetidamente en casa, sea porque está en el árbol genealógico, la vida se plantea como una lucha, un esfuerzo continuado: ¡hay que ganarse la vida! Son, sin duda, los relatos de la carencia pura y dura. No sobraba nada porque faltaba de todo.
La idea de que hay que ganarse la vida, no el sueldo, reproduce una visión de la realidad carencial. Vivir es un sobreesfuerzo, y salir adelante es lograr todo lo que no tenemos. La dignidad se demuestra viviendo sin grandes faltas. El reconocimiento social llega por presumir de lo que se ha logrado (títulos, propiedades, éxito…). Todo aquello que, en realidad, es prescindible para lograr una auténtica felicidad. La vida no hay que ganarla, porque ya lo hicimos al nacer. Ya estamos ahí. Con mejores o peores condiciones, pero estamos ahí. La vida, entonces, hay que merecerla. Hay que aprender a tener una vida buena, más que echar en falta una buena vida.
Cuando la atención la ponemos en las carencias, no hay más que una comparación tramposa. Miramos al que más tiene y no al que menos. En la comparativa social preferimos parecernos a los más opulentos. Y eso nos mete de lleno en la necesidad. No se nos ocurre, por ejemplo, gozar del privilegio de abrir un grifo y disponer de agua caliente, aspecto del que carecen millones de personas del planeta. ¿De qué nos sirve la comparativa? ¿Es para valorar y merecer más lo que tenemos o, por lo contrario, para desmerecernos por lo que no poseemos?
El tener y el no tener están en realidad en nuestra mente. Dependen exclusivamente de la dialéctica mental, de los discursos o debates que tenemos con nosotros mismos. Hay algunas cosas que ya sabemos. Hay gente privada de muchas cosas y no por ello pierde la alegría de vivir. En el otro extremo, aquellos que más tienen no serán más felices por tener aún más. Al final, todo es una cuestión de actitud. Por eso hay que estar alerta de nuestros diálogos internos, de lo que nos decimos en nuestras dialécticas mentales, por la sencilla razón de que están construyendo nuestra realidad.
Aunque el diálogo es con nosotros mismos, gran parte de lo que pensamos viene de fuera. Ha sido elaborado por paradigmas dominantes como la política, la religión, la ciencia o la economía. Muchas veces ocurre que lo que creemos que necesitamos, tiene su origen en dialécticas creadas por tales paradigmas: lo que podemos o no podemos (política); lo que debemos o no debemos (religión); lo que sabemos o no sabemos (ciencia), o lo que tenemos o no tenemos (economía). Vale la pena escucharnos repetir una y otra vez “no puedo”, “no debo”, “no sé”, “no tengo”. Es la manera más sutil de organizar la vida alrededor de lo ajeno, de lo inalcanzable, de lo desposeído o del peor de los escenarios: la desesperación por tener que convivir con ese yo atrapado por todo lo que todavía no hemos alcanzado.
Si sumamos carencias individuales, paradigmas dominantes y la necesidad de consumo “tecnomediático”, acabamos viviendo en la falsa idea de que o bien no tenemos lo que nos merecemos, o bien no nos merecemos lo que tenemos. Extraña paradoja, que solo puede ser resuelta a lo epicúreo, es decir, entendiendo que libertad quiere decir desarraigo de todos aquellos mundos ideológicos, mitos o paradigmas, ritos religiosos, prejuicios culturales, interpretaciones tradicionales, aposentadas sin crítica en el lenguaje y transmitidas en los usos sociales. ¡Feliz tú que huyes a velas desplegadas de toda clase de cultura! Y eso empieza por dejarse en paz, liberarse de tanta dialéctica mental y apropiarse de uno mismo. Dicho de otro modo, amar lo que es propio y no desear lo ajeno. Ver lo que nos sobra y no lo que nos falta.

TEXTOS PARA EL ALMA 387



Foto


Es muy frecuente observar episodios de "cortesía" en los ascensores del metro.
Un anónimo ciudadano/a se entretiene con el botón que abre las puertas dejando entrar a nuevos pasajeros que, en muchos casos, se encuentran manifiestamente separados de la entrada.
Con esta acción muestra su aparente amabilidad con el recién llegado al tiempo que provoca malestar a los que, en silencio, esperan.
Diría que tal acción, frecuentemente, no es de cortesía sino más bien un juego. Ignoran en bien común (los ciudadanos que esperan) por dejar entrar a un joven ignorante centrado en su móvil que no da ni las gracias.

Bien esta ayudar al menesteroso más no jugando con los demás que en silencio aguantan las impertinencias de "los ascensoristas frustrados".

TEXTOS PARA EL ALMA 386

  
"La felicidad es una elección y no está condicionada a tu situación"

TEXTOS PARA EL ALMA 385




Queda prohibido llorar sin aprender, levantarte un día sin saber qué hacer, tener miedo a tus recuerdos.
Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por el miedo, no convertir en realidad tus sueños.
Queda prohibido no demostrar tu amor, hacer que alguien pague tus deudas y tu mal humor.
      Queda prohibido dejar a tus amigos, no intentar comprender lo que vivieron juntos, llamarles solo cuando los necesitas.
Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo, tener miedo a la vida y sus compromisos, no vivir cada día como si fuera tu último suspiro.
Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte.
Queda prohibido no intentar comprender a las personas, no pensar que sus vidas valen más que la tuya y no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.
Queda prohibido no buscar tu felicidad, no vivir tu vida con una actitud positiva, no pensar que podemos ser mejores, no sentir que sin ti este mundo no sería igual.
Queda prohibido renunciar a la lucha contra la corrupción y el caudillismo que explota las necesidades obreras.
No dejes que nada ni nadie interrumpa tu EMANCIPACION

TEXTOS PARA EL ALMA 384

  

¿conoces las virtudes de FATTIGDOM?

Es de uso sencillo: simplemente se despliega la cama allá donde tu estilo de vida lo requiera; un cajero automático, etcétera Con el puedes tener un nuevo hogar cada noche dentro de la novedosa concepción de domicilio portátil.
Los miembros de la nueva masa de consumidores lo aceptan como una bendición de la plutocracia dominante que, como es habitual, piensa en el amor al prójimo.


¡¡¡Tus cartones siempre limpios y secos!!!

SOLO AVANZAN EN ESTE MUNDO AQUELLOS QUE SE CENTRAN EN UNA COSA CADA VEZ

Menos es más

Una regla establece que el 20% de nuestros esfuerzos es responsable del 80% de lo que conseguimos. La clave está en identificar ese 20% crítico




En el libro Alicia en el país de las maravillas, la protagonista le pregunta al Gato: “¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?”, y el Gato le contesta: “Eso depende en gran medida del sitio al que quieras llegar”. “No me importa mucho el sitio…”, replica Alicia. “Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes”, responde el Gato. En un mundo en el que hay ilimitadas posibilidades, si no se tienen prioridades, lo fácil es perderse.
Más no siempre es mejor, puede ser menos. Y menos puede ser más. Para llegar a más partiendo de menos hay tres caminos para centrarse en las prioridades: simplificar la vida, decir “no” muchas veces y priorizar la agenda de tareas. Veamos cada uno de ellos.
Si dices sí cuando en realidad quieres decir no, te estás diciendo no a ti mismo
Menos es más se ha convertido en un mantra. En arquitectura lo llamaron minimalismo, una corriente caracterizada por la simplicidad de formas y líneas, utilización de colores puros, materiales naturales y la preferencia del espacio antes que la acumulación. En decoración, menos objetos y muebles es más espacio disponible para las personas que habitan la casa. En la agenda, menos tareas irrelevantes es más energía y tiempo para los asuntos relevantes, significa más eficacia… En el feng shui, para recibir algo nuevo en la vida, antes hay que dejarle espacio, tanto física como psicológicamente.
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Aun así, la facilidad de complicarlo todo es un viejo hábito humano.
Una de las primeras decisiones que tomó Steve Jobs cuando volvió a dirigir Apple fue reducir los productos de la compañía de unos trescientos a una docena, y en esa simplificación se basó el relanzamiento de la compañía: pocos artículos, pero todos excelentes. De hecho, él mismo se felicitaba por haber pronunciado más veces la palabra “no” que “sí” en sus decisiones. Sabía muy bien que no se trataba de la cantidad de cosas que podía hacer su empresa, sino de la calidad con que las haría.

Preguntas

“Cualquiera que sueñe con una vida que se salga de lo común acaba por descubrir que no tiene otra opción que buscar una manera poco común de vivirla. ¿Qué es lo único que puedo hacer gracias a lo cual todo lo demás me resulte más fácil o innecesario? Esta pregunta esencial no solo puede llevarte a responder a la visión de conjunto (¿adónde voy?, ¿qué meta debería marcarme?), sino también a objetivos puntuales más pequeños (¿qué he de hacer ahora mismo para ponerme en el buen camino a fin de entender la visión de conjunto?, ¿dónde está el centro de la diana?). No solo te dice cuál debería ser tu cesta, sino que supone el primer paso para conseguirla. Te muestra lo grande que puede ser tu vida, pero también hasta qué punto debes simplificar para alcanzarla”.
Lo Único, Gary Keller y Jay Papasan
El economista Vilfredo Pareto estableció la regla del 80/20 que afirma que el 80% de nuestros esfuerzos consigue solo el 20% de nuestros resultados; y, por tanto, el 20% de nuestros esfuerzos es responsable del 80% de lo que conseguimos. ¿Entonces por qué no concentrarse en ese 20% y prescindir del resto? Porque primero hay que identificar ese 20% crítico responsable de casi todo. Sencillo, pero difícil. Aunque una vez reconocido, la vida y el trabajo se simplifican en gran manera.
Es fácil darse cuenta de que muchas personas tienen expectativas sobre nosotros, como si cada una de ellas reclamara el extraño derecho de apropiarse de un trozo de nuestra vida. Los padres, los amigos, los hijos, los jefes y compañeros, la comunidad… Aprender a decir no a semejante alud de exigencias es un asunto urgente y de supervivencia.
Sabemos que cuesta decir no a otras personas, pero cuesta más vivir el resto de la vida con ese sí que en realidad quería ser una negativa. Ese sí supone una negación a uno mismo, y una vez se pierde el autorrespeto, se repite el mismo comportamiento destructivo. En algún momento hemos mal aprendido que decir no resulta poco educado o que es señal de egoísmo. Por alguna razón creemos que al negarnos somos malos y al aceptar cualquier cosa que nos pidan somos buenos.
Solo avanzan en este mundo aquellos que se centran en una cosa cada vez
Og Mandino
Pero tal vez si nos entrenaran en la honestidad, y no en el deseo de agradar, seríamos más felices. No pasa nada por decir “no” de vez en cuando. Mejor dicho, sí ocurre: se toma el control de la propia vida. Como estamos entrenados desde niños a ser complacientes, pero no sinceros, un buen método para acelerar el aprendizaje es declarar “el día del no” y negarnos por sistema a todas las peticiones en las que no creamos durante esa jornada. Ya sean tareas, pedidos, invitaciones, favores, distracciones…
Sabemos que las personas de éxito saben decir no y saben poner límites a las exigencias de los demás. Hacen válido el viejo dicho de “Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”. No lo hacen desde el egoísmo, sino desde la autenticidad y honestidad que les otorga el sagrado derecho a elegir. Y saben que cuando dicen no a lo malo, a lo regular, incluso a lo bueno, están preparándose y haciendo espacio en sus vidas para decir sí a lo extraordinario.
¿Cómo negarse a lo que no cuadra con uno? Basta con tener claras las cosas que queremos evitar, los límites, y darles luz roja, mostrarles la puerta de salida de nuestra vida. En la práctica, bastará con llamar política de la casa o principios a todo aquello que haya caído en esa lista negra. Y cuando nos pidan algo a lo que deseamos negarnos, bastará aludir a la política de la casa como argumento. Ya no es uno quien se niega, sino que se lo impiden sus propias normas de funcionamiento.


Y para ayudar a llevarlo a la práctica resulta bueno ofrecer una alternativa (cuando la haya) a esas negativas sobre pedidos que no encajen con los valores, agenda, objetivos y prioridades. Pero nunca como una compensación, sino como un acto de generosidad. Ayuda mucho añadir la palabra “gracias” y comprobar que suena de maravilla “no, gracias”.
Hay muchas técnicas para aprender a decir no desde la asertividad sin sentirse culpable, pero hay que entrenarse con la que nos sintamos mejor o cuadre en la situación.
Para revelar qué cuenta y qué no cuenta tanto, es cuestión de hacerse buenas preguntas (¿es esto… / lo que más quiero / importante /necesito / y que cambiará mi vida?) y decidir en base a los valores personales. Y si esto no es lo que quiero / necesito / importante…, entonces ¿qué lo es? Hay otra buena pregunta que hacerse: ¿qué es lo único que se debe hacer, gracias a lo cual todo lo demás resulta más fácil o innecesario?
Los valores son la brújula y las preguntas son el mapa hacia una vida más lograda. No importa la cantidad de cosas que hacemos o conseguimos, sino la calidad. Por ejemplo, en nuestra agenda, poner más de tres tareas o acciones diarias puede ser muy contraproducente. Mejor elegir las tres acciones de mayor importancia y que crearán cambios consistentes y no trabajar en nada más hasta que se hayan completado.
Lo prioritario es más sencillo de abordar si se divide en pasos. La mayoría de las veces no afrontamos lo importante porque nos sobrepasa su ejecución, parece demasiado o no sabemos ni por dónde empezar. Pero todos sabemos dar un solo paso. Desglosar lo prioritario en pequeños pasos es el modo de digerirlo.
Sé como un sello de correos: pégate a una cosa hasta que llegues a tu destino
Josh Billings
Si se acomete primero lo más complejo de la lista, probablemente se consigue la tarea de mayor retorno. Empezar por lo más difícil, no por lo más sencillo, es positivo. Una vez se ha subido a la colina más alta, se tiene más perspectiva global y el orgullo de haber dado un paso definitivo para el que ya no hay vuelta atrás. Aparecerán distracciones, obstáculos, retrasos…, pero nada de eso debería importar demasiado, la simple consecución de pequeños logros es muy motivadora para dar los pasos que hacen falta. La sensación de estar avanzando, al margen de la velocidad, es suficientemente gratificante como para arrinconar las tentaciones de procrastinar o abandonar.
Tanto en el trabajo como en la vida encontramos personas muy aceleradas a las que si les preguntas “¿a dónde vas?”, te responderán algo así como: “Te lo diré cuando llegue” o “Te cuento cuando tenga un respiro”. Corren mucho, pero la velocidad no es importante.
No es la velocidad, sino la dirección.
No es la cantidad, sino la calidad.
La agenda de tareas no miente: es un sembrado de éxito futuro o de fracasos. Si la agenda no se acopla a los valores personales, es seguro que se acaba viviendo la vida de otro y siguiendo sus valores, pero no los propios. Urge revisarla. ¿Todo lo que anotamos en ella nos lleva a una vida más plena y realizada? No debería haber una coherencia entre lo que se es y lo que se hace, a menos que se esté dispuesto a pagar un elevado precio por semejante falta de integridad. Cada día deberíamos revisar la agenda y comprobar que cada tarea de la jornada está acompasada con una vida con sentido.

TEXTOS PARA EL ALMA 383


La depresión, una experiencia penosa, es un sentimiento de abatimiento sin esperanza. Es uno de los desórdenes más comunes y de los conocidos desde más antiguo.
La depresión ha sido llamada "el resfriado común de la mente". La depresión es una emoción normal y natural, y seria anormal si no estuviéramos deprimidos cuando están presentes las causas que lo motivan. En muchos casos es una reacción sana a lo que tiene lugar en la vida de una persona.
Es una reacción normal a lo que nos sucede psicológica o físicamente. Es un grito, un mensaje que, al igual que la fiebre, nos dice hemos descuidado alguna de las áreas de nuestra vida.
Una persona deprimida se siente sin esperanza, abatida, triste. Pierde la perspectiva. Todo carece de sentido, todo es negativo.
Pero ante toda esta situación hay esperanza. Muchas son las personas con voluntad de ayuda y con capacidad de amar.
Si algún día te encuentras así no luches sola, hay personas especializadas que pueden darte la mano.
Todo tiene una solución.

¿Quieres buscarla?

textos para el alma 382



Antes de reírte de alguien por su situación, busca la manera de ayudarlo, podría ser que esté pasando por un momento muy sombrío y sea la Emancipación quien te utilice para acompañarlo

TEXTOS PARA EL ALMA 381

     


No perdamos el enfoque real en nuestra vida.
Las pequeñeces muchas veces nos desvían y distraen del verdadero paisaje de las cosas grandes que la Emancipación tiene para nosotros.


TEXTOS PARA EL ALMA 380



 La diferencia entre la gente mediocre y la gente de éxito es su percepción de lo favorable y su reacción ante el fracaso.
El llamado fracaso no es el final de todo, podría ser el comienzo de todo.
Para ello está el entusiasmo como impulso y fuerza emocional poderosa para revitalizar las relaciones ante las cosas.

Todavía estas a tiempo......ser una persona que acepta la verdad, aun cuando esta va en contra de uno, nos reviste de un gran honor.

¡¡¡PIENSA QUE TE ESPERO!!!

Consejos para impuntuales

Siempre tienen una excusa, pero desesperan a quienes los sufren. Organizarse es la primera regla para respetar el tiempo de los demás

A las personas nos saca de quicio esperar. Solemos ser poco benévolos con los impuntuales. Más por la sensación de pérdida de tiempo que porque el otro llegue tarde. También existen quienes siempre llegan en punto, a veces en exceso. La puntualidad no es un rasgo de la personalidad, sino un buen hábito que forma parte del orden. Es una filosofía de vida. La idea de que “por más que me organizo, no consigo ser puntual” es falsa. Todos los que deseen llegar a su hora pueden conseguirlo.
Las personas impuntuales achacan su tardanza a excusas como un exceso de compromisos, una agenda caótica, no saber organizarse… Todo esto es cierto, pero también puede influir la falta de motivación, tener la autoestima baja (para qué llegar en punto si consideran su aportación poco interesante) o incluso desaprobación y provocación hacia quien convoca.
La mayoría de las personas impuntuales suelen apuntillar que por más que lo intentan, no consiguen llegar a tiempo. Pero suelen referirse a los pasos que dan cuando cierran la puerta de casa o de la oficina. Entonces es cuando les entra la prisa, caminan corriendo, se estresan…, y piensan que eso es hacer todo lo posible. Incluso buscan reafirmarse en otras personas preguntando: “¿A que sí hemos corrido?”. Sí, han corrido, pero cuando ya no tenía solución. La puntualidad se inicia con la planificación, no con los metros finales antes de la cita.
Las personas que llegan tarde sufren consecuencias negativas. Una de ellas es la pérdida de credibilidad. Cuando alguien se retrasa una vez, todos solemos ser empáticos con el tropiezo, pero cuando se retrasa de forma ­reiterada, la consecuencia es que sus excusas no son creíbles, y sus promesas de cambio para la siguiente ocasión, tampoco.
Llegar tarde proyecta una imagen negativa del tardón. La impuntualidad es sinónimo de desorganización, de no tener palabra, de ser poco profesional. Nadie quiere hacer tratos con una persona irresponsable que llega tarde a sus compromisos.
La impuntualidad es un motivo de estrés para quien llega tarde y para quien espera. Retrasarse en una cita condiciona el encuentro, porque el enfado que genera en el que espera no desaparece en el instante en el que llega la persona, sino que suele perdurar, y lo que debería ser un encuentro efectivo o divertido se convierte en otra cosa.
Llegar tarde es el inicio del bucle.
Le desorganiza a usted y a quienes
le esperan
Llegar tarde es el inicio del bucle. Los impuntuales terminan por desorganizar su agenda, su tiempo y el de sus acompañantes. Esa es una de sus peores consecuencias: el efecto arrastre. Dado que todos cuentan con que alguien llegará tarde, terminarán por hacer lo mismo. Empezarán a retrasar su incorporación al trabajo, a la reunión o a la cena. La impuntualidad es contagiosa.
¿Cómo actuar con las personas que tienen este defecto? Dependerá de cada uno. Lo primero es decirles que le molesta esperar y pedirles que, por favor, avisen si van a retrasarse. Con el teléfono móvil, todo el mundo puede hacer una llamada o mandar un mensaje y ser considerado con quien espera.
Si se trata de un impuntual redomado, no refuerce su comportamiento esperándole. No retrase la reunión, ni la clase, ni siquiera la cena. Si lo hace, solo conseguirá que el impuntual siga siéndolo y que los que sí han sido educados y han llegado a su hora sientan que se les falta al respeto. Estos son 10 consejos para trabajar su impuntualidad.
1. Detecte en qué pierde tiempo y limítelo. Escriba en su agenda cuánto tarda en realizar cada actividad y cuadre lo que tiene planeado para que pueda llegar a todo. Tener una hora de inicio y otra de finalización también agilizará su mente. Saber a qué hora acaba permitirá divagar menos y centrarse en el tema. No se vuelva a liar, cumpla con los horarios.
2. Organice sus cosas. Muchas personas impuntuales llegan tarde por falta de organización. Al salir de casa les falta el móvil, no encuentran las llaves, no saben dónde dejaron la agenda y un largo etcétera. Tenga un lugar claro en el que colocar lo que necesita a la hora de salir o calcule previamente cinco minutos más para la puesta a punto antes de la salida.
3. Cuente con un margen de error. No establezca los tiempos como si no existiera el tráfico o pensando en una reunión perfecta. Deje siempre un margen de 15 minutos. Si al final no hay ningún imprevisto y llega antes, aproveche para revisar la agenda, poner ideas en orden, o lleve un libro y lea. Es preferible aparecer 10 minutos antes que 10 minutos retrasado.
4. No postergue el momento de levantarse cuando suene la alarma. Uno de los mayores placeres para muchas personas es apagar el despertador y seguir durmiendo cinco minutos más. Si a usted le gusta demorarse, déjelo para el fin de semana, pero no para los días en los que otras personas dependen de su presencia. Ponga el despertador lejos de la cama, de tal forma que manejarlo le obligue a salir de su sitio cómodo. Y no vuelva atrás. Inicie su rutina. Pase directo al baño, sírvase el café y póngase las pilas.
5. Calcule el tiempo que le lleva cada tarea de forma objetiva. No valore lo que le gustaría tardar, sino lo que realmente invierte. ¿Cuánto tiempo emplea en elegir la ropa, en desayunar, en maquillarse? ¿Cuánto tarda el trayecto de su transporte, su paseo hasta la estación o la parada de autobús, hacer cola, sacar el billete, bajar la escalera que le lleva al andén? Son muchas las personas que dicen que su tren o autobús tarda 10 minutos y salen de casa con los segundos justos pensando que se teletransportan hasta allí y que, por supuesto, su medio de viaje les estará esperando a su llegada. Ni siquiera cuentan con los dos o tres minutos entre un tren y el siguiente. Si a ese cálculo irracional le añadimos el de comer, desayunar, las llamadas, reuniones, contestar correos…, resulta que al final del día hemos dejado de contar por lo menos con un margen de dos horas.
6. Lleve reloj y consúltelo. El móvil ha sustituido al reloj de muñeca, pero es más fácil mirar la hora en este que sacar el teléfono del bolsillo o del bolso.
7. Oblíguese a llegar 10 minutos antes a cualquier cita. Por lo menos hasta que aprenda a gestionar su tiempo. Cuando haya conseguido este logro, se puede proponer llegar cinco minutos antes, y posteriormente, dos minutos antes. Así no fallará nunca. Es preferible que espere usted a que tengan que esperarle los demás.
8. Planifique la agenda con racionalidad. Si satura su agenda con muchas actividades y tiempos imposibles de cumplir, es normal que siempre llegue pasada la hora. Escriba en ella lo que es viable, con los horarios que empleará para conseguirlo. Y al margen, en el mismo día, anote otros temas pendientes que no sean ni urgentes ni importantes y que, de sobrarle tiempo, pueda atender.
9. Si es olvidadizo, póngase alarmas o anótese las cosas en su agenda. La memoria de trabajo, también conocida como memoria a corto plazo, da para lo que da. Si abusa de su capacidad de recuerdo, olvidará temas que tendrá que atender fuera de horario y le desorganizarán lo que tenía en ese momento.
10. Aprenda a decir no. Las personas muy solícitas y serviciales suelen tener problemas para decir que no a las peticiones y favores de otros. Rehúyen el conflicto y valoran tanto su colaboración y ayuda que terminan por sobrecargarse. Tener compromisos de más enlentece y retrasa su agenda. La persona que le pide un favor cuenta con que no se lo pueda hacer. Cumpla primero con sus compromisos, salvo excepciones, y luego, si usted lo decide, dedique el tiempo que le sobre a atender a los demás o a atenderse a usted mismo. Tiene derecho a gestionar su tiempo libre como le plazca.
La impuntualidad habla mal de usted. No es buena compañera ni en su profesión ni en su vida personal. Tome nota.

¿PUEDES SUPERAR TUS APEGOS?


LA VIDA POR LA LIBERACIÓN DEL YO.

La vida entregada en la ayuda al otro requiere múltiples exigencias, no puede abrazarse desde la decepción o el fracaso ni debe estar orientada hacia el enriquecimiento o satisfacción de la vanidad; sino desde la ilusión y el enamoramiento.
El coach no puede ser una persona decepcionada del mundo, sino enamorada de la Emancipación. La experiencia de vacío, de desilusión, o de fracaso, puede jugar algún papel en la pedagogía de la Emancipación. Pero jamás puede convertirse en la motivación fundamental o en la razón definitiva para optar por el seguimiento del coaching.
Ayudar en el camino que nos conduce hacia la Emancipación  requiere un compromiso “con el otro” así como una disciplina con nuestro trabajo , en nuestra vida diaria desde la sinceridad más trasparente.
El coach debe trabajar dentro del concepto de voluntad común que rige en toda sociedad. No debe buscar “emancipaciones especiales” y su ayuda en el trabajo en equipo puede cimentar en el coachee una conducta de acercamiento hacia una emancipación cercana a la pluralidad. El coach estabilizado es humilde y discreto renunciando al apego como herramienta vital en la guía de voluntades.
El compromiso con el coaching debe estar rodeado de una verdadera vocación de servicio donde la reflexión permanente debe enriquecer tan docta misión que de manera sencilla creará tendencias para acercar al otro en la senderos de su Emancipación.
Ser coach es un “don” que debe ejercerse con amor, responsabilidad y espíritu de superación.


¡¡¡ ANALIZA- LO!!! EN NUESTRO CONTEXTO...¿PARA QUE ESTÁS?

La vida para el otro

La vida consagrada, la vida religiosa y, de manera especial, la vida monástica, por su radicalidad y por sus peculiares exigencias, no puede abrazarse nunca desde la decepción o el fracaso, sino desde la ilusión y el enamoramiento. El religioso, el monje no puede ser un hombre decepcionado del mundo, sino enamorado de Cristo. La experiencia de vacío, de desilusión, o de fracaso, puede jugar algún papel en la pedagogía de Dios. Pero jamás puede convertirse en la motivación fundamental o en la razón definitiva para optar por el seguimiento radical de Cristo, en que consiste la vida especialmente consagrada.
San Benito establece en su Regla algunas señales que manifiesta la aptitud para la vida monástica. La primera  es que el candidato (novicio) tiene que buscar sinceramente a Dios. Esto no significa que busque solo la satisfacción de ciertas emociones, sino que un espíritu sobrenatural de fe profunda le lleve a dedicar toda su vida al servicio de Dios, de modo que pueda realizar el fin para el que fue creado y llegar a la unión con El. No se entra en el monasterio por una ambición personal, para hacer una carrera, para llegar a ser un hombre erudito, un cantor. Aunque bien es verdad que todas estas cosas caben dentro de la vida monástica en la medida en que puedan ser parte de la búsqueda de Dios, porque el monje no busca a Dios en el vacío, sino en su trabajo y en su vida diaria. Para tener vocación monástica no solo hay que ser capaz de buscar a Dios en el monasterio. Sino también encontrarlo realmente; buscarlo con toda sinceridad es de hecho encontrarlo de un modo incipiente y misterioso.
El segundo aspecto que destaca nuestro P. San Benito es el de la obediencia. La entrega de nuestro juicio y de nuestra voluntad personal constituye la esencia de la ascesis monástica, para poder ser guiados y gobernados por la “voluntad común” del monasterio, determinada normalmente por la Regla y el Abad. El que resiste a la voluntad común excomulga a sí mismo y se separa de la corriente vivificadora de gracia que circula en el monasterio. La misma Regla, apoyada en el evangelio, nos recuerda que todo aquel que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado, y nos dice además que nadie en el monasterio ha de dejarse llevar por su propia voluntad. El monje verdadero es dócil y sumiso a la orientación de la Regla y de sus superiores incluso en las cosas más santas y espirituales. El monje que no es capaz de renunciar al apego a este o aquel método espiritual, a esta o aquella práctica de penitencia o de oración, a fin de abrirse al bien más alto de la obediencia humilde, debe reconocer que no tiene el verdadero espíritu monástico. La falta de flexibilidad es señal de no poseer vocación benedictina o de consagrado.
La tercera señal de una verdadera vocación es que sea hombre de oración. La vida benedictina de oración está cimentada en el opus Dei, el oficio divino cantado en el coro y en la lectio o lectura meditada. En realidad si alguno sintiera atracción por el oficio divino y no tuviera inclinación alguna hacia la meditación privada, o la lectio divina, indicaría que falta algo en su vocación. El monje de San Benito no es llamado solo a cantar el oficio, sino a consagrarse enteramente a Dios en toda una vida de oración. Si no leemos, meditamos y oramos fuera del coro, si no hablamos con Dios y lo contemplamos en el silencio de nuestro corazón, si no nos gusta el trabajo silencioso y humilde que nos brinda una oportunidad para una oración sencilla no seremos después verdaderos hombres de oración en el coro.
Por último para tener una auténtica vocación monástica, la persona debe apreciar el valor de la humillación y de la pobreza espiritual; conocer la grandeza y santidad de Dios ha de ayudar al monje a disminuir la preocupación por sí mismo. Saber aceptar las cruces que la vida en comunidad nos presenta.
Con todo tenemos que reconocer que no existe una persona perfectamente adaptada para la vida monástica, para el ideal de vida benedictina, ni para cualquier otra vida consagrada; es decir que el monje no nace, sino  que se hace colaborando con la gracia de Dios, colaborando, acogiendo sus dones. Es decir que en tu vida, sentirás dificultades, problemas, y tendrás que hacer un esfuerzo de adaptación, y que quizá en ocasiones este esfuerzo de adaptación, este esfuerzo de superación, puede llevarte a experimentar el dolor y el fracaso que sea todo con  espíritu realista, con abnegación, y sobre todo con fe y entrega generosas.
El monje y el filósofo


¿SUEÑO O EXISTO?


Me preguntaba entonces: ¿Quién me ha creado? ¿No ha sido en verdad Dios, que no solo es bueno, sino la misma bondad? ¿De dónde surge entonces mi asentimiento al mal y la resistencia que ofrezco al bien? ¿Acaso es así para ser castigado con justas penas? ¿Quién ha sembrado en mí esta semilla de infelicidad, si yo soy íntegramente obra de mi dulce Señor? Y aun si fuera yo una criatura del Diablo, ¿de dónde viene el Diablo?

¿cómo responde tu ánimo ante las tentaciones?


Igual que los árboles ofrecen sus frutos cuando crecen en condiciones óptimas, los seres humanos emanamos amor cuando nos liberamos de todas nuestras limitaciones mentales. De ahí que si queremos saber cuál es la mejor actitud que podemos tomar en cada momento, tan sólo hemos de responder con nuestras palabras y acciones a la siguiente pregunta: ¿qué haría el amor frente a esta situación?

TODOS SOMOS UNO


Al darnos cuenta de que lo que hacemos a los demás nos lo hacemos a nosotros mismos primero, tomamos conciencia de lo estrechamente unidos que estamos todos los seres humanos. No en vano, las etiquetas con las que subjetivamente describimos y dividimos la realidad son sólo eso, etiquetas.
Y por muy útiles y necesarias que sean para manejarnos en el día a día, no deben separarnos de nuestra verdadera naturaleza: el amor incondicional.

¿QUÉ HACEMOS CONTIGO?


¿Soy normal?

Manías, obsesiones, rarezas… Las ocultamos por temor a ser tildados de raros. Lo que importa no es tener una parte loca, sino lo que hacemos con ella


Ya era la tercera vez que le ocurría. Por la mañana, mientras se maquillaba frente al espejo, por unos momentos, se veía a sí misma desde el techo. Como si su alma, su espíritu, su conciencia, algo de ella, hubiera salido de su cuerpo y se hubiera colocado por encima. Desde allí, observaba a esa chica pintándose los labios. Esa chica que era ella misma. Marta no había consumido ningún tipo de droga, ni medicamento, no sabía a qué achacar esta fantasmagórica flotación. Encerró esos episodios bajo llave. Tenía miedo a que la tomaran por loca.
Pedro vivía angustiado creyendo que, en el fondo, era un asesino potencial. No entendía cómo esos macabros pensamientos cruzaban por su mente. Seguro que no era normal. El peso de la vergüenza le comprimía el alma. Nunca se aligeró confesándoselo a alguien.
Cristina también tenía un íntimo y absurdo secreto sellado en su cabeza. Desde que era niña escondía una pequeña cajita de latón repleta de las uñas que se iba cortando. Era como un tesoro. No sabía por qué tenía la necesidad de esa retorcida colección orgánica.
La pregunta a la que más nos enfrentamos los psicólogos es: “¿Soy normal?”. Suele ir precedida de una detallada descripción de algún comportamiento, sentimiento o sensación que a la persona se le antoja extrañísima. Relatos que suelen ir seguidos de un: “Esto solo me pasa a mí”.
No somos tan originales, lo más extravagante que podamos sentir, la idea más loca que tengamos, el comportamiento más rocambolesco no suelen ser propiedad exclusiva. Por temor a parecer anormales lo ocultamos. Somos una manada de manías, obsesiones y rarezas disfrazadas bajo un traje tallado por el patrón social. Nunca sabremos que eso que no confesamos quizá también lo vive la persona que está tomando café en la mesa al lado de la nuestra.

Por eso, cuando en un grupo se establece un clima de intimidad que favorece las confesiones, se respira aire de alivio. Las supuestas anormalidades enterradas bajo capas de culpa y vergüenza se vuelven normales.

¿Soy normal? A esta pregunta tan sencilla y tan compleja a la vez se puede responder de varias maneras. La primera, bajo el paraguas de la estadística. En el caso de que haya estudios científicos, los terapeutas podemos dar una respuesta del tipo: “Pues esto que te sucede le pasa al 50%, al 70% o al 90% de las personas”.
Y eso ¿adónde nos lleva? ¡A ninguna parte! Un bajo porcentaje estadístico no apunta a la patología. Por ejemplo, existen personas que al escuchar letras o números, ven colores, o que cuando escuchan palabras les vienen diferentes sabores a la boca (saborean las palabras). Son los sinestésicos. Experimentan percepciones cruzadas. Las investigaciones arrojan distintos porcentajes respecto a este fenómeno, que van desde un 1% a un 14%. Proporciones pequeñas. Por eso, antes la sinestesia era tratada como un error del cerebro, como una patología; sin embargo, a medida que avanzan los estudios se asocia cada vez más a la creatividad, a la memoria prodigiosa, a la genialidad.
Obsesión por una persona, aumento de la pasión sexual, enlentecimiento del tiempo cuando se está lejos de ella, segregación anormalmente alta de dopamina…, estos son los síntomas del enamoramiento. ¿Lo consideramos una patología? No. Lo etiquetamos como normal pues la mayoría de los mortales lo experimentamos alguna vez en la vida. Si solo un 1% de nosotros se enamorara, entonces a esos pocos los tildaríamos de locos. Trataríamos como una neurosis ese fundido tan desgarradoramente dulce del corazón. La estadística no suele decirnos nada realmente interesante.
“¿Esto que me pasa qué nombre tiene?”. Necesitamos estar dentro de alguna casilla rotulada. Los psicólogos y psiquiatras lo tenemos muy fácil para colocar a la gente en cuadrados. Disponemos de una herramienta que nos lo permite: el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders). Un manual donde se encuentran todos los posibles trastornos con los síntomas que los caracterizan. Este catálogo de patologías resulta útil para la orientación del diagnóstico y el tratamiento. No obstante, dista mucho de ser un mapa exacto y su interpretación necesita grandes dosis de sensatez y humanismo. Sobre todo es imprescindible no perder de vista la relatividad de los criterios que se han empleado para elaborarlo.
Hasta el año 1973, la homosexualidad se encontraba dentro de este manual como un desorden mental. Las patologías entran y salen de este diccionario de las “anormalidades” humanas dependiendo de la moral de la época y muchas veces de los intereses de las industrias farmacéuticas. Cuanto más se diagnostica, más psicofármacos se venden. La última versión se ha visto engrosada con la entrada de nuevas patologías. Una de ellas presenta la complicada etiqueta: “Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo”. Es un diagnóstico para niños que presenten irritabilidad, pataletas, episodios de rabia como mínimo tres veces por semana durante un año. El peligro de acabar medicando los berrinches ya está servido. También se ha incluido el “trastorno por atracón”, un diagnóstico para las personas que se den una panzada con una frecuencia mínima de doce veces en tres meses. Al final, ya nadie será normal.
¿Qué significa ser normal? ¿Comportarnos como la mayoría? ¿No estar encasillados en alguno de esos diagnósticos? Nuestros protagonistas: Marta, con sus salidas del cuerpo; Pedro, con sus pensamientos asesinos, y Cristina, con su recopilación de uñas cortadas, ¿son normales? De entrada, no son únicos, es decir, que estos ejemplos están basados en un porcentaje de la población, aunque eso tampoco importa mucho. Estas rarezas puntuales no serían suficientes para clasificarlos como trastornados, para ello es necesario comprobar si estas extravagancias afectan a su vida cotidiana. En el caso de que no lo hagan, se los pondría dentro del saco de los normales.
Nada humano me es ajeno”
Publio Terencio Africano
Podríamos llegar a la conclusión de que, si la vida se ve afectada, se considera patología y, en caso contrario, no, pero eso también esconde una trampa. Imaginemos un fetichista. Un hombre que solo logra excitarse si su pareja lleva unos zapatos rojos de tacones imposibles. ¿Es patológico? Según nuestra conclusión, no lo sería dado que el resto de su vida no tiene por qué verse alterada. Ahora bien, supongamos que a su pareja no le gusta poner sus pies dentro de ese glamuroso calzado. En ese caso, podría estallar una crisis dentro de la pareja que pusiera la existencia de nuestro fetichista del revés. Así que dependiendo de la disposición de su mujer etiquetaríamos a ese hombre como trastornado o no. Complicado.
En Líbano, si un hombre presenta zoofilia y se lo monta con un animal hembra, se le considera normal. Ahora bien, si el animal es macho, la cosa cambia. La ley lo prohíbe y la condena puede ser de pena de muerte.
Aquí somos más lógicos. Si nos pasamos el día corriendo es normal. Si nos dejamos la salud para alcanzar objetivos materiales es normal. Si nos quedamos impasibles ante imágenes sangrantes del televisor es normal. Si el humor se nos agrieta porque nos han rayado el coche es normal. Si nos quejamos constantemente es normal. Si valoramos más el cuerpo de los jóvenes que la sabiduría de los ancianos es normal. La postura disparatada respecto a la zoofilia no desentona tanto al lado de nuestras “normalidades”. ¿Quién está más cuerdo, el que encaja dentro de esta loca sociedad o el que no?
Queremos encontrar la fina línea divisoria entre cordura y locura pero no existe. Esa raya es como el meridiano de Greenwich, si pasas por alguna carretera que lo cruza no lo ves, no existe, es solo una invención arbitraria de nuestra necesidad de ordenarlo todo. Saber si somos normales o no, no es la cuestión. Lo esencial no es qué rarezas nos acompañan, sino cómo nos relacionamos con ellas. Una misma locura puede ser vivida como genial o como patológica. Una misma manía puede verse como algo que convierte a una personalidad en especial o como una alteración. Una misma obsesión puede desviarse hacia lo creativo o hacia lo insano. Todos tenemos nuestra parte loca. La cuestión es qué hacemos con ella.

EL CONOCIMIENTO NO SE ADQUIERE POR LA "FE CIEGA" SINO POR LA OBSERVACIÓN.


Para saber  si hemos aprendido a amar, tan solo hemos de echar un vistazo a nuestra forma de comportarnos con los demás. No en vano, la relación que mantenemos con todas las personas que forman parte de nuestra vida es un reflejo de la relación que estamos cultivando con nosotros mismos.
"Si no ta amas tú, ¿quién te amará? Si no te amas a ti ¿a quién amarás?"

"CREO QUE LA VERDAD DESARMADA Y EL AMOR INCONDICIONAL TENDRÁN LA ÚLTIMA PALABRA"


Cuando uno ama no culpa, ni juzga, ni critica, ni se lamenta. Los que aman intentan dejar un poso de alegría, paz y buen humor en cada interacción con los demás, por muy breve que sea.
Amar también es aceptar y apoyar a las personas más conflictivas, porque son precisamente las que más lo necesitan.
Amar de verdad es sinónimo de profunda sabiduría, pues implica comprender que no existe la maldad, tan sólo ignorancia e inconsciencia. La paradoja es que el amor beneficia primeramente al que ama, no al amado. Así, el amor sana y revitaliza la mente y el corazón de quien lo genera. Por eso recibimos tanto cuando damos.

EL AMOR BENEFICIA PRIMERO AL QUE AMA, NO AL AMADO


El problema es en sí mismo la solución.
Y lo primero que debemos saber es qué es el amor. No al que estamos tan acostumbrados, sino al de verdad. Porque una cosa es querer, y otra muy distinta, amar. Querer es un acto egoísta; es desear algo que nos interesa, un medio para lograr un fin. Amar, en cambio, es un acto altruista, pues consiste en dar, siendo un fin en sí mismo. Queremos cuando sentimos una carencia. Amamos cuando experimentamos plenitud. Mientras querer es una actitud inconsciente, relacionada con el que está fuera de nuestro alcance, amar surge como consecuencia de un esfuerzo consciente, que nos hace centrarnos en lo que sí depende de nosotros.