El final del camino será uno que tú no decidirás. Lo harán otros por ti al igual que durante toda tu vida han hecho, seguramente, sin que te hayas querido dar cuenta.
Como la parábola de la rana hervida (dicen que las ranas están preparadas para reaccionar ante un efecto brusco, pero no leve. Así, si la introduces en una cazuela con agua hirviendo, saltan y se escapan. Pero si las dejas dentro de esa cazuela desde el inicio del proceso de cocción, es decir, la introduces en el puchero cuando el agua está aún fría, poco a poco, se va habituando al calor y con el tiempo queda hervida sin darse cuenta) el humano tiene una presencia en su habitat natural basada en la satisfacción de sus necesidades primarias sin preocuparse de hacia donde le llevan y que consecuencias tendrán sus actos iniciales para sus etapas de existencia plena y final.
Lentamente desde nuestro alumbramiento a este mundo vamos configurando un modelo mental necesario que nos sirve para descifrar los misterios de nuestra existencia terrenal. Así la decodificación del TODO que observamos y sentimos, a través de dicho modelo mental, nos viene dada por un entorno no elegido y demasiadas veces ignorado, que con culturas caducas desea dar soluciones futuras. Con este entorno quedamos vinculados por sentimientos de afectividad y costumbre que nos encorsetan permanentemente y nos privan de aceptar otra perspectiva. Es pues el modelo mental construido en nuestro despertar infantil el referente interpretativo de nuestra vida social y espiritual. Podemos vivir ochenta años decodificando una realidad bajo postulados adquiridos durante la infancia y pensar, además, que estamos en lo definitivamente cierto.
Lo importante, empero, no es creer en esto o aquello. No debemos imponer y regocijarnos en nuestro rosario de creencia que, como queda dicho, nos han llegado por mero mimetismo, tal vez con un aire caduco. Lo importante es pensar en plural aceptando las demás creencias sin quedarse con ninguna como definitiva, conviviendo con todas. La clave es pensar o no pensar. Es cambiar el observador que somos o quedarnos con el primitivo.
Una herramienta muy digerible para este proceso de cambio es el COACHING. Esta disciplina nos permite tomar conciencia que nada se soluciona con la misma lógica que creo de insatisfacción y viendo la realidad desde distintas perspectivas puede ayudarnos a relativizar aquello que llamamos problema o insatisfacción.
Comprender las razones porque el humano sufre es materia complicada y dispar. No obstante quizá si nos lo proponemos, podremos acercarnos al conocimiento del por qué sufrimos o donde está la génesis de nuestra insatisfacción. Con el autodictamen estaremos en condiciones de buscar nuestras mejores soluciones para la satisfacción de los momentos de incertidumbre. El coaching, es y debe ser, por tanto una herramienta de análisis interno que al coache (cualquiera de nosotros) le llega de la mano de su coach. En este proceso el coachee debe dar y otorgar autoridad a su coach para que juntos puedan comprometerse con los objetivos de cambio.
Y aquí empieza el proceso emancipador del sujeto de la oración, el coachee. En este proceso, como si de un viaje se tratara descubriremos donde están instalados nuestros miedos (herramienta muy utilizada por los poderes de nuestra socialización) y las razones que los sustentan en su permanente vigencia. Podremos ver de cerca cómo escuchamos a los demás y a través de que herramientas nos relacionamos con el prójimo. Desde la llegada de la ilustración y su ciencia, podremos analizar que ha sido de nuestros sentimientos y emociones y del protagonismo que tiene en nuestro quehacer cotidiano. Con todo estos ingredientes y quizá algún otro nos daremos cuenta de las cosas que nos sobran, y tal vez nos faltan, si deseamos diseñar una nueva escultura existencial para nuestra propia vida conciente.
El mapa no es el territorio. Lo aparentemente claro puede ser sólo la punta del iceberg y que analizando las emociones y sentimientos (tan ignoradas por el pensamiento lógico que surge de la ilustración) podemos determinar la naturaleza del proceso que estamos tratando y donde nos ha puesto la sociedad occidental de hoy en día.
¿Hay que variar las actitudes mentales? ¿Queremos mantener el modelo mental heredado? Revisar o no este determinismo puede situarnos en el sitio deseado de manera conciente. Podremos o no definir nuestro destino o llegaremos a la conclusión de que somos simplemente objetos del decorado que otros han organizados por y para nosotros donde nuestro único protagonismo es ser agentes del consumo autoalimentador de la sociedad del bienestar que devora a sus disidentes.
Como la parábola de la rana hervida (dicen que las ranas están preparadas para reaccionar ante un efecto brusco, pero no leve. Así, si la introduces en una cazuela con agua hirviendo, saltan y se escapan. Pero si las dejas dentro de esa cazuela desde el inicio del proceso de cocción, es decir, la introduces en el puchero cuando el agua está aún fría, poco a poco, se va habituando al calor y con el tiempo queda hervida sin darse cuenta) el humano tiene una presencia en su habitat natural basada en la satisfacción de sus necesidades primarias sin preocuparse de hacia donde le llevan y que consecuencias tendrán sus actos iniciales para sus etapas de existencia plena y final.
Lentamente desde nuestro alumbramiento a este mundo vamos configurando un modelo mental necesario que nos sirve para descifrar los misterios de nuestra existencia terrenal. Así la decodificación del TODO que observamos y sentimos, a través de dicho modelo mental, nos viene dada por un entorno no elegido y demasiadas veces ignorado, que con culturas caducas desea dar soluciones futuras. Con este entorno quedamos vinculados por sentimientos de afectividad y costumbre que nos encorsetan permanentemente y nos privan de aceptar otra perspectiva. Es pues el modelo mental construido en nuestro despertar infantil el referente interpretativo de nuestra vida social y espiritual. Podemos vivir ochenta años decodificando una realidad bajo postulados adquiridos durante la infancia y pensar, además, que estamos en lo definitivamente cierto.
Lo importante, empero, no es creer en esto o aquello. No debemos imponer y regocijarnos en nuestro rosario de creencia que, como queda dicho, nos han llegado por mero mimetismo, tal vez con un aire caduco. Lo importante es pensar en plural aceptando las demás creencias sin quedarse con ninguna como definitiva, conviviendo con todas. La clave es pensar o no pensar. Es cambiar el observador que somos o quedarnos con el primitivo.
Una herramienta muy digerible para este proceso de cambio es el COACHING. Esta disciplina nos permite tomar conciencia que nada se soluciona con la misma lógica que creo de insatisfacción y viendo la realidad desde distintas perspectivas puede ayudarnos a relativizar aquello que llamamos problema o insatisfacción.
Comprender las razones porque el humano sufre es materia complicada y dispar. No obstante quizá si nos lo proponemos, podremos acercarnos al conocimiento del por qué sufrimos o donde está la génesis de nuestra insatisfacción. Con el autodictamen estaremos en condiciones de buscar nuestras mejores soluciones para la satisfacción de los momentos de incertidumbre. El coaching, es y debe ser, por tanto una herramienta de análisis interno que al coache (cualquiera de nosotros) le llega de la mano de su coach. En este proceso el coachee debe dar y otorgar autoridad a su coach para que juntos puedan comprometerse con los objetivos de cambio.
Y aquí empieza el proceso emancipador del sujeto de la oración, el coachee. En este proceso, como si de un viaje se tratara descubriremos donde están instalados nuestros miedos (herramienta muy utilizada por los poderes de nuestra socialización) y las razones que los sustentan en su permanente vigencia. Podremos ver de cerca cómo escuchamos a los demás y a través de que herramientas nos relacionamos con el prójimo. Desde la llegada de la ilustración y su ciencia, podremos analizar que ha sido de nuestros sentimientos y emociones y del protagonismo que tiene en nuestro quehacer cotidiano. Con todo estos ingredientes y quizá algún otro nos daremos cuenta de las cosas que nos sobran, y tal vez nos faltan, si deseamos diseñar una nueva escultura existencial para nuestra propia vida conciente.
El mapa no es el territorio. Lo aparentemente claro puede ser sólo la punta del iceberg y que analizando las emociones y sentimientos (tan ignoradas por el pensamiento lógico que surge de la ilustración) podemos determinar la naturaleza del proceso que estamos tratando y donde nos ha puesto la sociedad occidental de hoy en día.
¿Hay que variar las actitudes mentales? ¿Queremos mantener el modelo mental heredado? Revisar o no este determinismo puede situarnos en el sitio deseado de manera conciente. Podremos o no definir nuestro destino o llegaremos a la conclusión de que somos simplemente objetos del decorado que otros han organizados por y para nosotros donde nuestro único protagonismo es ser agentes del consumo autoalimentador de la sociedad del bienestar que devora a sus disidentes.