TERTULIAS/CHARLAS SOBRE COACHING EMANCIPADOR EN EL CÍRCULO DE COACHING ESPECIALIZADO.



Periódicamente nos reunimos en "petit comité", con un aforo máximo de 10 personas, para debatir sobre COACHING EMANCIPADOR.
Son diálogos participativos para realizar una "iniciación" en la disciplina del coaching adaptada a tu universo de sueños.
Si estás interesada/o en participar GRATUITAMENTE deja tu reserva en paco.bailac@salaidavinci.es y te informaremos de los calendarios previstos.

¡¡¡Ven te esperamos!!!



¿POR QUÉ SE LE OCURRE A TAN POCA GENTE TOMAR BAÑOS DE SILENCIO?



• Pensamientos •
Hay un deseo común, que es el cumplimiento de lo que se cree que va a dar felicidad al yo, al ego.
Ese deseo es apego, porque ponemos en él la seguridad, la certeza de la felicidad.
Es el miedo el que nos hace desear agarrar con las manos la felicidad, y ella no se deja agarrar. Ella es. Esto
sólo lo descubrimos observando, bien despiertos, viendo cuándo nos mueven los miedos y cuándo nuestras
motivaciones son reales. Si nos aferramos a los deseos, es señal de que hay apego.
El apego habrá perdido la batalla cuando lo descubras, y ya no tendrá el poder que la inconciencia le daba.
Tú mandarás sobre él.
La aprobación, el éxito, la alabanza, la valoración, son las drogas con las que nos ha hecho drogadictos la
sociedad, y al no tenerlas siempre, el sufrimiento es terrible.
El día en que entres de pleno en tu realidad, el día en que ya no te resistas a ver las cosas como son, se te
irán deshaciendo tus ceguedades. Puede que aún sigas teniendo deseos y apegos, pero ya no te engañarás.
La base del sufrimiento es el apego, el deseo. En cuanto deseas una cosa compulsivamente y pones todas
tus ansias de felicidad en ella, te expones a la desilusión de no conseguirla.
El estar despierto y mirar sin engaños no quiere decir que desaparezca tu programación, sino que allí
estará, pero la verás claramente, y al apego lo llamarás apego, y a lo que creías amor lo llamarás egoísmo.
No existe necesidad de ser popular. No existe necesidad de ser amado o aceptado. No existe necesidad
de estar en posición de relevancia o de ser importante. Éstas no son necesidades humanas básicas. Son
deseos que nacen del ego —el yo condicionado—, del mío. Algo profundamente incrustado en ti. Tu yo no
tiene interés en estas cosas. Él ya tiene todo lo que necesita para ser feliz. Todo lo que necesitas es
concientizarte de tus apegos, de las ilusiones que esas cosas son, y estarás en camino hacia la libertad.
Las cosas son lo que son. No son mías, tuyas o de él. Esto es una mera convención entre nosotros.
No has de apegarte a ninguna cosa, ni a ninguna persona, ni aún a tu madre, porque el apego es miedo, y
el miedo es un impedimento para amar.
Cuando un arquero dispara simplemente por deporte, aplica toda su destreza. Cuando apunta hacia un
premio de oro, queda ciego, pierde la razón, ve dos blancos.
Su habilidad no cambió, pero sí el premio. Se preocupa más por vencer que por tirar. Y la necesidad de
ganar lo vació de poder. La ambición quita poder.
La felicidad es tu esencia, tu estado natural y, por ello, cuando algo se interpone, la oscurece, y sufres por
miedo a perderla. Te sientes mal, porque ansías aquello que eres. Es el apego a las cosas que crees que te
proporcionan felicidad lo que te hace sufrir.
Lo malo es que la mayoría equipara la felicidad con conseguir el objeto de su apego, y no quiere saber que
la felicidad está precisamente en la ausencia de los apegos, y en no estar sometido al poder de ninguna
persona o cosa.
Si buscas ser feliz, procura no perseguir tus deseos, porque ellos no son respuesta para tu vida. Para ser
feliz, abandona tus deseos o transfórmalos, entendiendo preferentemente su limitado valor. La realización de
los deseos trae alivio y bienestar, no felicidad.
La raíz de todo sufrimiento es el apegarse, el apoderarse. Apegarse no es más que proyectar el ego, el mío
sobre alguna cosa. Tan pronto como proyectas el yo en algo, el apego se instala.
Cuando retiramos lentamente las palabras "yo, mío, a mí" de nuestras propiedades, campos, ropas,
sociedad, congregación, país, religión, de nuestro cuerpo, de nuestra personalidad, el resultado es liberación,
libertad. Cuando no hay yo, las cosas son lo que son. Dejas que la vida sea vida.
Tú no tienes que impresionar a nadie, nunca más. Estás completamente cómodo con todo el mundo, no
deseas nunca más nada de nadie. El no cumplimiento de tus deseos no te hace infeliz.

Si comprendieses tus deberes, apegos, atracciones, obsesiones, predilecciones, inclinaciones, y si te
desprendieses de todo eso, el amor aparecería.

¡¡¡SIN RIESGO NO HAY PROGRESO!!!



Sin zona de confort no hay seguridad. Sin riesgo no hay progreso. 

Sin error no hay aprendizaje. Sin satisfacción no hay recompensa que nos motive e inspire a empezar de nuevo el proceso. Así, los cuatro círculos son necesarios y debemos cultivar todos ellos. LA DIFERENCIA “Las maravillas de la vida se nos escapan por la cómoda trampa de la rutina” ( John Nigro) La mayoría de nosotros nos enfrentamos a desafíos de vez en cuando y hay largos periodos de, digamos, relativa tranquilidad. ¿Qué hacer para estar preparados para cuando llegue el momento de salir de la zona de bienestar? La respuesta está, paradójicamente, en la rutina. Es decir, en introducir pequeños cambios en todas aquellas cosas que hacemos casi automáticamente. Lo importante es hacerlo con una actitud también diferente, mostrándonos interesados, ignorantes, interrogativos e implicados. Es decir, abrir la mente, hacernos preguntas, abandonarnos a la CAPACIDAD DE SORPRESA “La sorpresa es el móvil de cada descubrimiento” (Cesare Pavese) El famoso Mihaly Csikszentmihalyi, uno de los padres de la psicología positiva, define la capacidad de sorpresa como uno de los grandes rasgos de la personalidad creativa. Para ser capaces de asombrar a los demás, antes debemos ser capaces de sorprendernos a nosotros mismos. Y sorpresa y creatividad son músculos que podemos entrenar, desarrollar y fortalecer. Todo lo expuesto hasta el momento no tendrá casi efecto en nosotros y en nuestra vida si no somos capaces de maravillarnos. El puro hecho de cambiar de camino para ir al trabajo no tiene ningún valor si no nos obligamos a encontrar durante el trayecto algo que nos sorprenda. Y para ello debemos estar conectados y atentos, observar con una mirada primeriza.
Csikszentmihalyi propone un ejercicio que deberíamos hacer como mínimo dos veces por semana: ser capaces de maravillarnos de algo y ser capaces de sorprender a alguien a lo largo del día. Solo una vez, pero en las dos direcciones. Este ejercicio nos obliga a pensar distinto, a hacer cosas de una manera diferente y a estar conectados con nuestra atención y nuestro asombro. Además de permitirnos entrar y explorar nuestras zonas de riesgo, error y satisfacción. Es gratis. Es sencillo. Y es muy divertido

ESTAMOS TAN ESCLAVIZADOS POR LAS PRESIONES SOCIALES QUE LA MITAD DE NUESTRO TIEMPO Y TALENTO, SE MALGASTAN EN EXHIBIRNOS Y DEMOSTRAR A LOS DEMÁS QUE SOMOS GRANDES Y MAGNÍFICOS.




“HAY UN REMEDIO PARA LAS CULPAS, reconocerlas”

Todo tiene su razón de ser y una explicación lógica. Los sentimientos negativos funcionan como un termómetro, nos indican que algo no funciona y se manifiestan a través del malestar. Pero tienen su parte positiva: educa, permiten evolucionar y generan aprendizaje.
¿Sino sintiera culpa, cómo sabría que ha  herido a alguien? Si no sintiera frustración, igual no le daría valor al esfuerzo cuando consigue su objetivo.
¿Y qué me dice de la inseguridad?...También tiene un sentido evolutivo, le protege de las amenazas, aunque muchas de ellas no sean tan aterradoras como imagina.
Ahora, deje espacio a sus sentimientos y, cuando estime que han convivido con usted el tiempo suficiente, ábrales la puerta y déjeles marchar.


¡¡¡DECIDÍ BUSCAR A UN HOMBRE EXPERIMENTADO Y SABIO QUE PUDIERA ENSEÑARME PERSONALMENTE AQUELLO QUE TAN VIOLENTAMENTE ATRAÍA MI ALMA!!!



Conocer el camino es conocerse a sí mismo; conocerse a sí mismo es olvidarse de sí mismo; olvidarse de sí mismo es quedar iluminado por todo.

Sentimientos que dañan el alma.
La envidia, la culpa, el remordimiento, la inseguridad…forman parte de nuestra evolución y tienen su parte positiva. Lo que hay que evitar es que nos bloqueen.

Si les pidiera que contestaran a la pregunta: ¿cuál es su misión en la vida? Seguramente no me darían una sola respuesta, sino muchas. Todas las personas tienen objetivos diferentes relacionados con su vida familiar, personal, social y laboral. Pero hay un deseo que nos une a todos, y ese es el de ser feliz. Todos anhelamos equilibrio interior, paz y tranquilidad.

El bienestar no viene genéticamente predeterminado, sino que se busca, se entrena. Las personas se rodean de circunstancias, de otros compañeros de viaje y de momentos que les aportan felicidad, buscan la seguridad y tratan de desprenderse de todo lo que les incomoda y provoca dolor. De hecho vivimos en la era de la felicidad. Se cultiva y practica una filosofía dirigida a cuidarse y mimarse, y muchas personas dejan de salir de su zona de confort para evitar enfrentarse a sus miedos y no sentir la incomodidad del sufrimiento. Pero la envidia, la culpa, el remordimiento, la inseguridad, la frustración, la vergüenza…todos esos sentimientos forman parte de nuestra evolución. Lo inteligente es saber dosificarlos para que cumplan con su función y no dejar que nos bloqueen.

¿PODEMOS "DESPLEGAR" NUESTRO TALENTO DESDE LA INMOVILIDAD?



Lo importante es hacer pequeños cambios en la rutina. Abrir la mente y hacernos preguntas


La zona de error. La zona de riesgo es temporal, dura hasta que vienen los resultados. Puede que nuestro documento en inglés no nos haya salido todo lo bien que deseábamos. Entramos entonces en la zona de error, que dura lo que lo hace nuestra capacidad de aprender de él, reponernos y volver a intentarlo, entrando de nuevo en la zona de riesgo. Tenemos dos opciones. Una, abandonar para siempre la tarea. Otra, aprender de todo aquello que no hemos hecho bien, seguir poniendo a prueba nuestras capacidades y avanzar. La zona de satisfacción. Cuando hemos superado el muro del nuevo reto, entramos en la zona de satisfacción. Orgullo y fuerzas renovadas. De la zona de satisfacción volvemos a la zona de bienestar, ahora más amplia. Y desde ahí hemos de ser capaces de reflexionar acerca de nuestro poder de ensanchar nuestros límites. Es una franja de motivación, no de autocomplacencia.

¿LA INSEGURIDAD NOS PERMITE EL AVANCE Y LA COMODIDAD NOS ADORMECE?




Más allá de la rutina hay incertidumbre, riesgo y la posibilidad de equivocarse. Pero hacer las cosas de forma distinta es el primer paso para superar nuestros límites y abrir la puerta a resultados reveladores.
A lo largo del tiempo y de las rutinas, todos nos hemos creado una zona de comodidad en la que nos sentimos seguros y protegidos. Es el espacio de los hábitos, de las costumbres y de las repeticiones; de la certeza. Pero dentro de estos límites también se encuentran cosas menos cotidianas, como nuestras aptitudes y habilidades, es decir, todo aquello que sabemos que hacemos bien y donde la posibilidad de error es reducida. Es más, puesto que las costumbres, los hábitos y las rutinas tienen doble dirección, es posible que con el tiempo y la inercia nos convirtamos en los encargados de preparar aquello en lo que somos más hábiles. Y eso es bueno.

Sin embargo, existe un riesgo: que la franja de comodidad se convierta en todo nuestro universo, olvidando que, para que siga siendo precisamente así, necesita ir siendo ampliada. Y de esta manera también se verán acrecentadas nuestras aptitudes y habilidades, a la vez que nos vacunaremos contra la falta de retos y motivaciones. ¿Cómo conseguirlo? Hacerlo diferente. Decía Einstein que no se pueden conseguir resultados distintos haciendo las cosas del mismo modo de siempre. MIRMIRAR MÁS ALLÁ “El juego de ponerse límites a sí mismo es uno de los placeres secretos de la vida” ( G. K. Chesterton) Cuando decidimos abordar algo que nos supone un reto o un desafío, estamos a punto de establecernos un nuevo límite. Así ,nuestros sentidos se ponen en guardia y nuestra atención activa el modo de alerta. Estamos a punto de adentrarnos en: La zona de riesgo. Imaginemos que no dominamos el inglés y, aun así, nos encargan preparar un documento en esta lengua. Entramos de lleno en la zona de riesgo. Inseguridad, sí, pero también concentración y alerta. Lo que significa que invertiremos más tiempo y repasaremos varias veces cada una de las frases. Todos cometemos errores, pero solo algunos son capaces de hacer lo que hacíamos de pequeños: caer, levantarnos, ponernos en pie y vuelta a empezar.

¡¡¡LO HICIERON PORQUE NO SABÍAN QUE ERA IMPOSIBLE!!!



Si abordas una situación como asunto de vida o muerte, morirás muchas veces.

Podemos actuar desde el presente para estar preparados y disfrutar o reaccionar ante los “cisnes negros” que nos encontramos. Sin embargo, en ocasiones se nos exige tomar una decisión. ¿Qué hacer cuando nos encontramos frente a dos caminos y tenemos que escoger uno? Decidir es tratar de predecir qué será mejor para nosotros, y si las predicciones acostumbran a fallar, ¿qué se supone que debemos hacer?
Lo cierto es que lo más importante no es qué debemos hacer, sino qué no debemos hacer; no decidir. Este es el peor y más común de los errores. Quedarse atenazado por la ansiedad, caer en lo que los especialistas denominan parálisis por análisis.
Ante dos caminos, elija el que tiene corazón. En el fondo sabemos aquello que conecta con nosotros, nuestros principios y expectativas. Siempre hay un camino que reconocemos como el nuestro. Si somos conscientes de que una vez elegido un camino debemos estar preparados para reaccionar ante situaciones imposibles de presagiar, tomaremos nuestras decisiones con más tranquilidad, objetividad y serenidad.
Lo importante siempre escapa al análisis. Los científicos las llaman intangibles o variables ocultas. Existen circunstancias que por más vueltas que les demos, escapan a nuestro control. Por esta razón es tan importante que hagamos caso a nuestro corazón o, para los menos románticos, nuestra intuición.

AdÁptese al camino. Lo que sí podemos predecir es que, una vez que hayamos elegido, deberemos seguir andando. Tal vez nos encontremos con cruces inesperados, tal vez no salga todo como falsamente preveíamos, eso no importa. Una vez más, lo importante de la decisión es avanzar en ella, adaptarse a las circunstancias y estar preparados tanto para los obstáculos como para las sorpresas que nos depara el vieja.

LO MÁS IMPORTANTE DE LA DECISIÓN ES AVANZAR EN ELLA, ADAPTARSE Y ESTAR LISTOS PARA OBSTÁCULOS Y SORPRESAS.



Vivimos sumidos en la ilusión de la predicción

Trazamos planes en función de suposiciones erróneas, nos adelantamos a problemas que nunca existirán y nos aferramos al análisis de datos incompletos para tratar de dilucidar el futuro. ¿Por qué? Porque necesitamos tenerlo todo bajo control, pero si algo se puede decir del futuro es que, afortunadamente, es incontrolable.
LO inesperado nos produce ansiedad. Pero en el fondo tampoco es deseable en absoluto una vida predecible, una pareja predecible, un trabajo predecible… Pocas personas querrían conocer exactamente lo que va a ocurrirles en los próximos años, incluso en los próximos días sería trágico y, lo que es peor, aburrido. Vivimos inmersos en esta paradoja. Sin embargo, el futuro es una herramienta para avanzar. Una cosa es que no podamos predecir el futuro, y otra, que no podamos construirlo desde el presente para estar preparados. El futuro es impredecible, pero no es incontestable.
Desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir, puede pasar de todo. Lo importante es estar preparados. Así nuestro plan de entrenamiento debería incorporar los siguientes conceptos.
Ser conscientes de nuestros puntos débiles y entrenarnos en ese tipo de cosas hasta que estemos seguros de que si sucede, estaremos preparados para responder.
Aceptar nuestras fortalezas. Todos tenemos puntos fuertes, zonas de confort en las que estamos seguros. Es importante explotar esas características y ser conscientes de ellas para usarlas como recursos.

Saber adaptarse es fundamental en nuestra vida cotidiana. Ser flexibles, saber acomodarse a los acontecimientos y desde ellos responder de la mejor manera. No intentar en vano forzar a que todo se ajuste a nuestros gustos preestablecidos. Levantarse, reaccionar y seguir el camino aun cuando hayamos sufrido una injusticia.

¿PODEMOS AFIRMAR QUE LA INTELIGENCIA SE MIDE POR EL GRADO DE INCERTIDUMBRE QUE PODEMOS SOPORTAR?



El ser humano necesita predecir. Lo hacemos una y otra vez, y fallamos. ¿Cómo afrontar entonces el futuro? ¿Qué hacer para no paralizarnos? ¿Cómo gestionamos la incertidumbre?


La gran mayoría de nosotros acertaríamos con las predicciones cotidianas, pero no aportan información relevante. Sin embargo, alguien aún no sabe que mañana le sonará el despertador, se levantará diez minutos más tarde y al ir a tomar un café se cruzará con un amor que transformará su vida. Este acontecimiento es lo que podemos denominar un “cisne negro” algo inesperado y extraño, absolutamente impredecible y de un impacto tan extremo que cambia el rumbo y el devenir de la existencia. Desde la primavera árabe hasta la irrupción de Internet, pasando por cómo llegamos a conocer a la persona con la que hemos tenido un hijo. Da igual. Si pensamos en las cosas más significativas y relevantes de  nuestra existencia, veremos que se tratan de auténticos “cisnes negros” es decir, total y absolutamente impredecibles, fuera de todo plan o propósito previo.

LO QUE ME PREOCUPA NO ES QUE ME HAYAS MENTIDO, SINO QUE DE AHORA EN ADELANTE YA NO PODRÉ CREER EN TI



Sófocles afirmaba: “Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja”. Porque no se puede controlar ni esconder todas las conductas.

Por lo general, la gran mentira se teje con el tiempo. Se empieza con un engaño banal, al que sigue un segundo engaño algo mayor. No pasa nada, y el mentiroso no es detectado. Esto le da alas para cometer un engaño todavía mayor, en un proceso que no conoce límite hasta que comete algún error y es desenmascarado.

El mentiroso habitual se crece hasta que, creyéndose más listo que los demás, relaja el control y baja la guardia, momento en el que comete un desliz y es descubierto. Como afirma el profesor Ekman, “la práctica del engaño, así como el éxito reiterado en instrumentarlo, reducirá siempre el recelo a ser detectado”.

mentir no es complicado. Lo que es complicado es aguantar una mentira en el tiempo. Alexander Pope decía que el que dice una mentira está obligado a decir veinte más para sostenerla, y Abraham Lincoln declaró en una ocasión que no tenía suficiente memoria como para ser un buen mentiroso. Cuando uno miente, puede tener preparada una buena explicación para quien le interpele, pero va a tener que recordarla porque en el momento menos pensado alguien volverá a preguntar, y si no somos rápidos en la respuesta, quedaremos en evidencia.

Además, en el curso de una mentira solemos improvisar respuestas a preguntas que no habíamos previsto, creando un montón de mentiras adicionales. Se requiere una habilidad prodigiosa para recordarlas a fin de evitar delatarnos.

Así pues, no es fácil que la mentira –especialmente la mentira reiterada– dure siempre. Sófocles afirmaba que “una mentira nunca vive hasta hacerse vieja”, porque el mentiroso no puede controlar ni esconder todas sus conductas. Parece haber también una relación entre el tiempo en que se aguanta una mentira y el número de gente a la que se quiere engañar, ya que a más gente por engañar, más posibilidades hay de cometer un desliz. Como dijo J. F. Kennedy, “se puede engañar a muchos poco tiempo, o a pocos mucho tiempo. Pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

Desenmascarando la mentira. La mentira se desenmascara por errores que comete el mentiroso. No hay garantía de que los cometa, sobre todo si la mentira se sostiene por un corto periodo de tiempo, con lo que no todas las mentiras necesariamente fallan. Pero lo normal es que lo haga. Aunque hay verdaderos “profesionales de la mentira” que evitan cualquier signo delator, la mayoría de nosotros cometeremos más bien pronto que tarde errores evidentes que desenmascararán nuestro engaño. Y aun en el caso de grandes mentirosos, nadie puede controlar todo lo que ocurre a su alrededor ni evitar que un suceso fortuito le delate.

Hay, según el profesor Ekman, dos indicios fundamentales del engaño: los indicios revelatorios y los indicios de comportamiento mentiroso. En el primer caso se trata de manifestaciones que hacemos sin querer y que ponen de manifiesto la verdad (por ejemplo, mentimos afirmando que estamos reunidos con el jefe, y a los tres días accidentalmente negamos haber hablado con él). En el segundo caso, el mentiroso, sin decir nada que le delate específicamente, se comporta de manera que revela que lo que nos está diciendo no es cierto.

Los indicios revelatorios son más fáciles de controlar que los de comportamiento. Saber lo que uno está diciendo es relativamente fácil, mientras que conocer lo que nuestra expresión verbal o facial revela es complicado. Además, la expresión facial está conectada con zonas del cerebro vinculadas a las emociones, que son de difícil control voluntario.

En la voz y en los gestos encontraremos grandes pistas para detectar la mentira. Dentro de los indicadores de voz, pausas demasiado largas o frecuentes, y vacilaciones al empezar a hablar cuando nos interpelan, nos han de poner en alerta. Y dentro de los gestos, un parpadeo inusualmente rápido o la incapacidad de sostener la mirada serán claramente delatores. El mentiroso puede hacer gestos muy elocuentes que contradigan lo que dice o reducir notablemente la gesticulación, señalando que inventa lo que dice.

Es importante tener en cuenta dos aspectos: el primero, que hay gente entrenada a lo largo de los años para mentir que no caerán en los errores obvios. El segundo, que la valoración de todas las expresiones corporales sólo puede hacerse en comparación con el nivel habitual del sujeto: si uno vacila habitualmente al hablar y no lo sabemos, podemos estar pensando que miente por un comportamiento que es natural en él.

Las pistas que no engañan y escapan del control del mentiroso son las relacionadas con la alteración fisiológica del cuerpo: respiración entrecortada, sudoración, enrojecimiento… pero aun así los mentirosos compulsivos aprenden a no sentir la tensión de estas reacciones.

A veces, sin darse cuenta, el que engaña da muchas más explicaciones de las solicitadas. Y otra técnica consiste en decir la verdad de forma inverosímil para que no se crea (por ejemplo, admito haber pasado la noche fuera no con una, sino con tres mujeres, y describo una gran cantidad de detalles de la fiesta).

CONSECUENCIAS DE LA MENTIRA. Mentir no es neutro y tiene fatales consecuencias para las relaciones. La confianza se teje poco a poco, y se rompe con una sola mentira. Tras una mentira podemos obtener el perdón, pero seremos objeto de sospecha en adelante. Se necesitarán muchas verdades y mucho tiempo para volver a merecer la confianza de aquel a quien hemos mentido.

¿MIENTES? ¿ES PRECISO DECIR VERDAD?



Atrapar a los mentirosos
FERRAN RAMÓN-CORTÉS

Corrupción, estafas, dobles vidas… Tanto en la vida pública como en la privada, vivimos rodeados de engaños. Mentir es fácil, pero las mentiras no duran siempre. Éstas son algunas pistas para desenmascararlas.

Mentir es un acto consciente y deliberado, no un accidente como a menudo el mentiroso nos quiere hacer creer. Hay dos formas básicas de mentir: la primera es ocultar, y consiste en retener cierta información sin decir nada que no sea verdad. La segunda es falsear, y se basa en presentar la información falsa como si fuera cierta. El ocultamiento es pasivo, mientras que el falseamiento es activo. Desde esta perspectiva, la persona que oculta suele sentirse menos culpable que la que falsea, aunque en ambos casos las consecuencias pueden ser igual de perjudiciales para sus víctimas.

HUMILDAD = CONOCERSE, ACEPTARSE, DARSE Y OLVIDO DE SÍ




Humildad:
La humildad es una cualidad o característica humana que es atribuida a toda persona que se considere un ser pequeño e insignificante frente a lo trascendente de su existencia o a Dios según si se habla en términos teológicos. Una persona humilde generalmente ha de ser modesta y vivir sin mayores pretensiones: alguien que no piensa que él o ella es mejor o más importante que otros. El concepto de la humildad en varias confesiones es a menudo mucho más exacto y extenso. La humildad no debe ser confundida con la humillación, que es el acto de hacer experimentar en algún otro o en uno mismo una avergonzante sensación, y que es algo totalmente diferente.
Desde la perspectiva de la evolución espiritual, la humildad es una virtud de realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo.
La humildad en las personas es toda aquella cualidad que revela el completo concepto de lo que es el ser humano, es la verdadera virtud que muestra en un más completo sentido lo que convierte a una persona en humano.

Los grados de la humildad:

1 conocerse, 2 aceptarse, 3 olvido de si, 4 darse.

1 -Conocerse: conocer la verdad de uno mismo.Ya los griegos antiguos ponían como una gran meta el aforismo: "Conócete a ti mismo". La Biblia dice a este respecto que es necesaria la humildad para ser sabios: Donde hay humildad hay sabiduría . Sin humildad no hay conocimiento de sí mismo y, por tanto, falta la sabiduría.
2 -Aceptarse: Una vez se ha conseguido un conocimiento propio más o menos profundo viene el segundo escalón de la humildad: aceptar la propia realidad. Resulta difícil porque la soberbia se rebela cuando la realidad es fea o defectuosa. Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Si se acepta con humildad un defecto, error, limitación, se sabe contra qué luchar y se hace posible la victoria. Ya no se camina a ciegas sino que se conoce al enemigo. Pero si no se acepta la realidad, ocurre como en el caso del enfermo que no quiere reconocer su enfermedad: no podrá curarse. Pero si se sabe que hay cura, se puede cooperar con los médicos para mejorar. Hay defectos que podemos superar y hay límites naturales que debemos saber aceptar.
Vive según tu conciencia o acabarás pensando como vives. Es decir, si tu vida no es fiel a tu propia conciencia, acabarás cegando tu conciencia con teorías justificadoras.
3 -Olvido de sí. El orgullo y la soberbia llevan a que el pensamiento y la imaginación giren en torno al propio yo. Muy pocos llegan a este nivel. La mayoría de la gente vive pensando en si mismo, "dándole vuelta" a sus problemas. El pensar demasiado en uno mismo es compatible con saberse poca cosa, ya que el problema consiste en que se encuentra un cierto gusto incluso en la lamentación de los propios problemas. Parece imposible pero se puede dar un goce en estar tristes, pero no es por la tristeza misma sino por pensar en sí mismo, en llamar la atención. El olvido de sí no es lo mismo que indiferencia ante los problemas. Se trata más bien de superar el pensar demasiado en uno mismo. En la medida en que se consigue el olvido de sí, se consigue también la paz y alegría. Es lógico que sea así, pues la mayoría de las preocupaciones provienen de conceder demasiada importancia a los problemas, tanto cuando son reales como cuando son imaginarios. El que consigue el olvido de sí está en el polo opuesto del egoísta, que continuamente esta pendiente de lo que le gusta o le disgusta. Se puede decir que ha conseguido un grado aceptable de humildad. El olvido de sí conduce a un santo abandono que consiste en una despreocupación responsable. Las cosas que ocurren -tristes o alegres- ya no preocupan, solo ocupan.
4 -Darse. Este es el grado más alto de la humildad, porque más que superar cosas malas se trata de vivir la caridad, es decir, vivir de amor. Si se han ido subiendo los escalones anteriores, ha mejorado el conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo como eje de todos los pensamientos e imaginaciones. Si se mata el egoísmo se puede vivir el amor, porque o el amor mata al egoísmo o el egoísmo mata al amor.Una persona humilde al librarse de las alucinaciones de la soberbia ya es capaz de querer a los demás por sí mismos, y no sólo por el provecho que pueda extraer del trato con ellos.
Cuando la humildad llega al nivel de darse se experimenta más alegría que cuando se busca el placer egoístamente. La persona generosa experimenta una felicidad interior desconocida para el egoísta y el orgulloso. 

GLAMOUR CON FINAL




Demasiado culto al cuerpo


“La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora” 
(José Ortega y Gasset)

Persiste en nuestra sociedad el mito de la perfección a base de cincelar la parte externa de nuestra identidad. Algo que ha existido siempre se ha convertido en el vellocino de oro de la posmodernidad, a la vez que una ilusoria fantasía de eternidad: siempre jóvenes, guapos, imperecederos. Sin embargo, debemos observar, como dijo Montaigne, que el alma en sus pasiones se engaña a sí misma erigiéndose un objeto falso y fantástico. ¿Una falsa belleza tal vez?
Nuestros sabios han expresado que lo que produce belleza es la proporción de las partes entre ellas y el conjunto, junto con las coloraciones que se le añadan. La belleza entonces se basa en la proporción y las medidas ajustadas, o sea, que el conjunto es el que hace brillar a las partes y no al revés. Ahí tenemos dos buenas pistas: cuando dedicamos tanta energía al culto corporal, estamos fuera de medida, caemos en la desproporción, porque abandonamos otras partes de nosotros mismos. Y sólo va a ser ese conjunto, el todo que somos, el que mostrará belleza o no.
La segunda pista nos indica que de nada va a servir obsesionarnos en transformar esa parte que supuestamente nos afea para podernos ver y considerar como personas con su propia belleza. Bienvenida una mejora si respeta la proporción, a sabiendas de que no va a mejorar ni más ni menos lo que interiormente hemos desarrollado. Y en el caso que así fuera, debemos preguntarnos: ¿estoy preparado para los cambios que pueden suceder en mi vida?
La virtud como belleza

“Toda virtud del alma es belleza, y una belleza más verdadera que
ninguna otra” (Plotino)

La belleza es otra cosa al margen de la proporción. La belleza adquiere dimensión cuando es contemplada desde el alma, en una percepción que trasciende la vista y la forma. Ante lo que realmente es bello, invisiblemente bello, nos sentimos arrebatados, dulcemente sacudidos en nuestro interior, despertándose un acto contemplativo que nos deja sin palabras. Es lo que sienten los enamorados, lo que acontece ante una maravillosa puesta de sol, ante un gesto amoroso, escuchando una melodía que nos envuelve. Es una evidencia. Es indudablemente lo que es. Es bello.
La factoría Disney convirtió en un espectáculo musical la popular historia de La bella y la bestia, donde se proclamaba que la auténtica belleza está en el interior. Aunque hay quien ha querido ver en esta expresión la única alternativa para los perdedores en el juego amoroso, lo cierto es que apunta a una gran verdad de nuestra existencia. Lo que ocurre es que esa belleza interior está sólo a disposición de los que saben ver sin ver. La contemplación de lo bello puede ser una experiencia estática, dar sentido a la vida, acercarnos a lo trascendente.
Por eso hay que acostumbrar al alma a mirar por ella misma, primero las cosas bellas, después las obras bellas, hechas por personas bellas. Y al igual que el artista lima, pule y limpia hasta lograr la belleza que busca, así podemos arrancar lo que nos sobra, limpiar lo oscuro hasta hacerlo brillar, hasta iluminar la virtud embellecedora. Puede que por ahí vengan auténticos cambios y transformaciones personales. Las rehabilitaciones estéticas

, si echan un cable, mejor. Nos sentiremos bien una temporada. Pero no son lo esencial.

¿HA PASADO TU TIEMPO?



“La belleza no mira, sólo es mirada” 
(Albert Einstein)


La estética representa los valores más elevados de nuestro mundo. Así, por excelencia, lo hace con la belleza, vinculada esencialmente al arte. Nos orienta, también, en lo feo y en lo sublime, elevando nuestras almas. En nuestros contextos cotidianos, en cambio, el sentido estético lo vinculamos a criterios “cosméticos”, de estatus y proyección social; a lo sumo, de elegancia personal. Seguimos asociando valores a nuestra estética, aunque ahora analizados por las grandes empresas de marketing. Así nos va la cosa.
Consultemos a Plotino, para quien la belleza se encuentra sobre todo en la vista y también en el oído, por la composición de las palabras, y en la música, porque hay cantos y melodías que son bellos. Y si uno se remonta más allá de los sentidos, encontrará actividades, acciones, gestos, hábitos y saberes bellos, así como la belleza que emana de las virtudes. Para Kant, no hay ciencia sino crítica de lo bello, depende del sentimiento del sujeto y de los criterios comunes, a los que hoy llamamos “moda”, la gran reguladora de elecciones.
Lo bello anda sometido al que ve. El que ve es uno mismo y, a la vez, se sabe visto por los demás. El criterio va a ser distinto según donde se ponga la atención. Si unos pantalones diseñados para mostrar el trasero se ponen de moda, muchas personas se los pondrán, aunque los pantalones y su trasero sean de lo más antiestéticos. Se supone así que el que se mira y es mirado no se rige por un valor estético, sino mediático. Entonces, cabe preguntarse si elegimos según nuestro sentido estético, que personaliza, o seguimos los criterios homogéneos que “están de moda”, que vulgariza, por muy bonitos que sean. ¿Queremos ser nosotros o queremos ser como los otros?

¿VIVES TU EXISTENCIA OUTLET?



Cuando dedicamos tanta energía al culto corporal, caemos en la desproporción porque abandonamos otras partes de nosotros”

Puede que tengamos que volver a mirar hacia al cielo para reclamar a las fuerzas cósmicas algo de ayuda ante tal feroz lucha entre lo ético y lo estético. Vaya por delante que con este artículo no se pretende cuestionar, ni juzgar, las reformas que consideremos necesarias, ya sea por nuestro bienestar personal como por prescripción facultativa. El debate no es sobre la moral del asunto. Interesa la reflexión sobre el sentido estético de la existencia. Todo cambio influye en la persona, pero la parte no es el todo. Hay que tener claro que existen malestares que sólo el alma puede curar.

CUANDO PERCIBAS LOS APLAUSOS DEL TRIUNFO, QUE SUENEN TAMBIÉN EN TUS OÍDOS LAS RISAS QUE PROVOCASTE CON TUS FRACASOS




¿La belleza nos cambia la vida?
XAVIER GUIX 

La realidad nos muestra cada día el triunfo de la estética y la belleza exterior sobre otros valores. La pregunta es si cambiar de apariencia puede realmente cambiarnos la vida.
Los medios de comunicación se han llenado en los últimos tiempos con los cambios estéticos a los que se han sometido personajes populares, del mismo modo que han denunciado abusos y extralimitaciones legales en la práctica de la cirugía estética. Para los observadores de la conducta humana, aficionados a filosofar sobre nuestra existencia, este tema trae viejos aromas que gusta recuperar, con el fin de orientarse ante la expansión del culto al cuerpo y la exaltación de la materialidad. Es como una avalancha que no para de crecer y que, además, lo hace con la misma intensidad entre nuestros adolescentes, ávidos de cambiarse los pechos, retocarse la nariz o, en definitiva, aplicarse un photoshop corporal que les mantenga perfectos. Si lo hacen las estrellas, ¿por qué no yo? ¿Por qué no mi hijo o mi hija? ¿Por qué mi pareja no puede ser de película? Demasiados intentos de ser quienes no somos a golpe de bisturí.

¡¡¡NO TE SALVES!!!.... PERO MUEVETE



La actividad es el único camino que lleva al conocimiento”
(George Bernard Shaw)

Días atrás recibí una llamada, de las que ya vienen formando parte de nuestra cotidianidad, para informarme de las ventajas de una compañía telefónica. La escuché con atención porque pensé que quizá me interesaría, pero finalmente decliné la oferta. El teleoperador era una persona muy amable y, no sé muy bien cómo, acabamos hablando sobre la vida. Le confesé que admiraba a las personas como él porque un trabajo como el suyo, en el que se reciben tantas negativas, debe de ser realmente duro. Me comentó con cierto orgullo que la mayoría de sus compañeros no aguantaban mucho tiempo, pero que él ya llevaba tres años. Y entonces me desveló su estrategia: “Pienso que mi labor es como ir a coger cangrejos en una playa de piedras, debes levantar muchas para encontrar uno debajo”.
Añadió que los noes e incluso las malas formas con que le contestaban las encajaba bien, porque “soy consciente de que quizá llamo en un momento que molesto o que quizá ya han llamado muchos antes que yo y quien contesta ya está harto de recibir este tipo de llamadas”. Federico, que así se llamaba este héroe invisible, me regaló unas reflexiones muy sabias que demostraban mucha empatía y una visión que le permitía avanzar. La manera menos difícil de confiar más en nosotros mismos, de ser más optimistas, de aumentar la autoestima, no es intentando cambiar nuestra forma de pensar, sino de actuar. Si avanzamos, nuestros pequeños o grandes logros serán los que limarán mejor nuestras inseguridades.

Energía para avanzar
En tiempos duros puede resultar agotador y necesitaremos energía. Eso se consigue realizando actividades que nos hagan disfrutar, y, por fortuna, la crisis no nos priva de cosas sencillas que no cuestan dinero: un paisaje hermoso, música, la compañía de amigos… Una vez conseguida, debemos utilizar la energía para no pararnos y comprometernos con un objetivo que creamos apropiado para nuestra felicidad.

¿ES POSIBLE SUFRIR Y AVANZAR?




Mirar a la cara al sufrimiento

“Sólo podemos curarnos del sufrimiento experimentándolo completamente” (Marcel Proust)

Está claro que la evitación no es una estrategia útil. El primer paso para poder empezar a adoptar estrategias que sí nos pueden ayudar es justamente lo contrario: mirar a la cara al sufrimiento y preguntarnos: ¿por qué sufrimos tanto?, ¿qué tememos?, ¿qué es lo peor que creemos que nos puede pasar? Tal como nos recomienda Gerardo Schmedling, “ante el sufrimiento, el miedo, la tristeza o la angustia, hazte una simple pregunta: ¿qué es lo que no estoy aceptando?”. Si estamos sufriendo, no tapemos nuestros temores; al contrario, desenterrémoslos. No es nada fácil y es doloroso, pero no podemos malgastar energías manteniéndolos constantemente tapados. Se trata de mirar a nuestros fantasmas a la cara. De sentir todo el dolor que nos provocan. Confesarnos a nosotros mismos lo que no queremos vislumbrar. Podemos escribirlo, contarlo a alguien de nuestra confianza o, simplemente, parar, reflexionar y sentirlo.
Normalmente, lo que tememos, si acaba sucediendo, no tiene nunca ese aspecto tan terrorífico que le ha conferido nuestra imaginación. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Michigan muestra que las personas que se preocupan demasiado por la posibilidad de perder su puesto de trabajo tienen peor estado de salud y más síntomas de depresión que las que ya están en paro. Resulta lógicamente paradójico, aunque típicamente humano: sufrimos más cuando tenemos un empleo y tememos perderlo que cuando realmente ya lo hemos perdido.
Hay una idea fuertemente inscrita en nuestros cerebros: que nuestros pensamientos determinan totalmente nuestras conductas. Por eso nos aconsejan que debemos ser optimistas, porque si no lo somos, no vamos a conseguir ese empleo o resucitar nuestro negocio. Pero ¿cómo? Si nuestra mente se empeña en no ver nada claro, ¿cómo podemos eliminar esas inseguridades?
No existe ningún bisturí para arrancar nuestras dudas, ninguna fórmula mágica para convertirnos en optimistas. Es muy difícil cambiar nuestros pensamientos y nuestras emociones. No obstante, existe una vía indirecta que nos puede ayudar. Consiste en cambiar nuestro comportamiento. Tendemos a creer que debemos conseguir pensar en positivo para poder actuar en consecuencia, pero quizá podamos tomar el camino contrario.
Hagamos una hipótesis: Ana, una mujer de 38 años que debe ir a una entrevista de trabajo; su ánimo es bajo porque ya ha acudido a muchas y no ha conseguido nada más que sentirse derrotada. Final 1: decide no acudir. Final 2: a pesar de sus sentimientos, acude. Los pensamientos no determinan totalmente lo que finalmente realizamos. En definitiva, para encontrar trabajo no importa tanto lo que Ana piensa como el hecho de acudir o no a la entrevista. Si estamos parados, debemos movernos. Si queremos prosperar, no malgastemos nuestras energías en tapar los miedos; intentemos reconocerlos, ponerlos en una mochila y seguir hacia nuestras metas.
Es posible sufrir y avanzar

¿SUFRIMIENTO?




nefasta estrategia: la evitación

“Aceptar nuestra vulnerabilidad en lugar de tratar de ocultarla
es la mejor manera de adaptarse
a la realidad” (David Viscott)


Cuesta mucho aguantar el sufrimiento. La pena nos deja sin energías y sin ilusión. La rabia nos acelera y, si traspasa las fronteras, podemos acabar enfadados con el mundo. El miedo nos paraliza aprisionándonos en una espiral de preocupaciones. Por eso, muchas personas no quieren ni ver este sufrimiento y huyen. Se esconden detrás de lo que pueden. A veces, su escudo es el alcohol (según diferentes estadísticas, el consumo de alcohol ha aumentado durante la crisis). En otras ocasiones, su anestésico puede ser la televisión. Otro refugio lo pueden constituir las fantasías esperanzadoras. La ilusión de que nos tocará el gordo en la lotería es una de ellas, y por ello los juegos de azar son uno de los pocos mercados favorecidos actualmente.
Pero si evitamos el problema, evitamos su solución. Como la tortuga que Wilson y Luciano describen en su libro Terapia de aceptación y compromiso. Se trata de una tortuga que se dirige hacia su cueva, donde están sus crías y el resto de las tortugas. Pero cada vez que llueve, cuando sopla el viento, cuando se topa con piedras, se mete en su caparazón. A veces sale del caparazón, avanza un poco, pero en cuanto ocurre a su alrededor algo inesperado vuelve dentro. ¿De esta forma puede alcanzar lo que pretende? A lo mejor, la alternativa es avanzar con todo el cuerpo fuera, en pleno contacto con el suelo, abierta a todo lo que pueda surgir en ese camino. Probablemente no le gusten muchas de las cosas que estén es ese camino, o tal vez sí, pero eso es absolutamente distinto de su compromiso de avanzar por el sendero.

¿PODEMOS PERDER LA DIGNIDAD?




Estrategias para afrontar la crisis
JENNY MOIX 
Son muchos los libros y artículos en los que se describe la crisis como una oportunidad. Nos explican que puede suponer un replanteamiento de nuestros valores, un aprender a compartir, un aumento de nuestra creatividad… Aprovechar todo lo positivo que conlleva la crisis es un mensaje muy valioso que debemos tener siempre presente. Sin embargo, estos análisis en positivo debemos interpretarlos con cautela porque algunos podrían confundirnos.

“La manera menos difícil de confiar más en nosotros mismos, de ser más optimistas, es intentando cambiar nuestra forma de actuar”“La evitación no es una estrategia útil. El primer paso para poder empezar a avanzar es mirar a nuestros fantasmas a la cara”
En uno de estos libros, una de las frases que me obligaron a pararme a pensar sentenciaba: “No debemos tener miedo a la crisis”. Intenté imaginar leyéndola a un padre o una madre que sólo dispone de su sueldo para mantener a la familia y que se encuentra a punto de perder el empleo. ¿Qué pensaría? Probablemente, todavía se sentiría peor porque interpretaría su miedo como señal de que no afronta la situación como debería. Cuando, por el contrario, en una situación tan dura, de entrada, el miedo sería mejor indicio de salud mental que cualquier otro tipo de emoción positiva.
El miedo puede constituir una emoción normal ante la crisis. Como también puede serlo la rabia. Imaginemos a un hombre que ha pasado media vida entregándose a la empresa; de hecho, se siente totalmente identificado con ella. Debido a la crisis, lo prejubilan. Aunque entienda que no había otra salida para la empresa, puede sentir que él todavía tenía mucho por entregar o pensar que al menos se merecía algún tipo de reconocimiento especial que no ha visto por ningún lado. Sentir rabia en estas circunstancias sería de lo más humano.
La tristeza es otro sentimiento común en esta época. Si nuestra situación económica nos obliga a vender la casa en la que hemos veraneado toda la vida o a empeñar una pulsera que nos regaló nuestra madre, ¿cómo no vamos a sentir pena?
El miedo, la rabia, la tristeza y muchos otros sentimientos dolorosos son emociones normales ante la crisis. En algunos casos pueden derivar en depresiones o trastornos de ansiedad. Las consultas psiquiátricas se han disparado por estos motivos. Lo que diferencia a las personas que tiran para delante de las que se hunden es precisamente qué hacen con estas emociones, cómo las gestionan.

¡¡¡EL SILENCIO ES EL LENGUAJE DE LA VIDA!!!



La estructura y los símbolos de toda celebración son como un paradigma que Nuestra su “esencia”.
La “emancipación” salida de un mundo tenebroso está llamada a ser la portadora de la luz, a permanecer en la escucha de las necesidades del humano.

El silencio sobre el que me gustaría meditar aquí no es el que se le presenta a la vida como una necesidad, como alternativa necesaria al ruido o a la palabrería. No es que el silencio sea ajeno a la vida y a sus necesidades, la forma de vivir que abrazan cuantos huyen del mundanal ruido: ¿podría no haber mundo o ruido allí donde hay vida humana? Es que la palabra, antes de la cual ya vivimos siempre –la palabra a la que la vida se adelanta- no da lo que promete a cuantos se apoyan en ella. Ella es sólo promesa, no dádiva cumplida. Pero, para ser promesa de algo, la palabra humana ha de apoyarse, a su vez, en otra cosa: el silencio de la vida misma, en el silencio del que busca palabras porque las necesita.
El silencio es del que necesita una explicación. Del que requiere razones, palabras. Pues éstas, a su vez, necesitan silencio: sin él serían ruido, palabrería. No ,empero, un silencio alternativo al ruido o a la palabrería. No un silencio necesario cuando nos molestan el ruido o la palabrería. Que necesitamos silencio ya lo sabemos, No hace falta explicar por qué. Lo que, sin embargo, requiere una investigación es ….

 Por qué sentimos la necesidad de hablar, de explicarnos las cosas, y no sentimos, en cambio, la necesidad de callar.
Por qué, teniendo ya la respuesta, seguimos haciendo preguntas.
 Por qué sentimos alegría o tristeza, temor o esperanza, antes de saber por qué.
Por qué, a veces, nos faltan palabras y, cuando ya las tenemos nos sobran.
 Por qué, para entender a los demás, deberíamos tener presente lo que han dicho y ya no dicen, lo que han hecho y ya no hacen.
El silencio es el lenguaje de la vida, el código oculto en el que andan cifrados todos sus signos. Todos lo comprendemos y, por eso, nadie siente la necesidad de explicarlo. Pero lo que no es necesario explicar es, tal vez, lo que más necesitamos conocer.