El ser humano
necesita predecir. Lo hacemos una y otra vez, y fallamos. ¿Cómo afrontar
entonces el futuro? ¿Qué hacer para no paralizarnos? ¿Cómo gestionamos la
incertidumbre?
La gran
mayoría de nosotros acertaríamos con las predicciones cotidianas, pero no
aportan información relevante. Sin embargo, alguien aún no sabe que mañana le
sonará el despertador, se levantará diez minutos más tarde y al ir a tomar un
café se cruzará con un amor que transformará su vida. Este acontecimiento es lo
que podemos denominar un “cisne negro” algo inesperado y extraño, absolutamente
impredecible y de un impacto tan extremo que cambia el rumbo y el devenir de la
existencia. Desde la primavera árabe hasta la irrupción de Internet, pasando
por cómo llegamos a conocer a la persona con la que hemos tenido un hijo. Da
igual. Si pensamos en las cosas más significativas y relevantes de nuestra existencia, veremos que se tratan de
auténticos “cisnes negros” es decir, total y absolutamente impredecibles, fuera
de todo plan o propósito previo.
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