La estructura
y los símbolos de toda celebración son como un paradigma que Nuestra su
“esencia”.
La
“emancipación” salida de un mundo tenebroso está llamada a ser la portadora de
la luz, a permanecer en la escucha de las necesidades del humano.
El silencio
sobre el que me gustaría meditar aquí no es el que se le presenta a la vida
como una necesidad, como alternativa necesaria al ruido o a la palabrería. No
es que el silencio sea ajeno a la vida y a sus necesidades, la forma de vivir
que abrazan cuantos huyen del mundanal ruido: ¿podría no haber mundo o ruido
allí donde hay vida humana? Es que la palabra, antes de la cual ya vivimos
siempre –la palabra a la que la vida se adelanta- no da lo que promete a cuantos
se apoyan en ella. Ella es sólo promesa, no dádiva cumplida. Pero, para ser
promesa de algo, la palabra humana ha de apoyarse, a su vez, en otra cosa: el
silencio de la vida misma, en el silencio del que busca palabras porque las
necesita.
El silencio es
del que necesita una explicación. Del que requiere razones, palabras. Pues
éstas, a su vez, necesitan silencio: sin él serían ruido, palabrería. No ,empero,
un silencio alternativo al ruido o a la palabrería. No un silencio necesario
cuando nos molestan el ruido o la palabrería. Que necesitamos silencio ya lo
sabemos, No hace falta explicar por qué. Lo que, sin embargo, requiere una
investigación es ….
Por qué sentimos la necesidad de hablar, de explicarnos las cosas, y no sentimos, en cambio, la necesidad de callar.
Por qué, teniendo ya la respuesta, seguimos haciendo preguntas.
Por qué sentimos alegría o tristeza, temor o
esperanza, antes de saber por qué.
Por qué, a veces, nos faltan palabras y, cuando ya
las tenemos nos sobran.
Por qué, para entender a los demás, deberíamos tener presente lo que han dicho y ya no dicen, lo que han hecho y ya no hacen.
Por qué, para entender a los demás, deberíamos tener presente lo que han dicho y ya no dicen, lo que han hecho y ya no hacen.
El silencio es
el lenguaje de la vida, el código oculto en el que andan cifrados todos sus
signos. Todos lo comprendemos y, por eso, nadie siente la necesidad de
explicarlo. Pero lo que no es necesario explicar es, tal vez, lo que más
necesitamos conocer.
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