Si abordas una
situación como asunto de vida o muerte, morirás muchas veces.
Podemos actuar
desde el presente para estar preparados y disfrutar o reaccionar ante los
“cisnes negros” que nos encontramos. Sin embargo, en ocasiones se nos exige
tomar una decisión. ¿Qué hacer cuando nos encontramos frente a dos caminos y
tenemos que escoger uno? Decidir es tratar de predecir qué será mejor para
nosotros, y si las predicciones acostumbran a fallar, ¿qué se supone que
debemos hacer?
Lo cierto es
que lo más importante no es qué debemos hacer, sino qué no debemos hacer; no
decidir. Este es el peor y más común de los errores. Quedarse atenazado por la
ansiedad, caer en lo que los especialistas denominan parálisis por análisis.
Ante dos
caminos, elija el que tiene corazón. En el fondo sabemos aquello que conecta
con nosotros, nuestros principios y expectativas. Siempre hay un camino que
reconocemos como el nuestro. Si somos conscientes de que una vez elegido un
camino debemos estar preparados para reaccionar ante situaciones imposibles de
presagiar, tomaremos nuestras decisiones con más tranquilidad, objetividad y
serenidad.
Lo importante
siempre escapa al análisis. Los científicos las llaman intangibles o variables
ocultas. Existen circunstancias que por más vueltas que les demos, escapan a
nuestro control. Por esta razón es tan importante que hagamos caso a nuestro
corazón o, para los menos románticos, nuestra intuición.
AdÁptese al
camino. Lo que sí podemos predecir es que, una vez que hayamos elegido,
deberemos seguir andando. Tal vez nos encontremos con cruces inesperados, tal
vez no salga todo como falsamente preveíamos, eso no importa. Una vez más, lo
importante de la decisión es avanzar en ella, adaptarse a las circunstancias y
estar preparados tanto para los obstáculos como para las sorpresas que nos
depara el vieja.
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