Vivimos
sumidos en la ilusión de la predicción
Trazamos
planes en función de suposiciones erróneas, nos adelantamos a problemas que
nunca existirán y nos aferramos al análisis de datos incompletos para tratar de
dilucidar el futuro. ¿Por qué? Porque necesitamos tenerlo todo bajo control,
pero si algo se puede decir del futuro es que, afortunadamente, es
incontrolable.
LO inesperado
nos produce ansiedad. Pero en el fondo tampoco es deseable en absoluto una vida
predecible, una pareja predecible, un trabajo predecible… Pocas personas
querrían conocer exactamente lo que va a ocurrirles en los próximos años,
incluso en los próximos días sería trágico y, lo que es peor, aburrido. Vivimos
inmersos en esta paradoja. Sin embargo, el futuro es una herramienta para
avanzar. Una cosa es que no podamos predecir el futuro, y otra, que no podamos
construirlo desde el presente para estar preparados. El futuro es impredecible,
pero no es incontestable.
Desde que nos
despertamos hasta que nos vamos a dormir, puede pasar de todo. Lo importante es
estar preparados. Así nuestro plan de entrenamiento debería incorporar los
siguientes conceptos.
Ser
conscientes de nuestros puntos débiles y entrenarnos en ese tipo de cosas hasta
que estemos seguros de que si sucede, estaremos preparados para responder.
Aceptar
nuestras fortalezas. Todos tenemos puntos fuertes, zonas de confort en las que
estamos seguros. Es importante explotar esas características y ser conscientes
de ellas para usarlas como recursos.
Saber
adaptarse es fundamental en nuestra vida cotidiana. Ser flexibles, saber
acomodarse a los acontecimientos y desde ellos responder de la mejor manera. No
intentar en vano forzar a que todo se ajuste a nuestros gustos preestablecidos.
Levantarse, reaccionar y seguir el camino aun cuando hayamos sufrido una
injusticia.
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