En la escucha
al otro hay siempre una mirada que acoge. Y la mirada habla más que las
palabras. Sólo basta con mirar para expresar cuanto queremos decir. Estar ante
el otro y mirarle con ternura rompe la distancia, la separación que nos impone
nuestra condición corporal. Mirar con “otros ojos” es bajar de la altura de
nuestra limpieza moral, descender a la suciedad de la calle y de las vidas
anónimas; es despojarse de una supuesta autoridad moral sobre el otro, a
bajarse y mancharse las manos con la miseria de la infinita dignidad del caído,
vendar sus heridas y curarlas, reconocer su dignidad maltratada. AUN SIN
DIÁLOGO DE PALABRAS, LA MIRADA DE TERNURA Y DE COMPASIÓN ACERCA AL HOMBRE
ABANDONADO A LA EMANCIPACIÓN. ESTA MIRADA DE LIBERTAD DESCIENDE “AL OTRO” Y LO ENCAMINA
HACIA SU EVOLUCIÓN COMO CUIDADANO. EN LAMIRADA DEL QUE ACOGE HAY SIEMPRE UNA
COMPLICIDAD CON EL ACOGIDO. AMBOS SE SABEN ACTORES DE UNA EXPERIENCIA SINGULAR.
“dichosos
vosotros, los que prestáis vuestra palabra a los desposeídos de “su palabra”
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