El ego es una autoimagen que se basa en identificaciones
tales como: un nombre, una edad, un estado civil, un rol familiar, unas
posesiones, una nacionalidad, un pasado, una profesión, unas creencias, un
cuerpo, una educación, una religión, un sexo, unos logros y fracasos….Todos los
egos en realidad son iguales, ya que consisten en una identificación, y por
tanto solo se diferencian en la superficie, pero no en el fondo. Las personas
nos acabamos contando una historia, y quien se apegue más a la suya será quien
sufrirá más, porque será incapaz de vivir de otra manera.
El autoengaño tiene muchos nombres. Al ego se le conoce
también por autoimagen, yo construido, falso yo o yo fabricado, pero en
realidad no importa el nombre, sino darse cuenta de que se trata de una
creación mental. Una falsa identidad no real. Es importante que detectemos
cuando ésta está en activo. Esto pasa cuando nos suceden cosas como querer
tener razón a toda costa, quejarse y sentirse víctima, ser incapaz de perdonar,
juzgar y etiquetar a las personas, atacar o defenderse de comportamientos,
reaccionar impulsivamente, establecer diferencias…Por otro lado, cuando
desactivamos el ego perdemos interés por discutir, competir, agredir, criticar,
estar a la defensiva, juzgar….Esto no significa que seamos pasivos, sino que
habremos elegido antes que nada la paz mental en toda situación, algo que solo
se consigue siendo muy activo (tomando elecciones sabias) y no lo contrario
(reaccionando como un autómata).
El peligroso juego del ego consiste en crear una identidad
por identificación. Una vez creada, se buscan las diferencias entre otros egos.
Cuanto mayores son estas, más grandes son los problemas potenciales que surgen
del conflicto, es una estúpida cruzada por defender las supuestas diferencias.
Una lucha inútil, pues los conflictos de egos la única consecuencia posible es
el sufrimiento psicológico. Además, al ego le gusta crear un molde para sí
mismo y otro para aquel con el que se cruce. Si los demás se ajustan a él, los
amará; en caso contrario, los odiará.
Pero el juego preferido del ego es tratar de cambiar a los
demás, sin esforzarse por cambiar uno mismo. Un proverbio chino dice: “Es más
fácil variar el curso de un río que el carácter de una persona”. Así es, y sin
embargo, una y otra vez se vive en la ilusión de hacer pasar a los demás por
los guiones que hemos inventado para ellos, como si alguien pudiera saber qué
es lo mejo.
R. Samsó
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