NO SE LO DIGAS A NADIE.
El acto de compartir con
otra persona en nuestra vida secreta es sin duda una nuestra de amistad y
confianza. No obstante, con ello cargamos en el otro una responsabilidad que no
ha elegido tomar desde el momento en el que decimos “¿podrás guardarme un
secreto?
Aunque la respuesta sea
afirmativa, la probabilidad de que el pájaro de la confidencia escape de la
jaula es alta debido, entre otros, a dos factores:
Cuesta encontrar temas
de conversación excitantes en una pareja, en un grupo de amigos o en el entorno
familiar. Por eso es fácil que en una velada aburrida, tras la segunda cerveza
o copa de vino, salte el clásico “si te cuento algo gordo, ¿puedes guardarme el
secreto?
A veces la confidencia pone
en una difícil situación moral a quien la escucha. Por ejemplo, si se es amigo
de una pareja y uno de ellos cuenta una infidelidad, sentimos que estamos
traicionando a la parte afectada. Esto puede llevar a abrir la caja de los
truenos.
Cuando explicamos algo
que puede comprometernos, somos conscientes, en mayor o menor medida, de este
riesgo. La cuestión sería por qué necesitamos compartirlo, dado que, como se
dice: “tres podrían guardar un secreto si dos de ellos hubieran muerto”
Miralles..... sigue
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