TERTULIAS/CHARLAS SOBRE COACHING EMANCIPADOR EN EL CÍRCULO DE COACHING ESPECIALIZADO.



Periódicamente nos reunimos en "petit comité", con un aforo máximo de 10 personas, para debatir sobre COACHING EMANCIPADOR.
Son diálogos participativos para realizar una "iniciación" en la disciplina del coaching adaptada a tu universo de sueños.
Si estás interesada/o en participar GRATUITAMENTE deja tu reserva en paco.bailac@salaidavinci.es y te informaremos de los calendarios previstos.

¡¡¡Ven te esperamos!!!



¡HAY QUE ENCONTRAR EL PROPIO CAMINO Y REVISAR DE VEZ EN CUANDO SI SE SIGUE SIENDO FELIZ AL ANDAR




"La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es solo una ilusión persistente". Einstein

Una teoría sobre el análisis transaccional o los tres estados del “YO”: el niño, el adulto y el padre. Esas figuras simbólicas que todos llevamos encima son fáciles de reconocer si escuchamos nuestros diálogos internos. Pero más allá de la teoría y de la atinada descripción de los juegos en los que vivimos según la teoría, el niño es la parte más valiosa de la personalidad, ya que contribuye al impulso creador, el encanto, la intuición o el placer.
No obstante, distingue entre el niño adaptado y el niño natural. El primero es el que modifica su comportamiento bajo la influencia parental. Se porta como el padre o la madre querían que se portara. O se adapta y lo hace con dos posible expresiones: encerrándose en sí mismo o quejándose. El niño natural es una expresión espontánea. Es rebelde o creativo, por ejemplo.
De ahí obtenemos una primera pista valiosa: el precio de la adaptación consiste en partirse en dos. Uno es complaciente. El otro, ocultamente insatisfecho. De este modo crece sufriendo esa doble existencia. La de fuera, elogiada por todo el mundo. La de dentro, odiada por uno mismo. La que se muestra y la que se oculta. Una cara es el éxito; la otra, el aburrimiento. O se cae en la vanidad y el narcisismo o se muere de envidia o de vacío.  Mal asunto.
Lo que surge del fondo de nuestro ser es inteligencia, energía y afecto. Pero, en cambio, el modo de ser se adquiere a través de lo que se nos enseña, lo que se debe hacer, cómo hay que hacerlo y lo que no hay que hacer. El niño aprende que no vale tanto por lo que es, sino por su adaptación a un modo de ser ajeno a él. Es así como construimos un exterior que, con tal de garantizarnos seguridad, afecto y felicidad, nos pide a cambio que renunciemos a nuestra naturalidad.
“El niño desconecta de su fondo de energía, de su fondo de vitalidad, de donde surge la capacidad combativa de vivir, de jugar, de expresar sus necesidades vitales”. Es así como uno pierde la seguridad en sí mismo. El niño deja de vivir en su fuente natural y acaba por depender de las fuentes externas, la madre primero y el mundo después. Pero ¿qué ocurre cuando, a pesar de ser bueno y adaptado, ahí fuera les niegan sus necesidades? Entonces el niño se encuentra sin soporte central y sin soporte exterior y por unos momentos se encuentra totalmente aislado, desconectado, en una soledad total. Es el estadio de angustia fundamental.
Esa ansiedad la seguimos viviendo de adultos cada vez que sentimos la duda de quién somos o de no funcionar según los modelos establecidos. Se llega a un callejón sin salida: si soy yo, no me querrán. Nos abandonamos a nosotros mismos para que no nos abandonen los demás, los que creemos fuente de todo lo que necesitamos. La mayor parte de las personas que juegan a ser buenas, que tienen la necesidad imperiosa de sentirse bondadosas y lograr ser queridas, lo hacen para evitar esas angustias. Así han aprendido a vivir con obligaciones, remordimientos y culpabilidades.
¡Todo con ilusión, nada por obligación!
Lo que encierra esta frase tan breve es toda una declaración existencial. Los griegos nos impulsaron hacia la virtud a través de la lucha y la victoria, para obtener así la condición de personas honorables. Hoy preferimos hablar de ilusión y de felicidad, de fluir, de amar y de sentir pasión por aquello que nos gusta.
No obstante, para llegar a tales plenitudes es necesario un ejercicio de autoconocimiento que permita observar y corregir la pesadez de seguir siendo un modelo a los ojos del mundo. Atreverse a ser uno mismo pasa por tener a raya al niño adaptativo, abandonar la obligación interior de ser siempre bueno y preferir mostrarse con autenticidad. Para ellos hay que vencer esas angustias que ahora perviven como memorias emocionales. Hay que abrazar la vulnerabilidad de sentirse desnudo hasta descubrir lo bien que sienta recuperar la naturalidad. Aquella que no se basa en modelo alguno, sino en inteligencia, amor y energía. El resto es mera reactividad, miedo y control.
A veces, el planteamiento es sencillo: ¿qué es lo que hago por obligación?, ¿qué es lo que hago con ilusión? El caminante que hace camino al andar debe avanzar ligero. Cuando su mochila está demasiado cargada de obligaciones, debe soltar lastre. Y una de las más pesadas es la que obliga a recorrer la senda que quieren los demás. Hay que encontrar el propio camino y revisar de vez en cuando si se sigue siendo feliz al andar.
X,Guix