LA CRISIS SE
PRODUCE CUANDO LO VIEJO NO ACABA DE MORIR Y CUANDO LO NUEVO NO ACABA DE NACER.
Concepción,
divorciada y con dos hijas, vive en casa de su madre mientras espera encontrar
algún trabajo y que su exmarido (también en paro) le pase la pensión. Vive
avergonzada. A sus vecinos no les dijo que el piso se lo quitó el banco, sino
que simuló que se mudaba. La vergüenza y la tristeza se mezclan con la rabia de
las situaciones humillantes que tienen que vivir. Le pidieron dinero para tener
derecho a acceder a una entrevista de trabajo, y en una empresa de venta de
cursos de coaching le solicitaron que pagara por anticipado las futuras
ganancias. Sonría cuando está con sus hijas mientras la pena la destroza por
dentro. Esta historia está inspirada no en uno, sino en muchos casos reales.
¿Cuáles son
las etapas por las que pasamos tras sufrir un duro golpe? La respuesta es: no
hay etapas. La mayoría de estudios demuestran que cada uno reaccionamos a
nuestra manera. Así que no debemos creer que hay una única forma de superar las
circunstancias adversas. Por eso mismo, debemos huir de las de las
comparaciones. No nos podemos fijar en los demás porque, entre otras cosas, al
otro lo veremos por fuera, no por dentro, y desconocemos las emociones que
recorren su interior.
Nuestro estado
anímico tiene una textura elástica. Por muy inverosímil que parezca, muchas
investigaciones concluyen que la mayoría de las personas, tras golpes de
suerte, como ganar grandes cantidades en la lotería, o grandes desgracias, como
quedarse parapléjico, a los 12 meses, pasada la euforia o la depresión, vuelven
a ser las de antes.
La resiliencia
se define como la capacidad de adaptación, para encajar y resistir golpes sin
rompernos y volver al estado inicial. Se
creía que solo algunas personas poseían esta capacidad. Hoy se sabe que la gran
mayoría de nosotros somos resilientes.
Los seres
humanos tenemos una maquinaria cognitiva no consciente que nos ayuda a cambiar
nuestras visiones del mundo para poder sentirnos mejor. También se afirma que
tenemos un mecanismo genético que protege nuestro estado de ánimo. Recurrimos a
comparaciones que nos favorecen “Yo estoy en paso, pero fulanito tiene una
enfermedad grave”.
Cuando después
de una hecatombe volvemos a sonreír porque nos hemos adaptado a la nueva situación, alguien podría
pensar que esa sonrisa es en realidad falsa, pero ese bienestar es real. La
autenticidad de las emociones no viene dada por las circunstancias, sino por
cómo las vivimos.
Dos de los
grandes pilares de los sujetos resilientes son: la conexión con otras personas
y el optimismo. No solo están muy bien conectados, sino que saben utilizar esos
contactos. Además del apoyo práctico que nos pueden brindar los amigos, la
ayuda emocional no tiene precio. Cuando explicamos lo que nos pasa, tenemos que
sacar el problema de dentro afuera. Para hacerlo, esa gran bola que ocupa
nuestra cabeza debe ser troceada en pedacitos. Si cortamos el problema a trozos
ya lo transformamos en algo más abarcable.
El segundo
gran pilar es el optimismo. Ser optimista no consiste solo en mirar
positivamente el futuro, sino también el pasado. No es lo mismo girar la cabeza
hacia atrás y atribuir lo que nos pasa ha pasado a algo modificable que pensar
que es culpa de alguna característica intrínseca nuestra. Los optimistas suelen
atribuirlo a circunstancias que se pueden cambiar, lo que provoca que vean el
futuro más controlable.
1 comentarios:
LA CRISIS SE PRODUCE CUANDO LO VIEJO NO ACABA DE MORIR Y CUANDO LO NUEVO NO ACABA DE NACER. Qué gran verdad!
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