La naturaleza primera de la Emancipación es confiar en el prójimo y así pasar de la oscuridad a la luz, a través del amor. Pues es siempre mejor tener amor sin palabras que palabras sin amor. Así podremos abandonar el desierto de la soledad reinventando nuestra existencia.
¿Qué alternativas tenemos al miedo?
Pues las hay, pero exige una serenidad profunda. En momentos críticos como los actuales se necesitan nuevas visiones, nuevos enfoques a los problemas. Se necesita una altísima dosis de inteligencia colectiva y cooperación. Y esto solo sucede bajo un liderazgo inspirador y en un ambiente de confianza. En un ambiente en el que la gente se sienta reconocida y querida. Necesitamos que la gente exprima todo su potencial y, como afirma el neurocientífico Jung-Beeman, las personas de buen humor son mejores que las irritables y deprimidas a la hora de resolver problemas que requieren percepción. No hay que edulcorar la realidad ni pintarla del color que no es. Pero hay que confiar en el potencial de las personas. Los directivos, ante la presión, tienen que actuar como diques de contención en lugar de cómo correas de transmisión. Tienen que mantenerla en la justa medida para que sea estimulante, pero no paralizante. Tienen que soportar ellos una parte de esta presión. Les pagan para ello. Por saber que el momento es crítico, pero por estimular el talento de sus equipos para superarlo. La amenaza a la gente no es una solución, es el principio del fin.
¿Qué alternativas tenemos al miedo?
Pues las hay, pero exige una serenidad profunda. En momentos críticos como los actuales se necesitan nuevas visiones, nuevos enfoques a los problemas. Se necesita una altísima dosis de inteligencia colectiva y cooperación. Y esto solo sucede bajo un liderazgo inspirador y en un ambiente de confianza. En un ambiente en el que la gente se sienta reconocida y querida. Necesitamos que la gente exprima todo su potencial y, como afirma el neurocientífico Jung-Beeman, las personas de buen humor son mejores que las irritables y deprimidas a la hora de resolver problemas que requieren percepción. No hay que edulcorar la realidad ni pintarla del color que no es. Pero hay que confiar en el potencial de las personas. Los directivos, ante la presión, tienen que actuar como diques de contención en lugar de cómo correas de transmisión. Tienen que mantenerla en la justa medida para que sea estimulante, pero no paralizante. Tienen que soportar ellos una parte de esta presión. Les pagan para ello. Por saber que el momento es crítico, pero por estimular el talento de sus equipos para superarlo. La amenaza a la gente no es una solución, es el principio del fin.
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