El hombre que se levanta es aún más grande que el que no se ha caído.
Concepción Arenal.
Al trascender nuestra subjetividad empezamos a ver, a comprender y a aceptar que las cosas son como somos. Así, la conciencia ética se sustenta sobre dos pilares: La objetividad de nuestras interpretaciones y la neutralidad de nuestros pensamientos. A diferencia de la moral, que nos guía hacia la división y el conflicto, la ética nos mueve hacia la unión y el respeto. No se posiciona ni a favor ni en contra de lo que sucede. Adopta una actitud neutral, yendo más allá de cualquier noción dual. No importa cómo sea la persona o la situación. Ni tampoco lo que esté diciendo, haciendo o sucediendo. Al guiarnos por nuestra conciencia ética no perdemos el tiempo juzgando ni criticando porque no interpretamos ni etiquetamos la realidad como buena o mala. Y gracias a esta nueva visión más objetiva empezamos a cultivar la humildad, una cualidad que nos permite comprender que las cosas siempre tienen una razón de ser que las mueve a ser como son. De ahí que frente a cualquier circunstancia de nuestra vida, la ética nos motive a elegir de forma voluntaria los pensamientos, las palabras y las conductas más beneficiosas para nosotros, los demás y el entorno. Al regirnos por nuestra conciencia ética no juzgamos moralmente el capitalismo, sino que invertimos nuestro tiempo, esfuerzo y energía para interactuar en este sistema de forma objetiva y neutra, orientando nuestra existencia al bien común. En este sentido la conciencia ética nos inspira a “ser el cambio que queremos ver en el mundo”. Curiosamente, la felicidad es la base sobre la que se asienta la ética, y esta, la que permite preservar nuestra felicidad. De ahí que más allá de ser buenos, lo importante es que aprendamos a ser felices.
Concepción Arenal.
Al trascender nuestra subjetividad empezamos a ver, a comprender y a aceptar que las cosas son como somos. Así, la conciencia ética se sustenta sobre dos pilares: La objetividad de nuestras interpretaciones y la neutralidad de nuestros pensamientos. A diferencia de la moral, que nos guía hacia la división y el conflicto, la ética nos mueve hacia la unión y el respeto. No se posiciona ni a favor ni en contra de lo que sucede. Adopta una actitud neutral, yendo más allá de cualquier noción dual. No importa cómo sea la persona o la situación. Ni tampoco lo que esté diciendo, haciendo o sucediendo. Al guiarnos por nuestra conciencia ética no perdemos el tiempo juzgando ni criticando porque no interpretamos ni etiquetamos la realidad como buena o mala. Y gracias a esta nueva visión más objetiva empezamos a cultivar la humildad, una cualidad que nos permite comprender que las cosas siempre tienen una razón de ser que las mueve a ser como son. De ahí que frente a cualquier circunstancia de nuestra vida, la ética nos motive a elegir de forma voluntaria los pensamientos, las palabras y las conductas más beneficiosas para nosotros, los demás y el entorno. Al regirnos por nuestra conciencia ética no juzgamos moralmente el capitalismo, sino que invertimos nuestro tiempo, esfuerzo y energía para interactuar en este sistema de forma objetiva y neutra, orientando nuestra existencia al bien común. En este sentido la conciencia ética nos inspira a “ser el cambio que queremos ver en el mundo”. Curiosamente, la felicidad es la base sobre la que se asienta la ética, y esta, la que permite preservar nuestra felicidad. De ahí que más allá de ser buenos, lo importante es que aprendamos a ser felices.
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