No hace mucho vi de lejos una figura humana algo distorsionada en su imagen. Existía cierta disfunción entre la imagen externa y la armonía de movimientos.
A medida que ambos nos
acercamos esa imagen neutra ganó en concreción. Era una dama de unos 60 años,
con el pelo "a lo chico" que vestía polo azul, pantalón tejano,
zapato sebago y chaqueta de cuadro de gales azul verdoso.
Al cruzarnos, las reciprocas
miradas se fijaron un instante. Nos habíamos descubierto en unas décimas de
segundo.
Inicialmente pensé se trataba
de una viuda enamorada que, en su angustia, había tomado la imagen pública de
su amado. Pensé, que bello.
Más no tardé mucho en aceptar
mi error. Quizá aquella dama deseaba aparentar aquello que no era y le gustaría
ser.
Esta casualidad me trae hacia
los fondos de la farsa humana. Vivimos para aparentar. Actuamos vacíos de
contenido y sin destino propio.
Nuestro día a día es
egocentrista y vanidoso y nos empeñamos en aparentar lo que no somos.
Abrir la mirada hacia el
interior del YO debe conducirnos hacia el descubrimiento de un potencial por
desarrollar y que no precisa de aparentar lo que no es.
Acepta tu tendencia y huye de
los convencionalismos que, la sociedad de consumo, te propone. Así podremos mostrar lo que somos sin tener que aparentar nada.
Así podremos mostrar lo que
SOMOS sin tener que aparentar nada.
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