Con
el pasar de los años, los vehículos de ilusión no cambian de forma.
Cuando superas las seis
décadas las golosinas vuelven a tener protagonismo y los dulces y chocolates,
de nuevo, están presentes en nuestra ilusión prohibida.
Acabo de presencia una escena
sobre dicha dimensión oculta. Un matrimonio, de avanzada experiencia, se ha
deleitado con un bollo berlinés y una Sara con una delicadeza gastronómica
inusual en estos tiempos.
Ha resultado bello observar
como las manos temblorosas acariciaban los "dulces" y con pasión de
adolescente se los llevaban a la boca para degustarlos pudorosamente.
Siempre hay un tiempo y un
sitio para que cristalice la ilusión. Vivámosla apasionadamente aunque sepamos
plenamente se trata de un espejismo.
Unas gotas de ilusión cada día armonizara la atmosfera
de nuestra existencia
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