Algunas
personas tienen auténticas dificultades para definirse en la vida, para decidir
lo que quieren. Desarrollar una sólida personalidad no es tan fácil como
parece. Requiere decisión y flexibilidad.
Decídete…
¿sabes lo que quieres?
Nos parece que los años van poniendo orden en nuestra vida y que con el
tiempo uno sabe mejor cómo manejarse por la existencia. Hasta cierto punto, eso
es verdadero, fruto de los aprendizajes que se asientan en el vivir. Sin,
embargo, también lo es que muchas personas en su proceso de maduración han
aprendido a no definirse por ellas mismas, a tener dificultades para escoger lo
que les conviene, a no disponer de una brújula interior que les orienta ante
los cruces de caminos; en definitiva, que viven indefinidamente, arrastradas
por los vientos que soplan y a merced de los que tienen la habilidad de
hacerlas sentir asentadas en puestos seguros. Como todo, tiene sus riesgos y
sus ventajas.
No cabe duda de que uno no se construye solo. Nuestra identidad se forma en
gran parte a través de los vínculos que establecemos, en el marco de una
cultura determinada. Durante la primera etapa de la vida somos seres
independientes que luego, en la adolescencia, nos rebelamos para lograr una
independencia que durará hasta llegada la primera madurez, cuando aprendamos
que lo suyo es la interdependencia. Según Eric Erickson, existen dos etapas que
marcan decididamente nuestra solidez personal y la relación con los demás: la
búsqueda o difusión de la identidad (de los 13 a los 21 años aproximadamente) y
la intimidad frente al aislamiento (desde los 21 hasta los 40)
En esa a veces tormentosa búsqueda del ser en la adolescencia, del rol
social, del desarrollo sexual, de la integración con el grupo, se producen
dificultades para madurar adecuadamente la seguridad en uno mismo y se tiende a
una excesiva dependencia de los demás. Uno aprende a definirse más por lo que
los otros quieren que por su propio criterio. El asunto podría quedar cerrado
aquí, etiquetado como un tema de baja autoestima.
No obstante, una mirada más cercana podría desvelarnos que esas personas
pueden ir más allá de una mera dificultad para escoger lo que quieren. Acaban
por definirse a través de los demás, es decir, se convierten en su sombra, las
reproducen, se vacían de ellas para dar lugar a los deseos y las necesidades
ajenas. Tanto es así, que solo entienden la existencia gracias a la mirada de
la otra persona o del grupo de pertenencia. Solo se sienten fuertes si reciben
su fuerza y solidez. Claro que entonces se convierten en dependientes,
hooligans, sectarias, sumisas o indefinidas.
También existen personas cuya conducta no es tan extrema, aunque padecen de
eso que podríamos llamar “no tener los pies en la tierra” Es una analogía muy
descriptiva, puesto que les encanta vivir de sus emociones y sensaciones. Viven
en una especie de noria que les lleva dando tumbos emocionales, lo que complica
y mucho la capacidad de equilibrar razón y emoción. Al fallar esa conexión, sus
acciones pueden ser totalitarias. Ahora blanco, ahora negro. Ahora aquí, ahora
allí. O sufren demasiado o les importa un bledo.
X.Guix.
1 comentarios:
Que cuesta arriba se hace a veces equilibrar la razón y la emoción, por eso vamos por la vida como norias la mayoría de las veces. Es muy importante saber lo que se quiere y decidirse a ir en su búsqueda. Un placer pasar por aquí Paco después de mucho tiempo. No te olvido aunque mi vida haya dado un giro de 360º que me impide mantenerme cerca de muchas personas a las que quiero mucho.
Besitos
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