Flexibilidad frente a rigidez.
Todo nos lleva a reflexionar sobre la construcción de eso que llamamos
personalidad. Una vida no deja de ser la edificación de una identidad sólida,
asentada en una ética, valores y principios que gobiernan nuestras acciones. Dicho
de otro modo, uno se hace a sí mismo, junto con los demás, creando una vida con
sentido. Para ello va a necesitar hacerse fuerte y flexible a la vez, como el
bambú.
Sin embargo, muchas personas confunden fortaleza con rigidez. Mantienen así
muy acorazadas sus emociones, muy obstinadas sus creencias y muy estrictas sus
decisiones. No pueden cambiar porque sus vidas se han fosilizado, son como
rocas, se creen que tener personalidad es mostrarse duros e intransigentes. Por
eso siempre quieren tener razón. Por eso se enfadas tanto cuando la pierden.
Un ser flexible, en cambio, es aquel que no teme penetrar en el fondo de sí
mismo, así como perderse en el otro. Sabe que, ocurra lo que ocurra, siempre
volverá al origen de su ser, es decir, confía en el movimiento perenne que va
del océano a la tierra. De la vacuidad a la posibilidad. La única razón de ser
de la indefinición en su principio: el lugar donde todo está por definir.
El proceso de maduración consiste en un equilibrado ejercicio entre
nuestras definiciones y la capacidad de solventarlas cuando se convierten en
limitadoras. Es salir del orden establecido y permitirse el caos, que conlleva
creatividad y aprendizaje, para luego danzar en una nueva ordenación. Por eso
definirse es lo mismo que elegir. Cuando evitamos hacerlo, corremos el riesgo
de que otros lo hagan por nosotros. Aunque a algunos les vaya bien así, por
aquello de quitarse responsabilidades de encima, lo cierto es que hacerse sólido
se alcanza justamente tomando decisiones. Es la manera de aprender a confiar en
uno mismo. La única manera de evitar vivir indefinidamente
X.Guix
X.Guix
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