EUCARISTÍA
CALLEJERA
Habitualmente gratificamos el espíritu buscando la
soledad y el silencio.
Con ellos la esencia inmaterial de nuestra existencia
abre sus pétalos y absorbe todo el néctar que la Emancipación nos regala.
Más hay otros escenarios quizá más puros, con mayor
profundidad.
Me refiero a la calle y el ruido. Con estos
elementos, la individualidad disfrazada
de masa se comporta de manera básica como si implorara la llegada de la
Emancipación.
Grita, llora, se pelea, pasea sin destino, corre y
especialmente muestra su tristeza. Resulta una colectividad preñada de carencia
que camina desesperada en busca de una" eucaristía callejera", al
encuentro de su salvación.
Pocos van ya a los templos en busca de la salvación, no
divina sino propia.
Tal Emancipación debe ser activa y atractiva utilizando
un lenguaje digerible por el pueblo sin sacrificar, por ello, los signos de la
Emancipación que aquellos dotados de luz deben regalar al otro.
¿Cómo dar sentido a la existencia obrera, simple y
humilde? Ya no basta con discursos ni recomendaciones ni mucho menos
trasladándoles nuestras carencias. Hay que llevar el protagonismo y la
responsabilidad a cada uno.
En la "nueva eucaristía social" el ciudadano
debe tomar la responsabilidad de SER sin esperar milagros. Para ello puede
dotarse de la llamada "cultura del esfuerzo" donde nada llega
regalado, todo hay que conquistarlo.
Sin duda es un compromiso profundo y árido donde no hay
que esperar recompensas simplemente, al finalizar la luz, quedara el recuerdo
en la inmortalidad.
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