“SOLO
NECESITAS UN PEQUEÑO EXTRA PARA SER EXTRAORDINARIO”
Las personas que nos
rodean: familia, amistades, compañeros de trabajo…crean una gran influencia en
cada uno de nosotros. En psicología se conoce como la influencia del “grupo de
referencia”. Es una información silenciosa, inconsciente y que se acumula con
el paso del tiempo. Y se traduce en una imitación inconsciente de lo que el “grupo”
dice, piensa, siente, como, viste, se comporta….
Se podría decir que una
persona es la suma de las influencias personales que ha recibido a lo largo de
su vida, como es de imaginar, pueden ser positivas o negativas, y acabará
pareciéndose mucho a la gente con la que tiene más trato. La pregunta que nos
deberíamos formular es: ¿quién o quienes ejercen ese poder sobre mí?
¿Es importante filtrar
las influencias que recibimos? Por supuesto que sí, ignorar su efecto puede
salir caro. Y si no, que se lo pregunten a cualquier padre o madre que vigila
escrupulosamente con quién anda su hijo o hija. Tan importante es el efecto de
las compañías de un adolescente como en un adulto. A fin de cuentas, como
afirma el dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres” o “Dios los cría y
ellos se juntan”
Casi siempre que se toma
una decisión, las personas empiezan con mucha energía y empeño, pero, a la
larga, acaban abandonando. Ese exceso inicial es en realidad contraproducente
porque semejante nivel de energía no se puede mantener por mucho tiempo. Querer
hacerlo todo cuanto antes es provocar el abandono. Es mejor iniciar la tarea o
el plan con menos fuerza, pero mantenerlo en el tiempo hasta conseguir el
objetivo. El éxito es resultado de dosificar las fuerzas, de mantener el ritmo,
de la regularidad. Es así como se ganan carreras y como los equipos consiguen
torneos.
La disciplina es esa
regularidad, constancia, cadencia o ritmo. No hace falta hacer mucho de golpe,
pero sí algo cada día. Por ejemplo, al empezar una dieta es mejor aplicarse a
unas normas razonables y no saltárselas ni un día, antes que matarse de hambre
los tres primeros días. Los atletas saben que las medallas se consiguen
dosificando el ritmo. Una vez más, es el poder de los pequeños pasos, que
proporcionan resultados extraordinarios.
De nada sirve tener una
arrancada de caballo y después una parada de burro. Eso significa ser víctima
de un gran entusiasmo inicial, no dosificado, para pasar a abandonar y volver
al estadio inicial al poco tiempo. Los arrebatos no conducen a nada; pero los
planes sostenidos y la constancia conducen a todas partes.
Todas las personas
tienen sueños, pero no todas las consiguen. ¿Es cuestión de mérito, genes,
inteligencia o suerte? No, más bien se debe a trabajar para conseguirlos con
método; es decir, mediante una rutina diaria. Repetir una acción cada día,
semana o mes. Un acto que está implícito en la agenda y ni siquiera hay que
apuntarlo, se da por hecho. Es como cepillarse los dientes, se hace
automáticamente después de cada comida, sin que haga falta recordarlo.
Cuando se pone en marcha
un objetivo, lo primero que conviene hacer es preguntarse qué rutinas
conducirán a él. Seguramente, un buen coach preguntaría a su cliente: “¿Qué
tres acciones sencillas te acercarían a tus grandes objetivos?” Si, pasos
simples hacia resultados extraordinarios. Y si esa persona es sistemática, y se
aplica a dar tres pasos diarios, su éxito está asegurado. No importa lo lejos
que vayas, tres pasos al día, tarde o temprano, te llevarán a donde sea que te
dirijas.
Samsó
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