“El secreto del éxito se
encuentra en la rutina diaria”
Para conseguir grandes resultados
no es preciso llevar a cabo grandes acciones, sino pequeñas repetidamente a lo
largo del tiempo. El éxito es el efecto acumulado de hábitos insignificantes. Y
el truco está en insistir en un comportamiento positivo el tiempo suficiente
como para que marque una distinción significativa a medio plazo. Es el poder de
las pequeñeces acumuladas.
Ganar es el resultado de
una suma de costumbres; perder, también. Es algo que saben muy bien los
deportistas. Por ejemplo, el nadador Phelps es un brillante modelo del poder
multiplicativo del hábito. Sus rutinas de entrenamiento son muy estrictas,
previsibles, sistemáticas. Es obvio que su anatomía estaba diseñada para ganar,
pero su enorme éxito es fruto de su persistencia.
A menudo, para implementar una rutina, las personas recurren
a la fuerza de voluntad. Es un error. Están luchando consigo mismas, y, a la
larga, abandonarán, porqua la lucha desgasta. ¿Cuál es la alternativa? La
motivación. Establecer un hábito nuevo solo tiene futuro cuando concuerda con
los valores principales de la persona. El poder de algo que nos estimula
disuelve las luchas internas y proporciona combustible mental para pasar a la
acción.
Sin tener en cuenta en
cualquier elección esos valores básicos, las personas caen víctimas de sus
contradicciones internas y dejan de perseguir sus deseos y sus sueños.
Por suerte, todo lo que
se aprende en la vida puede reaprenderse. Los hábitos no son una excepción a
esta regla y se pueden cambiar. El mejor modo de terminar con uno negativo es
empezar uno nuevo y positivo que lo sustituya, y que esté propulsado por la
fuerza imbatible de la motivación.
No hay mejor estrategia
para conseguir lo que se desea en la vida que crear hábitos positivos que
conduzcan a lograrlo, y después, delegar el trabajo en el poder de la
costumbre, seguir el flujo del tiempo, y dejar de esforzarse una vez puesto en
marcha el impulso de la inercia.
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