Hoy, al entrar en los capuchinos, he tenido una sorpresa. Junto al altar y en el más absoluto silencio estaba un ataud con los restos de un fraile. Iluminado con la luz y unas candelas daba testimonio fiel de una existencia traspasada hacia la eternidad.
No, no me ha
incomodado aunque he sentido respeto. Será que la muerte, con su majestuosa
presencia, afecta las emociones e invade los sentimientos.
Ante tamaña e
inesperada imagen me he situado en la alegría de vivir. Gracias al destino
puedo, aun comprobar que la luz rompe la oscuridad y que el sol calienta
también el alma.
Afortunadamente, cada
día cambiamos las emociones y desde ellas decodificamos realidades diferentes.
Es como una repetición del ciclo solar donde una misma cosa se ve diferente
según la luz que lo ilumina.
Quiero aceptar la
realidad de las cosas, conociéndolas, respetándolas y no suponiéndolas; pero siempre con una
sonrisa de amor y agradecimiento.
Que suerte compartir
contigo estos momentos, gracias.
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