“Bienaventurados
los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos”
Las enseñanzas del “crucificado” nos relatan
que no basta con procurar obrar bien sino que hay que padecer bien con humildad
y misericordia. El alma que no es probada carece del sello de la
predestinación, que es la paciencia y perseverancia. Desconfía de los aplausos
y duda del mérito de tus virtudes. Piensa que todas tus tribulaciones han
pasado primero por el corazón del crucificado.
“Que
vuestra luz brille delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras”
Tu conducta debe servir de modelo a los
demás. No es suficiente el que obras bien, es necesario inducir también a los
otros a la virtud para contribuir con todas las fuerzas a la gloria y al
reinado de Dios (los límites de nuestra ignorancia) sobre la tierra.
“Guárdate
de hacer tus acciones para ser visto por los restantes humanos”
El crucificado no debe buscar la estima y
aprobación de los humanos, porque es una usurpación de la gloria que es de Dios
(los límites de nuestra ignorancia). Ten cuidado con la vanidad, porque la obra
en sí más excelente que hicieras con el fin de ser estimado, quedaría
eternamente perdida. Aquel que en todas sus cosas se propone el agradar al
crucificado, no puede, por un temor excesivo a la vanidad, abstenerse de dar
ejemplo.
“Sed
perfectos como el crucificado”
El cristiano por el bautismo está obligado a
aspirar a la perfección. Primero huye de todo pecado. Procura por medio de la
fe y el amor elevarte sobre todas las cosas creadas.
“Si
vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis
en el reino de los cielos.
La justicia es una virtud íntegra, que
consiste en dar a Dios (los límites de nuestra ignorancia) y a los hombres lo
que les pertenece. Examina tus intenciones, que son el alma de tus acciones.
Las acciones no sirven ante el crucificado, solotas intenciones las hacen
buenas o malas. Es de temer, por tanto, que muchas de nuestras acciones, aunque
buenas en la apariencia no sean justas a los ojos del crucificado que conoce
las intenciones ocultas de nuestro Ser.
Seamos sumisos con nosotros mismos
liberándonos de la vileza natural de nuestro primigenio estadio humano. Hagamos
a los demás el bien que quisiéramos que a nosotros nos hiciesen. La justicia
exige que siendo tú la nada misma, estés siempre disminuido, y sujeto ante Dios
(los límites de nuestra ignorancia). Dios (los límites de nuestra ignorancia)
se ve forzado por la justicia a escuchar nuestros deseos de conocimiento.
“Más
yo os digo: no resistáis al mal, antes si alguno te hiere en la mejilla
derecha, presenta también la otra”.
Aquel que agravia se hace un daño a sí mismo,
mientras que con la venganza harías tú a tu alma un mal mucho mayor.
“Amad
a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, y rogad por los que os
persiguen y os calumnian”.
El crucificado habiendo descendido del cielo
a la tierra para lavar con su sangre las injurias del humano, nos suplica que
salgamos a su encuentro para conocer la emancipación. El odio es un sentimiento
infernal propio de quién pertenece al demonio. No debe, por tanto, entrar en tú
corazón el resentimiento. No dejes con o sin razón, que haya en el espíritu del
prójimo ninguna nube contra ti. Pide que el crucificado repare con prontitud
tus faltas contra la caridad, aunque sea a costa de tu amor propio.
Estas reflexiones atemporales que tanto confunden al humano en
su confrontación cuerpo versus alma, suenan como campanas lejanas en los oídos
del primitivo. Nuestra historia en la superficie ha estado marcada,
especialmente, por el sentimiento de supervivencia y ésta ha guiado
frecuentemente nuestros pasos y alaridos. Cuando la masa surge como fenómeno
social, configura sus propios movimientos humanos que buscan como solucionar su
existencia terrenal con un horizonte de consumo y consumismo. Si bien el
marxismo grita y denuncia los desequilibrios en la supervivencia humana, cuando
los estómagos están llenos, no ofrece esperanza para el grado secundario de
nuestra esencia. El avance industrial nos ha traído progreso social y más años
de vida pero ¿tiene el hombre alguna función más que justifique su existencia o
es ésta un acto de vanidad más?
Muchos
años después del Sermón de la Montaña tuvo la humanidad el Manifiesto
Comunista. Recordemos su síntesis y contexto histórico:
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