MI FELICIDAD
CONSISTE EN QUE SÉ APRECIAR LO QUE TENGO Y NO DESEO CON EXCESO LO QUE NO TENGO.
Algo común en
las conversaciones con los pacientes en la consulta son los relatos sobre sus
sueños e ilusiones. Somos seres que miramos al frente, siendo causa de
sufrimientos el deambular demasiado por el pasado. No obstante, pronto se
advierte que esos apasionados relatos esconden una visión más ilusoria que
ilusionada.
Un ceutí me
habla de lo enamoradizo que es. Empieza siempre con pasión sus relaciones, pero
se cansa al poco de comprometerlas. Vuelve de nuevo a lo que le falta.
SONIA ha encontrado ya a tres coachs
para lograr establecerse en un trabajo. Pero no dura mucho. Vuelve a estar en
lo que le falta. Un ciudadano murciano habla de los proyectos que tiene de irse
a vivir al extranjero. Lo malo es que lleva cinco años diciéndoselo a sí mismo,
pero no, nunca acaba de dar el paso. Vive en un vacío que llenará algún día.
Una egipcia,
excelente madre y una líder en su familia, se para el día buscando actividades
en las que desarrollarse. Pero cuando las encuentra tiene que dejarlas porque
tiene que atender a los suyos. No lo asume. Se proyecta hacia lo que cree que
debería ser. Su mundo rico en afectos no es suficiente. Siempre le falta algo.
¿Qué le ocurre a tantas perdonas que, teniéndolo todo, siguen sintiéndose
infelices.
Las relaciones
son uno de los ámbitos donde mejor se expresa esa pauta psicológica entre la
falta, el vacío y la idealización. Amantes eternas, buscadoras inagotables e la
pareja ideal, enamoradas de enamorarse, coleccionistas de comienzos,
nostálgicos de los amores perdidos, especialistas en el arte del abandono, las
personas instaladas en el sueño de un amor platónico viven exactamente como
reza aquella canción: “NO HAY NADA MÁS BELLO QUE LO QUE NUNCA HE TENIDO, NI
NADA MÁS AMADO COMO LO QUE PERDÍ”. Todo amor adquiere su estado ideal cuando no
se tiene o cuando se ha perdido.
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