LOS POBRES SON
LO QUE NO SON
Deshumaniza el
desprecio hacia los pobres
Esta deshumanización se
asume con la impotencia y naturalidad de que así son las cosas, y no se hace
notar mucho, pues, a diferencia de los males que producen muerte física o
acercan a ella, los males del espíritu no son tan obviamente contabilizables.
Pero son nocivos.
Se insiste en que hay que
eliminar la pobreza pero el modo de intentarlo es deshumanizante.
Lo primero que deshumaniza en los intentos de eliminar la pobreza es
poner eficazmente entre paréntesis la dignidad del ser humano, casi como por
principio, como si una cosa no tuviera que ver con la otra. O aceptar, sin más,
que cualquier medio es bueno con tal de aliviarla. Este modo de pensar no sólo
no es ético, sino que es deshumanizante, pues no hay que alimentar a una
especie animal, sino a seres humanos.
Deshumaniza aceptar con
naturalidad en la práctica, aunque en el discurso se diga lo contrario, el
ritmo de superación de la pobreza y los plazos que se ponen los países. Visto
desde la abundancia, el ritmo puede parecer relativamente humano y rápido, pero
visto desde la pobreza –y la decencia- es inhumanamente lento, y en algunos
casos hay retrocesos en las fechas fijadas para la ayuda
Deshumaniza que no disminuye
sino que aumenta la llamada “brecha de generosidad” Los ingresos “per cápita”
de las naciones ricas, durane los últimos 15 años, ha subido seis dólares,
mientras el monto asignado al desarrollo bajo un dólar.
Deshumaniza la obviedad con
que, al buscar soluciones, también la ética es puesta entre paréntesis. Para
eliminar el hambre son necesarios conocimientos tecnológicos y estrategias y
una dosis de pragmatismo político. Pero ignorar la ética es grave. Lo es por
motivos de eficacia, pues “solucionar el problema del hambre no es hoy,
sustancialmente, problema económico ni
político; es problema ético”.
Y algo parecido hay que
decir del lenguaje que se usa con frecuencia ante problemas humanos como el
hambre: para resolverlo se necesita voluntad política. Pues bien, según esto,
lo primero que hay que reconocer es que no existe tal voluntad, pues el hambre
continúa
“Un niño de
que muere de hambre, muere asesinado”
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