“NADA PASA
DESAPERCIBIDO PARA LOS OJOS DE LOS HIJOS, POR ESO NUESTRO EJEMPLO VALE MÁS QUE
MIL DISERTACIONES”
A veces, los
padres pecan de una inocente simplicidad cuando elaboran teorías sobre cómo
educar a los hijos. De alguna forma es como si pensaran que, al igual que las
ratas enjauladas, el comportamiento de los niños puede ser encauzado por
nuestros propios premios y castigos. Es cierto que nuestra forma de educar
modela su conducta, sin embargo, nuestros correctivos representan solo una
parte de las consecuencias que experimentan constantemente. Desde que se
despiertan hasta que se acuestan, su cerebro va asociado lo que han con las
consecuencias que le siguen. Si nuestro hijo toca un enchufe, quizá le pasa la
corriente o quizá no. Si va saltando por la escalera, quizá caiga o quizás no..
Esas consecuencias le van enseñando una cosa u otra, y los padres no controlan
la lluvia de premios y castigos que trae la vida por sí misma.
De igual
forma, la fe que ponemos en nuestros grandes discursos reflexivos es un poco
ingenua. Las estrategias indirectas se suelen colar mejor en sus cerebros. Es
probable que un mensaje captado con sus antenas, por ejemplo, algo que estamos diciendo
a un amigo por teléfono, lo absorban con más intensidad que nuestras habituales
peroratas. Igualmente, nada de lo que hacemos pasa desapercibido por esos ojos
escrutadores, por eso nuestro ejemplo vale más que mil disertaciones.
0 comentarios:
Publicar un comentario