“HEMOS
CONSTRUIDO UN SISTEMA QUE NOS PERSUADE A GASTAR EL DINERO QUE NO TENEMOS EN COSAS QUE NO
NECESITAMOS”
Nadie está ofuscado por unos
trozos de papel ni por unas monedas, sino por lo que significa su carencia. No
poder cuidar a los padres enfermos como se merecen, tener que cambiar a los
niños del colo y separarlos de sus amiguitos, obligarnos a aguantar un dolor de
muelas…Y es que, el dinero es lo más inmaterial del mundo pero le podemos
otorgar cuatro grandes significados: logro, en este caso representa la
consecución de objetivos propuestos. Estatus, el dinero simboliza prestigio.
Seguridad, el dinero significa protección frente al futuro. Preocupación, su
falta se encuentra asociada a fantasías muy catastróficas.
Cada uno de nosotros tiene
el dinero atado a diferentes significados y emociones. Sin embargo, existen
atribuciones casi arcaicas que subyacen en todas nuestras mentes. Ya no nos relacionamos
directamente con la naturaleza. Nuestras necesidades más básicas (alimentarnos,
tener un refugio), nuestros instintos más primarios se entrelazan estrechamente
con la economía. “El dinero es el portador simbólico de la más elemental
angustia de supervivencia”. De hecho, en muchas investigaciones se ha puesto de
manifiesto que el dinero como incentivo activa los mismos circuitos neuronales
que otros refuerzos asociados a necesidades fisiológicas como la comida y el
sexo.
Actualmente, por desgracia,
muchas personas tienen motivos reales para sentirse asustada. Dejando aparte
este tipo de angustias, no son pocos los casos de actuaciones monetarias patológicas.
La avaricia de la gente rica. Todos conocemos a personas que teniendo
suficiente dinero para vivir ellos y sus descendientes no donan nada y encima
se existencia va dirigida a acumular más. Andan obsesionados por sus
pertenencias.
Avaros aparte, ¿qué pasa con
nuestra tendencia a ahorrar? Actualmente nuestras fantasías catastróficas se
ven corroboradas por lo que vemos en la tele o en los periódicos. Con el miedo
a cuestas, intentamos ahorrar más que nunca. Además, en el inconsciente
colectivo viven cuentos como “la cigarra y la hormiga” que sustentan esta forma
de actuar. Ahorrar siempre se ha visto mejor que gastar; así, mientras que
gastar mucho se considera una patología: “compradores compulsivos”, no existe
la etiqueta de “ahorradores complulsivos”.
1 comentarios:
Estoy contigo Paco. Cuanto más tenemos más infelices somos. Me apena pertenecer a la última generación que sabe lo que es subirse a un carro de hierva.
Un saludo de tu alumno. David Fouler.
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