Sé obediente. Estudia,
trabaja, cásate, ten hijos, hipotécate, mira la tele, compra muchas cosas. Y
sobre todo, no cuestiones jamás lo que te han dicho que tienes que hacer.
No hay nadie a quien culpar.
Pero lo cierto es que desde el día en que nacemos senos adoctrina para que nos
convirtamos en empleados sumisos y consumidores voraces, perpetuando el
funcionamiento insostenible del sistema. Así es como al entrar en la edad
adulta, seguimos la ancha avenida por la que transita la mayoría, olvidándonos
por completo de seguirnos a nosotros mismos, a nuestra voz interior. Por el
camino nos desconectamos de nuestra verdadera esencia –de nuestros valores y
principios más profundos-, construyendo una personalidad adaptada A LO QUE
NUESTRO ENTORNO MÁS CERCANO ESPERA DE NOSOTROS.
Si bien
la sociedad y la tradición ejercen una poderosa influencia sobre cada uno de
nosotros, el última instancia somos libres para tomar decisiones con las que
construir nuestro propio sendero. Es una simple cuestión de asumir nuestra
parte de responsabilidad. Sin embargo, tomar las riendas de nuestra existencia
nos confronta con nuestro miedo a la libertad. Prueba de ello es que tendemos a
ridiculizar procesos y herramientas –como el autoconocimiento y el desarrollo
personal- orientados a cambiar nuestra mentalidad
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