La
realidad quiere tomar la palabra.
La
expresión “calidad de vida” no ha nacido en el mundo de los pobres, pues
presupone la vida, mientras que los pobres no la dan por supuesto. En
contraposición a la riqueza de los pobres puede surgir humanidad, acogida, comunidad, arte, cultura,
teología. Ello nos conduce a definir que sin poder no se mueve la historia y
los pobres deben unirse.
Vivimos
en un mundo de “LÁZAROS” donde más de 2.000 millones de humanos viven en la más
absoluta pobreza para vergüenza del capitalismo emancipador. En un intento de
síntesis, quizás podemos decir que pobres son los carentes y oprimidos, en lo
que toca a lo básico de la vida material; son los que no tienen palabra ni
libertad, es decir, dignidad; son los que no tienen nombre, es decir,
existencia espiritual.
La
misión del coaching laico es hacer de la Emancipación y dignificación de la
pobreza su principio principal. Salvar al pobre de la muerte lenta en la
pobreza que, a través de la exclusión social. Aquí, es este espacio de
laicismo, la verdad se convierte en reparación y devuelve la dignidad a las
víctimas convirtiéndose en liberador de la no-existencia.
Los
miembros de la calle no tienen nombre ni tiempo, no existen y cada día crece su
número. EL COACHING LAICO debe recuperar su voz a través de concienciarles del
sacrificio básico que deben realidad para hacerse sentir. Existen como
potencial humano y por tanto deben ser reales y no considerarlos un concepto de
coste social. El humano y sus gobernantes deben procurar por la felicidad de
todos. No por su exclusión.
La
opción por los pobres hay que llevarla a cabo con un determinado talante. Dado
el mundo de hoy, quisiera insistir en cuatro elementos.
1.- La dialéctica.
Hoy se hace tanto hincapié en todo lo que sea diálogo, negociación,
tolerancia, y se rehúye tanto todo lo que sea confrontación, que pareciera que
los pobres hubieran caído del cielo y que los problemas quedarían resueltos por
alguna mano invisible que quebraría el egoísmo de los poderosos y reblandecería
la injusticia, la mentira y la violencia estructural. La opción por los pobres
no exigiría dialéctica, tener en cuenta al opresor y enfrentarle, sobre todo es
sus formas estructurales. Más bien se tiende a evitarlo. Partimos de la verdad
que “en realidad la humanidad está dividida entre opresores y oprimidos dado
que hay ricos porque hay pobres y hay pobres porque hay ricos”.
Hay
que evitar y controlar al máximo violencias, por supuesto, pero una opción por
los pobres que deje de ser dialéctica, que no sea una opción contra la
opresión, no es la opción de la Emancipación, y, a la postre, deja al pobre a
mercad del opresor.
2.- La parcialidad.
Insisto en ello porque falazmente, se quiere introyectar que “igualdad” – o, al
menos, una des-igualdad no muy lacerante-, la universalidad suficientemente
humana es posible, y éste sería el milagro que operaría la globalización
neoliberal. La falacia de la metáfora es que “todos” caben en el globo, lo cual
es mentira manifiesta. Lo menciono para
recalcar que si se busca salvación para los pobres de este mundo, éstos deben
ser puestos, de modo explícito y activo, en el centro. Sin duda es una utopía
que no se realizará, pero si ni siquiera se “piensan” así las cosas, no hay
solución.
Insisto
en ello porque tampoco en la democracia –aceptando sus valores y minimizando
sus limitaciones, hipocresías, incluso crímenes el pobre está en el centro de
la realidad, ni siquiera en el de sus utopías.
En
su origen, hace dos siglos, los derechos humanos tenían a la vista a los freemen
ingleses, a los hombres blancos de Virginia, a los burgueses franceses, pero no
a todos, ni siquiera a los que convivían con ellos: campesinos ingleses o
franceses, negros y esclavos norteamericanos, aunque en teoría no se les negase
el carácter de “seres humanos”. En el centro estaba el ciudadano. Las cosas no
han cambiado del todo. “Ya antes de nacer los humanos son desiguales”.
Y
de ahí la necesidad de formular la tesis contraria y la necesidad de la
parcialidad: “los derechos humanos son los derechos de los pobres”. La
conclusión es que el coaching laico no sólo debe ayudar a los pobres, sino que
debe ponerlos de modo consciente en el centro de la realidad, y no basta con
recordar las bondades del bien común-
3.- La inserción.
Con ello no me refiero a actitudes
ascéticas de empobrecimiento y cercanía a los pobres, sino a algo más
metafísico, si se requiere: la obsesión por lo “real”, en un mundo de pobres.
El coaching laico debe aspirar a facilitar la Emancipación del SER adaptado a
su época haciendo el mundo de los pobres
su propio mundo; dándole personalidad existencial y por supuesto no obviándolo.
Que, en un mundo de pobreza como el actual no tenga que sentir vergüenza de ser
como es y actuar como actúa.
4.- La humildad. Por mucho que el no-pobre quiera comprender
al pobre, incluso si es para ayudarlo, permanece un abismo entre ambos. Ha
quedado dicho el multitud de ocasiones: en la humanidad nos dividimos entre los
que no dan la vida por supuesto, los pobres, y los que damos la vida por supuesto,
los no pobres. Todo que sea hablar, pensar en ayudarlos tiene que llevar un
serio de humildad, de no-saber. Y quizás ese no-saber pueda ser comprendido
como un elemento constitutivo del “saber” el misterio. Ocurre con la
Emancipación y ocurre con los pobres.
Y
quizás en la aceptación de ese abismo, del no-saber que expresa y de la
humildad, pueda encontrarse el fundamento más hondo de lo que hoy se da por
aceptado: el derecho a la diferencia. Ésta se da en diversos ámbitos de la
realidad, género, cultura, pero quizás la diferencia fundante está entre el dar
o no dar la vida por supuesto.
JON SOBRINO
0 comentarios:
Publicar un comentario