Vencer el
Pánico escénico
Para algunos, el pánico se ha quedado instalado en su
interior para siempre, haciendo de cada ocasión en la que se han de dirigir al
público una amarga experiencia.
El pánico escénico se puede trabajar, no tenemos por
qué aceptarlo como un “mal inevitable”, y para ello nos será de utilidad
distinguir entre distintos tipos de miedo escénico, que tienen distintas raíces
y, por tanto, distinto abordaje.
Hay un pánico escénico natural, inevitable hasta
cierto punto, que es aquel que sentimos en el instante en que nos nombran para
que tomemos la palabra. Procede del hecho de que nuestro organismo, cuando
tienen que abordar una situación compleja, se pone en alerta liberando
adrenalina al torrente sanguíneo. Pero la adrenalina, además de poner nuestros
sentidos en alerta, lo que hace es generarnos taquicardias, sudoración y otras manifestaciones
de inquietud, que nos impiden empezar serenamente nuestra intervención.
La clave para que este pánico puntual no vaya a más
está en entender que es un proceso natural, que dura muy poco tiempo, porque
nuestro organismo enseguida se autorregula.
Pero si en el momento álgido en que sentimos estas manifestaciones
físicas, empezamos a ponernos nerviosos y a sufrir, vamos aretroalimentar el
proceso, provocando una nueva liberación
de adrenalina y haciendo que estemos sobreestimulados todo el tiempo y que
tengamos pocas posibilidades de hacerlo bien.
Cuando sentimos la aceleración del pulso o cualquiera
de las primeras manifestaciones de inquietud, tenemos un mensaje que darnos: “enseguida
pasará”. Así es como logramos que nuestro organismo se autorregule y recupere
la normalidad.
Hay otro tipo de pánico escénico que procede
directamente del sabotaje de nuestra mente: ante una inminente intervención, si
en vez de confiar en nuestra preparación y nuestras habilidades empezamos a
pensar en cómo lo vamos lo vamos a hacer, entraremos en una espiral de
pensamiento racional que acabará secuestrando nuestra mente y anulando nuestra
habilidad natural para hacerlo bien y salir airosos.
La solución a todo ello no es otra que confiar en las
capacidades ya entrenadas, en que sabemos hacerlo y podemos hacerlo. Y algo muy
importante e imprescindible que se debe hacer durante los diez minutos previos:
no pensar en absoluto en nuestra preparación.
Hay un tercer pánico escénico de base que podemos identificar
porque ante la sola posibilidad de tener que hablar en público, sea dentro de
tres días o de tres semanas, ya lo sentimos. No es un pánico del momento, sino
que lo llevamos dentro.
Este pánico escénico procede generalmente de una mala
experiencia: un día tuvimos que dirigirnos a los demás, oímos nuestro nombre,
se nos aceleró el corazón, se nos secó la garganta y nos quedamos en blanco. Y
esta secuencia se ha grabado en nuestro cerebro de forma indeleble de manera
que es la rutina que ejecuta cada vez que tenemos que hacer una nueva
intervención.
“LA CLAVE PARA
QUE ESTE TERROR PUNTUAL NO VAYA A MÁS ESTÁ EN ENTENDER QUE ES UN PROCESO NATUAL
QUE DURA POCO TIEMPO”
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