Habitualmente vivimos ignorando la muerte y morimos sin considerar la vida.
Esta última semana mi relación con tánatos ha sido muy intensa. Conviví con dos muertes y con innumerables miembros del séquito mortuorio.
Hubo de todo. Desde emociones manifiestas hasta tristeza coloreada de alegría. Todo tuvo la sinceridad del momento más ¿Tendrá la profundidad precisa para convertir ese momento en materia de aprendizaje? Me temo que no.
Con demasiada frecuencia convivimos con las emociones y sentimientos sin analizar la aportación esencial que nos proporcionan. En un sepelio surge nuestra capacidad de amar al prójimo y esta solo dura mientras el féretro está presente. Después se va diluyendo en nuestros océanos de vanidad y egoísmo. Descansen en paz los difuntos y reflexionemos los vivos.
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