¿SE HA
PLANTEADO ALGUNA VEZ SI LOS DEMÁS SE FÍAN DE USTED?
Las
personas que transmiten seguridad y confianza tienen más cerca el éxito
personal y profesional.
En
los tiempos que corren, ser creíble es un tesoro. La pérdida de valores, la
ambición negativa y el poder nos han llevado a que perdamos la fe en algo tan
importante como la confianza en las personas. Y es que la credibilidad no se
regala, se gana.
Las
personas creíbles consiguen conquistar el respeto de los demás. Significa que
la gente puede confiar en usted, y que lo que dice, es lo que usted es. Se
relaciona directamente con ideas tan importantes como la honestidad, la
prudencia, el compromiso y el conocimiento. ¿De qué personas suele desconfiar?
¿Quiénes son los que le generan rechazo cuando les escucha? Normalmente
aquellos que una vez le fallaron, los charlatanes, los que no respetan los
puntos de vista de los demás, quienes critican a los que no están presentes,
los que hablan sin saber y los que faltan a su palabra y a sus compromisos.
Encandilar
a alguien con frases bonitas es fácil. Hay personas muy educadas, corteses, que
se expresan con corrección, que se manejan en público como pez en el agua y que
su carisma les hace ser muy atractivas. Pero si se rasca un poco carecen de
palabra. En el momento en el que se sienta traicionado, le costará mucho volver
a confiar en esa persona. Y lo peor es que la experiencia puede llevarle a
desconfiar de quien no lo merece.
¿Alguna
vez se ha planteado si los demás confían en usted? Hay personas que trasmiten
seguridad y confianza. Y estos valores se relacionan con el éxito personal y
profesional. La credibilidad se da en cualquier campo. Nos gustan los médicos
que nos trasmiten que nos van a ayudar; los fontaneros que cuando ven la avería
en casa nos dicen que no nos preocupemos de nada y que lo van a arreglar, o el
amigo que te da un argumento distinto al tuyo y te convence y deja tranquilo.
Con ellos nos sentimos en buenas manos. Credibilidad, hablar en público,
habilidades sociales y carisma van de la mano. Y se pueden entrenar.
Para
empezar a trabajar su credibilidad, empiece por modificar sus valores. Si solo
se dedica a disfrazarse de carisma y buena comunicación y no contempla la
honestidad, su fachada no sostendrá la imagen de persona fidedigna eternamente.
Necesita ser puro por dentro pero ser creíble por fuera.
Tenga
palabra. Significa cumplir con lo dicho. Es un privilegio contar con personas
que respetan el compromiso de lo que dicen.
Sea
honesto. ¿Le han dado mal el cambio, le han devuelto de más? Devuélvalo. ¿Se ha
encontrado una cartera que no es suya? Entréguela con todo lo que contenía
dentro. Ser un listo ha terminado convirtiéndose en un valor. Se trata de ganarle
al otro a sabiendas que es injusto.
Asuma
sus errores. Las personas de éxito se equivocan. Para ellos el error es una
forma de aprendizaje, lo reconocen, piden disculpas y reparan el daño. Y lo
vuelven a intentar. No existen las personas perfectas, por lo tanto, la
perfección no es creíble.
Compórtate
de forma justa. Reconozca el mérito y el trabajo de cada uno, valore el
esfuerzo por encima de los resultados.
Las
emociones también juegan un papel en la imagen que transmitimos a los demás
respecto a la credibilidad. El equilibrio emocional es fundamental. No nos da
seguridad una persona que se deja llevar por arranques de ira, que se muestra
agresivo y que trata de tener poder por la vida autoritaria. Las personas
creíbles no necesitan tirar de fuerza, volumen alto o expresiones amenazantes.
La
capacidad para motivar y generar emociones positivas es otro punto fuerte. Nos
atraen más las personas que buscan y aportan soluciones que las que se recrean
en la pena, el victimismo y en rumiar los problemas.
Las
personas que se muestran seguras, que conocen sus fortalezas y que las utilizan
para solventar soluciones, nos parecen fiables. Confianza y humildad es el
binomio perfecto.
Comuníquese
de forma fácil y correcta. Expresarse con un vocabulario amplio sencillo y con
frases ordenadas, facilita el entendimiento. Y cuando el oyente se queda con la
sensación de haber comprendido el mesaje, le otorga credibilidad. Si utiliza un
vocabulario técnico y poco comprensible para el público que le escucha, la
gente desconectará y saldrá de la reunión sin haber entendido nada.
Ordene
su mensaje. Los procesos de recepción de la información, entendimiento y
asimilación también dependen de saber llevar un hilo conductor que esté
organizado.
El
conocimiento es clave. Necesita saber de lo que se habla, documentarse, tener
argumentos, manejar los tiempos, coger experiencia, tener cultura, incluso
recitar. Si, recitar. A las personas con memoria, Las que son capaces de hablas
sin papeles delante, que dan datos
históricos y frases celebres, que citan a autores y hechos relevantes, les
damos confianza. Se asocia memoria con sabiduría, y nos fiamos de las personas
sabias.
Por
el contrario, la charlatanería, los cabezotas que se empecinan en una idea sin
modo de argumentarla, nos parecen personas sin recursos. Y qué decir del
cotilleo y rumorología, hace que perdamos la confianza en las personas que lo
practican. Los chismosos son muy pocos atractivos e imprudentes. Con ellos solo
se relacionan los que se comportan de la misma manera, y aun así, ni entre
ellos se consideran personas de confianza.
El
aspecto físico y la presencia. Si está empezando a ejercer su profesión y no le
ha dado tiempo a ganarse una buena reputación, necesita adaptar su forma de
vestir a las expectativas del cliente. Nadie desea que le repare el coche un
mecánico vestido con traje de chaqueta y corbata.
Equivocadamente
o no, las personas tendemos a sacar conclusiones inmediatas basadas en lo que
vemos cuando conocemos a alguien. Su forma de moverse en público, dar la mano o
su imagen dan información. Por supuesto que es información viciada por
prejuicios y pos la experiencia de cada uno. Pero es así. Cuando conoce a
alguien por primera vez, sacamos conclusiones sobre su inteligencia, estatus,
nivel socioeconómico, orientación sexual, estado civil, edad, ideas religiosas,
etcétera.
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