Nuestra
capacidad altruista aflora en los tiempos difíciles. En las crisis, sobre todo
económicas, se necesita ayudar y crear una red de confianza que permita seguir
creyendo.
A estas
alturas de la vida se puede afirmar que los planteamientos físicos que
desvelaron mentes como las de Newton, Descartes y Darwin tenían un punto
erróneo al considerar que las leyes de la naturaleza desde una perspectiva
mecanicista. Quedaban reducidas a una fórmula matemática, separable de sus
partes y, para colmo, destinadas a luchar por existencia en la que solo ganarán
los más fuertes. Y cómo los humanos formamos parte de esa naturaleza, pues las
leyes sirven lo mismo para la ameba que para usted.
“Los
últimos descubrimientos que se han hecho en toda una diversidad de disciplinas
ponen de manifiesto que el impulso más
básico de la naturaleza no es la competencia, como sostenía la teoría evolutiva
clásica, sino la integración de la totalidad. Dicho de otro modo: “Los seres
vivos tenemos la necesidad instintiva de conectarnos, prácticamente por encima
de cualquier otro impulso e incluso arriesgando la vida por ello” Así es la vida,
y no como nos la habían contado.
Hablar
entonces de una conducta altruista es como apelar a nuestra propia esencia. No
se trata de que a algunos les toque el gen altruista y a otros el gen egoísta,
sino del alma que nos une a todos. Eso, si, hay quien alimenta sus actos de ese
amor y quien se empeña en darle la razón a Darwin y convertirse en un
depredador de almas ajenas. Si todos hubiéramos hecho lo mismo, ¿quedaría
alguien en este mundo?
“Donde encuentres tu felicidad está tú prisión. El mundo está lleno de
sufrimiento y la raíz del sufrimiento es el deseo. Donde hay amor no hay deseo
entendiendo como deseo el apego a las cosas. El amor, aquí, quiere decir “soy
perfectamente feliz sin el apego y la ideología” Consecuentemente estemos
alertas pues la sociedad capitalista nos enseña a ser felices a través de
satisfacer las emociones placenteras y caso de no conseguirlo nos enseña a ser
desdichados.”
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