Quien
ha llegado a viejo y presta atención al dato puede observar cómo, pese al
debilitamiento de sus fuerzas y facultades, hay una vida tardía que cada año
hasta el final ensancha y multiplica la red infinita de sus relaciones y
enlaces, y cómo, mientras la memoria se mantiene despierta, nada se ha perdido
de todo lo transitorio y pasado.
La
madurez siempre rejuvenece. También a mí me ocurre, aunque eso quiere decir
poco porque en el fondo he conservado siempre el sentimiento vital de mis años
adolescentes y mi llegada a la edad adulta y mi envejecimiento siempre los he
percibido como una especie de comedia.
Envejecer
es en sú un proceso natural y un humano de sesenta y dos años, si no pretende
ser joven, está perfectamente sano y es tan normal como otro de cincuenta. Pero
por desgracia no siempre se está de acuerdo con la propia edad, a menudo nos
apresuramos internamente y con mayor frecuencia aún nos quedamos atrás…. Y entonces
la conciencia y el sentimiento de vida están menos maduros que el cuerpo, nos defendemos contra sus
manifestaciones naturales mientras exigimos algo que de por sí no puede
prestar.
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