El discurso que sigue a continuación es válido para cualquier tipo de pareja y el protagonista puede ser indistintamente un hombre o una mujer: “Me siento fatal cuando mira a otros. En ese momento creo que no valgo nada y que todos son más atractivos que yo. Últimamente sufro mucho, tanto que miro sus mensajes cuando no se da cuenta. Sé que es irracional y que está fatal, pero no lo puedo evitar, me da seguridad tenerlo controlado. La incertidumbre me mata y me derrumbo con el solo hecho de pensar que pueda enamorarse de otra persona. Le interrogo cada vez que llega más tarde de lo normal y hago críticas a todas las personas del sexo contrario que vemos por la calle para comprobar su reacción”.
Los celos son una respuesta emocional que padece mucha gente ante la idea de pérdida de la atención del ser querido. Y pueden partir de motivos justificados, como haber sufrido una infidelidad, o ser producto de la distorsión o fantasías de una de las partes implicadas en la relación, porque no solo los sufren las parejas por amor; también existen celos entre hermanos, amigos y en el entorno de las relaciones de trabajo. Sea cual sea el origen, puede llevarle a vivir una relación tormentosa y destructiva, tanto para el que los sufre como para el que convive con una persona que los tiene.
Existe una idea irracional de que los celos son románticos y se intenta justificar pensando que son fruto de quien quiere de verdad. Falso. En el momento en el que el nivel de sufrimiento lleva a controlar lo que otra persona hace, a actuar de forma victimista para llamar su atención, a demandar el amor de manera inapropiada, a manipular al otro para que pase más tiempo con uno u obligarle a vestirse para no llamar la atención, se convierten en una fuente de conflicto, insatisfacción y dolor. Algunos de los motivos más comunes que explican la celotipia son:
La inseguridad y la baja autoestima. La persona celosa se compara con “otros rivales” y se siente débil y percibe que no está a la altura. Piensa que cualquiera podría sustituirle en la relación. Y en esa batalla imaginaria se siente perdedora. Según la percepción del celoso, no tiene nada interesante que ofrecer, ni en lo que concierne a su físico ni a su personalidad. Este tipo de individuos critican con dureza a los demás y siempre les encuentran debilidades, porque el fallo del otro les da a ellos valor. Por el contrario, el éxito de los demás les lleva a sentirse miserables y vulnerables con sus amigos, pareja o profesión.
La idea de posesión. Muchas personas se creen dueños del estilo de vestir, de las conversaciones o del tiempo de sus parejas. Lo controlan todo por miedo a perderlas. Se creen con el derecho de decidir respecto a su trabajo, a con quién se relaciona y a las decisiones que tiene que tomar en su vida. A veces, la misma forma de expresarse en un momento romántico o en una presentación social es posesiva –“te quiero solo para mí”, “mi marido” o “mi mujer”–, pero eso no debe hacer creer que la persona nos pertenece.
La sensación de injusticia y de no recibir el mismo trato. Los celos también se pueden deber a la interpretación sobre lo que está ocurriendo. Por ejemplo, llega un nuevo hermano a la familia y el primero, inquieto con la atención que despierta el bebé, saca la conclusión de que a él ya no le quieren igual y que otro le está robando la atención y el cariño.
Los celos destructivos llevan a consecuencias devastadoras en la pareja. Aquello que se intenta evitar perder, terminará por dejarle. Nadie es capaz de estar sometido y ser feliz en una relación en la que está encorsetado o en la que es mejor no expresar según qué comentarios porque pueden ser malinterpretados. La persona celosa también trata de minar la forma de ser y las fortalezas de su pareja. La debilita para que pierda confianza, para que nadie se fije en ella y la pueda retener a su lado. La idea es: “Si yo no soy lo suficientemente bueno como para merecerte, me cargo tu atractivo, y así estamos los dos a la misma altura”. Pueden llegar a ser muy manipuladores con tal de conseguir lo que desean.
Los celosos siente que su vida sería horrible si perdieran a la persona amada e invierten toda su energía en retenerla de forma equivocada. Al final consiguen lo que más temían, la ruptura. Si usted está siendo víctima de estas exigencias, sepa que ceder y dar explicaciones de todo lo que hace solo va a potenciar más el problema. Si desea cambiar la dinámica de su pareja, pruebe a poner en práctica estos consejos:
No ceda ante demandas absurdas que afectan a su estilo de vida y su escala de valores. Para la sana convivencia, ambas partes tienen que hacer concesiones, pero existen unos límites. Tener un espacio personal, hacer deporte, mantener amistades, elegir la forma de vestir, con quién se reúne en el trabajo… son conductas normales que forman parte de su vida y de su bienestar. Si cede cada vez que su pareja le pide que renuncie a estas actividades, estará reforzando la conducta del celoso. Ponga límites, con un tono de voz tranquilo, y explique que estas cosas no son negociables.
No justifique y dé explicaciones de cada llamada y mensaje que reciba. Usted necesita poder actuar como cualquier persona digna de confianza. Hablar, informar de lo que hace durante el día, compartir inquietudes y pedir consejo para tomar decisiones es complicidad. Pero los interrogatorios con preguntas controladoras solo llevan a conflictos y a una situación de tensión innecesaria.
Ignore el chantaje emocional: como malas caras, que le retire la palabra, comentarios del tipo de que no puede estar sin usted cuando sale, que siente mucha ansiedad y que sufre mucho. La dependencia emocional no es positiva para ninguna de las partes. Tienen que aprender a convivir y a realizar actividades en pareja que sean placenteras, pero también a tener su tiempo personal y a disfrutarlo.
Si es usted la persona celosa y desea confiar y actuar de manera distinta, puede:
Aceptar que las relaciones pueden ser para toda la vida o no. Nadie nos asegura un amor eterno. Hasta podría ser usted el que en un futuro tomara la decisión de romper. Aceptar lo que no depende de nosotros nos da tranquilidad. Fantasea con sentirse solo y el sufrimiento que le causará esta situación. ¿No se da cuenta de que toda su atención está puesta en lo negativo?
Dé libertad a su pareja, respete su intimidad y su espacio. Las personas necesitamos estar en equilibrio, y el tiempo que invertimos con nosotros mismos es muy enriquecedor: leer, correr, ir a jugar al pádel con los amigos, tomar un café con otra persona. Hacer todo juntos asfixia, salvo que sea el deseo de los dos. No saque conclusiones del tipo “si quiere salir a correr solo es que prefiere la carrera a estar conmigo, y esto significa que no me quiere lo suficiente”. No haga juicios de valor sin fundamento.
Confíe. La confianza es uno de los valores más importantes en una relación. ¿Su pareja le ha fallado, le ha sido infiel, tiene alguna experiencia traumática con ella? Si no es así, deje de confabular.
Distráigase cuando sienta el malestar de los celos. Deje de atender a lo que siente y deje de interpretarlo. ¡Olvídese! Invierta ese esfuerzo en leer, salir a pasear, practicar su deporte favorito o realizar cualquier actividad que, en lugar de potenciar más su rabia, le calme. Fantasear con qué estará haciendo y con quién solo le llevará a sentirse peor.
Trabaje su autoestima. Su pareja se ha enamorado de usted y desea que estén juntos. Trate de ver cuáles son sus puntos fuertes, pregúntele qué le atrajo, hágale saber que es importante para usted que le diga cosas que le hagan sentir atractivo. Su bienestar y felicidad no pueden depender únicamente de sentirse deseado por el otro, sino de encontrar en su interior lo que le hace ser una gran persona. Acepte lo que no desee cambiar, potencie lo que le atrae de sí mismo y trabaje las áreas que desea mejorar.
Nadie puede cortarle las alas, nadie tiene derecho a controlar su vida, ni a manipularle para que se convierta en lo que el otro desea. Una pareja sana tiene como cimientos la confianza del uno en el otro.
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