Ciudadanos del
“uno mismo”
“Yo creo
bastante en el suerte. Y he constatado que cuanto más duro trabajo, más suerte
tengo”
Seguramente alguna vez se ha
sentido identificado con los ejemplos que le voy a detallar, a pesar de
reconocer el absurdo y la falta de lógica. A menudo se ve atrapado por sus manías
y rituales. Nada de lo que haga, diga o repita alterará esa parte de la suerte
que no depende de usted, pero a pesar de ello seguirá contando, buscando
números pares, haciendo repeticiones, echando la sal por encima del hombro y un
sinfín de cosas más.
Mañana Elisa tiene una
entrevista de trabajo, la tercera en los dos últimos meses, y por ahora no ha
tenido suerte. Por la noche contempla el armario abierto de par en par desde su
cama. “¿Qué me pongo? El vestido verde que me favorece tanto, no; la última vez
que me lo puse, la entrevista me salió fatal, estuve muy nerviosa y no daba pie
con bola”.
El caso de Elisa es tan
común como la vida misma, y si no es la elección de la ropa, seguro que usted
alguna vez ha cerrado y vuelto a cerrar el coche, y se ha dado la vuelta y se
ha preguntado: “¿he cerrado el coche?” Y a sabiendas de que sí lo había hecho,
ha vuelto para comprobarlo. ¿Y qué me dice de las comprobaciones de enchufes,
calefacción, braseros, la llave de la puerta, la espita del gas o revisar que
la vitro esté apagada? No se revisa una vez, ni dos, sino muchas; eso le da
tranquilidad.
Otro tipo de rituales son
los relacionados con la contaminación y las enfermedades. Los hay que se lavan
muchas veces las manos, otros evitan tocar todo aquello con lo que pueden
contagiarse (pasamanos, pomos de las puertas, barras de autobuses….) Hay
rituales relacionados con los números pares, las repeticiones, el orden y
muchos otros más
Los rituales acompañan a la
obsesión; mejor dicho, son su sombra. Primero se presenta en su cabeza una
preocupación: “Mañana tengo una entrevista de trabajo”. Esta situación genera
ansiedad, incertidumbre o alguna otra emoción molesta. Y para calmar ese estado
emocional desagradable, usted realiza algún tipo de ritual: toca madera o
coloca todos los zapatos en el mismo orden. Y, hala, como por arte de magia,
usted se siente aliviado. Y este estado de tranquilidad le refuerza y le enseña
que la próxima vez que piense en algo que le preocupa, podrá realizar algún
otro acto repetitivo o de orden que le volverá a calmar. Pero, lejos de ser una
ayuda, las manías potencian las obsesiones e incrementan el nivel de ansiedad.
La mayoría de las personas
reconocen que es un absurdo, pero…… ¿Puede haber algo más incoherente que santiguarse
antes de despegar en el avión no siendo cristiano? ¿por qué? La explicación es
muy sencilla. Cada vez que realiza un ritual, se siente seguro y le da
tranquilidad. Asocia ritual con dominar su destino. Aunque es consciente de que
por mucho de que se abroche o desabroche una pulsera, o porque entre en el
campo con el pie derecho, o toque madera, no va a alterar la suerte, lo sigue
practicando. La pregunta es: ¿dónde está el límite? ¿Cuándo son solo manías y
cuándo pasan a convertirse en un trastorno obsesivo compulsivo? Por
simplificar, el límite está en cómo afectan estas manías a su vida, cuánto tiempo le ocupan y cómo limitan
su trabajo, sus relaciones personales, familiares….. Santiguarse cuando uno se
sube a un avión aun no siendo creyente no supone un problema, pero si lo es
lavarse cuarenta veces las manos cada vez que toca la puerta de un sitio
público.
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