La emancipación no es sumisión, es humildad.
Para salir de nuestra ignorancia y finitud no debemos hacerlo a través de someternos a otras voluntades humanas. Tampoco hemos de entrar en el paraíso de la comodidad y dejarnos llevar por las corrientes y cauces que los acaudalados nos proponen. Hemos de sublevar nuestro espíritu dotándole de inquietudes propias que, junto al discernimiento, nos acerquen a la sombra de la sabiduría. Ya en ella, hemos de mantener una sigilosa presencia humana que, como sombra cambia permanentemente para mayor grandeza de la emancipación.
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