Nuestros pensamientos son casi como reflejos. Nos dicen algo y acude a nuestra mente un pensamiento rápidamente. No decidimos lo que vamos a pensar. No solo las conductas y los pensamientos son casi reflejos, sino también nuestras emociones. Nos lanzan un comentario que no queremos oír y al instante el malestar, sin que nuestra conciencia le dé permiso para entrar.
En muchas ocasiones, esas emociones nos pueden parecer carentes de lógica, pero siguen viniendo. Ya le podemos explicar a una persona fóbica a los aviones que tiene más probabilidades de sufrir un accidente mientras va de casa al aeropuerto en coche que cuando está en el avión, la angustia seguirá campando a sus anchas. Se han hallado las bases fisiológicas que explican el motivo. Las investigaciones han mostrado cómo las vías que van desde la parte del cerebro encargada de las emociones (amígdala) a la zona responsable del pensamiento racional (córtex) son muchas más que las vías que circulan en sentido contrario; esto es, desde la razón hasta las emociones. Dicho de otro modo, desde la zona emocional hay una autopista que va a la racional, pero si queremos ir de la parte lógica a la emocional tenemos que tomar una carretera secundaria. Esta diferencia entre las vías que van en un sentido y en el otro explica por qué a las emociones les resulta tan fácil influir sobre la razón; y a la lógica le resulta tan difícil encauzar las emociones.
Por eso, aunque conscientemente decidamos ser felices, no es tan fácil, porque tenemos que desprogramar la parte emocional del autómata que llevamos dentro. La auto observación puede ser aquí otra vez nuestro gran aliado.
En muchas ocasiones, esas emociones nos pueden parecer carentes de lógica, pero siguen viniendo. Ya le podemos explicar a una persona fóbica a los aviones que tiene más probabilidades de sufrir un accidente mientras va de casa al aeropuerto en coche que cuando está en el avión, la angustia seguirá campando a sus anchas. Se han hallado las bases fisiológicas que explican el motivo. Las investigaciones han mostrado cómo las vías que van desde la parte del cerebro encargada de las emociones (amígdala) a la zona responsable del pensamiento racional (córtex) son muchas más que las vías que circulan en sentido contrario; esto es, desde la razón hasta las emociones. Dicho de otro modo, desde la zona emocional hay una autopista que va a la racional, pero si queremos ir de la parte lógica a la emocional tenemos que tomar una carretera secundaria. Esta diferencia entre las vías que van en un sentido y en el otro explica por qué a las emociones les resulta tan fácil influir sobre la razón; y a la lógica le resulta tan difícil encauzar las emociones.
Por eso, aunque conscientemente decidamos ser felices, no es tan fácil, porque tenemos que desprogramar la parte emocional del autómata que llevamos dentro. La auto observación puede ser aquí otra vez nuestro gran aliado.
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