Todos los humanos adultos deberíamos tener un
enorme respeto a la infancia.
Sabido es que, todo el entorno infantil,
aprende en un 90% por mimetismo de su entorno. Educar a las futuras
generaciones, por tanto, es pensar en ellas más que en nosotros.
Llegar a la paternidad o maternidad a partir
de cierta edad es un acto de egoísmo que en ningún caso piensa en la formación
social de la niña o niño. Llegado este supuesto, por mimetismo, condenamos a
nuestros hijos a un aprendizaje caducado que limita su posicionamiento social, especialmente si deseamos se forme más allá de la natural función reproductora.
Si se produce tan innecesario caso
(maternidad o paternidad pseudopostuma) es conveniente rodear a esa infancia de
referentes vitales para que, a través del mimetismo, adquieran potenciación para
su caudal físico e intelectual.
Cerrarlos al entorno familiar
-gerontomaternidad/paternidad o abuelos - por razones económicas es un atentado
al progreso de nuestros amados hijos más aún si otras culturas menos egoístas y más competitivas engendran a su prole cuando corresponde.
No te engañes la infancia copia y procura no
copie tu decadencia
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