TERTULIAS/CHARLAS SOBRE COACHING EMANCIPADOR EN EL CÍRCULO DE COACHING ESPECIALIZADO.



Periódicamente nos reunimos en "petit comité", con un aforo máximo de 10 personas, para debatir sobre COACHING EMANCIPADOR.
Son diálogos participativos para realizar una "iniciación" en la disciplina del coaching adaptada a tu universo de sueños.
Si estás interesada/o en participar GRATUITAMENTE deja tu reserva en paco.bailac@salaidavinci.es y te informaremos de los calendarios previstos.

¡¡¡Ven te esperamos!!!



¿Hay alguien tan inteligente que aprende de la experiencia de los demás?



¿HAY ALGUIEN TAN INTELIGENTE
QUE APRENDE DE LA EXPERIENCIA
DE LOS DEMÁS.?
Voltaire.
Que la luz de la emancipación,
ilumine y alumbre tu oscuridad.
Que su fuerza incendie tus odios
y de las cenizas surja la
PAZ.
El espíritu es femenino
y el amor universal.
Así para aquellas a las
que el destino ha ignorado
datándolas simplemente de
un talento testimonial, la
felicidad anida en su
simpleza.
Para las portadoras
responsables de la inteligencia
su sustento sólo está en el AMOR.
Coaching solidario

¿QUÉ ESTILO DE LIDERAZGO BUSCAS?



Mi jefe es demasiado diplomático
FRANCESC MIRALLES

Peor que un líder déspota y autoritario es el líder blando que quiere quedar bien con todo el mundo y no se enfrenta a los conflictos, lo que genera desánimo y frustración en su equipo.
Los que dirigen la actividad a la que dedicamos la mayor parte de nuestra vida despierta, el trabajo, influyen de manera decisiva en nuestra felicidad cotidiana. Un mal jefe condiciona de tal manera nuestro día a día, que puede ser causa de apatía, depresión o incluso de una baja laboral.

“Un empleado con un jefe blando debe hacer lo que su superior no hace: pedirle liderazgo y conseguir compromisos”

En el cliché del dirigente a temer se suele mostrar la personalidad autoritaria, que no atiende a razones y carga todas las culpas sobre sus subordinados. Sin embargo, ese no es el perfil más nocivo. Hay algo aún peor que tener un jefe exigente e inflexible: sufrir un líder blando que quiere contentar a todos y, por lo tanto, no toma decisiones ni es justo con sus empleados.
El diplomático resulta muy agradable al principio, pero cuando llegan los conflictos, su equipo queda indefenso debido a su falta de liderazgo. Detrás de su aparente moderación y timidez hay una persona que no se moja porque tiene miedo de equivocarse o de ganarse enemigos. Este perfil tan común en algunas empresas huye de los valores de la autoridad tradicional, pero a cambio ofrece más problemas que soluciones.
El líder clásico
“Los diplomáticos solo son útiles cuando hace buen tiempo. Cuando empieza a llover, se ahogan con cada gota”
(Charles de Gaulle)

Que hayamos superado el modelo de jefe déspota y jerárquico no significa que no debamos rescatar algunas de sus virtudes, ya que toda nave debe ser capitaneada si quiere llegar a puerto.
Según la recordada Mercè Sala, que dirigió Renfe y el metro de Barcelona, el líder clásico se caracteriza por la toma de decisiones y la resolución de problemas. Antepone las necesidades de la organización a las de los empleados y se apoya en determinadas reglas que hace cumplir a su equipo. En cierto modo, representa la autoridad patriarcal llevada al mundo de la empresa.
En el siglo XXI, en muchas organizaciones esta figura ha sido sustituida por el gestor sin carisma que hace su trabajo y rehúye los problemas. Muchos empleados se desesperan porque su jefe nunca se define e intenta quedar bien con todo el mundo, mientras se acumulan los problemas y las injusticias. Este líder blando puede acabar haciendo más daño que el líder duro y autoritario.
En su libro El encanto de Hamelín, Mercè Sala cuestiona así este tipo de liderazgo: “Cuando una organización está muy burocratizada existe la tendencia a no tomar decisiones por miedo a equivocarse. En esta clase de empresa ya no hay un líder que dirija, sino un administrador que sigue la normativa al pie de la letra y es incapaz de detectar los problemas. Por este motivo predomina la ineficacia. (...) Un líder de verdad debe tener el estómago fuerte; liderar no es un plato apto para aquellos que tienen miedo a equivocarse o a crearse enemigos; tampoco lo es para aquellos que necesitan pruebas definitivas antes de tomar una decisión”.
Los daños colaterales de esta clase de dirección son:
• Apatía de los empleados, que se sienten parte de una maquinaria gris donde todo funciona por inercia y cualquier propuesta caerá en saco roto.
• Frustración por la desidia de la empresa ante problemas que se podrían solucionar fácilmente y que se enquistan.
• Fricciones dentro del mismo equipo, que se ve obligado a autogestionarse, con lo que se imponen los caracteres más dominantes y, a menudo, tiránicos.
• Sentimiento de inutilidad y de pérdida de tiempo, lo que conduce a aplicar la ley del mínimo esfuerzo.

El líder blando
“Nunca se debe permitir que continúen los problemas para evitar un conflicto, puesto que no se evita, solo se retrasa por hacerse más grande” (Maquiavelo)

Las personas que trabajan en esta clase de entorno laboral se sienten desorientadas y sin motivación. Haciendo un símil con un equipo de fútbol, el entrenador blando sería aquel que no logra imponer una idea de juego, con lo que el equipo se arrastra por el campo a la espera de que un golpe de fortuna haga entrar la pelota. Quien no sabe “a qué juega” tampoco sabrá gestionar las diferencias entre los jugadores, con lo cual en el vestuario acaba mandando la mafia de los más fuertes. Resultado: fracaso asegurado para todos.
Sin recurrir al modelo autoritario, el liderazgo efectivo es el que ejerce el entrenador que dirige así a su equipo:
• Transmite unos objetivos comunes y un estilo claro que da identidad.
• Escucha a cada uno de los jugadores y se asegura de que entienden el funcionamiento del sistema. Aprovecha sus virtudes individuales para el juego colectivo.
• Actúa de juez ante cualquier conflicto que se desata en el grupo y procura que no salga del vestuario.
• Cuando uno de los jugadores es irrecuperable y lastra el rendimiento general, lo aparta para que no intoxique el tono general del equipo.
Pero si nos toca en suerte un líder blando tendremos que buscar cómo sobrevivir. El consultor especializado en recursos humanos Roberto Debayle sugiere lo siguiente ante el jefe que evita el conflicto a cualquier riesgo y no se moja: “Mi recomendación para un empleado con esta clase de jefe es que haga lo que su superior no hace: pedirle verbalmente el liderazgo que necesita y conseguir compromisos por escrito, si es una persona poco asertiva a la hora de dialogar”.
Si nos dirigimos a él o ella con tacto y nuestro discurso es razonable reaccionará con moderado agradecimiento, además de con cierta sorpresa. Dado que su principal preocupación es conservar el puesto, hará los movimientos necesarios para corregir los defectos de su gestión para poder proseguir su silencioso liderazgo.
Cinco jefes indeseables
“Es más temible un ejército de cien corderos guiado por un
león que un ejército de cien leones guiado por un cordero”
(Charles Maurice)

La consultoría Otto Walter realizó hace unos años una encuesta entre más de 750 profesionales de nuestro país para que calificaran a sus directivos. Entre los modelos de líder más criticados estaban los siguientes:
1. El irrespetuoso y prepotente. Tiene los peores vicios del jefe tradicional. Es aquel que humilla a sus empleados en público, se expresa a gritos y es vanidoso. Esta clase de dirigente consigue mantener el orden, pero no inspira ni motiva a sus subordinados.
2. El que no escucha. Bastante común. No se puede dialogar con él o ella porque solo se escucha a sí mismo. A menudo vive las aportaciones de su equipo como un peligro para su gestión.
3. El que es incapaz de apoyar a su equipo. Por miedo o por falta de personalidad, da la espalda a sus empleados cuando los debe defender ante un superior o un cliente. Esta actitud crea un gran sentimiento de desazón en la plantilla.
4. El que se cierra en su despacho. No le gusta relacionarse con los empleados y, cuando habla, parece que lo haga en otro idioma. Vive en un mundo de cifras o abstractos objetivos, lejos de la realidad de su equipo.
5. El que no sabe lo que quiere. Depredador terrible para el equilibrio psicológico de su gente, el líder que cambia constantemente de opinión o no da instrucciones claras arrastra a los suyos hacia una deriva que es peor que el “ordeno y mando”.
Entre estos modelos negativos, aunque el primero parece el menos dañino, no se adecua en absoluto a las necesidades de nuestros tiempos, en los que los equipos necesitan maniobrar con creatividad y autonomía ante los cambios.
Pedro Padilla, que ha dirigido la corporación Televisión Azteca, hace al respecto la siguiente reflexión: “Más que duro o blando con sus empleados, deberíamos hablar del líder justo o injusto. No sirve de nada un líder blando, pero injusto; a la mayoría de los empleados no les importa que su líder sea duro, siempre que proceda con justicia y dé a cada uno lo que le corresponde”.
Tal vez ahí esté la clave: actuar con justicia y reconocer los méritos de los demás puede bastar para, una vez fijado el objetivo común, volar todos en la misma dirección.
Esa es una lección que no solo deberían aplicarse los jefes y jefas con asalariados. También los padres deben ejercer una autoridad motivadora e inteligente con sus hijos, por no hablar del difícil ejercicio de gobernarse cada uno. A la hora de ser justos y de detectar los problemas hay que empezar por uno mismo.

¿Sumisos o combativos?
“Padres, maestros y hombres de negocios han conspirado inconscientemente para producir un país de tímidos. En la infancia muchos padres censuran a los hijos que se atreven a defender sus derechos. Los maestros premian a los estudiantes que no discuten el sistema educativo y tratan con dureza a los que lo cuestionan. Todo empleado aprende, al empezar su carrera, que si protesta no es probable que reciba un aumento o un ascenso. Después, esta actitud se extiende a la vida familiar y social”. Herbert Fensterheim, No diga sí cuando quiera decir no.

¿HAS SENTIDO -A VECES- UN "DÈJÁ VU"



Dèjá Vu.
Todos hemos tenido, alguna vez,
una sensación de "dèjá vu"
como un acto de ya haber
vivido algo antes de hacerlo.
Esta experiencia "onírica" la decodificamos
a través de la cultura situacional
que nos ha tocado vivir
y en la mayoría de los casos
le damos el estatuto
de verdad incuestionable.
Dicen "los ortodoxos"
que sólo hay una verdad
y es la que está por descubrir........
pero.. ¿y si hay dos? .......
"Todos somos una ficción o fábula de un sueño por despertar"

LA ACCIÓN DEL COACHING..... puede orientar tu estancia AQUÍ......



Esta mulher cabe em minhas mãos.
É branca e bela e em minhas mãos a levaria como uma cesta de magnólias.
Esta mulher cabe em meus olhos.
Envolvem-na os meus olhares.
Meus olhares, que nada vêem quando a envolvem.
Esta mulher cabe em meus desejos.
Desnuda está sob a anelante labareda de minha vida e o meu desejo queima como uma brasa.
Porém, mulher remota, minhas mãos, meus olhos e meus desejos, guardam inteira pra ti a tua carícia, porque só tu, mulher remota, só tu cabes em meu coração !
Pablo Neruda

. La INTELIGENCIA no se ha dado a los humanos
para evadirse de sus compromisos reales,
sino para cargar sobre sí con lo que son
realmente las cosas y con lo que realmente exigen.
El hacerse cargo de la realidad supone
un estar en la realidad de las cosas
y no meramente un estar ante la idea de las cosas
o en el sentido de ellas.
"La acción del coaching debe unir
por gracia lo que la vida separa
(mujeres, hombres, niños;
diferencias de nacimiento y de aspecto;
de nación, lengua o modo de vida;
diferencias culturales o educativas;
nivel de vida o creencias;
emociones o sentimientos, intereses o ilusiones)..
siempre debe procurar unir y amar"
La sociedad sería hoy exactamente
lo mismo que es aunque
Goethe no hubiera nacido.
La literatura es irresponsable,
porque no se le puede imputar
ni el bien ni el mal
de la humanidad.
Por el contrario, actúa
como un reflejo más o menos
inmediato del estado de las
sociedades y de sus sucesivas
transformaciones.
La literatura no es un compromiso.
Nunca.
El compromiso,
si existe,
será el de esa persona
que es el
escritor.
José Saramago

¿TE CONOCES? ¿CON QUÉ TIPO DE LIDERAZGO VIVES EN TI?



A vida é como jogar uma bola na parede.Se for jogada uma bola azul, ela voltará azul;Se for jogada uma bola verde, ela voltará verde;Se a bola for jogada fraca, ela voltará fraca;Se a bola for jogada com força, ela voltará com força.Por isso, nunca "jogue uma bola na vida”, de forma que você não esteja pronto a recebê-la. A vida não dá nem empresta; não se comove nem se apieda. Tudo quanto ela faz é retribuir e transferir aquilo que nós lhe oferecemos.
Albert Eistein

conciencia.....
La conciencia es definida en general como el conocimiento
que un SER tiene de sí mismo y de su entorno.
En los humanos, la conciencia, implica varios procesos cognitivos con aspectos interrelacionados.
Puede también ser definida como el estado cognitivo no-abstracto que permite la interactuación, interpretación y asociación con los estímulos externos denominados "realidad".
La conciencia es un juicio moral GUIADO por tu modelo mental.

¡¡¡RAZÓN versus EMOCIÓN!!!


El problema está ahí:
nos morimos, y entonces
nos preguntamos....
¿y qué?
Me muero y ¿qué pasa despues?
algunos de nosotros sabemos
que no pasa nada y punto.
José Saramago

Aún sin darnos cuenta cada día tomamos múltiples decisiones. Desde dónde las tomamos.... desde la razón o tal vez desde la emoción.....
¿cual es nuestro grado de inteligencia emocional?
¿Cuántas categorias de emociones podemos reconocer?
veámos unas cuantas sugerencias:
MIEDO que tiene la función de protegernos: Anticipación de una amenaza o peligro que nos produce ansiedad, incertidumbre o inseguridad. Quién domine nuestros miedos será el dueño de nuestra existencia. ¿somos dueños de ellos?
SORPRESA que debe cumplir la función de orientarnos en el espacio/tiempo: Nos puede dar una aproximación cognitiva para saber que pasa a nuestro alrededor. Nos puede producir sobresalto, asombro, desconcierto... Es una emoción muy transotoria.
AVERSIÓN que cumple la función de rechazo higiénico: Solemos alejarnos del objeto que nos produce aversión dado que nos abre emocionalmente hacia el asco y el disgusto.
IRA que posiblemente cumpla la función de destrucción de todo aquellos que, como la aversión, contamina nuestra existencia: Nos produce rabia, enojo, resentimiento, furia, irratabilidad....
ALEGRIA que nos conduce a la reproducción de aquello que nos resulta gozoso: Representa nuestra sensación de bienestar que nos produce, tal vez, una aparente sensación de seguridad, diversión, euforia que nos gratifica y pone contentos.
TRISTEZA que cumple la función de reintegraciónpersonal: Nos lleva a estados de pena, soledad, pesimismo.
La inteligencia emocional trata de conectar las emociones con uno mismo; saber qué es lo que siento, poder verme a mi y ver a los demás de forma positiva y objetiva.
Es la capacidad de interactuar con el mundo de forma receptiva y adecuada.
El desarrollo de una INTELIGENCIA EMOCIONAL posee unas características básicas:
Poseer suficiente grado de autoestima
Ser persona positiva
Saber dar y recibir
Tener empatía
Reconocer los propios sentimientos
Ser capaz de expresar los sentimientos positivos y negativos
Ser capaz de controlar los sentimientos
Motivación, ilusión e interés
Tener valores alternativos
Superación de las dificultades y de las frustaciones
Encontrar equilibrio entre exigencia y tolerancia.
Bueno desde este fabuloso universo de las emociones hacia donde nos embarcamos.¿ Dejamos que ellas marquen nuestro momento y tiempo o las guiamos desde la racionalidad existencial del humano?.
¡¡¡Aquí presentamos la cuestión!!!

MI VIDA SIN MÍ..... ¿es posible?


La pregunta "¿quién eres tú?"
o ¿quién son yo?"
tiene una respuesta
muy fácil: uno cuenta su vida.
La pregunta que no
tiene respuesta es otra:
"¿qué soy yo?"...
No "quién" sino "qué"
El que se haga esa pregunta
se enfrentará a una página
en blanco, y no será
capaz de escribir
una sola palabra.
José Saramago

Cómo practicar el egoísmo sano
JENNY MOIX

Una persona excesivamente abnegada, incapaz de decir no a nadie, es más dañina que alguien que sabe cuándo ella debe ser lo primero para ser capaz de transmitir equilibrio y satisfacción.
Marta se dejó caer exhausta en el asiento del avión. Hacía horas que sólo pensaba en descansar un rato durante el vuelo. Su deseo se truncó. Su mente le traicionó y no le dejó reposar. Empezó a repasar si lo tenía todo controlado: si había dejado toda la comida necesaria en la nevera para los dos días que estaría fuera, si había dicho a su madre a qué hora tenía que recoger a los niños al cole, si le había dado a su marido el papelito de lo que tenía que comprar en la farmacia… Y cuando acabó el repaso mental y le pareció que lo había dejado todo en orden, entonces le traicionó su corazón: se sintió culpable. El viaje era de trabajo, pero le parecía que abandonaba a su familia.

“Se nos ha educado para rechazar todo lo que pueda parecer egoísmo. Pero ningún hombre feliz puede hacer daño a otro”

La primera tarea consiste en encontrar soluciones. El segundo paso es pensar con qué personas debemos ser egoístas sanos
Los ojos de Marta estaban clavados en la azafata que estaba explicando las instrucciones en caso de emergencia, aunque no la veía ni la escuchaba. De repente, las palabras de la azafata entraron en su cerebro con fuerza: “En caso de despresurización de la cabina, colóquese la mascarilla de oxígeno y respire normalmente. Si viaja acompañado, primero sujétese la suya y después ayude a sus acompañantes”. Ella necesitaba respirar normalmente para poder ayudar y disfrutar de su familia, y estaba claro que en su vida faltaba oxígeno.
A Marta y a muchos de nosotros nos hacen falta unas lecciones urgentes de egoísmo sano. Empecemos por la definición que proponen los dos mayores especialistas en la temática, Richard y Rachael Heller: “El egoísmo sano consiste en respetar las propias necesidades y sentimientos aunque los demás no lo hagan. Sobre todo si los demás no lo hacen”.
Los peligros de la abnegación
“Todos los sacrificios por el bien de los demás podrían acabar siendo un sacrificio mucho mayor del que te has imaginado”
(Richard y Rachael Heller)

Vivir volcados en los demás puede conllevar consecuencias nefastas no sólo para nosotros, ¡sino también para los que intentamos ayudar!
Está claro que si priorizamos las necesidades de los otros, el estrés, con todos sus efectos adversos para la salud, se convertirá en el protagonista de nuestras vidas. Y será sólo cuestión de tiempo que caigamos en una depresión. Si destrozamos nuestra salud, ya no podremos atender a los demás. ¿Cómo los vamos a ayudar si nuestro cuerpo no aguanta?
Otra consecuencia que debemos tener muy presente de nuestro sacrificio es que puede hacer sentir culpables a los que ayudamos. No son raros los casos de hijos que viven en la cárcel construida por el sacrificio de sus progenitores. Se han volcado tanto en ellos, los han ayudado tanto, que lo único que hacen es mostrar constantemente su agradecimiento e intentar no defraudar lo que se espera de ellos. Recuerdo el caso de una mujer de 38 años que, a su edad, todas las decisiones importantes las tomaba su madre. Ella no se atrevía a decirle que no y seguir su propio criterio. Se sentía fatal si la “desobedecía”. No quería que, con lo que su madre se había entregado a ella siempre, la viera como una desagradecida. Así que las riendas de su vida las tenía completamente cogidas su madre, con todo su amor, eso sí, pero haciendo a su hija una desgraciada. La frase que me repetía constantemente era: “Me gustaría irme a vivir muy lejos”. Era una total prisionera de la abnegación de su madre.
Si somos personas abnegadas y el sacrificio es casi un estandarte de nuestra vida, pensemos lo que estamos transmitiendo a los demás: que ellos también deben sacrificarse. ¿Es eso lo que les queremos comunicar? Imaginemos una madre (las madres son el ejemplo más paradigmático de la abnegación) que nunca sale a cenar con sus amigas aunque le apetece un montón. Podría hacerlo y dejar a sus hijos con su marido, pero no puede porque sabe que se sentiría culpable si se fuera a disfrutar fuera de casa. En el fondo, a sus hijos les está transmitiendo que cuando ellos sean padres también se tendrán que sacrificar siempre. ¿Esa es la lección que realmente quiere transmitirles o le gustaría que sus hijos cuando sean adultos sepan disfrutar de sus amigos?
¿Por qué nos entregamos y nos olvidamos de nosotros mismos?
“Una de las mayores mentiras que nos han contado nunca es que es ‘fácil’ ser egoísta y que el autosacrificio supone fuerza espiritual” (Nathaniel Branden)

Nos cuesta ver que el sacrificio por los demás puede ser un mal camino porque la cultura judeocristiana parece que nos ha inyectado en las neuronas este valor. Sin embargo, ni viéndolo desde esta perspectiva, el valor se aguanta. No olvidemos que, según las escrituras, las palabras de Jesús fueron: “Ama al prójimo como a ti mismo”. No dijo ama al prójimo más que a ti mismo ni menos que a ti mismo.
Dada la gran participación que tiene la cultura judeocristiana en nuestro sentimiento de culpa, son especialmente reconfortantes las palabras de Rafael Navarrete, sacerdote jesuita y licenciado en Filosofía y Teología: “Se nos ha educado para rechazar todo cuanto pueda parecer egoísmo, y cuando hemos querido tener en cuenta nuestras propias necesidades nos hemos sentido juzgados negativamente… No es así. Cuando un hombre o una mujer se sienten satisfechos, empiezan a mirar con amor a los demás; sólo una fuente que está llena deja pasar gozosamente el agua. Ningún hombre feliz puede hacer daño a otro. Detrás de todo hombre que llamamos ‘malo’ hay un hombre insatisfecho”.
En algunos casos, la entrega desproporcionada hacia los demás puede venir de una baja autoestima. Para aumentarla, la persona hace lo que sea por ganarse el aprecio de los demás. Les presta su dinero, su tiempo, se anula, con tal de obtener unas migajas de afecto (“si yo lo único que espero es un poco de gratitud”). Pero se trata de una mala inversión. En algunas ocasiones, porque al final la persona se siente frustrada: da mucho y recibe poco o nada. Y en otras, si recibe afecto, lo siente como amor comprado. Muchas personas creen que las quieren sólo por el dinero que prestan o los favores que hacen. Sea como sea, es una táctica nefasta.
Y en ciertas personas existe otra causa de entrega total que se encuentra muy, muy escondida y que quizá cuesta mucho reconocer. El sacrificio puede brotar de una auténtica irresponsabilidad con la propia vida. Quizá en el fondo tengan miedo de no ser capaces de conseguir sus sueños y la excusa perfecta es que no tienen tiempo porque los demás los necesitan. Nos da miedo enfrentarnos a nuestro proyecto vital. Nuestra sociedad ve muy bien que nos sacrifiquemos por los demás, así que si lo hacemos es un pretexto inconsciente ideal para ocultar nuestras propias ilusiones y miedos. Es más fácil decir “no he podido conseguir X porque he vivido para mi familia” que “no he podido conseguir X porque no he sabido”.
Pasos hacia el egoísmo sano
“Tú eres lo único que falta
en tu vida” (Osho)
El primer paso parece obvio: si tenemos que prestar más atención a nuestras necesidades e ilusiones, primero hemos de saber cuáles son. Puede parecer fácil, pero para algunas personas no lo es en absoluto. Recuerdo el caso de una mujer que estaba sumida en una grave depresión. Estaba casada, sus hijos ya eran mayores y hasta hacía poco sus padres habían vivido con ellos. Su padre era ciego y su madre estuvo gravemente enferma los últimos años de su vida. El caso es que ella había vivido para cuidar a todos. La depresión no surgió mientras los cuidaba, sino cuando murieron. De repente, no sabía qué hacer con su vida. Cuando le pregunté qué cosas le gustaban, me respondió que no lo sabía. De toda la conversación se me quedó gravado sobre todo un detalle: me comentó que le daba envidia cuando su marido iba a recoger setas a la montaña, la ilusión que le hacía. Envidiaba lo que él disfrutaba. Ella no sabía dónde encontrar su disfrute. Así que la primera tarea debe consistir en encontrar ilusiones: o reencontrar algunas que tuvimos en alguna época de nuestra vida o crearnos otras nuevas.
El segundo paso sería pensar con qué personas es especialmente importante que empecemos a practicar el egoísmo sano. No sólo se debe practicar con la familia, sino también con la pareja, los compañeros de trabajo e incluso con los amigos. Concentrémonos en dos actuaciones muy importantes: no digamos sí cuando queramos decir no y dejémonos de justificar tanto. Seguro que no lo conseguimos a la primera, pero se trata de practicar. Llevamos toda la vida comportándonos de un modo y no podemos cambiarlo de golpe. Pero tenemos algo a nuestro favor que hará más fácil el tema. ¡En la vida hay tantos actos repetitivos! Ya sabemos que si nos llama este amigo es para pedirnos X, que cada lunes nuestro compañero de trabajo nos propone X, que nuestros hijos cada verano nos exigen X, siempre fulanito nos pregunta por X… Así que nos podemos anticipar y preparar mentalmente lo que vamos a hacer y decir. Debemos entrenarnos a decir no y sobre todo a no dar miles de justificaciones detrás del no. Las mil justificaciones sólo demuestran que no estamos convencidos de nuestro total derecho a decir no.
Si andamos hacia el egoísmo sano, debemos tener muy claro que encontraremos dos claros saboteadores en nuestro camino: el miedo y la culpa. Sufriremos, pero debemos dirigir la mirada a lo que nos espera al final del trayecto. Cuando logremos mimarnos a nosotros mismos sin sentirnos culpables, el sentimiento que nos inundará será de una liberación indescriptible.

¿PROBLEMA O SITUACIÓN?



La razón no es enemiga de
las ilusiones, de los sueños
de la esperanza, de todas
esas cosas que tienen
que ver con los sentimientos.
Porque la razón
no es algo frio,
no es algo mecánico.
La razón lo que es,
con todo
lo que uno es de
sentimientos, de deseos,
de ilusiones,
de todo eso.
Pues lo más hermoso
del SER HUMANO, lo
más maravilloso de la especie
es que se ha hecho a sí misma,
lo ha inventado todo.
José Saramago

¿PROBLEMA 0 SITUACIÓN?

Nuestras reflexiones no podrán suponer
que los cambios que estamos sufriendo
y el tipo de sociedad a la que hemos ido a parar
sea la consecuencia de una decadencia.
Quien parte de ese supuesto
lo hace desde un juicio
previo que es un prejuicio.
Quien parte de un prejuicio
no tiene ninguna posibilidad de comprender.
Quien no acepta, no comprende.
Partimos de la hipótesis de que la cultura
de un grupo equivale a un programa
que incluye un sistema de comprensión
y valoración de la realidad,
un sistema de actuación en el medio
y un sistema de relación social.
Por conseguiente, ha de haber una estrecha relación
entre el modo de vida de los grupos y su sistema cultural.
"Salimos a buscar y no ha encontrar"

COMPROMISO U OBLIGACIÓN.. ¿Cómo actuas?



COMPROMISO versus OBLIGACIÓN

Cuando, por fin, nos comprometemos vamos más allá de cumplir con una obligación. La persona comprometida es aquella que cumple con sus obligaciones haciendo un poco más de lo que, normalmente, se espera de ella. En muchos casos (demasiados desgraciadamente) la falta de compromiso se debe principalmente a la pereza, comodidad y egoismo que llegan a manifestarse incluso con arrogancia.
Las personas que no llegan a ejercer y/o actuar con compromiso se instalan, en el mejor de los casos en la obligación. Así la obligación sustentada como vínculo jurídico nos constriñe a la mera realización de una acción, según el derecho vigente. Con la obligación estamos fuera del protagonismo en la acción.
Posiblemente en nuestra cultura de acción encontramos entornos guiados por la OBLIGACIÓN. Los emisores de cultura nos orientan hacia el cumplimiento de la estricta OBLIGACIÓN dictada por sus intereses sin canalizar la enorme fuerza que el individuo puede aportar a través del COMPROMISO.
El coaching puede aportar una mayor sensibilización del individuo hacia el COMPROMISO ayudando a la ruptura con las cadenas de la comodidad. Así podemos pasar del ¡¡¡veámos que hay ahí para mí!!! al ¡¡¡veámos que puedo aportar yo ahí!!! ..........
Una reflexión ¿qué es de aquella persona que acciona a través de la obligación olvidándose del compromiso?
¡¡¡Por su COMPROMISO los conocerás!!!

¿MIEDO?



La esperanza es un estimulante vital
muy superior a la suerte.
Nietzsche

MIRAR AL MIEDO A LOS OJOS"Cuando conquistas tu miedo, conquistas tu vida"
El miedo es le gran freno para cualquier cambio de la vida. Nos sorprende en el peor momento y de la peor manera, exhibiendo ante nuestros ojos todos los peligros a los que nos exponemos y colapsando nuestra capacidad de decisión.El miedo nos hace perder un montón de oportunidades. Debido al mismo, nos encerramos en nuestro circulo de seguridad y renunciamos a afrontar nuevos retos.Debemos mirar al miedo a los ojos y no dejar que nos condicione la vida. No podemos (ni debemos) deshacernos de él, pues nos ayuda a estar cerca de los peligros, pero hemos de identificar sus signos y ser capaces de pararlo a tiempo. Hemos de dejar que nos proteja, pero no dejar que nos anule.Si controlamos nuestro miedo, seremos capaces de explorar nuevos horizontes, intertar hacer las cosas que siempre hemos querido hacer, pero que nunca nos hemos atrevido, y empezar a libera nuestro verdadero potencial humano, controlar nuestro miedo hará posible el cambio.El miedo está ahí ¡¡gestiónalo!!Por tu libertad

"Estamos dentro de lo que somos
y
somos lo que creamos"

¿COSTUMBRE o RUTINA?



La costumbre es la cualidad más simple y sencilla
del ser humano y sin embargo no es igual para todos.
Cada uno tiene su costumbre y vive con ella,
ya sea en la gloria o en el desastre.
Los generosos, y en especial los filántropos,
tienen la costumbre de ayudar al prójimo.
Los tiranos y los despótas suelen tener la costumbre
de torturar, invadir y asesinar.
Mario Benedetti

¿Podemos cambiar? A menudo nos escudamos en compromisos con otros o en falta de tiempo, y vamos dejando pasar los años sin
ser dueños de nuestra propia vida.
"Cuando conquistas tu miedo, conquistas tu vida". El miedo es el gran freno para cualquier cambio de la vida. Nos sorprende en el peor momento y de la peor manera, exhibiendo ante nuestros ojos todos los peligros a los que nos exponemos y colapsando nuestra capacidad de decisión.Reorganizar nuestro tiempo. "Lo más importante está enterrado bajo capas de problemas apremiantes y preocupaciones inmediatas""No inventamos, sino que detectamos nuestra misión en la vida" Todos tenemos un sueño que nos haría especialmente felices realizar, y que daría un nuevo sentido a nuestras vidas.Elegir el equipaje imprescindible. "Buscamos la felicidad en lugares equivocados".Elegir los compañeros de viaje. "Somos tan felices como lo son nuestras relaciones"Nos han enseñado a trabajar; no a vivir ni a entender la vida.
¿Podemos cuestionar la tradición o estamos cómodos con ella?
¿La tradición nos ha esclavizado?
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Para aquellos/as a los que la evolución ha ignorado,
dotándolos simplemente de un talento testimonial,
la felicidad anida es su simpleza.
Para los responsables de la inteligencia
su sustento sólo está en el amor.
El espíritu es femenino,
el amor universal.

¿CONOCES TÚ IMAGEN PÚBLICA?


Cómo librarse de las etiquetas
FERRAN RAMON-CORTÉS

Incluso sin saberlo, todos llevamos colgada una. Es muy fácil que nos la pongan, y muy difícil quitársela de encima. ¿Podemos cambiar la percepción que tiene la gente de nosotros?
En la Universidad sacaba muy buenas notas. Fui durante un tiempo “el cerebrín”. Durante los primeros años de mi carrera profesional trabajaba sin límite de horas. Dejaba la piel en el trabajo, y lo hacía como si me fuese la vida. Me gané la etiqueta de “el estresado”. Cuando accedí al comité de dirección, alguien cayó en la cuenta de que el director general era mi hermano. Fui durante años “el hermanísimo”. Decidí dedicarme a la formación, y me formé en programación neuro-lingüística, Gestalt, y otras disciplinas del comportamiento humano. Pasé a ser “el iluminado”…

Colgar etiquetas es renunciar a la capacidad de percepción y a la ocasión de conocer de verdad a los otros

Estas son algunas de las etiquetas que recuerdo cuando repaso mi vida. Sin duda hay muchas más. Y sin duda no soy el único que las ha tenido y las tiene. Todos tenemos nuestras etiquetas. Algunas son justas; otras, tremendamente injustas. Unas nos las hemos ganado, y otras nos las han colgado sin que pudiéramos evitarlo. Pero en cualquier caso ahí están. Nos acompañan en cada periodo de nuestras vidas y condicionan la percepción que tienen los demás de nosotros. Porque constituyen –en muchos casos, y muy a nuestro pesar– nuestra tarjeta de presentación.
Las merecidas y las inmerecidas. Las etiquetas son una forma fácil (aunque tremendamente superficial y a menudo poco objetiva) de clasificarnos. Cuando preguntamos sobre alguien, lo primero que recibiremos como respuesta será su etiqueta, especialmente si quien habla de ese alguien lo conoce poco. Nos guiamos por ellas y juzgamos según ellas. En un mundo veloz y superficial, lo que conocemos de los demás a menudo se limita a sus etiquetas.
Las etiquetas no tienen por qué ser reflejo de una pauta de comportamiento habitual, ni de nuestra forma de ser o nuestro carácter. A menudo nos las cuelgan por episodios anecdóticos (un día pierdo los papeles en público y paso a ser el histérico) o por comportamientos intrascendentes que por algún motivo generan curiosidad (es el maniático que siempre encuentra las faltas de ortografía en las presentaciones).
Pero también nos las podemos ganar por comportamientos habituales de los que no somos muy conscientes (soy un obsesivo del orden porque no puedo salir sin poner todos los papeles en su sitio).
Lo que es cierto es que, sea cual sea el motivo por el que nos la han colgado, casi siempre somos los últimos en enterarnos de que llevamos una etiqueta. Y que en muchos casos un solo acto desafortunado es el responsable de que nos la hayan colgado. Se cumple en este sentido el refrán que reza: “Por un perro que maté, mataperros me llamaron”.
Etiquetas instantáneas. Las etiquetas son mucho más fruto de las primeras impresiones que del conocimiento real de una persona. A menudo, solo con un primer contacto visual, y antes de que digamos nada, ya nos han colgado una etiqueta.
Es importante constatar que en estos casos la apariencia física, nuestra expresión y en general el lenguaje no verbal van a tener un papel determinante en la configuración de nuestra etiqueta. Podemos ser un pedante insoportable o un encanto de persona solo por la manera en que nos vean aparecer. Y como las etiquetas ejercen un gran papel en la configuración de la opinión que los que no nos conozcan tendrán de nosotros, vale la pena cuidar –o como mínimo ser conscientes– de esta primera impresión.
¿Qué hay detrás de las etiquetas? Las etiquetas no siempre son ingenuas o bien intencionadas. No son solo fruto de la percepción espontánea de nuestro interlocutor en un momento dado. Muchas veces reflejan los miedos de aquellos que nos las cuelgan (eres mi nuevo jefe, no te conozco, pero tengo miedo y de entrada te cuelgo la etiqueta de que eres un ogro) o esconden estrategias de destrucción cuando nos perciben como un potencial enemigo (eres nuevo en mi departamento, amenazas mi posición y de entrada te cuelgo la etiqueta de trepa).
Lo que es seguro es que las etiquetas son socialmente muy golosas. En todos los grupos hay el que cuelga las etiquetas a todos, en un proceso creativo que lo hace especialmente popular entre los demás. Es un juego que divierte y cohesiona al grupo, pero que tiene nefastas consecuencias para algunos.
En cualquier caso, las etiquetas que tengamos no nos deberían pasar inadvertidas, porque muchas veces nos advierten de comportamientos que sin que seamos conscientes están proyectando una determinada imagen de nosotros a la gente.
Generalmente nos cuelgan las etiquetas sin que lo advirtamos, pero también podemos ser proactivos e ir a buscarla: podemos tener determinados comportamientos para “ganarnos una etiqueta” y vivir de las rentas el resto de nuestros días (puedo dedicarme a llegar el primero al trabajo durante una semana, ganarme la etiqueta del que abre la oficina cada día… y vivir de ella el resto del año).
¿Cómo quitárselas de encima? Es muy difícil quitarse de encima una etiqueta, porque cada gesto que la reafirme será especialmente visible, mientras que los gestos que la contradigan pasarán a menudo inadvertidos. La gente de nuestro alrededor está condicionada a percibir lo que diga la etiqueta.
Si queremos deshacernos de una etiqueta, el primer paso será necesariamente cambiar nosotros de comportamiento. No podemos esperar que los demás cambien su percepción si no cambiamos nosotros primero nuestro comportamiento. Para quitarnos de encima una etiqueta falsa necesitaremos tiempo y paciencia.
Tiempo, para que los hechos pongan las cosas en su lugar, y paciencia, para aguantar todos los comentarios que conlleva la etiqueta que ya tenemos asignada. Lo único que podemos hacer al respecto es hacer especialmente visibles todos aquellos comportamientos que desmienten la etiqueta. Y ayudarnos de nuestra gente de confianza para que influyan en la percepción de la gente.
Si la etiqueta es cierta y no nos gusta, no podemos hacer otra cosa que asumirla con deportividad. Actuar reactivamente o coléricamente perpetuará la leyenda.
Cuando nosotros las ‘colgamos’. Leí hace muy poco una frase que decía: “Si tú me conociste ayer, haz el favor de no pensar que hoy estás tratando con la misma persona. Acércate a mí con cierto sentido de curiosidad”.
Colgar etiquetas a los demás es renunciar a nuestra capacidad de percepción. A base de etiquetas perpetuamos una impresión estática de los otros que no nos permite ver su evolución o su crecimiento.
Colgar etiquetas nos dará a la larga una falsa y superficial percepción de los demás. Al mismo tiempo, juzgar a los demás por la etiqueta que llevan nos conduce a renunciar a conocerlos de verdad. En este sentido, cuando entramos en contacto con grupos nuevos, hemos de evitar dejarnos guiar por lo que nos digan de la gente. Por las etiquetas que ya lleven. Hagamos el esfuerzo de descubrirlos uno por uno desde nuestra capacidad de percepción, limpia de prejuicios.
Y con la gente que conocemos bien deberíamos hacer el esfuerzo de mirarlos con ojos nuevos cada día. Al fin y al cabo, cuando salimos de casa cada mañana, nunca volvemos siendo la misma persona: las vivencias que hemos tenido durante el día nos han cambiado.
No renunciemos nunca a nuestra capacidad de percepción. No dejemos nunca de pensar que todos somos seres en constante cambio y crecimiento. Y que nuestra maravillosa complejidad es imposible de plasmar en una etiqueta.

¿NUESTRO SER HUMANO?


Somos flores
que nos han
robado el aroma.
¿Por qué caminar si puedes volar?

La vulnerabilidad va de la mano de la inocencia.
Es importante
ser reales, ser nosotros mismos en cada momento.
Para la sanación completa.
Para poder ser un 100% divinos,
tenemos primero que permitirnos
ser un 100% humanos.
Concebido y alimentado, de hembra sobresaliente
que lo pare.
LLega, ve y oye. No percibe el engaño;
es halagado y deseado y de vez en cuando
ofrece su lagrimita.
Odiano y venerado,
tiene alegria y peligro.
Cree, duda, piensa y enseña.
Cree en todo y en nada.
Construye y destruye y sufre siempre jamas.
Duerme, despierta, crece y flaquea.
Luce pelo de distintos colores....
y todo esto dura simplemente una décadas.
Al final se duerme junto a sus padres
y no regresa nunca más.
Así puede ser EL SER HUMANO.
tomado de Matthias Claudius

¿SUEÑO O REALIDAD?



Prefiero vivir un sueño
que soñar mi vida.

Serás tú alma querida
quién dé sentido a mis actos.
La naturaleza me ha olvidado
y ya no te tengo a tí
como compañera de mi angustia.
Voy por caminos donde
perros ladrando y vientos tormentosos
sacuden mi llanto.
Asustados los niños
buscan refugio y la soledad
se adueña más de mi alma.
En el horizonte aparece
la luz que me orienta
y por fin..... en mi vida
llega el descanso.

¡¡¡ENCONTRARÁS ESPERANZA DONDE DEPOSITES TÚ LA TUYA!!!



Sin duda hemos de abrazar la necesidad
de compartir
olvidando el acto primitivo
de la rivalidad.
En este estadio de amor
germinará la evolución.
Siempre el nosotros
antes que el YO.

El amor ama todo. El amor no conoce
otra cosa que el amor.
Por eso digo que ames a la muerte.
Si puedes amar a la muerte,
te será más fácil amar a la vida.
Si puedes amar incluso a la muerte,
no hay problema.
El problema surge porque has
estado reprimiendo algo,
por que tienes miedo a la vida.
Si reprimes y reprimes, un día
acabarás perdiendo por
completo el sentido estético.
Perderás totalmente tu sentido
de la vida.

¿PORQUE NADIE DESEA LA RIQUEZA DE SER POBRE?



Anatomía de la codicia

Por incoherente y absurdo que parezca, cuanto más progreso económico desarrolla una sociedad, más infelices suelen ser los seres humanos que la componen. De ahí que algunos de los países más ricos del mundo, como Suecia, Noruega, Finlandia y Estados Unidos, cuenten, paradójicamente, con las tasas de suicidio más elevadas del planeta. En el mundo, un millón de seres humanos se quitan la vida cada año. Y al menos otros 15 millones lo intentan sin conseguirlo.
La codicia nace de una carencia. Es falso que podamos rellenar ese vacío con un materialismo basado en el consumo
Haciendo caso omiso a la incómoda verdad que se esconde detrás de estas estadísticas, la mayoría de naciones están adoptando las creencias y los valores promovidos por el estilo de vida materialista y deshumanizado imperante en la actualidad.

Es la “globalización”, un proceso por el cual el sistema de libre mercado, guiado por el obsesivo e insostenible afán de crecimiento económico de las corporaciones, está dificultando a los seres humanos desarrollar el altruismo y alcanzar la plenitud.
LA SOCIEDAD DEL MALESTAR
“El crecimiento económico del sistema capitalista se sustenta gracias a la insatisfacción de la sociedad” (Clive Hamilton)
Como consecuencia de la epidemia de malestar y sinsentido que padecen muchos seres humanos, en el ámbito de la investigación universitaria ha nacido una nueva especialidad profesional: el comportamiento económico, que estudia la influencia que tiene la psicología sobre la economía y ésta sobre la actitud y la conducta de individuos y organizaciones. Entre otros expertos, destaca el economista norteamericano George F. Lowenstein, cuyo nombre aparece en algunas quinielas como candidato a recibir el Premio Nobel de Economía a lo largo de la próxima década.
En el escenario socioeconómico actual, ¿es el sistema capitalista el que nos condiciona para convertirnos en personas competitivas, ambiciosas y corruptas, o somos nosotros los que hemos creado una economía a nuestra imagen y semejanza? ¿Qué viene antes: el huevo o la gallina? De las tesis formuladas por Lowenstein se desprende que en este caso el huevo es la gallina. Es decir, que nuestra incapacidad de ser felices nos ha vuelto codiciosos, convirtiendo el mundo en un negocio en el que nadie gana y todos salimos perdiendo. Y en paralelo, el sistema monetario sobre el que se asienta nuestra existencia dificulta y obstaculiza la ética y la generosidad que anidan en lo profundo de cada corazón humano.
Pero entonces, ¿qué es la codicia? ¿De dónde nace? ¿Adónde nos conduce? Etimológicamente procede del latín cupiditas, que significa “deseo, pasión”, y es sinónimo de “ambición” o “afán excesivo”. Así, la codicia es el afán por desear más de lo que se tiene, la ambición por querer más de lo que se ha conseguido. De ahí que no importe lo que hagamos o lo que tengamos; la codicia nunca se detiene. Siempre quiere más. Es insaciable por naturaleza. Actúa como un veneno que nos corroe el corazón y nos ciega el entendimiento, llevándonos a perder de vista lo que de verdad necesitamos para construir una vida equilibrada, feliz y con sentido.
LA CORRUPCIÓN DEL ALMA
“La riqueza material es como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da” (Arthur Schopenhauer)
Últimamente se ha hablado mucho del presidente del Palau de la Música, Fèlix Millet, al que se le acusa de haber robado 10 millones de euros. O del multimillonario Bernard Madoff, considerado un brillante gestor de inversiones y filántropo hasta que un día confesó a sus hijos Andrew y Mark que su vida era “una gran mentira”. El imperio económico que había construido a lo largo de las últimas décadas se sustentaba en la codicia, la estafa y la corrupción.
Tras ser arrestado y procesado, Madoff fue condenado el 29 de junio de 2009 a 150 años de cárcel por ser el responsable del mayor fraude financiero de la historia, cifrado en más de 35.000 millones de euros. ¿Qué motiva a un hombre que lo tiene todo a querer más? ¿Por qué tantas personas se vuelven corruptas, mezquinas y perversas al alcanzar el poder?
Para muchos psicólogos, personas como Madoff o Millet representan la punta del iceberg de uno de los dramas contemporáneos más extendidos en la sociedad: “la corrupción del alma”. Así se denomina la conducta de las personas que se traicionan a sí mismas, a su conciencia moral, pues en última instancia todos los seres humanos sabemos cuándo estamos haciendo lo correcto y cuándo no. Y es que para cometer actos corruptos, primero tenemos que habernos corrompido por dentro. Esto implica marginar nuestros valores éticos esenciales –como la integridad, la honestidad, la generosidad y el altruismo en beneficio de nuestro propio interés.
RICOS FUERA, POBRES DENTRO
“Nada que esté fuera de ti podrá nunca proporcionarte lo que estás buscando” (Byron Katie)
Según las investigaciones científicas de Lowenstein, cuando las personas son víctimas de su codicia entran en una carrera por lograr y acumular poder, prestigio, dinero, fama y otro tipo de riquezas materiales. Quienes cruzan la línea una vez, tienden a cruzarla constantemente. Las personas codiciosas se engañan a sí mismas; siempre encuentran excusas para justificar sus decisiones y actos corruptos. El hecho de que los demás lo hagan ya es suficiente para hacerlo. Sin embargo, la sombra de su conciencia moral les persigue de por vida.
Una vez ascienden por la escalera que creen que les conducirá al éxito y, en consecuencia, a la felicidad, comienzan a ser esclavas del miedo a perderlo todo. De ahí que se vuelvan más inseguras y desconfiadas, invirtiendo tiempo y dinero en protegerse y proteger lo que poseen. Y no sólo eso. Se sabe de muchos casos en los que las personas codiciosas terminan aislándose de los demás, con lo que su grado de desconexión emocional aumenta y su nivel de egocentrismo se multiplica.
Por eso muchos intentan compensar su malestar con el placer y la satisfacción a corto plazo que proporciona la vida material. Para conseguirlo necesitan cada vez más dinero, lo que les lleva, en algunos casos, a cometer estafas en sus propias organizaciones, tal y como hicieron Madoff y Millet. Según la consultora Deloitte, “más de seis de cada 10 fraudes empresariales se cometen desde dentro”. Muchos se planean en los despachos de la cúpula directiva. Que la corrupción se haga pública, es otra historia.
En palabras de Lowenstein, “la codicia es una semilla que crece y se desarrolla en aquellas personas que padecen un profundo vacío existencial, sintiendo que sus vidas carecen de propósito y sentido”. Tenemos de todo, pero ¿nos tenemos a nosotros mismos? La codicia nace de una carencia interior no saciada y de la falsa creencia de que podremos llenar ese vacío con poder, dinero, reconocimiento y, en definitiva, con un estilo de vida materialista, basado en el consumo y el entretenimiento.
LA FILOSOFÍA DE LA ‘NO NECESIDAD’
“Lo que nos hace ricos o pobres no es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de disfrutar” (Víctor Gay Zaragoza)
Un hombre de negocios pasaba sus vacaciones en un pueblo costero. Una mañana advirtió la presencia de un pescador que regresaba con su destartalada barca. “¿Ha tenido buena pesca?”, le preguntó. El pescador, sonriente, le mostró tres piezas: “Sí, ha sido una buena pesca”. El hombre de negocios miró al reloj: “Todavía es temprano. Supongo que volverá a salir, ¿no?”.
Extrañado, el pescador le preguntó: “¿Para qué?”. “Pues porque así tendría más pescado”, respondió el hombre de negocios. “¿Y qué haría con él? ¡No lo necesito! Con estas tres piezas tengo suficiente para alimentar a mi familia”, afirmó el pescador. “Mejor entonces, porque así usted podría revenderlo”. “¿Para qué?”, preguntó el pescador, incrédulo. “Para tener más dinero”. “¿Para qué?”. “Para cambiar su vieja barca por una nueva, mucho más grande y bonita”. “¿Para qué?”. “Para poder pescar mayor cantidad de peces”.
“¿Para qué?”. “Así podría contratar a algunos hombres”. “¿Para qué?”. “Para que pesquen por usted”. “¿Para qué?”. “Para ser rico y poderoso”. El pescador, sin dejar de sonreír, no acababa de entender la mentalidad de aquel hombre. Sin embargo, volvió a preguntarle: “¿Para qué querría yo ser rico y poderoso?”. “Esta es la mejor parte”, asintió el hombre de negocios. “Así podría pasar más tiempo con su familia y descansar cuando quisiera”. El pescador lo miró con una ancha sonrisa y le dijo: “Eso es precisamente lo que voy a hacer ahora mismo”.

¿NO HAY NADIE COMO TÚ?



¡Dejadme aquí, compañeros de camino!
A solas entre rocas, pantanos y desiertos.
¡Adelante! El mundo os abre su sentido,
ancha la tierra y excelso el firmamento.
Ved, investigad y acumulad detalles,
seguid persiguiendo los misterios naturales.
Yo, que es su día favorito del azar fuera,
me he perdido a mí mismo y al universo.
Pues me enviaron a Pandora como prueba,
rica en dones y aún más rica en riesgos.
Hacia sus labios dadivosos me impelieron
y al separarme de ellos, me destruyeron.
Goethte
Los caminos de la teología te guiarán hacia
la luz cuando decidas abandonar
tu cárcel de EGO.
Son legión, los antepasados, que en
su proceso emancipador te han
dejado huellas de su ascención
hacia la libertad.
¡¡¡acompáñalos!!!
Tú también estarás
con ellos.

¿TRATO O TRUCO?




¡¡¡POR DONDE ANDA TU COMODIDAD!!!!
¿quieres salir de tu LEONERA?
¿TRATO o TRUCO?

"NO TENER HOGAR ES MUCHO
MÁS QUE NO TENER TECHO"

...."Quede claro a todos que, mientras haya dominadores que opriman a los dominados, instituciones que aplasten a las personas y un poder que sofoque el derecho, no habrá más remedio que recomendar una actitud de resistencia que, dentro de lo posible, se ejerza sin violencia"....
Hans Küng "Ética mundial en América Latina"

¿ERES VERBO O SUSTANTIVO?



Cada ser humano es una isla, donde sólo convive con su conciencia
y en ocasiones con un lago quieto que le informa sobre
qué rasgos asume su rostro de náufrago.
Benedetti
Si pones delante de ti un reloj con segundero y fijas la mirada en el segundero,
te llevarás una sorpresa: no puedes seguir acordándote por completo de él ni un minuto.
Puede que aguantes 15 segundos, quizá 20 y te olvidas.
Te pierdes en alguna otra idea..... y de pronto te acuerdas de lo que estabas intentando recordar.
Mantener continuamente la conciencia durante un minuto es defícil, así que hay que tener presente que no es un juego de niños.
Cuando intentas ser consciente de las pequeñas cosas de la vida, tienes que recordar que te olvidarás muchas veces.
Te distraerás con otra cosa y te irás lejos. Cuando vuelvas a acordarte, no te sientas culpable; es una de las trampas que nos propone la
conciencia.