TERTULIAS/CHARLAS SOBRE COACHING EMANCIPADOR EN EL CÍRCULO DE COACHING ESPECIALIZADO.



Periódicamente nos reunimos en "petit comité", con un aforo máximo de 10 personas, para debatir sobre COACHING EMANCIPADOR.
Son diálogos participativos para realizar una "iniciación" en la disciplina del coaching adaptada a tu universo de sueños.
Si estás interesada/o en participar GRATUITAMENTE deja tu reserva en paco.bailac@salaidavinci.es y te informaremos de los calendarios previstos.

¡¡¡Ven te esperamos!!!



"Y SI"



No busques la salvación individual.... no sirve para nada.

Una mujer congelada y sin alimento tiende a unos incesantes ensueños del tipo "y si...." Sin embargo, aunque se encuentre en este estado de congelación, especialmente si se encuentra en semejante estado, la mujer tiene que rechazar la fantasía del consuelo. La fantasia del consuelo nos matará con toda seguridad. Ya sabemos lo letales que pueden ser las fantasias "algún día" , "Si tuviera por lo menos", "Él cambiará", "Si aprendo a dominarme, cuando esté bien preparada, cuando tenga suficiento esto o aquello, cuando los niños sean mayores, cuando tenga más seguridad, cuando encuentre a alguien, en cuanto...." La niña de las cerillas tiene una abuela interior que, en lugar de ladrarle.... le dice: "Despierta", ¡Levántate! ¡Por mucho que te cueste, busca calor!, se la lleva a una vida de fantasia, se la lleva al "cielo". Pero el cielo no ayudará a la Mujer Salvaje, a la niña salvaje atrapada ni a la vendedora de fósforos que se encuentra en esta situación. Estas fantasias consoladoras no se tienen que fomentar, pues son unas seductoras y letales distracciones que nos apartan de nuestra verdadera tarea. Vemos, en el cuento, que la niña de las cerillas intenta hacer una especie de trueque, una especie de trato comercial erróneo, puede vender las cerillas que son lo único que le podría dar calor. Cuando las mujeres están desconectadas del nutritivo amor de la madre salvaje, se encuentran en una situación equivalente a una dieta de mera subsistencia en el mundo exterior. El ego trata de vivir como puede con una mínima cantidad de alimento del exterior y cada noche regresa una y otra vez del lugar donde empezó y allí se queda dormido, muerto de cansancio. La mujer no puede despertar a una vida con futuro porque su desdichada existencia es como un gancho del que ella cuelga diariamente. En las iniciaciones, la permanencia durante un período significativo de tiempo en condiciones difíciles forma parte de un desmembramiento que aisla a la persona de la comodidad y la complacencia. Como en los ritos de paso, el período terminará y la mujer "lijada" iniciará una vida espiritual y creativa, renovada y más sabia. Sin embargo, se puede decir que las mujeres que se encuentran en la situación de la venedora de fósforos están pasando por un período de iniciación que se ha torcido. Las condiciones hostiles no sirven para profundizar sino tan sólo para diezmar.

Pinkola

¿CONSUELO O ALIMENTO?




La pobreza nos obliga a vender-nos a la soledad abandonando la libertad.


A veces la fantasía está en la mente de las mujeres, otras veces le vienen a través de una botella de alcohol, una jeringuilla o la ausencia de ella. Otros veces el vehículo es el humo de un porro o muchas habitaciones olvidables con cama y desconocido incorporados. Las mujeres es estas situaciones interpretan el papel de la niña de las cerillas en las fantasías de cada noche y todos los amaneceres se despiertan muertas por congelación. Hay muchas maneras de perder la meta y la concentración. ¿Como se puede invertir esta situación y recuperar la estima espiritual y el amor propio. Tenemos que buscar algo muy distinto de lo que buscaba la pequeña vendedora de fósoforos. Tenemos que llevar nuestras ideas a un lugar donde se les preste apoyo. Este gigantesco paso va de la mano de la concentración en un objetivo: la búsqueda de alimento. Pocas de nosotras somos capaces de crear a partir exclusivamente de nuestro amor propio. Necesitamos que nos acaricien todas las caricias de las alas de ángel habidas y por haber. Los amigos que nos aman y contemplan calurosamente nuestra vida creativa son los mejores soles del mundo. Cuando una mujer no tiene amigos, se queda congelada por la angustia y a veces también por la cólera, Y en ocasiones, aunque tenga amigos, puede que éstos no sean unos soles. Es posible que la consuelen en lugar de hablarle de una situación cada vez más congelada. Pero el consuelo no tiene absolutamente nada que ver con el alimento. El alimento mueve a la mujer de un lugar a otro. El alimento es algo así como unos copos de cereales psíquicos. La diferencia entre el consuelo y el alimento consiste en lo siguiente: si tú tienes una planta que está enferma porque la guardas en un lugar oscuro y le diriges palabras tranquilizadoras, eso es un consuelo. Si sacas la planta del armario, la pones al sol, le das algo de beber y le hablas, eso es un alimento.


Pinkola

MUJERES....... ¿LIBERTAD?



Un país de mujeres

Declararse machista o efectuar declaraciones que lo denoten causa, aquí y ahora, alarma social. Y se paga. Que se lo pregunten a Fernando Trocóniz, ex presidente del Pacto de Toledo. Dijo que no sería mala idea que las mujeres cobraran menos pensión, dado que viven más, y había que oírlo al día siguiente en las televisiones: "Me arrepiento, lo reconozco". Daba pena verlo, pero el acto de contrición no le valió de mucho. Él mismo presentó su cabeza a su partido, el PP, que se limitó a aceptar la ofrenda sin más comentarios.
Tras décadas de campar a sus anchas, declararse machista causa aquí y ahora alarma social. Y se paga
Casa, hijos, vida privada. Ellas tienen que plantearse la disyuntiva al aceptar un trabajo. Ellos, no
Pero esta clase de deslices que tan caros salen ahora no son exclusivos de la derecha. Fernando Salinas, juez progresista del Consejo General del Poder Judicial, tuvo otro, glorioso, con motivo de la elección en febrero de la primera magistrada mujer del Tribunal Supremo. Irritado con la designación de Milagros Calvo, candidata del sector conservador, a Salinas se le fue la fuerza por la boca. "Esta señora será el florero del Supremo", soltó. (...) Se le escapó, y tuvo que pedir disculpas públicas. (...) Tras décadas de campar a sus anchas, los machistas de este país han desaparecido del mapa. Ha sido imposible que ningún varón, nombre y apellidos mediante, se reconociera como tal y ofreciera sus razones en este reportaje. ¿Una victoria del movimiento feminista? Menos lobos. Más bien, una mezcla de saludable progreso social, una parte de corrección política -¿dónde están, también, homófobos y racistas?- y una estricta aplicación del manual de buenas prácticas comerciales.
El cliente siempre tiene la razón, y las mujeres son hoy, más que nunca antes, excelentes parroquianas. (...) Ellas votan, compran, influyen, crean y destruyen tendencias, opinan, presionan. Cuentan. Mejor tenerlas contentas. Los publicitarios hace tiempo que lo tienen claro. "El anuncio de la típica tía buena y el deportivo está en desuso. Aparte de que está pasado de moda, es que ya no vende. Pero existe otra razón: cada vez hay más mujeres en este negocio. Ni se nos ocurren, ni el cliente nos los pide, ni nos gustan", arguye Marta Rico, socia de la agencia Señora Rushmore, encargada de poner al día el legendario "Soberano es cosa de hombres", que ahora se anuncia con un corto de Miguel Bardem titulado El rey canalla.
A Inés Alberdi, socióloga feminista, no le molesta tanta cortesía. "El patriarcado sigue, pero está de capa caída. Hasta hace poco, las mujeres teníamos que aguantar chistes, expresiones o anuncios ofensivos poniendo cara de póquer. Ahora sabemos que hay machistas, pero al menos no pueden chulear de serlo. Si es solo corrección política, bienvenida sea".
"¿Que dónde están los machistas?". Enrique Gil Calvo, sociólogo, autor de El nuevo sexo débil. Los dilemas del varón posmoderno (Taurus), acepta divertido el envite. "En la clandestinidad, disfrazados, mimetizados con el ambiente. Pero por todas partes". Lo que sucede, sostiene, es que el machista posmoderno es impecable en sus formas. Usa guantes y no deja huellas. Borra las pruebas. Es imposible de perseguir. "El misógino del siglo XXI practica un machismo condescendiente. Cede el paso a las mujeres. Les concede cuotas, les deja la mitad de todas las representaciones. Ahora sois más en todos los sitios. El Estado va a ser pronto vuestro. Pero debajo de esa realidad intachablemente igualitaria está la situación real. Y esa es que el verdadero poder está en guetos masculinos, y allí no podéis entrar".
-Hay mujeres dirigiendo empresas e instituciones.
-Sí, pero cuando una mujer entra en esos clubes es porque los de dentro le han dejado. Es una mujer domesticada, capaz de estar en ámbitos masculinos sin molestar, sin rivalizar con ellos, aceptando sus reglas del juego. Y es en esos entornos secretos, clandestinos casi, donde se toman las decisiones políticas o de negocios. Y lo demás da igual que se lo queden las chicas. Porque sí, ellas tienen más títulos y son más empollonas y más brillantes. (...)
Más de la mitad (53%) de los universitarios españoles son mujeres. Seis de cada 10 licenciados en 1998 fueron licenciadas. Pero solo el 13,2% de las cátedras están ocupadas por catedráticas. Las chicas suspenden (27%) menos que los chicos (36%) en secundaria. Pero el paro femenino dobla al masculino, y cuando trabajan, ellas cobran el 22% menos que ellos en todos los sectores laborales. Las españolas solo ocupan el 31% de los puestos directivos de las empresas públicas y privadas, no llegan al 30% de los escaños de los parlamentos, solo hay un 10% de alcaldesas y ninguna presidenta autonómica. Y recuerden cómo llamó a la única magistrada del Supremo su colega Salinas.
¿No las dejan subir o no quieren pagar el precio del ascenso? José Bono, presidente socialista de Castilla-La Mancha, lo dijo: "Yo quería tener seis mujeres, pero tres me dijeron que no". El gracioso de Bono se refería a la composición de su consejo de gobierno. Quería más consejeras que consejeros, pero las candidatas rechazaron, según él, su oferta con un argumento irrebatible: "No vamos a tener tiempo". ¿Tiempo para qué? ¿Qué cosas, además del trabajo, tienen que hacer ellas que los candidatos varones ni se plantearon? Premio: la casa, los hijos, la vida privada. Ellas se tienen que plantear la disyuntiva. Ellos, no. El peaje, demasiado caro para algunas, determina el perfil de muchas triunfadoras: mujeres solteras, o divorciadas, o sin hijos, o con hijos que ya vuelan solos. Y las que no se ajustan a ese patrón son las reinas del trampeo, del equilibrismo y del vivir la vida no ya al día, sino al minuto, para salvar el pellejo en casa y en la oficina.
Pero mientras la cima aún está lejos, la base se ensancha. Más mujeres se hacen visibles en todas partes. Hasta en la cárcel. Y otras muchas vienen de fuera, solas, a trabajar a este país para que quizá sus hijas no tengan que conformarse con el último peldaño. Porque no pocas de las que suben escalones lo pueden hacer gracias a que una legión silenciosa de mujeres inmigrantes cuidan de sus casas y sus hijos mientras tanto. La periodista Montserrat Domínguez, de 38 años, dos niños, directora de La mirada crítica en Tele 5, lo expone gráficamente: "Yo trabajo porque tengo una mujer en casa que cuida de mis hijos y que, a su vez, tiene en su país a una madre-abuela que cuida de los suyos. Benditas sean las dominicanas, las ecuatorianas... Las que trabajamos deberíamos manifestarnos para flexibilizar la Ley de Extranjería".
Montserrat es una baby-boomer. La copiosa generación de mujeres nacidas en los sesenta. Las hijas de las pioneras del feminismo, esas que estrenaron la píldora, mujeres que ahora tienen 55 años, que impulsaron a sus hijas a prepararse y lograr lo que se propusieran. Las nietas de las mujeres mayores de este país, las que andan por los 75-80 años, las que vivieron con la idea de sacar la familia adelante y tuvieron los hijos que Dios o sus renuncias quisieron. Y Montserrat y sus amigas son, ellas sí, las que han dado por descontada la igualdad.
Un equipamiento de serie "hasta que empiezan a trabajar o tienen un hijo", dice Inés Alberdi, autora de ese retrato de abuelas, hijas y nietas. "Entonces se sorprenden de que las cosas quizá no han cambiado tanto y se enfurecen de que les apliquen, a ellas, criterios tradicionales. Como tienen poca preparación e interés para lo doméstico, y sus parejas tampoco (...), el conflicto está latente. Además, tienen expectativas muy altas respecto a la sexualidad y la relación de pareja. No aguantan como sus madres y sus abuelas, y el riesgo de quiebra en la relación es constante".
Ellos y ellas están en esa edad crítica en que coinciden el mayor grado de exigencia profesional y la absorbente crianza de los hijos, en estado de negociación permanente. "Es un choque de trenes", explica Alberto Rull, director de la productora de la serie Ella y él. "Cristina ha sido educada para ser la perfecta esposa y madre, y a la vez comerse el mundo en el trabajo. Pepe, por su parte, con una educación machista tradicional, está enamoradísimo de esta nueva mujer y se debate entre sus reacciones más primarias y la necesidad de aflorar sus sentimientos. Ambos son pioneros, no tienen referentes, están investigando, y de sus avances y retrocesos salen las claves para llevar una relación nueva". Y de paso, unos diálogos desternillantes que han enganchado a muchos críos entre cuatro y 10 años, "quizá porque ven retratados a los marcianos de sus padres", sostiene Rull, clónico -36 años, casado, una hija de un año- del varón de la pareja protagonista.
Son los tipos como Pepe, o como Rull, o como los compañeros de Montserrat Domínguez, "que quieren llegar a casa a tiempo para bañar a su bebé"; los que, según la demógrafa Anna Cabré, están haciendo una revolución de uno en uno. "Me interesa mucho lo que ocurre con los hombres", dice esta profesional feminista. "(...) El camino de las mujeres hacia la igualdad se ha hecho bajo los focos, y las ha llevado a la esfera pública, pero el de ellos es silencioso y se dirige hacia lo privado, que es íntimo, sin estadísticas. Pero se está haciendo".

¿CAMBIAMOS LA ÓPTICA?



La costumbre es la cualidad más simple y sencilla
del ser humano y sin embargo no es igual para todos.
Cada uno tiene su costumbre y vive con ella,
ya sea en la gloria o en el desastre.
Los generosos, y en especial los filántropos,
tienen la costumbre de ayudar al prójimo.
Los tiranos y los despótas suelen tener la costumbre
de torturar, invadir y asesinar.
Mario Benedetti
¿Podemos cambiar? A menudo nos escudamos en compromisos con otros o en falta de tiempo, y vamos dejando pasar los años sin
ser dueños de nuestra propia vida.
"Cuando conquistas tu miedo, conquistas tu vida". El miedo es el gran freno para cualquier cambio de la vida. Nos sorprende en el peor momento y de la peor manera, exhibiendo ante nuestros ojos todos los peligros a los que nos exponemos y colapsando nuestra capacidad de decisión.Reorganizar nuestro tiempo. "Lo más importante está enterrado bajo capas de problemas apremiantes y preocupaciones inmediatas""No inventamos, sino que detectamos nuestra misión en la vida" Todos tenemos un sueño que nos haría especialmente felices realizar, y que daría un nuevo sentido a nuestras vidas.Elegir el equipaje imprescindible. "Buscamos la felicidad en lugares equivocados".Elegir los compañeros de viaje. "Somos tan felices como lo son nuestras relaciones"Nos han enseñado a trabajar; no a vivir ni a entender la vida.
¿Podemos cuestionar la tradición o estamos cómodos con ella?
¿La tradición nos ha esclavizado?

¿FANTASÍA?



No convertir las propias convicciones en un absoluto es una condición para saber gestionar los conflictos. Lo cual no significa ser indiferentes o no creer en nada, sino al contrario: significa que he reflexionado de tal modo sobre mis convicciones que me he dado cuenta de que éstas no pueden valer para todos y eternamente.



LA REPRESIÓN DE LA FANTASÍA CREATIVA

Para evitar ser la vendedora de fósofosforos, se tiene que emprender una acción importante. Cualquier persona que no apoye tu arte o tu vida no merece que tú le dediques tiempo. Muy duro pero cierto. De otro modo, la mujer pasa directamente a vestir los andrajos de la niña de las cerillas y se ve obligada a vivir una cuarta parte de su vida que congela todos sus pensamientos, su esperanza, sus cualidades, escritos, obras teatrales, diseños o danzas. El calor tendría que ser el principal objetivo de la vendedora de fósforos. Pero en el cuento no lo es. Es su lugar la niña intenta vender las cerillas, su fuente de calor. Al hacerlo así, deja lo femenino con menos calor, menos riqueza y menos sabiduría y sin posibilidad de ulterior desarrollo. El calor es un misterio. En cierto modo nos sana y nos engendra.Es el relajador de las cosas demasiado tensas, favarece la corriente, la misteriosa ansia de ser, el virginal vuelo de las nuevas ideas. Cualquier cosa que sea, el calor nos atrae cada vez más. La niña de las cerillas no está en un ambiente propicio para su crecimiento. No hay calor, no hay combustible, no hay leña. ¿Qué podríamos hacer si estuviéramos en su lugar? Primero, podríamos abstenernos de perder el tiempo con el reino de la fantasía que la niña de las cerillas construye encendiendo fósforos. Hay tres clases de fantasías. La primera es la fantasía del placer, una forma de helado mental estrictamente destinada al gozo como son, los ensueños. La segunda clase de fantasía es la imaginación deliberada. Este tipo de fantasías es como una sesión de planificación. Se utiliza como vínculo para conducirnos a la acción. Todos los acontecimientos -psicológicos, espirituales, financieros y creativos, empiezan con fantasías de esta clase. La tercera clase de fantasía es la que lo paraliza todo. Es la fantasía que impide emprender la acción más acertada en los momentos críticos.

Pinkola

Compromiso o comodidad.




El socialismo es un sentimiento que la evolución tiene reservado a unos cuantos. Ahora en España, la masa, ha elegido otro lugar para satisfacer sus esperanzas consumistas sin ningún esfuerzo. Tenemos la oportunidad de reformular el modelo de sociedad para el siglo XXI optando por diversos opciones:

¿evolución o sumisión?

¿Libertad o dependencia?

¿compromiso u obediencia?

La flor del socialismo está, al fin, sin parásitos.

¿cuidamos el nuevo jardin?

¿EXISTES?




¡No quiero ser invisible!
FERRAN RAMON-CORTÉS
En las empresas, en las familias, en los grupos... hay personas que parece que no existan. Otras desaparecen deliberadamente. ¿Qué podemos hacer para no ignorarlas?
Un consejero de un Gobierno autonómico fue a una inauguración y, como suele ocurrir en estos casos, a su llegada se encontró con un grupo de empresarios que le esperaban. Tras salir de su automóvil, los fue saludando uno por uno, al tiempo que cada uno de ellos se presentaba indicando su nombre y el nombre de la empresa a la que representaba.
"Hay que recuperar y multiplicar aquella comunicación que reconoce la presencia de los otros: saludar, sonreír, mirar a los ojos..."
Al llegar a la última persona del grupo, el consejero le dio la mano y con semblante interrogativo esperó a que se presentase. Visiblemente turbada, la persona en cuestión le dijo: "Consejero, soy su asistente de prensa. Lo acompaño a los actos este fin de semana".
La anécdota no tendría mayor trascendencia si no fuera por el hecho de que el asistente de prensa no era nuevo: llevaba casi dos años trabajando para el consejero.
Todos tenemos a nuestro alrededor gente invisible: son personas que están allí, que existen, pero que nos pasan totalmente inadvertidas o simplemente ignoramos su presencia.
Son personas con las que no hablamos, con las que no contamos, que no sabríamos decir si estaban o no estaban en un determinado evento, o que nos olvidamos de citar cuando rememoramos un proyecto, una cena o un encuentro.
Nos ocurre con personas del trabajo, pero también con amigos, o incluso con la propia familia. Son nuestros invisibles.
Todos tenemos nuestra particular lista, que podríamos fácilmente confeccionar si nos paramos a pensar en ello. Y deberíamos hacerlo, tomar consciencia de que la tenemos, por las implicaciones que tiene para las personas que figuran en ella. Tenemos en esta lista y en primer lugar las personas a las que nosotros hemos hecho invisibles. Son personas a las que, muy a su pesar, no prestamos ninguna atención. Pasamos por su lado sin saludarlas, no contamos con ellas para nuestros proyectos, no sabemos con exactitud lo que hacen y mucho menos quiénes son.
convertidos en 'invisibles'
"El peor pecado contra el prójimo no consiste en odiarle, sino en mirarle con indiferencia"
(George Bernard Shaw)
Ellas no han elegido ser invisibles, pero nuestro comportamiento las hace sentir como tales, y es importante saber que tiene sus consecuencias tanto para la persona como para nuestra relación con ella. En el plano personal, la persona invisible puede ver gravemente afectada su autoestima (los invisibles, especialmente en los grupos escolares, lo pasan muy mal). Y a nivel relacional, ignorar a alguien es un mensaje muy claro: no nos importa. Como reza el dicho, la peor ofensa es la ignorancia.
Es cierto que la mayoría de las veces hacemos a la gente invisible sin darnos cuenta, a menudo simplemente porque obviamos aquella comunicación de cortesía que tiene como misión reconocer la presencia de los otros; así, no saludar por la mañana, o no decir adiós cuando marchamos por la tarde, contribuye a generar la invisibilidad de la gente que nos rodea. La comunicación de cortesía está en horas bajas, y nos la saltamos a menudo, justificándolo con las prisas o con la concentración en nuestros asuntos, pero el hecho real es que estamos ignorando a personas que tenemos a nuestro alrededor.
También es cierto que hay personas que se hacen más invisibles que otras a los ojos de los demás, porque son discretas, porque no les gusta llamar la atención ni aparecer en la foto. Puede ser una actitud absolutamente consciente y deseada, pero puede también esconder una cierta inseguridad personal o baja autoestima. Si este es el caso, ayudarlas a estar presentes será fundamental. Dirigirse a ellas directamente haciéndoles ver que han captado nuestra atención les ayudará. Pasar inadvertido a los ojos de los demás puede vivirse mal. Al fin y al cabo, como afirmaba Mae West, "es mejor ser examinado que ignorado".
Pero en nuestra lista de invisibles tendremos también una serie de personas que tienen una habilidad especial para desaparecer en el momento oportuno, para hacerse ellas deliberadamente invisibles. Son esas personas que cuando hay un problema, cuando hay que arrimar el hombro, desaparecen del mapa sin que quede rastro de ellas.
Lo hacen para ahorrarse trabajo o disgustos, desarrollando una habilidad especial para escabullirse de los problemas. Mi generación aprendió la técnica en la mili, donde lo mejor que podía pasarte es que no existieras a los ojos de nadie, especialmente de los mandos.
Son personas capaces de ocupar un lugar de trabajo sin que nadie sepa a ciencia cierta qué es lo que hacen, y lo que es todavía más sorprendente: sin que nadie se lo pregunte. Son maestros en el arte de fingir estar ocupados y de eludir las responsabilidades. En todos estos casos, nuestra actuación consistirá en no hacerles el juego, en no ponerles las cosas fáciles y, por tanto, en resaltar su presencia siempre que sea posible.
Y finalmente hay también puestos de trabajo tendentes a la invisibilidad. En este caso no son las personas que los ocupan las que se hacen invisibles, sino que por la naturaleza de su tarea tendemos a hacerlas invisibles entre todos. Sugiero al lector que realice una prueba: que vaya a un edificio de oficinas a la hora de entrada o de salida, que se siente en algún rincón en el que tenga el conserje a la vista y que observe qué porcentaje de los atareados oficinistas que entran o salen y que pasan a un palmo de él le dirigen un saludo o simplemente le hacen un mínimo gesto que confirme que han percibido su presencia.
También es destacable cómo se llega a sorprender aquella persona a la que saludamos de forma ostensible y hace horas que nadie lo hace o está acostumbrada a que nadie lo haga normalmente. Pruebe a saludar a un guarda de seguridad de unos grandes almacenes: tardará en reaccionar por su sorpresa.
Acortando la lista
"Nadie es lo suficientemente pequeño para ser ignorado"
(Henry Miller)
Nadie merece, ni por accidente, nuestra ignorancia, así que será bueno revisar de vez en cuando la lista e intentar acortarla, que tienda a cero. Porque la gente a la que hacemos invisible lo pasa mal. Y de la que se hace la invisible debemos evitar ser cómplices.
¿Cómo lo podemos hacer? En primer lugar, recuperando y multiplicando aquella comunicación que reconoce la presencia de los otros. No hacen falta grandes conversaciones ni mucho tiempo: sencillamente saludar, sonreír, mirar a los ojos... y no andar por el mundo ajeno a las personas que nos rodean. Si nos cruzamos por la mañana, saludémonos siempre y hagámoslo de forma sincera. Prestemos atención a los seres humanos que tenemos a nuestro alrededor. Es sin duda cierto que es más fácil responder a un saludo que hacerlo, así que este es nuestro reto: llevar la iniciativa.
En este sentido no ayudan los iPods, los móviles o andar por los pasillos leyendo correos. La tecnología, que tanto nos conecta aparentemente, en este aspecto nos está aislando.
Hemos de reservarnos el tiempo y la capacidad de atención para dar a los demás el mensaje "sé que existes". Hagamos del extendido comportamiento de ignorar a los otros porque tenemos prisa o porque estamos concentrados en lo nuestro la excepción, no la norma.

SI CEDES EN TU VANIDAD OBSERVARÁS QUE NO ESTÁS SOLA.....




LA REPRESIÓN DE LA FANTASÍA CREATIVA.

La niña vive en un ambiente de indiferencia. Si tú te encuentras en uno como éste, vete. La niña está en un ambiente en el que no se valora lo que ella tiene, unas llamitas en lo alto de unos palitos, el principio de cualquier posibilidad creativa. Si tú te encuentras en este apuro, da media vuelta y aléjate. La niña se encuentra en una situación psíquica en la que se le ofrecen muchas alternativas. Se ha resignado a permanecer en el lugar que le ha tocado en suerte. Si a ti te ha ocurrido lo mismo, no te resignes y vete, soltando coces. Cuando la Mujer Salvaje se siente acorralada, no se rinde sino que se arroja hacia adelante y extiende las garras para luchar. ¿Qué tiene que hacer la vendedora de fósforos? Si tuviera los instintos intactos, se le ofrecerían muchas alternativas: irse a otra ciudad, subirse subrepticiamente a un carro, esconderse en una carbonera............. Pero la pequeña vendedora ya no conoce a la Mujer Salvaje.La niñita salvaje se muere de frío y lo único que le queda es una persona vagando sin rumbo como hipnotizada. Eñ hecho de estar con personas reales que nos confortan, nos apoyan y ensalzan nuestra creatividad es esencial para la corriente de la vida creativa. De lo contrario, nos morimos de frío. El alimento es un coro de voces tanto interiores como exteriores que observa el estado del ser de una mujer, se encarga de darle aliento y, en caso necesario, también consuela.. No sé muy bien cuántos amigos se necesitan, pero está claro que por lo menos uno o dos que nos digan que nuestro don, cualquiera que éste sea, es pan del cielo. Toda mujer tiene derecho a disfrutar de un coro de alabanzas. Cuando las mujeres se quedan solas en medio del frío tienden a vivir de fantasías en lugar de emprender una acción. La fantasía de este tipo es la gran anestesiadora de las mujeres. Conozco a mujeres dotadas de unas voces bellísimas y a tros que son unas extraordinarias narradoras de cuentos; casi todo lo que sale de sus bocas posee lozanía y está elegantemente cincelado. Pero ellas se sientes en cierto modo aisladas o privadas de sus derechos. Su timidez constituye a menudo la tapadera de un "animus" medio muerto de hambre. Les cuesta comprender y aceptar que cuentan con el apoyo interior o con ek de los amigos, la familia o la comunidad.

Pinkola


¡¡¡TÚ TAMBIÉN PUEDES!!!




Enterramos nuestro talento en un día a día dedicado al consumo, sin regalar un momento a las personas que se encuentran en una situación de debilidad.

Haz-nos conscientes, EMANCIPACIÓN, de las capacidades y dones de las personas que, a simple vista nos pueden parecer limitadas en algún aspecto de sus capacidades. No caigamos en la depresión de la negatividad pues todos hemos recibido la posibilidad de ser felices así como la capacidad de sentirnos útiles.

¿CÓMO EVITAR LOS ABUSOS?





Evitar los abusos de confianza

FERRAN RAMÓN-CORTÉS


Decimos algo a alguien y al día siguiente poco menos que aparece publicado en el tablón de anuncios de la empresa. ¿Cómo podemos gestionar la confianza? ¿Debemos darla a todos por igual? ¿Cómo evitar los abusos?Silvia salió a cenar con una compañera del despacho. Llevaban casi un año trabajando juntas, pero se conocían poco, y Silvia estaba convencida de que podían compartir mucho más de lo que compartían. Cenaron en un discreto restaurante que invitaba a la complicidad. Silvia, tratando de ahondar en su relación, se abrió enseguida a ella, explicándole su vida con todo lujo de detalles. Todo, a pesar de que su compañera no le correspondía en absoluto, ni se mostraba comunicativa.Tenemos un corazón envuelto en distintas capas protectoras. En cada situación podemos decidir cuántas capas nos quitamosTejer una relación de complicidad sin exponerse a abusos es un proceso lento que exige poner todos los sentidos Al día siguiente, al poco de llegar a la oficina empezó a percibir miradas de suspicacia por parte de sus compañeros. A mediodía, y gracias a la confesión de una secretaria, confirmó sus sospechas: lo que le había contado a su compañera la noche anterior había corrido por toda la empresa. La traición a su confianza estaba servida.
Un ingrediente esencial
"Una de las alegrías de la amistad es saber en quién confiar"(Alessandro Manzoni)
La confianza es el ingrediente básico de las relaciones interpersonales. Es una cualidad esencial que debemos cultivar y fomentar si queremos construir vínculos con la gente que nos unan y nos ayuden a crecer. No es posible aspirar a construir relaciones duraderas sin una buena dosis de confianza, y mucho menos forjar una sincera amistad. La confianza es imprescindible en la interrelación humana, y tanto el saber darla como el saber recibirla forman parte de las habilidades básicas que todas las personas deberíamos desarrollar.Pero hay que saber manejar la confianza para que dé sus frutos. Hemos de comprender cómo funciona y saber administrarla sabiamente para evitar que los demás abusen de ella. Porque la confianza es extremadamente valiosa, pero también es extremadamente delicada: cuesta mucho tiempo y esfuerzo de tejer, pero se destruye en un instante cuando alguien la traiciona.La confianza se asienta en dos pilares, que se corresponden con dos habilidades personales. La primera es la capacidad de apertura, es decir, el valor que tenemos de compartir nuestros sentimientos y nuestra vida con los demás. La segunda es la capacidad de juzgar si los otros son dignos o no de nuestra confianza. Hemos de desarrollar los dos pilares para ser capaces de administrar con sabiduría la confianza y hacer que contribuya a fortalecer nuestras relaciones. Son, por tanto, dos las preguntas que debemos hacernos para abordar con garantías la construcción de una relación de confianza. La primera: ¿Soy capaz de darla? Y la segunda: ¿Son los otros dignos de ella?Si tengo miedo a hablar de mí con los demás, me mantendré siempre en un territorio de comodidad en el que no corro ningún riesgo porque no voy a dar nada. Pero probablemente tampoco voy a recibir nada, y esto hará que pierda muchas oportunidades de profundizar en mi relación con los demás. Ser capaz de abrirse tiene mucha relación con la seguridad personal. Reforzarla es el mejor método para progresar en esta habilidad.Pero una vez que sea capaz de dar confianza, debo decidir a quién la doy y en qué medida. Porque el que una persona sea capaz de abrirse con los demás no significa que sea oportuno que lo haga siempre y con todo el mundo. Si damos nuestra confianza por igual a todo el mundo y en cualquier circunstancia, nos exponemos a verla traicionada.
La 'estrategia de la cebolla'
"Confiar en todos es insensato, pero no confiar en nadie es neurótica torpeza"
(Juvenal)
Para gestionar eficazmente la confianza podemos imaginar que somos una cebolla: tenemos un corazón envuelto en distintas capas protectoras. En cada situación podemos decidir cuántas capas nos quitamos y, por tanto, cuán desnudos o protegidos nos quedamos. Si percibimos una situación hostil, nos quedaremos con todas las capas (incluida la reseca piel externa) y estaremos protegidos, aunque así nadie será capaz de acceder a nuestro corazón. Por el contrario, si percibimos una situación de complicidad, podemos quitarnos todas las capas y dejar nuestro corazón al descubierto, absolutamente accesible a los demás.En condiciones normales, es tan disfuncional no desprendernos ni tan siquiera de la piel externa y permanecer protegidos por todas las capas como desnudarnos hasta el corazón quedando expuestos sin protección alguna. Es tan malo no abrirse en absoluto poniendo una barrera insalvable a la confianza como darla por completo y sin prevenciones exponiéndonos a su abuso por parte de los demás.Hacer de la confianza una virtud para la comunicación y para las relaciones consiste en decidir en cada entorno cuántas capas nos quitamos y con cuántas nos quedamos. Como individuos, hemos de ser capaces de quitárnoslas todas si así lo deseamos. Pero hemos de tener el suficiente criterio para saber en qué circunstancias es bueno que lo hagamos. No podemos entregar nuestra confianza como un cheque en blanco a aquellos que no la merecen.
Encerrados en nuestro interior"El silencio es el único amigo que jamás traiciona" (Confucio)
A todos nos han traicionado en algún momento la confianza, y muchos tenemos bien presente -son vivencias que no se olvidan fácilmente- cómo el habernos expuesto más de la cuenta ha propiciado un abuso de confianza por parte de alguien. Las malas experiencias pasadas nos pueden hacer recelar de dar confianza a los demás y, como en la cita de Confucio, pensar que sólo dejando de compartir nuestras vidas con los otros estaremos a salvo de sufrir nuevos desengaños. Pero esta aparente seguridad tiene un alto precio, y es la soledad relacional. Es imposible crear vínculos de ningún tipo sin poner de nuestra parte, sin dejar que nos conozcan, sin compartir nuestras vidas, nuestras inquietudes, nuestros miedos o nuestras alegrías.Nuestros sentimientos son la materia prima de nuestras relaciones. Protegerlos bajo llave, quedárnoslos para nosotros y no compartirlos con nadie nos hace invulnerables. Pero nos hace también unos fríos y poco interesantes compañeros de viaje.Debemos evitar encerrarnos en nosotros mismos por culpa de alguien que ha traicionado un día nuestra confianza y entender que el error no fue darla, sino darla a aquella persona. Debemos evitar que nos ocurra como al gato que se sienta sobre una estufa caliente: nunca más se sentará sobre una estufa caliente, pero tampoco lo hará sobre una estufa fría.Asimetrías. Hay gente a la que le cuesta muy poco abrirse a los demás, y en cambio hay gente que tiene grandes dificultades o prevenciones para hacerlo. Así, no es inusual que nos encontremos en situaciones en las que uno se abre mucho y el otro no suelta prenda: se produce entonces asimetría en los niveles de confianza, que hace muy difícil la relación. Si la asimetría persiste, la brecha será cada vez más insalvable, porque el que no suelta prenda se sentirá cada vez más presionado para llegar al nivel de apertura del otro, cosa que es incapaz de hacer. Y el que se abre sin límites se sentirá frustrado y no correspondido, cosa que le incomodará. Lo normal que ocurra en estos casos es que el primero, desbordado por la situación, rehúya la relación. Y el segundo no encuentre motivación alguna para seguirla.No sólo la persona o las personas con quienes nos relacionamos son importantes a la hora de valorar el nivel de confianza que estamos dispuestos a dar, y "cuántas capas nos vamos a quitar". También la situación en que se produzca el encuentro (el lugar, el momento, el entorno) es crucial: las mismas personas, encerradas en un despacho, o tomando una copa en un bar, pueden tener un nivel de confianza absolutamente distinto, y cada contexto marcará un límite de apertura diferente.Una misma persona puede sentirse en un clima de plena confianza en un encuentro cara a cara fuera del trabajo, y estar por tanto dispuesta a compartir mucho, y sentirse manifiestamente incómoda compartiendo lo mismo en su contexto habitual de trabajo. En este sentido, es importante entender que haber disfrutado de la confianza de alguien en un momento dado no da un cheque en blanco para pensar que merecemos el mismo nivel de confianza siempre y en todo lugar. Lo que se comparte a la luz de la luna no siempre se puede compartir a pleno sol, y darlo por supuesto provoca no pocos malentendidos.Cada contexto implica quitarse distintas capas, al menos en el camino de llegar en una relación a la plena confianza.Crear climas. Tejer una relación de plena confianza con alguien sin exponerse a abusos es un proceso lento y que exige poner todos los sentidos. Una buena estrategia es ofrecer al otro pequeñas dosis de confianza y permanecer atentos y receptivos a su reacción. Captar si nos corresponde, con lo cual podemos dar el siguiente paso, o si estamos en su límite, con lo cual deberemos darle el tiempo que necesite hasta que se sienta a gusto en este nivel de relación.En todo caso, crear climas de confianza requiere tiempo, requiere querer avanzar en la relación, y requiere mojarse, porque en cualquier caso alguien tiene que ir dando pasos hacia delante.No es menos cierto que, adquirida la plena confianza, y en ausencia de abusos, ésta es en muchos casos para siempre. Prueba de ello son las relaciones escolares, tejidas en momentos cruciales de la vida y con grandes dosis de complicidad, que, si no se han visto traicionadas, resisten inquebrantables el paso del tiempo.

Si no hallas satisfacción en ti mismo, la buscas en vano en otra parte





La impaciencia no sirve para nada
BORJA VILASECA
Querer acelerar el ritmo de los acontecimientos es una distorsión de nuestra mente. La clave para cambiar consiste en aprender a disfrutar el momento presente.

Me gusta que las cosas sucedan cuando yo quiero”. “Odio que me hagan perder el tiempo”. “Mándame el informe urgentemente”. “¡Hay que ver qué lenta es la gente!”. “Ya va siendo hora de que cambien las cosas”. “¡Date prisa, que llegamos tarde!”. “¡Lo necesito ahora mismo!”. “¿Por qué no me ha llamado todavía?”. “¡Me muero por que sea viernes!”. “No soporto que me hagan esperar”.
“Para tener una actitud más constructiva hay que recordar de vez en cuando que todos los procesos tienen su función y su tempo”
Si le resulta muy familiar alguna de estas afirmaciones, seguramente conocerá bien qué es la impaciencia. Pero no se preocupe. Es una distorsión psicológica que tiene cura. Tan sólo basta comprender que es inútil. No sirve absolutamente para nada. Por más que nos quejemos, enfademos y lamentemos, las cosas van a seguir yendo a su ritmo, tal y como lo han estado haciendo y lo van a seguir haciendo siempre.
Y no sólo eso. Es muy perjudicial para nuestra salud emocional. Cada vez que nos invade la impaciencia es como si tomáramos un vasito de cianuro, vertiendo veneno sobre nuestra mente y nuestro corazón. Eso sí, a pesar de que vivimos en una sociedad que premia y ensalza la velocidad y la inmediatez, desprenderse del hábito de “querer las cosas para ya” es posible. Todo se reduce a un simple cambio de actitud.

EL VENENO DE LA PRISA

“Deseamos ser felices aun cuando vivimos de tal modo que hacemos imposible la felicidad” (san Agustín)

Imagínese que está al volante de su coche, conduciendo tranquilamente por una calle de un solo carril. De pronto se forma una inesperada caravana. Aunque usted no puede verlo, parece que un camión se ha detenido unos cuantos metros más adelante para realizar una descarga. Pasan los segundos y usted sigue sin poder avanzar. Poco a poco empieza a ponerse nervioso. Echa un vistazo a su reloj y suelta un tedioso resoplido.
Al poco rato comienzan a sonar los primeros bocinazos. En medio de aquel insoportable ruido, finalmente pierde la paciencia y, harto de esperar, se suma a la protesta y toca varias veces el claxon con rabia.
Al cabo de un rato retoma la marcha, impotente y molesto por lo sucedido. Puede que usted no sea consciente, pero las emociones negativas que ha creado mientras apretaba el claxon con fuerza le van a acompañar el resto del día. ¿Y todo ello para qué? ¿Acaso su impaciencia le ha servido para acelerar la descarga realizada por el camión? ¿Realmente cree que el conductor ha tardado más de lo necesario aposta sólo para fastidiarle? Lo paradójico es que la impaciencia sólo le ha perjudicado a usted.

LA RAÍZ DE LA IMPACIENCIA

“Lo que causa tensión es estar ‘aquí’ queriendo estar ‘allí’, o estar en el presente queriendo estar en el futuro” (Eckhart Tolle)

Pero entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué somos impacientes? Aunque parezca mentira, ninguno de nosotros elige tomar esta actitud cuando la vida no se ajusta a nuestros planes. Por el contrario, la impaciencia surge mecánica y reactivamente de nuestro interior cuando vivimos de forma inconsciente. Se trata de un efecto, un síntoma, un resultado negativo que pone de manifiesto que la mirada que estamos adoptando frente a nuestras circunstancias es errónea.
Si volvemos al ejemplo del atasco de tráfico anterior –que puede ser extrapolado a cualquier otra situación cotidiana–, nos damos cuenta de que nuestro malestar surge al poner el foco de nuestra atención en el denominado “círculo de preocupación”. Es decir, en todo aquello que no depende de nosotros, como que el conductor del camión realice la descarga más rápidamente. Y al no poder hacer nada al respecto, nos invade la impotencia, y con ésta, el agobio, el enfado y la lamentación.
Sin embargo, el camión tiene todo el derecho de pararse y realizar la descarga, de igual manera que nosotros también detenemos nuestro coche a veces, haciendo demorar a otros conductores. Si nuestro día a día no es más que un continuo proceso repleto de otros necesarios para que todos podamos completar nuestras actividades personales y profesionales, ¿dónde está el problema? ¿Por qué es tan difícil adaptarse a lo que sucede?

EL ARTE DE VIVIR DESPIERTO

“Si no hallas satisfacción en ti mismo, la buscas en vano en otra parte” (François de la Rochefoucauld)

La respuesta se encuentra dentro de nuestra cabeza. Cada vez que nos sentimos impacientes, ocasionándonos a nosotros mismos un cierto malestar, significa que estamos interpretando los acontecimientos externos en base a una creencia limitadora: que nuestra felicidad no se encuentra en este preciso momento, sino en otro que está a punto de llegar. O, dicho de otra manera: como creemos que no podemos estar a gusto en medio de un atasco, deseamos que éste termine de inmediato para poder llegar a nuestro destino, donde sí podremos gozar de nuestro bienestar.
Sin embargo, funcionar según esta falsa creencia revela una verdad incómoda, que suele costarnos bastante aceptar: la impaciencia suele ser un indicador de que no estamos a gusto con nosotros mismos. Porque si lo estuviéramos realmente, no tendríamos ninguna prisa en que el camión (o cualquier otra persona, cosa o situación) avanzara a una velocidad mayor de la que lo está haciendo. Ni siquiera aparecería la prisa, pues ya sabríamos de antemano que no sirve para acelerar el ritmo de lo que nos sucede.
Lo cierto es que sólo a partir de un estable bienestar interno podemos empezar a relacionarnos con nuestras circunstancias de una manera más consciente, pudiendo tomar la actitud y la conducta más convenientes en cada momento. A esta capacidad, los psicólogos y coachs contemporáneos la llaman “vivir despierto”. Al darnos cuenta de que no podemos cambiar lo que nos sucede, sí podemos modificar nuestra actitud, centrándonos en el denominado “círculo de influencia”. En el caso del atasco, implicaría respirar profundamente, poner la radio, cantar, pensar en positivo y otras acciones que dependieran por completo de nosotros.
De esta forma nos ahorraríamos la desagradable compañía de la impaciencia, un huésped que de tanto visitarnos termina por instalarse indefinidamente en nuestro interior. Eso sí, para adoptar esta actitud más constructiva es necesario que nos recordemos de vez en cuando que todos los procesos que conforman nuestra vida tienen su función y su tempo. De ahí que, por más que intentemos acelerarnos, siempre terminaremos chocando una y otra vez con esta inmutable verdad, causándonos por el camino la experiencia del malestar.

LA VIDA TIENE SU PROPIO RITMO

“El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por tener prisa en terminarla” (Lao Tse)

Cuenta una historia que un hombre paseaba por el campo, aburrido, sin nada qué hacer. De pronto se encontró un capullo de mariposa y decidió llevárselo a casa para distraerse un rato, viendo cómo ésta nacía. Tras veinte minutos observando la crisálida, empezó a notar cómo la mariposa luchaba para poder salir a través de un diminuto orificio.
El hombre estaba realmente excitado. Jamás había visto nacer a una mariposa. Sin embargo, pasaron las horas y allí no ocurrió nada. El cuerpo del insecto era demasiado grande, y el agujero, demasiado pequeño. Impaciente, el hombre decidió echarle una mano. Cogió unas tijeras y, tras hacer un corte lateral en la crisálida, la mariposa pudo salir sin necesidad de hacer ningún esfuerzo más.
Satisfecho de sí mismo, el hombre se quedó mirando a la mariposa, que tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas, débiles y arrugadas. El hombre se quedó a su lado, esperando que en cualquier momento el cuerpo de la mariposa se contrajera y desinflara, viendo a su vez crecer y desplegar sus alas. Estaba ansioso por verla volar.
Sin embargo, debido a su ignorancia, disfrazada de bondad, aquel hombre impidió que la restricción de la abertura del capullo cumpliera con su función natural: incentivar la lucha y el esfuerzo de la mariposa, de manera que los fluidos de su cuerpo nutrieran sus alas para fortalecerlas lo suficiente antes de salir al mundo y comenzar a volar. Su impaciencia provocó que aquella mariposa muriera antes de convertirse en lo que estaba destinada a ser.

LA FILOSOFÍA DEL ‘AQUÍ Y AHORA’

“Bendito regalo es este al que llaman presente” (Sebastian Skira)
Más allá de comprender que todos los procesos que forman parte de nuestra existencia tienen su propio ritmo, despedirse de la impaciencia también implica descubrir que lo que necesitamos para ser felices ya se encuentra en este preciso instante y en este preciso lugar. De hecho, es imposible hallarla en ningún otro momento ni en ninguna otra parte.
Aunque se ha repetido hasta la saciedad, los seres humanos tenemos un peculiar rasgo en común: tendemos a olvidar lo que necesitamos recordar y a ser víctimas y esclavos de esta negligencia. Así, el pasado es un recuerdo y el futuro es pura imaginación. Lo único que existe de verdad es el presente, que es el espacio y el tiempo donde podemos recuperar el contacto con nuestro bienestar interno. Aunque no nos lo parezca, ahora mismo todo está bien. Todo está en su sitio, tal y como tiene que ser. El problema lo crea nuestra mente cuando no acepta lo que hay, tratando de cambiar lo externo, que no depende de nosotros, y posponiendo nuestra propia transformación, que sí está a nuestro alcance.
Algunos coachs especializados en desarrollo personal proponen que la próxima vez que nos invada la impaciencia nos preguntemos: “¿Qué es lo que no estoy aceptando? ¿Qué le falta a este momento? ¿De qué manera lo que está sucediendo me impide ser feliz? ¿Qué prisa tengo? ¿Qué voy a hacer luego?”. Al analizar las respuestas, concluimos que desear que llegue un futuro imaginario suele ser una consecuencia de no estar en paz con nosotros mismos en el presente. Aprendemos a fluir cuando comprendemos que la realidad siempre es aquí y el momento siempre es ahora.

Vivir el momento
Cuenta una historia que el sabio Confucio animó a uno de sus discípulos a caminar por un bosque. Mientras el maestro paseaba distraídamente, silbando y observando los árboles y los pájaros con los que iba cruzándose por el camino, su acompañante parecía nervioso e inquieto. No tenía ni idea de adónde se dirigían. Harto de esperar, finalmente el discípulo rompió su silencio y le preguntó: “¿Adónde vamos?”. Y Confucio, con una amable sonrisa en su rostro, le contestó: “Ya estamos”.

¿SON LOS SUEÑOS LOS CONSTRUCTORES DE LA REALIDAD?




PINKOLA y la vendedora de fósforos..

Había una niña que no tenía madre ni padre y que vivía en la espesura del bosque. Había una aldea en el lindero del bosque y ella había averiguado que allí podía comprar fósforos a medio euro y después venderlos en la calle a un euro. Si vendía suficientes fósforps, podía comprarse un mendrugo de pan, regresar a su cobertizo del bosque y dormir vestida con toda la ropa que tenía. Vino el invierno y hacía mucho frio. La niña no tenía zapatos y su abrigo era tan fino que parecía transparente. Sus pies ya habían rebasado el color azul y se habían vuelto de color blanco, lo mismo que los dedos de las manos y la punta de la nariz. La niña vagaba por las calles y preguntaba a los desconocidos si por favor le querían comprar cerillas. Pero nadie se detenía ni le prestaba la menor atención. Por consiguiente, una noche se sentó diciendo "Tengo cerillas, puedo encender fuego y calentarme". Pero no tenía leña. Aun así, decidió encender las cerillas. Mientras permanecía allí sentada con las piernas estiradas, encendió el primer fósforo. Al hacerlo, tuvo la sensación de que la nieve y el frio desaparecían por completo. En lugar de los remolinos de nieve, la niña vio una preciosa estancia con una gran estufa verde de cerámica y una puerta de hierro adornada. La estufa irradiaba tanto calor que el aire parecía ondularse. La niña se acurrucó junto a la estufa y se sintió de maravilla. Pero, de repente, la estufa se apagó y la niña se encontró de nuevo sentada en mecio de la nieve. Temblaba tanto que los huesos de la cara le crujían. Entonces escendió la segunda cerilla y la luz se derramó sobre el muro del edificio junto al cual estaba sentada, y ella lo pudo atravesar con la mirada. En la habitación del otro lado de la pared había una mesa cubierta con un mantel más blanco que la nieve y sobre la mesa había platos de porcelana de purísimo color blanco y en una fuente había un pato reción guisado, pero justo cuando ella estaba alargando la mano hacia aquellos manjares, la visión se esfumó. La niña se encontró de nuevo en la nieve. Pero ahora las rodillas y los labios ya no le dolían. Ahora el frío le escocía y se estaba abriendo camino por sus brazos y su tronco, por lo que ella decidió encender la tercera cerilla.

A la luz de la tercera cerilla vio un precioso árbol de Navidad, bellamente adornado con velas blancas, cintas de encaje y hermosos objetos de cristal y miles y miles de puntitos de luz que ella no podía distinguir con claridad. Y entonces contempló el tronco de aquel gigantesco árbol que subía cada vez más alto y se entendía hacia el techo hasta que se convirtió en las estrellas del firmamento sobre su cabeza y, de pronto, una fulgurante estrella cruzó el cielo y ella recordó que su madre le había dicho que, cuando moría el alma, caía una estrella. Como llovida del cielo se le apareció su amable y cariñosa abuela y ella se llenó de alegría al verla. La abuela tomó el delantal y la rodeó con él, la estrechó con fuerza contra sí y ella se puso contenta. Pero poco después la abuela empezó a esfumarse. Y la niña fue encendiendo un fósforo tras otro para conservar a su abuela a su lado, un fósforo y otro y otro para no perder a su abuela hasta que, al final, la niña y su abuela ascendieron juntas al cielo, donde no hacía frio y no se pasaba hambre ni se sufría dolor. Y, a la mañana siguiente, encontraron a la niña muerta, inmóvil entre las casas.

¿CONOCEMOS NUESTRO INTERIOR O SÓLO NOS MIRAMOS AL ESPEJO?





¿Controlamos nuestras Vidas?
JENNY MOIX
Un hecho fortuito, una decisión no premeditada o una simple casualidad pueden cambiar nuestras vidas. Orgullosos, creemos que lo controlamos todo, pero... ¿realmente lo hacemos con lo que pensamos o decidimos?
Historia uno: "Apresurada, bajaba las escaleras hacia el andén. Una niña subía por ellas; tuvo que desviarse levemente para no tropezar con ella. Por un segundo no llegó a tiempo. Tuvo que esperar el siguiente metro. Cuando llegó a casa, se encontró a su pareja atendiendo sus quehaceres habituales". Historia dos: "Apresurada, bajaba las escaleras hacia el andén; llegó justo antes de que se cerraran las puertas. Subió al metro y al llegar a casa, antes de lo habitual, pilló a su pareja con otra mujer". Quien haya visto la película Dos vidas en un instante reconocerá que estas historias se basan en ella. El resto del filme es el transcurrir de las dos vidas que hubiera tenido la misma persona cogiendo o no ese metro. Existencias totalmente opuestas. Desencadenadas por la niña que subía por la escalera. ¿Increíble? No. Nuestra vida es así.
No hay mal que por bien no venga
"Muchos estudios demuestran lo patéticas que pueden resultar las justificaciones que damos a nuestros comportamientos""Si analizamos nuestro devenir, nos damos cuenta de que parecemos mecidos por el viento"
Los caprichos del universo
" Todas las cosas están unidas entre sí, de tal modo que no puedes agitar una flor sin trastornar una estrella"
(Francis Thompson)

Si damos marcha atrás mentalmente y analizamos nuestro devenir, nos damos cuenta de que, en cierto modo, parecemos mecidos por el viento. Pensemos en por qué vivimos en nuestra casa o por qué trabajamos donde lo hacemos. Podemos encontrar respuestas del estilo: "Decidimos vivir en esta casa porque un día fuimos a una obra de teatro y al pasar por esa calle, la vimos en venta y nos encantó. Y decidimos ir a esa actuación porque por casualidad esa semana nos encontramos a Pepito y nos la recomendó. Hacía años que no veíamos a Pepito".
Cualquier acción por nimia que sea puede acarrear consecuencias insospechadas. Estamos aquí porque nuestros padres el día de nuestra concepción se dedicaron a sus afanes amorosos; si ese día hubieran ido al cine... Somos hijos del azar. O, dicho de otra forma, el destino lo tejen variaciones infinitesimales de factores que a veces ni conocemos.
En ocasiones, sobre todo cuando sucede alguna desgracia, a nuestra mente le puede dar por torturarnos: "¿Y si no lo hubiera llamado? Entonces no habría ido a... y no hubiera tenido el accidente".
Una de las asignaturas que imparto en la universidad se llama educación para la salud. Les explico a mis alumnos cómo deben motivar y enseñar a las personas a comportarse de una forma saludable: alimentación sana, ejercicio físico, reducción del estrés... Mejorar la salud es un objetivo bienintencionado, pero la intención no es lo único que cuenta. Si los profesionales nos pasamos la vida mandando mensajes del tipo: "No bebas", "Come más verduras", "Haz más deporte"..., ¿qué puede pasar cuando alguien enferma? ¡Que se sienta culpable! Enfermo y encima cargando con el peso de que quizá no ha comido suficientes lechugas. La salud y la enfermedad no dependen únicamente de nuestra conducta; también hay factores ambientales y genéticos. Tenemos que cuidarnos, claro está, pero no caigamos en la trampa de tener como certeza que la salud depende completamente de nosotros. Nada depende enteramente de nosotros. Tenemos que ser proactivos, cuidar nuestra salud y perseguir nuestros anhelos, pero teniendo en cuenta que en el universo puede haber una mariposa volando que interfiera en nuestros planes.
¿Control o ilusión?
"La mente es un profundo océano, pero nosotros solo logramos ser conscientes de la leve espuma de la superficie" (Henry Laborit)
Al orgullo que caracteriza nuestra especie siempre le queda pensar que aunque no puede controlar del todo lo de fuera, sí controla "lo de dentro". ¿Realmente controlamos lo que pensamos, lo que decidimos? Uno de los experimentos más conocidos al respecto fue realizado por Libet en la década de los ochenta. Antes de flexionar un dedo, en el cerebro se produce una determinada actividad eléctrica denominada "potencial de disposición" 550 milisegundos antes de que se lleve a cabo el movimiento.
Los sujetos del experimento estaban colocados ante un cronómetro que debían ir mirando e indicar en qué momento decidían mover el dedo. Esto es, tenían que señalar en qué posición se hallaba la aguja del cronómetro al tomar la decisión. El sorprendente resultado fue que la decisión se tomó 350 milisegundos después del potencial de disposición. Resumiendo: nuestro cerebro se dispone a mover el dedo, luego nos da la sensación de que lo decidimos conscientemente y finalmente lo movemos.
Cuando pensamos que estamos tomando una decisión, en realidad no hacemos más que contemplar una especie de vídeo interno retardado (concretamente, 300 milisegundos) de la auténtica decisión que tuvo lugar inconscientemente en nuestro cerebro. No es que las decisiones las tome nuestro vecino; las tomamos nosotros, pero no nuestra parte consciente, sino la inconsciente. Parece que nuestro yo consciente sea un puro observador. La conclusión de este estudio puede resultar difícil de encajar a nuestra parte prepotente.
Nuestra reacción ante este tipo de evidencias la retrató a la perfección Sigmund Freud: "En el transcurso del tiempo, la humanidad tuvo que soportar tres grandes atentados de manos de la ciencia contra su ingenuo amor propio: el descubrimiento de que nuestro mundo no es el centro de las esferas celestes, sino un punto en un vasto universo; el descubrimiento de que no se nos creó de forma especial, sino que descendemos de los animales, y el descubrimiento de que a menudo nuestra mente consciente no controla nuestra forma de actuar, sino que simplemente nos cuenta un cuento sobre nuestras acciones".
Justificaciones inventadas
"
Primero hacemos las cosas
y después las justificamos"
(Juan José Millás)
Nos cuesta mucho digerir que nuestro cerebro decide por nosotros, pensamos que decidimos conscientemente. Cuando preguntamos a alguien el porqué de su comportamiento, pocas veces nos dirá que no lo sabe muy bien, en bastantes ocasiones nos dará una explicación y normalmente muy lógica. Muchos estudios demuestran lo patéticas que pueden resultar estas justificaciones.
Uno de ellos es el realizado por Peter Johansson y Lars Hall en el año 2005. Los investigadores mostraron a los participantes parejas de fotografías para que eligieran aquella cara que les pareciera más atractiva. Cada sujeto debía escoger y justificar su elección. Lo que no sabía es que, mediante un sencillo juego de manos, el experimentador había cambiado su primera opción por la contraria. Esto es, entregaba al sujeto la cara que precisamente no había elegido. Así que el participante acaba justificando la elección que nunca había hecho. El 70% de los participantes no se percataron del engaño e inventaban los motivos. Uno podía decir, por ejemplo, que elegía una cara porque le gustaban las mujeres con gafas y haber elegido la foto de una mujer sin gafas. En nuestras vidas, ¿cuántas justificaciones nos debemos sacar del bolsillo?
Parece que no controlamos mucho ni lo de fuera ni lo de dentro. Y, sin embargo, vivimos como si todo dependiera exclusivamente de nosotros. Así, tenemos tendencia a sentirnos culpables por infortunios moldeados por corrientes invisibles, a desilusionarnos cuando no se cumplen nuestras detalladas expectativas, a rompernos la cabeza indagando porqués cuando se esconden en los designios inescrutables de nuestros pensamientos subterráneos... Si fuéramos más humildes respecto a nuestra capacidad de control, sufriríamos menos.
Ya lo dijo Oscar Wilde en el Retrato de Dorian Gray: "La vida no la gobiernan ni la voluntad ni la intención. La vida es una cuestión de nervios, de fibras y de células lentamente elaboradas en las que se esconde el pensamiento y donde la pasión tiene sus sueños. Quizá te imagines que estás a salvo y te crees fuerte. Pero un matiz causal de color en una habitación o en el cielo de la mañana, o un perfume particular que una vez te gustó y que te trae sutiles recuerdo, un verso de un poema olvidado con el que de nuevo tropiezas, una candencia de una obra musical que hayas dejado de tocar... Te digo, Dorian, que es de cosas como esas de las que dependen nuestras vidas".

No hay mal que por bien no venga
Un día, el emperador Akbar y su gran visir Birbal salieron camino de la selva. Iban a la caza del tigre de Bengala. El emperador marchaba delante, pero -¡qué mala suerte!- se disparó el fusil y se hirió en un dedo. El visir Birbal le entablilló el dedo. Mientras lo hacía, le animaba con una serie de reflexiones muy sencillas:
-Majestad, nunca sabemos qué es lo bueno y qué es lo malo. Qué sabemos de lo que puede sucederle gracias a la herida. El emperador montó en cólera; no podía aguantar filosofía barata y arrojó a un pozo a su gran visir y siguió su camino por la selva. Pero le salió al encuentro un grupo de guerreros salvajes que buscaban una víctima digna para ofrecer a sus dioses. Cuando todo estaba preparado para el sacrificio humano, el hechicero se acercó al emperador y en cuanto se dio cuenta de la mano herida lo rechazó; no se podía ofrecer a los dioses una víctima que no fuera perfecta. Así fue como el emperador quedó libre de nuevo.
Mientras que Akbar caminaba por el sendero, comprendió la sabiduría de aquellas palabras de su visir: lo que al principio parecía malo, había sido muy bueno para él. Lloró de rabia y se inclinó de rodillas delante del pozo donde había arrojado a su fiel amigo. Pero Birbal no había muerto. Le sacó lleno de alegría y se arrojó a sus pies pidiéndole perdón. El visir le contestó: "Majestad, no tiene por qué pedirme perdón; le debo la vida. Si no me hubiera arrojado al pozo, nos habrían capturado a los dos; su majestad se habría librado, pero yo sería ahora la víctima del sacrificio".

EL HOMBRE PUENTE ESENCIAL en tú vida....



Conocer y estimar:

A menudo manifestamos..."si, pero todo tiene un límite".....me estoy cansando de perdonar y olvidar... La Emancipación de nuestra base terrenal, una vez más nos hace comprender que el humano no deja de crear motivos para ser perdonado y que sólo nuestro corazón tiene capacidad de actuar con soberbía o humildad. Aceptemos la gracia de la reconciliación teniendo presente la necesidad de perdonar y ser perdonados.
La LLorona

Las figuras masculinas de los sueños femeninos paracen indicar que el animus no es el alma de las mujeres sino algo "de, desde y para" el alma de las mujeres. En su forma equilibrada y no pervertida es un "hombre puente" esencial.
Esta figura posee a menudo unas prodigiosas cualidades que lo inducen a entrar en acción como portador y puente. Es algo así como un mercader del alma. Importa y exporta conocimientos y productos. Elige lo mejor de lo que se le ofrece, concierta el mejor precio, supervisa la honradez de las transacciones, sigue con tesón todo el procedimiento y la lleva a feliz término. Otra manera de interpretarlo podría consistir en imaginar que la Mujer Salvaje, el Yo del Alma, es la artista y el animus es el brazo de la artista. La Mujer Salvaje es el chófer y el animus es el que empuja el vehículo. Ella escribe la canción y él la orquesta. Ella imagina y él da consejos. Sin él, la mujer crea la comedia en su imaginación, pero nunca la escribe y la obra jamás se representa. Sin él, auque el escenario esté lleno a rebosar de actores, el telón jamás se levanta y la marquesina del teatro no se ilumina. Por consiguiente el animus recorre el camino entre dos territorios y, a veces, tres; el mundo subterraneo, el mundo interior y el mundo exterior. El animus que conoce bien todos los mundos, envuelve y transporta todos los sentimientos y las ideas de una mujer por todos esos trechos y en todas direcciones. Le trae a la mujer ideas de "allí afuera" y traslada las ideas del YO del alma de la mujer "al mercado" del otro lado del puente para sacarle provecho. Sin el constructor y el conservador de este puente terrestre, la vida interior de la mujer no puede manifestarse con fuerza en el mundo exterior.

Pinkola

La Llorona/El hombre del río.




Antes de poder comprender lo que ha hecho el hombre del cuento de La Llorona contaminando el río, tenemos que saber que lo él representa está destinado a ser un conjunto de ideas positivas en la psique de una mujer. Según la clásica definición junguiana, el animus, del género masculino, es la fuerza del alma de las mujeres. Sin embargo, la observación personal ha introducido a muchas psicoanalistas que refutan esa visión clásica y afirman que la fuerza revivificadora de las mujeres no es masculina ni ajena a ella sino femenina y familiar. Pese a ello, creo que el concepto masculino de animus tiene una gran relevancia. Existe una enorme correlación entre las mujeres que no se atreven a crear -que temen manifestar sus ideas ante el mundo o bien lo hacen de una manera irrespetuosa o sin orden ni concierto- y sus sueños, los cuales pueden contener muchas imágenes de hombres heridos o que causan heridas. En cambio, los sueños de las mujeres dotadas de una fuerte capacidad de manifestación exterior suelen girar en torno a una vigorosa figura masculina que aparece depetidamente con distintos disfraces. El animus se puede considerar más bien una fuerza que ayuda a las mujeres a afirmarse en el mundo exterior. El animus ayuda a la mujer a exponer sus pensamientos y sentimientos interiores específicamente femenino de una manera concreta -emocional, sexual, económica y creativa y también de otras maneras- en lugar de hacerlo según un esquema calcado de un desarrollo masculino estándar culturalmente impuesto en una cultura determinada.

¿TU PROPIA ENERGÍA TE CONDUCIRÁ AL DESTINO?



Trabajar nuestro karma
FRANCESC MIRALLES
¿Qué podemos hacer para que nuestra vida sea más amable y confortable? Aunque no lo creamos, nuestro destino no depende del azar. Ser felices está realmente en nuestras manos.
En Maldito karma, una de las sensaciones literarias del anterior curso, David Safier cuenta la historia de una presentadora de televisión que, tras morir aplastada por un lavabo de una estación espacial rusa, se entera en el más allá que ha acumulado mal karma. Puesto que ha engañado a su marido, ha desatendido a su hija y ha hecho la vida imposible a los que la rodeaban en su fulgurante carrera, se acaba reencarnando en una hormiga. Para volver a ser humana tendrá que ganar buen karma. Esta fábula moderna en clave de humor se inspira en la tradición hindú: cada persona recoge lo que ha sembrado.
"En una sociedad cada vez más conectada, los destinos individuales influyen en el bienestar o malestar general"
El hinduismo y el budismo nos enseñan que teñimos la realidad de nosotros mismos: si miramos la realidad con odio, ese odio volverá a nosotros, mientras que si lo hacemos con amor, será ese mismo amor el que encontraremos en el camino.
El karma es una ley cósmica de retribución, o de causa y efecto. No solo acumulamos buen o mal karma con nuestros actos, sino también con nuestras palabras y pensamientos. Quien utiliza el lenguaje para maldecir o difamar a otros, recibirá ese mismo trato por parte de los demás. Los pensamientos negativos son asimismo un bumerán: si desconfiamos de todo el mundo, atraeremos desconfianza hacia nosotros; si envidiamos y deseamos el mal de terceros, no seremos merecedores del amor ajeno.
La ley de la retribución
"Todos procedemos de la misma fuente. Si odias a alguien, te estás odiando a ti mismo" (Elvis Presley)
Una prueba muy sencilla y evidente de esta clase de karma la encontramos en la esfera de la amistad. Las personas alegres, generosas y bienintencionadas están rodeadas de amigos, mientras que las retorcidas y rencorosas se enzarzan en conflictos y la gente las rehúye.
Estas últimas no se dan cuenta de que son responsables de lo que les sucede. Las personas de karma negativo atribuyen lo que les ocurre a la mala suerte o a la vileza humana. Pocas se dan cuenta de que lo que viven es consecuencia de su modo de proceder y que son tratadas del mismo modo que tratan.
Buen karma
"Estar enojado es como tener en la mano un carbón candente con la intención de aventárselo a alguien. Quien se quema eres tú" (Buda)
El Dalai Lama, el divulgador más global del budismo, tiene una visión muy práctica de cómo podemos obtener buen karma en la vida cotidiana. Estos son algunos de sus consejos:
1. Cuando pierda, no desaproveche la lección que puede aprender.
2. Recuerde que no obtener lo que se quiere es un maravilloso golpe de suerte.
3. No deje nunca que una discusión hiera una buena relación.
4. Si se da cuenta de que ha cometido un error, tome medidas para corregirlo.
5. Recuerde que el silencio es a veces la mejor respuesta.
Las leyes para el buen karma las podemos resumir de la siguiente manera: si somos conscientes de las consecuencias de nuestros actos, nos conduciremos mejor, ganaremos apoyos y evitaremos fricciones que nos hacen perder una energía preciosa.
Los sacos de grano
"¡Qué maravilloso es que nadie tenga que esperar ninguna señal para empezar a hacer el bien!" (Anna Frank)
En su libro titulado justamente Buen karma, Josep López cuenta una historia que ejemplifica los beneficios kármicos de actuar altruistamente: dos hermanos heredaron la granja de su padre y decidieron seguir trabajando en ella y repartirse al cincuenta por ciento la producción. Durante un tiempo, el grano resultante de la cosecha se guardaba en sacos y se repartía en dos montones iguales.
Con el tiempo, el mayor de los hermanos se casó y tuvo hijos, mientras que el pequeño permaneció soltero. A menudo, el soltero pensaba en su hermano mayor y en el hecho de que, teniendo mujer e hijos, necesitaba más que él, es decir, más de la mitad de los productos que generaba la granja. Llevado por este pensamiento, se dedicaba en secreto a visitar de vez en cuando el granero y trasladar unos cuantos sacos desde su montón al de su hermano. Este, por su parte, también pensaba a menudo en su hermano pequeño y sentía que debía de estar muy solo, y que si ahorraba algo más de dinero tal vez le resultaría más fácil encontrar una mujer y crear su propia familia. De modo que, también en secreto, visitaba algunas noches el granero y movía unos cuantos sacos desde su montón al de su hermano.
Sin saber cómo, se dieron cuenta de que nunca les faltaba el grano, y ambos se sintieron generosos y afortunados. La moraleja es muy simple: cuando damos, ya estamos recibiendo. Esto nos sucede también cuando el grano no se ve, pero pesa de igual modo en nuestra despensa de felicidad.
Tropezar con la misma piedra
"Quien no aprende de su historia, está condenado a repetirla" (Napoleón Bonaparte)
La iluminadora comedia Atrapado en el tiempo -su título original era El día de la marmota- trata sobre un periodista gruñón condenado a revivir una y otra vez el mismo día. Enviado por su cadena de televisión a un pueblo de Pensilvania a cubrir El día de la marmota, una tradición local, durante el regreso se ve sorprendido por una tempestad que le obliga a regresar al lugar. A la mañana siguiente, el protagonista escucha asustado el mismo programa en el radiodespertador.
La jornada se repite un día tras otro de idéntica manera, con la única diferencia que el periodista sabe que todo lo que sucede ya lo ha vivido. Para salir del bucle tendrá que mejorar sus acciones hasta que el buen karma le permita regresar a una vida que se mueve hacia delante.
La película no deja de ser una parábola sobre el karma cotidiano. Hasta que no tomemos conciencia de lo que podríamos hacer mejor, estaremos condenados a tropezar con la misma piedra.
Un destino colectivo
"El karma instantáneo te atrapará. Irá a golpearte en la cara. Más te vale que te concentres. Únete a la raza humana" (John Lennon)
En una sociedad cada vez más interconectada, los destinos individuales influyen en el bienestar o malestar general, algo que hemos experimentado en esta larga debacle económica. La buena noticia es que está en nuestra mano limpiar el karma general a través de pequeños actos que, sumados, regeneren el sistema:
• Poner nuestro dinero en bancos que se guíen por criterios éticos.
• Ayudar a aquellas personas de nuestro entorno que han quedado atrapadas por la crisis y necesitan un impulso.
• Evitar los programas de radio y televisión basados en la confrontación y el regocijo ante el mal ajeno.
• Cambiar el discurso negativo que desanima por uno más proactivo.
• Dedicar más tiempo a buscar soluciones que a lamentarnos.
• En vez de llorar lo perdido, apreciar lo que nos queda.
• Ser amable con todos, incluso con los que no lo merecen, ya que todo el mundo libra una dura batalla.
Si tomamos las riendas de nuestro karma cotidiano, no solo viviremos de forma más responsable, consciente y feliz, también contribuiremos al bienestar de las personas que nos rodean, que a su vez nos ayudarán a salir adelante.

Un objetivo más amplio
"En momentos de crisis muy graves -atentados terroristas en masa o catástrofes naturales- vemos salir a una legión de voluntarios anónimos, personas que estaban en la zona; personas que siendo tan víctimas como los demás, mueven sus energías, dejando de lado la programación habitual de sus mentes para ayudar, para socorrer (incluso poniendo en riesgo su propia vida) a sus semejantes (...). Dejaron de lado su faceta más egoísta para centrarse en un objetivo más amplio, ayudar a los demás. Las grandes catástrofes nos ayudan a ver más allá de nuestras narices, poniéndonos a todos en una posición de igualdad en la que no hacemos caso a nuestras ridículas preocupaciones diarias". Bendito karma, de Salvador Badillo (Luciérnaga).