TERTULIAS/CHARLAS SOBRE COACHING EMANCIPADOR EN EL CÍRCULO DE COACHING ESPECIALIZADO.



Periódicamente nos reunimos en "petit comité", con un aforo máximo de 10 personas, para debatir sobre COACHING EMANCIPADOR.
Son diálogos participativos para realizar una "iniciación" en la disciplina del coaching adaptada a tu universo de sueños.
Si estás interesada/o en participar GRATUITAMENTE deja tu reserva en paco.bailac@salaidavinci.es y te informaremos de los calendarios previstos.

¡¡¡Ven te esperamos!!!



Seguramente........





Si sé quién SOY, soy TU.

Si no sé quién SOY, soy tu ESCLAVO.



No es fácil comprender a la Emancipación cuando

nos habla del amor al prójimo.

Hemos de aprender y sensibilizarnos a su lenguaje,

alejándonos de la comodidad y costumbre y dando

el protagomismo al amor.

Así podremos abrazar nuevos escenarios de la vida

donde, desde la alegria, abandonemos los

oropeles mundanos.


Nota bene: Quizás tú para el mundo (7.000 millones de habitantes) solamente eres alguien. Pero...... seguramente tú eres "el mundo" para alguien especialmente para la Emancipación.

"EL QUE NO INVENTA Y AMA NO VIVE"




El terrible miedo al compromiso

XAVIER GUIX

Queremos estar enamorados y luego nos entra el pánico. Es básico conocer nuestro estilo afectivo para ser capaces de vivir acorde con él con integridad y sin hacer daño a los demás.Si corren malos tiempos para la pareja, aún anda peor la capacidad de emparejarnos. Vivimos una especie de epidemia que consiste en desear de una manera loca estar enamorados para después sufrir como una condena ese lazo por el que tanto suspiramos. El compromiso afectivo da un miedo terrible.El estilo afectivo tiene mucho que ver con cómo hemos sido amados en nuestra más temprana infancia y en cuál ha sido nuestra respuesta.Arrastramos la necesidad de arrastrar marcos en los que encajar nuestra existencia. Son útiles, pero también nos quitan flexibilidad.
Debe de ser verdad que, a pesar de lo mucho que hoy sabemos de la vida, seguimos cometiendo el error de vivir entre la felicidad y el sufrimiento. Un ejemplo lo podemos observar en los emparejamientos actuales. Nadie quiere renunciar a la pasión abrasadora del enamoramiento, pero a la vez se quieren evitar los quehaceres del compromiso. Ya ni tan siquiera sirve aquello de “ni contigo ni sin ti”. Ahora sólo funciona el “contigo, pero sin ti”.El ascenso de eso que venimos llamando miedo al compromiso afectivo está alcanzando tal magnitud, que cabe pensar si realmente es un problema sólo de miedo o si estamos ante un cambio de modelo afectivo que también está en pleno proceso de transformación. Incluso hay quien se cuestiona si no habremos sobrevalorado la pareja como forma de transitar por este mundo.
Cuestión de estilos afectivos
Puede uno amar sin ser feliz; puede uno ser feliz sin amar; pero amar y ser feliz es algo prodigioso (Honoré de Balzac)
Cuando dos personas se gustan e inician ese periodo de cortejo, que hoy dura lo que dura un telediario, se ponen en juego dos estilos afectivos. Es decir, dos maneras de amar. Nadie ama igual, aunque la psicología reconoce algunos estilos en los que todos podemos más o menos identificarnos.El estilo afectivo tiene mucho que ver con cómo hemos sido amados en nuestra más temprana infancia y en cuál ha sido nuestra respuesta, es decir, con cómo hemos gestionado el apego. De eso se ocuparon hace ya unos años el psicólogo John Bowlby, además de Harry Harlow y posteriormente Mary Ainsworth. Dicha teoría del apego enfatiza la importancia del vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres o sus cuidadores de referencia.Distinguieron tres tipos de apego: el seguro, el inseguro y el ambivalente. Eso lo observaron al realizar una serie de actividades, que voy a simplificar, en las que las madres dejaban al niño solo, jugando, para volver más tarde, o bien la madre permanecía en compañía de otra persona adulta.Al irse mamá, todos los niños solían llorar para luego entretenerse en sus juegos. Lo interesante llegaba al volver la madre. Los niños de apego seguro se alegraban de su vuelta y se echaban a sus brazos. Los niños de apego inseguro, en cambio, se hacían los remolones, ignorando el contacto con la madre. Como una especie de “me has hecho sufrir, pues ahora paso de ti” (¿les suena eso aún hoy como adultos?). Los ambivalentes eran los más ansiosos, reaccionando ahora de una manera, ahora de otra. Esa huella la mantenemos casi de por vida.
El apego hoy
Nunca amamos a nadie: amamos sólo la idea que tenemos de alguien.Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos
(Fernando Pessoa)
Estudios más recientes han actualizado esta teoría y han adecuado los estilos de tal manera que llega a entenderse por qué tanta gente teme el compromiso. Así se puede hablar de cuatro estilos en los que todos andamos más o menos metidos: el seguro, el preocupado, el huidizo y el temeroso.A grandes rasgos, y para no andar con demasiados tecnicismos psicológicos, el estilo seguro se reconoce porque mantiene un adecuado equilibrio entre las necesidades afectivas y la autonomía personal. Suelen ser personas que tienen un modelo mental positivo tanto de sí mismas como de los demás, es decir, que confían en sí mismas, con una elevada autoestima y comodidad en las relaciones interpersonales y en la intimidad.El estilo preocupado se caracteriza por un modelo mental negativo de sí mismo y positivo de los demás, con una elevada necesidad de apego. Son personas con baja autoestima, conductas de dependencia, con una necesidad constante de aprobación y una preocupación excesiva por las relaciones. En los casos extremos puede caer en conductas hostiles, como los malditos celos.
El miedo a amar
La señal de que no amamos a alguien es que no le damos todo lo mejor que hay en nosotros (Paul Claudel)
Al estilo huidizo se le puede añadir la coletilla “alejado”, puesto que viven las relaciones en un estado continuo de acercamiento-alejamiento. Son los que más dicen quererse enamorar para después sentirse con la soga al cuello. Por eso huyen. Suelen ser personas con una elevada autosuficiencia emocional, una baja activación de los deseos de apego, muy orientados al logro de sus objetivos y una elevada incomodidad con la intimidad. Por desgracia, los que sufren este tipo de apego confunden su necesidad de alejamiento con la falta de amor y por eso rompen relaciones una detrás de otra. Son los más proclives a huir del compromiso, y cuando lo logran hay que procurar no atarlos en corto.Finalmente está el estilo temeroso, con un modelo mental que podríamos caricaturizar como “yo estoy mal, pero tú estás peor”. Se caracterizan por sentirse incómodos en situaciones de intimidad, por una elevada necesidad de aprobación, por considerar las relaciones como algo secundario y por una baja confianza en sí mismos y en los demás. El estilo temeroso tiene necesidades de apego frustradas, puesto que, al mismo tiempo que necesitan el contacto social y la intimidad, el temor al rechazo que les caracteriza les hace evitar activamente situaciones sociales y relaciones íntimas.A todo ello hay que sumar las experiencias vividas que modelan sin duda nuestros estilos afectivos. Aunque podríamos discutir qué fue primero, si el huevo o la gallina, o el nido, es cierto que el miedo a amar también se reconoce ante los sufrimientos causados por amores mal entendidos. Por engaños y autoengaños. Por corazones rotos y desgarrados por el dolor del desamor. Nadie quiere volver a sufrir así. No es necesario. Por eso podemos aprender a amar desde la plenitud. Y eso empieza por aprender a amarse a uno mismo.
Amar con conciencia
Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección
(Antoine de Saint-Exupéry)
Conocer el estilo afectivo propio es fundamental. Primero para poder identificar las dificultades que tenemos en el marco de las relaciones y que no dependen sólo de con quién nos juntamos, para tomar responsabilidad sobre ello. Pero también significa aprender a vivir de acuerdo con el estilo afectivo que queramos desarrollar en la vida. No todo el mundo tiene que pasar por la vicaría, ni tiene que tener una familia, ni es un discapacitado emocional por no convivir en pareja. Lo importante es responsabilizarse de las elecciones que hacemos en cada momento, con integridad y sin dañar a los demás.Arrastramos aún la necesidad de crear marcos en los que encajar nuestra existencia. Son útiles, ya que así sabemos cómo actuar y dónde están los límites. Pero también nos quitan flexibilidad, no nos permiten, como la vida misma, fluir con el presente y con los acontecimientos, sino que nos etiquetan, normativizan y crean expectativas y obligaciones que nos quitan autenticidad. Eso es lo que ocurre con el amor a veces. Se dan por hecho tantas cosas que es inevitable vivir en el autoengaño. Por eso, cuando Cupido se quita la venda de los ojos, no nos podemos creer en lo que nos hemos convertido.Prefiero pensar que hoy disponemos de una conciencia diferente, la cual nos permita elaborar las relaciones día a día, sabiendo que andamos continuamente sobre la fina cuerda de la incertidumbre y que todo se debe ir resolviendo si hay capacidad de amarse. Y eso empieza por asumir cómo amamos y cómo queremos ser amados.

No levantarás falso testimonio.




¿Nos puede liberar el prójimo?



Más el amor al prójimo es un reto complicado y espinoso.

Renunciar a cargar la culpa a los demás es una variable enorme en nuestra frágil existencia. Pero debe ser así para encontrar-nos auténticamente ante la plenitud. La tendencia natural es de protegernos y para ello todo vale (dice la filosofía capitalista). Desnudarnos ante nuestro propio espejo y comprobar aceptando. las enormes imperfecciones que nos ha regalado el destino es materia muy difícil y complicada. Pero ese es el reto.
Ante los espejismos de la sociedad, nos hemos dotado de soluciones temporales y carísimas (económicamente hablando)

para modificar nuestro aspecto externo. Así maquillaje, colonias, modistas, peluqueros, joyeros, estilistas diversos, nos modifican el momento para ocultar las carencias…. diversas que nos invades...

¿pero? Y el alma y su espíritu.
Pues el alma se cuida con el amor al prójimo

y desde ahí el descubrirnos internamente

elevándonos desde la soberbia del YO

hacia el paraíso del NOSOTROS.
Qué bonito objetivo es asumir el reto de conocer

e investigar sobre nosotros.

¿qué si no resulta más interesante?
Mas consideremos que el antídoto para cualquier miedo es disfrutar.

El miedo surge cuando no disfrutas la vida y cuando la disfrutas, el miedo desaparece.

Sé positiva y disfruta más, ríe, canta, disfruta.

Se más alegre cada día, entusiásmate por las cosas pequeñas,

por las cosas distintas a la propuesta capitalista.
La vida está hecha de cosas pequeñas,

pero si consigues impregnar en ellas la cualidad de la alegría,

el resultado es fenomenal, genial
¡¡¡inténtalo!!!

GRACIAS.

NUESTRO EQUILIBRIO PUEDE ESTAR EN EL AMOR AL PRÓJIMO




Con más frecuencia de la deseada responsabilizamos

al "otro" de todas nuestras desventuras.

Con esta práctica conseguimos liberarnos de nuestra

propia responsabilidad y evitamos revisar los

errores cometidos.

¡¡¡la culpa no es mia!!!

Una alternativa es poner en práctica una de las herramientas

que nos proporciona la Emancipación:

El amor al prójimo o reconocer al "otro" como legítimo "otro".

Desde este nuevo escenario de amor a los demás empezamos

a amarnos también a nosotros. Al no culpar a los otros

de los fracasos que nos atormentan podemos analizar

aquellas áreas de mejora que tenemos por desarrollar y que


son las que nos ocasionan los tormentos.

Así despertará el interés por nosotros mismos y desde

la Emancipación ofreceremos amor a los demás y nos


desarrollaremos por los caminos de la plenitud.

LOS ESPEJISMOS NO SON COSA DE BRUJERÍA.





El mundo de nuestra fantasía
JENNY MOIX
Válvula de escape, de liberación. La mente imagina situaciones y lugares en el terreno afectivo, sexual y laboral. ¿Debemos sentirnos culpables por ciertos pensamientos?
Estaba lloviendo espesamente, pero para Esther aquella terraza salpicada donde se encontraba no perdía un ápice de su encanto. Y es que París es muy romántico. Mientras miraba, sin ver, esa cortina de agua, tuvo la absoluta certeza de que Juan cogería un avión y se presentaría. Quizá con un ramo de rosas rojas. Veía la escena a todo color en su mente. Al otro lado de los Pirineos, en Barcelona, Juan estaba en una maldita reunión y ni pensaba en Esther, de hecho ni siquiera recordaba su nombre (el nombre de esa chica nueva que había empezado a trabajar hacía solo un mes en su despacho).
"Nos podemos sentir infieles mentalmente. Pero las fantasías se encuentran en un mundo muy aparte, en otra dimensión"
"Las personas más indecisas, las que postergan las decisiones y las actuaciones, son las que fantasean en mayor medida"
El cerebro de Esther se las apañó durante un rato para hacer factible esta historia. Sus neuronas practicaron mil piruetas para que se creyera sin dificultad que un hombre a quien casi no conocía estaba locamente enamorado de ella, había conseguido averiguar dónde se encontraba y lo había dejado todo para ir a su búsqueda. Esta ficción duró solo unos minutos porque, después de un largo suspiro, Esther, que goza de una buena salud mental, volvió a lo que ella sabe que es la realidad.
Las fantasías son un producto natural de nuestra mente. Cuando nuestro cerebro no está ocupado en una actividad que requiere nuestra atención, empieza a divagar. De hecho, Malia F. Mason y su equipo de la Facultad de Medicina de Harvard han descubierto las regiones cerebrales del córtex dedicadas a ese pensamiento errabundo. Existe una red cortical que se conecta o desconecta dependiendo de si estamos fantaseando o atentos a una tarea determinada.
Amor, sexo, venganza...
"El beso es el contacto de
dos epidermis y la fusión
de dos fantasías"
(Louis Charles Alfred de Musset)
Las fantasías se definen como un guion imaginario en el que se halla presente la persona que las genera. Las temáticas pueden ser de lo más variadas, igual que las películas cinematográficas. Cuando estamos enamorados, sobre todo las mujeres, las románticas inundan nuestro cerebro.
Las fantasías más estudiadas son las sexuales. Un alto porcentaje tanto de hombres como de mujeres al masturbarse o practicar el sexo en compañía suelen utilizar las fantasías para aumentar su excitación. Esas creaciones pueden representar escenas habituales o constituir una alarde de imaginación extravagante. En algunos casos, tanto ellas como ellos pueden sencillamente recordar escenas pasadas con su pareja. Aunque el objeto de sus fantasías también pueden ser otros hombres o mujeres. Y por ello pueden traer consigo la culpa. Nos podemos sentir infieles mentalmente. Hemos de saber que las fantasías se encuentran en un mundo muy aparte, en otra dimensión. Que los protagonistas de nuestras fantasías no sean nuestra pareja no significa que forzosamente queramos acostarnos con otro, ni que esa fantasía traspase al mundo real. También se puede dar el caso de mujeres que imaginen sexo lésbico o de hombres que mentalmente disfruten de compañeros varones. Eso tampoco tiene que poner en duda obligatoriamente nuestra tendencia sexual.
Existen diferencias entre las películas mentales masculinas y las femeninas. En la mente de los hombres podemos encontrar más argumentos donde ellos sean agresivos o dominantes, mientras en las mujeres una fantasía bastante habitual es la de ser raptada y forzada. Existen diferentes estudios al respecto. Jenny Birona y Joseph Critelly, en una investigación llevada a cabo con 355 estudiantes femeninas, comprobaron que un 62% tenía este tipo de fantasías una media de cuatro veces al año.
Las fantasías son como una válvula de escape, una grieta en las gruesas paredes de la lógica que nos permite expandirnos. Y muchas veces nos liberamos, bien liberados. ¿Cuántos jefes deben estar siendo asesinados en este momento en la cabeza de millones de trabajadores? Y es que cuando sentimos ira o frustración, cuando nos sentimos tratados injustamente, es muy difícil frenar este tipo de fantasías. Incluso con gente que queremos. Después de una tremenda discusión con nuestra pareja, a nuestras neuronas les puede dar por inventarse una historia donde muere y nosotros nos quedamos dichosamente anchos. El problema viene después, cuando la culpa empieza a invadirnos. Todos aceptamos sin problema que no podemos controlar lo que soñamos bajo las sábanas, pues no dejar escapar de la cabeza nuestras ensoñaciones diurnas también suele resultar imposible.
Luces y sombras
"La imaginación sirve para
viajar y cuesta menos"
(George William Curtis)
Las fantasías nos permiten evadirnos de la realidad, realizar nuestros deseos, ser creativos... La existencia sin ellas sería realmente aburrida, insoportable. Sin embargo, también tienen sus sombras.
Existen imaginaciones catastrofistas. Nuestro hijo no llega a casa a la hora prevista y todo nuestro mecanismo mental se pone rápidamente en marcha fabricando un argumento en el que no falta un accidente y, en el peor de los casos, la muerte. Podemos sufrir a chorro cuando estas imágenes cruzan nuestra mente. Y el peligro es que la repetición puede convertir las fantasías en verdades para nosotros. Podemos llegar a creérnoslas. Si empezamos a confundir, la patología mental nos abrirá sus puertas.
¿Quién no ha fantaseado que le tocará la lotería? Lo imaginamos a conciencia. En qué nos gastaremos el dinero, con quién lo repartiremos, cómo lo celebraremos, cómo invertiremos... ¡Es tan divertido imaginarlo por un rato! Lo malo es cuando la imaginación se pone en un plan tan convincente que estamos impacientes de que llegue el día porque sabemos a ciencia cierta que nos tocará. En los días de sorteo, el barómetro de terribles decepciones señala muy alto.
Fantasear repetida e intensamente sobre un tema nos puede empujar a querer protagonizar nuestra película en la realidad. Edward A. Selby, de la Universidad de Florida, ha estudiado detenidamente el comportamiento de los suicidas. Un alto porcentaje ha experimentado con fantasías antes de llevar a cabo el suicidio. Normalmente recrean escenas en su mente sobre el método que emplearán, sobre cómo van a reaccionar los demás, incluso sobre cómo va a ser su funeral. En algunos casos, esos montajes mentales tienen cierto halo de romanticismo. Es difícil escudriñar el camino de nuestras intenciones más profundas. Podemos suponer que estas personas primero sintieron la necesidad de suicidarse, empezaron a fantasear y finalmente lo consumaron. ¿Qué papel impulsor tienen aquí las fantasías? Quizá el barniz que las fantasías pusieron a su idea la convirtió en más atractiva. Su imaginación quizá desempeñó el papel de trampolín.
Ya hemos visto dos inconvenientes que en algunas ocasiones pueden conllevar ciertos tipos de fantasías recurrentes: creérnoslas y realizarlas. Existe otra trampa. ¿Constituye una conducta insana ir al cine? En principio no, solemos disfrutar, evadirnos de nuestro día a día. Sin embargo, si vamos tanto al cine que no podemos atender las obligaciones, podría empezar a constituir un problema. En el caso de las fantasías ocurre lo mismo. En la vida debemos afrontar problemas, actuar; unas dosis de evasión pueden ayudarnos a coger fuerzas, pero cuando la fuga de la realidad se convierte en nuestra principal estrategia de afrontamiento es cuando todo se complica. J. S. Harriot y su equipo publicaron un estudio en Journal of Social Behavior and Personality donde administraron a 107 sujetos un cuestionario de indecisión y otro para evaluar las ensoñaciones diurnas. Concluyeron que las personas más indecisas, las que postergan más las decisiones y las actuaciones, son las que fantasean en mayor medida.
Somos expertos guionistas
"La imaginación abre a veces unas alas grandes como el cielo en una cárcel grande como la mano" (Louis Charles Alfred de Musset)

Las fantasías saltan a nuestra pantalla mental normalmente sin que nosotros les hayamos dado permiso. Pero una vez allí, podemos tomar conciencia y recrearnos en ellas, retocarlas y perfeccionarlas hasta que las dejamos dignas de ser galardonadas para los Oscar. Pensemos si no en las conversaciones imaginarias. En algunos casos están basadas en algún diálogo real perteneciente al pasado. Nuestra mente lo rescata y le da unas pinceladas para que quede patente nuestra brillante elocuencia. En otros casos se trata de alguna conversación que nos gustaría mantener con nuestro jefe en la que dejamos claro quiénes somos, o con nuestra pareja, a quien le confesamos nuestros sentimientos de una manera que por fin nos entiende.
Lo ridículo o, según como se mire, entrañablemente humano es que en nuestras fantasías también tenemos problemas. Imaginemos que esta tarde vamos a la presentación de un libro de nuestro autor favorito, no lo conocemos y estamos realmente ilusionados. La mente se dispara y empieza a elucubrar algo ingenioso para decirle mientras nos firma el libro. Obvio que en nuestra película se nos ocurre una frase brillante, y más obvio todavía es que a él le vamos a caer estupendamente. Pero, claro, le gustamos tanto que nos invita a cenar. ¿Qué hacemos? ¿Aceptamos o no? ¿Qué dirá nuestra pareja...? Igual nuestras sinapsis pueden pasarse trabajando a todo gas 10 minutos para solucionar este dilema.
De repente lo veo clarísimo. Este artículo va a gustar mucho. La gente, muy entusiasmada, lo va a recomendar a sus amigos... Sí, incluso me van a invitar a dar una conferencia para hablar del tema... ¡En las islas Fiji! Ahora que lo pienso, no sé qué me voy a poner. No tengo nada adecuado en el armario. ¿Me compro algo? Bueno, ya lo solucionaré... ¡Y la persona que va a presentar mi ponencia será un hombre muy atractivo...! Benditas fantasías.

¿EGO?



¿Qué es el ego?
Hay varias definiciones de ego. Una es el aprecio excesivo que una persona siente por sí misma. Otra, la que desarrollamos en esta nota, es la de instancia psíquica que se reconoce como “yo”.
El ego es una entidad que se va autoconstruyendo a nivel inconsciente a lo largo de la vida través de la adquisición de conocimientos, creencias, hábitos y experiencias. La falta de conciencia hace pensar que uno es eso que ha venido haciendo y experimentando.
Darse cuenta de la existencia del ego, el “yo” mental y emocional no creado desde adentro, sino impuesto por el medio, es un primer paso en la toma de conciencia y en el despertar de lo que permanece dormido.
Al disociar un yo observador de cómo funciona el ego, es posible dirigir la mirada hacia otra cosa. Hasta entonces se podía ser más o menos sano, centrado, equilibrado o feliz, pero la conciencia, esa otra cosa. Es la presencia que todavía no había llegado de lo que uno verdaderamente es. Y llega cuando la mente se conecta con su fuente espiritual y recién entonces el sujeto puede elegir por sí mismo.
Aprender a ser. Es el principio clave de las 4 A de la educación. Mientras tanto el Ego utiliza las 3 A restantes: aprender a hacer, aprender a aprender y aprender a convivir. Aprender a ser es un aprendizaje duro que muy pocos finalizan, porque el sistema educativo no da prioridad al autoconocimiento y privilegia la información.
Esto genera patologías de la personalidad como no saber lo que quiero ni lo que soy. Esto implica crear un ego distinto al real. Esa creencia falsa, lo que uno cree que es, le impedirá potenciar lo que podría llegar a ser. El sujeto se identifica con el ego que es un fragmento de sí mismo y desconoce la dependencia a la que se somete, hasta que un buen día se despierta e intenta vivir libremente.
El ego es el medio que usa la inteligencia para lograr sus fines en un sistema educativo y en un medio social donde reina la imperfección. El riesgo es no descubrir el genio interior y quedar atado a roles funcionales alejados del centro espiritual. En una sociedad así nadie esté contento con lo que hace. El test de la inteligencia emocional consiste en la alegría o en la apatía con que se encara cada jornada
No se puede operar sin una identidad. El creador del ego es la mente. Cuando no la gobierna la conciencia el ego se fragmenta. La mente es dirigida desde afuera por una sociedad de consumo que ofrece siempre algo nuevo y genera el miedo a perderlo. Así se rebaja la energía y se carece de paz y felicidad en el presente.
Un cuerpo sin mente sería un vegetal sin capacidad de sentir, de pensar o de actuar. Una mente sin conciencia produce un ego frágil.
El aprendizaje se da siempre en contextos sociales, pero aprender a ser es posible sólo cuando se llega al origen de lo que se experimenta, eso que las emociones se encargan de manifestar. Cuando la mente se alinea con la conciencia optimiza sus capacidades de elección.
Tomar las riendas. La mente que no abreva en su fuente espiritual carece de señales que orienten la acción, el ego vaga errante y las emociones no forman parte del espíritu. Disociadas del ser los éxitos son fugaces y los traumas se internalizan. En cambio ancladas al espíritu brindan la sensación de unidad, amor, integración y paz.
La mente es un software que brinda libertad creadora pero puede operar mal y originar un ego dividido, cuando el programa está infectado por los virus que pululan en el contexto. Se fabrica una prisión sin que se lo advierta porque nunca se vivió algo distinto.
El mundo es un espejo. Navegar en la falsa realidad no garantiza bienestar ni seguridad y el ego es presa fácil del contexto. La propagación de los virus crece rápidamente, provoca la impotencia y el temor, y lo anómalo es la norma. Al formar parte de eso con lo que se identifica, no conoce otro mundo. La mente lo hace adicto a esas falsas identidades que lo esclavizan y lo alejan del verdadero ser.
Esa moral se fundamenta en premios y castigos e impulsa a crear una identidad (ego) que permite desenvolverse socialmente, aunque se sienta que todo es mentira y se experimente la ausencia del amor.
Un fanático que se siente superior, miente, persigue, mata, revelando una mente disfuncional. Es difícil rebelarse al orden establecido o romper con una norma social muy arraigada. El ególatra es un autómata doliente, cuya mente busca en el desván de su cabeza pensamientos viejos del pasado que no se detienen en el presente.
El radar o la brújula. Dejar de juzgar y valorarse desde afuera, de imitar a la moda o a los ricos y famosos, inicia el proceso de cambio. Hasta aquí no se usaba la brújula para conocer el mundo interior. Todo lo que daba sentido a la vida estaba afuera, desde donde se regulaba la existencia, la moral, la identidad, el estilo de vida y las creencias.
Se producía así la desconexión con la identidad real. Ni siquiera se sospechaba de la existencia del verdadero centro vital. Sin embargo ese algo con lo que se nace no se puede separar, pero si ocultar.
Al perder la conciencia de la verdad, se actúa en piloto automático.
Esto genera seres vulnerables, dependientes, reactivos, adictos a los estímulos, que se frustran, se tensionan y se atemorizan con frecuencia.
Son seres que se irritan cuando no suceden las cosas que desean.
El falso ego lleva a la desdicha. Cautiva con promesas de un futuro mejor que a la larga las defrauda. Distorsiona la realidad y causa el sufrimiento por identificarse con creencias falsas. El ego siempre encuentra razones para sufrir con excelentes argumentos. Se especializa en crear víctimas que padecen injusticias. La preferida es: el día que tengas esto o seas aquello podrás ser feliz. Se enseña a sobrevivir a situaciones que no se pueden apartar. Sólo aprendiendo a elegir y a dejar de lado la desdicha, se deja de ser esclavo de la mente.
La batería del auto usada para iluminarlo se arruina, pero conectada con el encendido del motor se recarga. Del mismo modo hay que conectar los deseos y los recursos con los altos valores.
Al ego hay que conocerlo y aceptarlo, toda pelea desgasta. Hay que agradecerle el haberse construido: ha sido y es muy útil. Ha puesto energía y dedicación. Hay que entender para qué sirvió y para qué no. En qué facilitó las cosas y en qué las trabó. Hay que saber cambiarlo, después de todo el ego es una construcción. Fue una construcción inconsciente y automática, hecha sin haber prestado la debida atención.
El comienzo es importante. Al notar que el ego es disfuncional, se advierten sus diversas caras. En la desdicha se pueden cerrar los ojos, inspirar y percibir la presencia que se oculta. Se necesita enfocar la atención en el presente, ver que las cosas no son como parecen, retirar la capa superficial hasta detectar la presencia de la ausencia. Así aparecen dos presencias. Descubrir cuál es falsa es el principio. No hay que correr, sólo es cuestión de observar y tomar conciencia.
De pronto se descubre que se perdió la identificación y se la abandona. La mejor forma es que caiga como caen las hojas secas, sin hacer nada más que advertir su presencia. A las hojas secas se las lleva el viento.
Al madurar el poder de la conciencia se reconoce que el ego era causa de desdichas y que se desvanece al dejar de alimentarlo. La mente y el ego dejan de gobernar, se convierten en súbditos de la conciencia y la presencia es el verdadero centro. Presencia del Ser, sin identificación con máscaras. Solo consciencia y sentimiento puestos en el presente.
Las técnicas de meditación permiten desprenderse de esa construcción y sumergirnos en lo que compartimos con todos los seres. Es otro estado de consciencia. Pero es difícil desprenderse del ego aunque se es más consciente de que existe, hay que dejar de ser su víctima, aprender a manejarlo, prestar atención al diálogo con el cual uno se habla a sí mismo, se explica el mundo e intenta que las cosas encajen en los conceptos con los que acomoda el mundo externo al interno.
Conócete a ti mismo. La libertad es la capacidad de tener actos conscientes. Pero la racionalidad es limitada y cada observador puede ver otra realidad. Existe el pluralismo y la relatividad. Construir la verdadera identidad consume energías pero es peor la falsa identidad, asumir como propios planes ajenos, eludir compromisos, diferir la resolución de la crisis y caer en la parálisis por exceso de análisis.
Para que la identidad no sea un sueño y para evitar que como dijo Rousseau: el hombre nazca libre y sin embargo por todas partes se lo encuentre encadenado, hay que dominar la metodología que desarrolla el potencial eligiendo los mejores proyectos y modelos, para convertirse en el arquitecto que diseña su propio destino. El creador innovador es el mejor imitador que tiene dios en la tierra. Es el que aprendió a convertir su espíritu en materia.

¿ES LA MUERTE REDENTORA?



Abrí la ventana para verte llegar

y la impaciencia me invadía

al no sentir tu caricia.


El encuentro del hombre con la Emancipación, la aplicación

al hombre de su redención, de su vida, muerte y gloria

no se cumple solamente con las buenas prácticas.

Se da también siempre que el hombre, por la gracia,

corresponde libremente a la gracia.

Sin embargo, este personal encuentro de la Emancipación

con el hombre en la terrenalidad puede adquirir

carácter visible socialmente hablando.

Siempre que el hombre por la humildad se abre a su

acción, se acerca a la elevación de su existencia por medio del prójimo.

Será desde el amor ajeno donde se produce nuestra

transformación y ella debe conducirnos a la

total apropiación de la muerte como evidente signo de

Emancipación.

Es pues la muerte redentora, de toda nuestra vida efímera,

la que definitivamente debe asentarnos en la plenitud ser Ser

y ser tertimonio de ensalzamiento de los humanos.

¿QUIÉN ES EL DUEÑO DE LA HERIDA?





¿Quién es el dueño de una carta: el remitente, o el destinatario? Quizá el correo, en su trayecto al menos.

¿Quién es el dueño de la herida: el que la causa, o el que la padece? ¿No son caras los dos de una misma moneda?

O quizá el dueño es el sentimiento que les clava su dardo. Quien ama, quien es amado y el amor: ese arquero que los llaga a ambos, ese puente levadizo en que se encuentran y se desencuentran...

El dueño de la herida es el verdugo y es la víctima; es el idólatra y es su ídolo; pero, sobre todo, aquello que los vincula o los enfrenta, sea cual sea su nombre.

Porque hay amores que no saben el suyo verdadero.
Gala

"BUSCAMOS LA FELICIDAD EN LUGARES EQUIVOCADOS"




La costumbre es la cualidad más simple y sencilla
del ser humano y sin embargo no es igual para todos.
Cada uno tiene su costumbre y vive con ella,
ya sea en la gloria o en el desastre.
Los generosos, y en especial los filántropos,
tienen la costumbre de ayudar al prójimo.
Los tiranos y los despótas suelen tener la costumbre
de torturar, invadir y asesinar.
Mario Benedetti



¿Podemos cambiar?


A menudo nos escudamos en compromisos con otros

o en falta de tiempo, y vamos dejando pasar los años sin
ser dueños de nuestra propia vida.
"Cuando conquistas tu miedo, conquistas tu vida".

El miedo es el gran freno para cualquier cambio de la vida.

Nos sorprende en el peor momento y de la peor manera, exhibiendo ante nuestros ojos todos los peligros a los que nos exponemos y colapsando nuestra capacidad de decisión.

Reorganizar nuestro tiempo.

"Lo más importante está enterrado bajo capas de problemas apremiantes y preocupaciones inmediatas"

"No inventamos, sino que detectamos nuestra misión en la vida" Todos tenemos un sueño que nos haría especialmente felices realizar, y que daría un nuevo sentido a nuestras vidas.

Elegir el equipaje imprescindible. "Buscamos la felicidad en lugares equivocados".

Elegir los compañeros de viaje. "Somos tan felices como lo son nuestras relaciones"Nos han enseñado a trabajar; no a vivir ni a entender la vida.
¿Podemos cuestionar la tradición o estamos cómodos con ella?
¿La tradición nos ha esclavizado?

Deberíamos utilizar el pasado como trampolín y no como sofá



Cuando nos invade la nostalgia

XAVIER GUIX


Recordar nuestro pasado es sano si sirve para vernos tal y como somos hoy. Anclarnos en los recuerdos de forma obsesiva puede llegar a doler. Entre las múltiples experiencias que nos permite nuestro mundo emocional se encuentra el sentimiento de nostalgia. Un viaje imposible, pero añorado hacia nuestro pasado.


"Menuda encrucijada someterse al quiero y no puedo. Vaya plan perderse en el laberinto del tiempo sin poder salir de él"

"La función de la nostalgia es, sin duda, acordarnos de aquel que fuimos y poder observar al que somos ahora"


De pronto, uno se siente invadido por imágenes, resonancias, palabras o sensaciones del ayer. Se da cuenta de que no es un mero ejercicio de la memoria, ya que, acompañando esos trazos de vida vivida, amanecen vagas emociones que parecen instalarse definitivamente en nuestro interior. Ocurre entonces que de aquellas emociones imprecisas despierta un enorme sentimiento que cubre todo nuestro ser con su presencia. Es como si de golpe todo el pasado vivido quedara resumido en esa estampa agridulce. Como si el tiempo se atorara con el único propósito de meternos en la encrucijada de ser lo que ya no podemos ser. Hay sentimientos más llevaderos que otros; sin embargo, el de la nostalgia puede llegar a doler. Menuda encrucijada someterse al quiero y no puedo. Vaya plan perderse en el laberinto del tiempo sin poder salir de él sin sufrir, añorando un regreso imposible. No obstante, algunas personas descubren en tal pasión una forma adictiva de vivir, un refugio para su incomprensible vida, un exilio interior que llena los vacíos de su existencia.


El regreso sufriente


"Los únicos acontecimientos importantes de una vida son las rupturas. Ellas son también lo último que se borra de nuestra memoria" (E. M. Cioran)


La palabra nostalgia se nutre, en su raíz griega, de nostos, que viene de nesthai (regreso, volver a casa), y de algos (sufrimiento). Podría definirse entonces la nostalgia como el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. Según adónde queramos regresar podremos observar, al menos, tres formas diferentes de nostalgia. La primera es la puramente sentimental, una especie de lamento de las pérdidas de nuestra vida, como pueden ser, por ejemplo, los amores pasados. No es de extrañar que el primer amor sea aquel al que siempre regresamos, sobre todo cuando las cosas no nos van bien en las relaciones actuales, o por ausencia de ellas. Parece que encontramos refugio regresando al centro de los días en los que la única preocupación era descubrir el dulce sabor de los primeros besos. Siendo como es un bonito recuerdo, con la nostalgia se convierte en una desesperanza. Atesoramos experiencias cuyo significado ha calado tan hondo en nuestra existencia, que su inesperado recuerdo nos traslada hasta ese mismo instante en el que logramos aquel éxito, en el que surgió el amor, en el que vivimos con intensidad, en el que descubrimos a Dios o en el que nos pareció que estábamos cambiando el mundo. Tal vez no repetiríamos los mismos acontecimientos, pero qué duda cabe que volveríamos gustosos a envolvernos de los mismos sentimientos.


Elogio del tiempo pasado


"El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia" (Milan Kundera)


Una segunda manera de vivir la nostalgia es la que representan aquellas personas que viven sin desprenderse nunca de su pasado. Lo recuerdan adrede, lo revisan en fotos o vídeos, lo mantienen vivo en cada conversación (fuimos tan felices...qué bien lo pasábamos... tenemos que volver... ¿te acuerdas de...?). Es una manera de permanecer a través del tiempo, lejos de abrir los ojos a su realidad más inmediata, tal vez más oscura que la de aquellos años que fueron tan felices. Por supuesto, es una falacia, una interesada comparación, porque ni aquellos días fueron tan increíbles, ni los de ahora son tan grises. Ocurre, eso sí, que al creer con convicción en el determinismo del pasado, todo lo bueno que exista ahora en sus vidas será difuminado para no estropear el añorado recuerdo con el que se quiere vivir. Elogiar el tiempo pasado desde la gratitud puede entenderse como un acto de alineamiento interior. Poder mirar atrás, lo vivido, en paz y tranquilidad. No se trata de evitar una presencia nostálgica, sino integrarla como parte del inmenso don de haber podido vivir momentos de tanta plenitud. Sin embargo, cuando todo "era mejor antes" tenemos un problema existencial. No existe armonía entre lo vivido y el ahora y el aquí. La nostalgia entonces deviene una armadura contra lo real. Una obsesión del regreso.


El mito del eterno retorno

"Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta" (Homero)


La última de las nostalgias que estamos observando tiene mucho que ver con la idea del regreso a casa. Es la nostalgia de los griegos convertida en mito a través de la figura de Ulises, en su larga travesía de retorno a Ítaca. Vivir puede asemejarse a un largo viaje, lleno de aventuras, de infortunios, de alegrías, tristezas, azares y desesperanzas. Sin embargo, detrás de cada envite, de cada puerto visitado, de cada amor entretenido, persiste la nostalgia de volver al hogar. Uno anda buscando siempre la manera de regresar a casa, como símbolo del encuentro con la propia paz interior. A menudo esa paz también se encuentra en el regreso a los contextos que nos construyeron durante la infancia y la adolescencia. En ese sentido, los pueblos, sus gentes, sus calles, sus entornos, configuran una trama de paisajes, olores, fotogramas y secuencias de nuestras andaduras ancladas en nuestro sistema emocional. Mucha gente, cuando llega la hora del retiro del mundanal ruido prefiere regresar a sus lugares de origen y reencontrarse con esas viejas emociones, cerrando así el círculo de la existencia. También nuestras almas encuentran reposo en la serenidad, como nostalgia de aquel lugar eterno al que regresaremos algún día. Por eso Luc Ferry, el filósofo francés, etiqueta de cosmológica este tipo de añoranza.


El yo que ya no existe

"Deberíamos utilizar el pasado como trampolín y no como sofá" (Harold McMillan)


¿Qué función puede tener entonces la nostalgia? Sin duda, acordarnos de aquel que fuimos y poder observar al que somos ahora. El sentimiento de añoranza no deja de ser una pérdida por un yo que existió. Forma parte de nuestra historia personal y a veces se entromete en nuestra cotidianidad para que le hagamos un espacio. No obstante, al momento siguiente regresamos de nuevo al ahora, a nuestro yo actual, que puede admirar serenamente cómo la vida es puro movimiento. En la línea de Heidegger, el ser humano concreto se experimenta como urgido a renovar, de un modo dramático y liberador, un pasado más o menos nostálgico o privilegiado con el fin de ir asumiendo más lúcidamente su futuro, individual o colectivo. También lo reflexiona Manuel Cruz, catedrático de la Universidad de Barcelona, cuando pregunta: ¿Qué sentido podría tener la nostalgia por un pasado que atribuiríamos a un yo diferente del actual? ¿O la melancolía por lo que pudo haber sido y no fue... de otro? ¿Tendría más sentido la ilusión por lo que pueda esperarle a alguien que tal vez ni siquiera sea yo mismo? Una vez más, andamos al encuentro de nuestro ser en el tiempo. Debemos interrogarnos sobre el sentido de la identidad, el ritmo de la vida y qué hacer con nuestro pasado. Lo cierto es que no descansamos en paz, hasta poder diluirlo en el flujo de la existencia.

TEN CUIDADO



La sencillez es la llaneza de lo natural, de lo fácil, de lo comprensible, que puede llegar a todos sin oscuros obstáculos y es lo que caracteriza a la belleza.

La sencillez no necesita adornos ni hacer ostentación, porque es como el agua, que sin tener ni gusto ni sabor, ni color, es igualmente necesaria.


La inteligencia es el crecimiento de la consciencia interna.

No tiene nada que ver con los conocimientos, tiene que ver con ser asertivo.

Una persona inteligente no actúa según su experiencia pasada; actúa en el presente.

No reacciona responde. Por consiguiente, es siempre impredecible; nunca se puede estar seguro de lo que va a hacer.

Los tontos siempre tienen más seguridad en sí mismos que los inteligentes.

La estupidez da una cierta seguridad. Consecuentemente "la seguridad" puede ser una gran cualidad o puede ser un obstáculo.

La inteligencia es vacilante dado que hay multitud de alternativas para tomar una decisión.

Solo un 1% de la seguridad es buena el resto invalida la inteligencia. Si el mundo estuviera plenamente delineado se perdería la emoción y la luz de la vida; estaríamos en la seguridad de la muerte.

"TODOS SOMOS IGNORANTES.

LO QUE PASA ES QUE NO TODOS IGNORAMOS LAS MISMAS COSAS"

Vivo sin vivir en mí.... y tan alta dicha espero......



La constancia es un proceso que nos aporta frescura a

las dudas que genera nuestra existencia. Con ella alcanzamos

metas, inicialmente, inimaginables y consecuentemente

evoluciona la emancipación del ser primario que nos atenaza.

No obstante hemos de estar atentos dado que es un proceso que nace,

tímidamente, en nuestro interior y se manifiesta de manera muy timorata.

Podemos y debemos ser valientes ante los cambios si nos

acompaña la constancia pues será ella quién nos abra nuevas oportunidades, no de bienes materiales...simplemente de modelos mentales novedosos que nos conduzcan a realidades más plenas.


A través del coaching podemos, no obstante, reflexionar y acercarnos hacia aquella "emancipación" que sin color y rostro nos acerca a la máxima plenitud: (la que tú desees).

Una sugerencia que te ofrezco es considerar la separación de cuerpo y alma como algo trascendente para tí, aunque nos han enseñado a obviarlo. Este momento de plenitud es un acto de apropiación del gozo que, por milésimas de segundo, disfruta el humano.

Situada, pues, la meta u objetivo todo lo demás es un tránsito hacia él. Así, si nos aceptamos en la superficialidad del egoismo, que podemos combatir junto a nuestro coach. A través de la humildad debemos fijar la actitud de constancia que nos aleje de la actitud primitiva del humano: inexistencia de amor.

Desde pequeños nos hacen creer que el mundo está lleno de gente malvada....



Cuando las palabras ingresan en el diccionario

las pobres están perdidas.

Si la palabra está sola, al aire libre, se levanta en su significado, dice algo, lo sostiene.

Pero cuando entre en el diccionario, la muchedumbre de significados la esfixia.

Mario Benedetti.

Todos los seres humanos desean ser queridos.

Pero ¿Cuántos aman realmente?

El verdadero amor actúa como un alquimista: convierte la ambición en altruismo y transforma el sufrimiento en Felicidad.

“Cuando el sabio señala la Luna el necio mira el dedo” . Proverbio Chino

Que hemos venido a este mundo a aprender a amar es una verdad ancestral. Se descubrió antes de que empezara la historia de filosofía. Zoroastro, Mahavira, Lao Tese, Buda, Confucio, Sócrates, Jesucristo. Todos esto grandes sabios de la humanidad, cuyas enseñanzas dieron origen a las instituciones religiosas que conocemos hoy en día, dijeron esencialmente lo mismo:“Amar a los demás es el camino que lleva a los seres humanos a la felicidad”.

Aunque muchos otros han seguido predicando con su ejemplo sobre el poder transformador del amor, pasan los años las décadas y lo siglos , y la gran mayoría de los seres humanos seguimos sin saber amar.

Aprender esos no entra en los planes de nuestro proceso de condicionamiento familiar, social, cultural, religioso, laboral político y económico.

Como estudiantes nos hacen memorizar lo inimaginable. Luego nos preparan para ser profesionales productivos.

Pero se olvidan de lo más básico. Así es como entramos en el mundo: sin saber gestionar nuestra vida emocional.Y si bien el éxito no es la base de la felicidad, ésta sí es la base de cualquier éxito.

Por el contrario desde pequeños no hacen creer que el mundo esta lleno de gente malvada. Que no hay que confiar en los desconocidos. Que lo importante es ocuparse de uno mismo e ir tirando. Así, el miedo, la frustración y el resentimiento van pasándose de generación en generación, creando una cultura basada en la desconfianza, la resignación y la insatisfacción.

¡¡¡HUMILDAD!!! ¿Para qué?



Lloras por que has perdido a la Emancipación. Quizás recuerdes tu inocencia pero ahora debes instalarte en el compromiso.

El amor no te salvará de la enfermedad y el sufrimiento

pero te aproximará a la plenitud de la palabra.

Tu cruz es inseparable de la vida, pero de ella

alcanzarás la alegría de vivir en la esperanza.


Humildad:


La humildad es una cualidad o característica humana que es atribuida a toda persona que se considere un ser pequeño e insignificante frente a lo trascendente de su existencia o a Dios según si se habla en términos teológicos. Una persona humilde generalmente ha de ser modesta y vivir sin mayores pretensiones: alguien que no piensa que él o ella es mejor o más importante que otros. El concepto de la humildad en varias confesiones es a menudo mucho más exacto y extenso. La humildad no debe ser confundida con la humillación, que es el acto de hacer experimentar en algún otro o en uno mismo una avergonzante sensación, y que es algo totalmente diferente.Desde la perspectiva de la evolución espiritual, la humildad es una virtud de realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo.La humildad en las personas es toda aquella cualidad que revela el completo concepto de lo que es el ser humano, es la verdadera virtud que muestra en un más completo sentido lo que convierte a una persona en humano. Los grados de la humildad:


1 conocerse,

2 aceptarse,

3 olvido de si,

4 darse.


1 -Conocerse: conocer la verdad de uno mismo.Ya los griegos antiguos ponían como una gran meta el aforismo: "Conócete a ti mismo". La Biblia dice a este respecto que es necesaria la humildad para ser sabios: Donde hay humildad hay sabiduría . Sin humildad no hay conocimiento de sí mismo y, por tanto, falta la sabiduría.

2 -Aceptarse: Una vez se ha conseguido un conocimiento propio más o menos profundo viene el segundo escalón de la humildad: aceptar la propia realidad. Resulta difícil porque la soberbia se rebela cuando la realidad es fea o defectuosa. Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Si se acepta con humildad un defecto, error, limitación, se sabe contra qué luchar y se hace posible la victoria. Ya no se camina a ciegas sino que se conoce al enemigo. Pero si no se acepta la realidad, ocurre como en el caso del enfermo que no quiere reconocer su enfermedad: no podrá curarse. Pero si se sabe que hay cura, se puede cooperar con los médicos para mejorar. Hay defectos que podemos superar y hay límites naturales que debemos saber aceptar.Vive según tu conciencia o acabarás pensando como vives. Es decir, si tu vida no es fiel a tu propia conciencia, acabarás cegando tu conciencia con teorías justificadoras.

3 -Olvido de sí. El orgullo y la soberbia llevan a que el pensamiento y la imaginación giren en torno al propio yo. Muy pocos llegan a este nivel. La mayoría de la gente vive pensando en si mismo, "dándole vuelta" a sus problemas. El pensar demasiado en uno mismo es compatible con saberse poca cosa, ya que el problema consiste en que se encuentra un cierto gusto incluso en la lamentación de los propios problemas. Parece imposible pero se puede dar un goce en estar tristes, pero no es por la tristeza misma sino por pensar en sí mismo, en llamar la atención. El olvido de sí no es lo mismo que indiferencia ante los problemas. Se trata más bien de superar el pensar demasiado en uno mismo. En la medida en que se consigue el olvido de sí, se consigue también la paz y alegría. Es lógico que sea así, pues la mayoría de las preocupaciones provienen de conceder demasiada importancia a los problemas, tanto cuando son reales como cuando son imaginarios. El que consigue el olvido de sí está en el polo opuesto del egoísta, que continuamente esta pendiente de lo que le gusta o le disgusta. Se puede decir que ha conseguido un grado aceptable de humildad. El olvido de sí conduce a un santo abandono que consiste en una despreocupación responsable. Las cosas que ocurren -tristes o alegres- ya no preocupan, solo ocupan.

4 -Darse. Este es el grado más alto de la humildad, porque más que superar cosas malas se trata de vivir la caridad, es decir, vivir de amor. Si se han ido subiendo los escalones anteriores, ha mejorado el conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo como eje de todos los pensamientos e imaginaciones. Si se mata el egoísmo se puede vivir el amor, porque o el amor mata al egoísmo o el egoísmo mata al amor.Una persona humilde al librarse de las alucinaciones de la soberbia ya es capaz de querer a los demás por sí mismos, y no sólo por el provecho que pueda extraer del trato con ellos.Cuando la humildad llega al nivel de darse se experimenta más alegría que cuando se busca el placer egoístamente. La persona generosa experimenta una felicidad interior desconocida para el egoísta y el orgulloso.

¿CÓMO VIVES CON LA INCERTIDUMBRE?



Prisioneros de la seguridad

BORJA VILASECA

No se nos da bien convivir con la incertidumbre. Por eso tratamos de llevar una vida planificada y, en principio, carente de riesgo y segura. Es hora de entrenar los músculos de la confianza y el coraje. Cuando vivimos influenciados por el modelo de pensamiento actual, la mayoría de seres humanos solemos compartir una misma aspiración: tener el control absoluto sobre nuestra existencia. En general, queremos que las cosas sean como deseamos y esperamos. Y al pretender que la realidad se adapte constantemente a nuestras necesidades y expectativas, solemos inquietarnos y frustrarnos cada vez que surgen imprevistos, contratiempos y adversidades.

"Si la seguridad externa es una ilusión, nos estamos aferrando a una vida esclavizante a cambio de una falsa estabilidad" "El reto es confiar en nuestra capacidad de dar respuestas a las diferentes situaciones que vayan surgiendo por el camino"

De ahí que nos guste crear y preservar nuestra propia rutina, intentando, en la medida de lo posible, no salirnos del guión preestablecido. Estudiamos una carrera universitaria que nos garantice "salidas profesionales". Trabajamos para una empresa que nos haga un "contrato indefinido". Nos esposamos a una persona a través del "matrimonio". Solicitamos una "hipoteca" al banco para comprar y tener un piso en "propiedad". Y más tarde, un "plan de pensiones" para no tener que preocuparnos cuando llegue el día de nuestra "jubilación". En definitiva, solemos seguir al pie de la letra todo lo que nos dice el sistema que hagamos para llevar una vida normal. Es decir, completamente planificada y, en principio, carente de riesgo y segura. Así, con cada decisión que tomamos anhelamos tener la certeza de que se trata de la elección correcta, previniéndonos de cometer fallos y errores. Sin embargo, este tipo de comportamiento pone de manifiesto que, en general, nos sentimos profundamente indefensos e inseguros. Y esto, a su vez, revela que no sabemos convivir con la incertidumbre que es inherente a nuestra existencia. Paradójicamente, si bien tratar de tener el control nos genera tensión, soltarlo nos produce todavía más ansiedad. De ahí que muchos estemos atrapados en esta disyuntiva que llega a ser desagradable.

LA SEGURIDAD ES UNA ILUSIÓN

"El cielo es azul, el mar es salado y la vida es incierta" (Amado Nervo)

Cuanto más inseguros nos sentimos por dentro, más tiempo, dinero y energía invertimos en asegurar nuestras circunstancias externas, incluyendo, en primer lugar, nuestra propia supervivencia física. No en vano, la mayoría de nosotros siente un profundo temor a la muerte. Nos incomoda tanto saber que tarde o temprano vamos a morir que se ha convertido en un tema tabú para la sociedad. Aunque cada día fallezcan decenas de miles de personas en todo el mundo, simplemente negamos la posibilidad de que nos toque el turno, tanto a nosotros como a alguno de nuestros seres más cercanos y queridos. Es interesante señalar que en muchas ocasiones experimentamos miedo sin ser amenazados por ningún peligro real e inminente. A esta actitud se la denomina "pre-ocupación". Eso sí, para justificar y mantener nuestro temor solemos inventarnos dichos escenarios conflictivos por medio de nuestro constante pesimismo. De esta manera, la inseguridad se ha convertido en uno de los cimientos psicológicos sobre los que hemos construido la sociedad contemporánea. De ahí que la "seguridad nacional" sea uno de los conceptos más utilizados por los dirigentes políticos. Estamos siendo testigos de cómo en el nombre de la seguridad se están recortando y reduciendo nuestros derechos y libertades. Y por más rimbombantes que sean las explicaciones oficiales, la ecuación es bien simple: cuanta más seguridad, más esclavitud. El quid de la cuestión es que dado que la seguridad externa es una ilusión psicológica, nos estamos aferrando a un estilo de vida esclavizante a cambio de una falsa sensación de estabilidad y protección. No en vano, "llevar una vida segura" es un oxímoron. Es decir, una contradicción en sí misma. Principalmente porque es imposible saber lo que nos va a ocurrir mañana, y mucho menos tener garantías absolutas de que nuestro "plan existencial" va a desarrollarse tal y como lo hemos diseñado.

MIEDO A LA LIBERTAD

"Solo vencen el miedo aquellos que se atreven a escuchar a su corazón" (Martin Luther King)

Por más que nos resistamos a verlo, comprenderlo y aceptarlo, la búsqueda de seguridad externa es, en esencia, una batalla de antemano perdida. Es como si pretendiéramos vivir eternamente, creando una infinita reserva de oxígeno dejando de respirar. Por medio de esta conducta tan irracional lo único que conseguiríamos sería asfixiarnos. Lo mismo nos ocurre cuando nos esforzamos en encerrar el misterio de la vida -cuyo devenir es absolutamente imprevisible e inseguro- dentro de una caja de certezas. Lo cierto es que la palabra "seguridad" tiene como raíz etimológica el vocablo latino securitas, que significa "sin temor ni preocupación". Es decir, que la verdadera seguridad no está relacionada con nuestras circunstancias externas, las cuales están regidas por leyes naturales que nos son imposibles de gobernar y controlar. Se trata, más bien, de un estado emocional interno que nos permite vivir sin miedo, liberándonos de la obsesión por pensar en potenciales amenazas y peligros futuros. En el fondo, todas las decisiones personales, familiares y profesionales que tomamos para gozar de mayor seguridad revelan una verdad muy incómoda: muchos de nosotros no somos (ni queremos ser) responsables ni dueños de nuestra vida. Esencialmente porque tenemos muchísimo miedo a la libertad, pues esta implica abrazar la incertidumbre y la inseguridad inherentes a la existencia. Para trascender la inseguridad y el miedo es importante que redefinamos conscientemente cuáles son nuestros "valores". Es decir, "la brújula interior que nos permite tomar decisiones alineadas con nuestra verdadera esencia". Lo cierto es que cuando vivimos sin saber quiénes somos, qué es lo que valoramos y hacia dónde nos dirigimos, solemos funcionar con el piloto automático puesto, siguiendo los dictados de nuestro instinto de supervivencia emocional. Esta es la razón por la que muchos de nosotros tenemos la sensación de vagar por la vida como boyas a la deriva. Y es precisamente esta desorientación la que nos conecta, nuevamente, con nuestros temores, carencias e inseguridades. En cambio, en la medida que nos conocemos a nosotros mismos y decidimos libre y voluntariamente qué nos importa en la vida, tarde o temprano encontramos el sentido que le queremos dar a nuestra existencia. Además, cuanto más sólidos son nuestros valores, más fácil nos es tomar decisiones que nos permitan dirigirnos en la dirección que hemos escogido. Gracias a esta seguridad interna, nos convertimos en nuestro propio faro. En este punto del camino cabe preguntarse: ¿qué decisiones y acciones hemos tomado últimamente que demuestran que confiamos en nosotros mismos y en la vida? Si nos atrevemos a seguir nuestra intuición, ¿qué es lo peor que puede pasarnos? Y en caso de que sucediera eso que tanto tememos, ¿qué podríamos aprender? Con cada decisión que tomamos vamos entrenando los músculos de la confianza y la valentía. Así es como el miedo va desapareciendo de nuestro organismo. Y al confiar en nosotros mismos, finalmente comprendemos que la vida no suele darnos lo que queremos, pero siempre lo que necesitamos para aprender. Para verificar esta afirmación basta con echar un vistazo a nuestra historia personal. Si de verdad hemos entrenado el músculo de la responsabilidad, corroboramos que las experiencias que han formado parte de nuestro pasado han sido las que hemos necesitado para crecer y evolucionar. Es decir, para convertirnos en el ser humano que somos en el momento presente.

TENER FE EN LA VIDA

"La confianza surge de forma natural cuando descubres el propósito de tu vida" (Joan Antoni Melé)

La confianza también nos permite, finalmente, abrazar la inseguridad inherente a la existencia, cultivando así una relación de amistad con la vida. Más que nada porque la única certeza que tenemos es que la incertidumbre solo desaparece con nuestra muerte. Y que hasta que ese día llegue estamos condenados a tomar decisiones. Dado que no podemos prever lo que va a sucedernos mañana, el reto consiste en girar 180 grados nuestro foco de atención, aprendiendo a confiar en nuestra capacidad de dar respuesta a las diferentes situaciones que vayan surgiendo por el camino. Como consecuencia directa de esta confianza vital, empezamos a "tener fe en la vida". Y esta no tiene nada que ver con ninguna creencia religiosa. Se trata más bien de "intuir que en el futuro va a seguir sucediéndonos exactamente lo que necesitamos para seguir evolucionando y madurando como seres humanos". De esta manera, comenzamos a ver e interpretar nuestras circunstancias de una forma más optimista, constructiva y eficiente. E incluso a salir de nuestra zona de comodidad, arriesgándonos a tomar decisiones y acciones que nos permitan seguir nuestro propio sendero. Así, gracias a la confianza podemos ser libres. Y la libertad nos brinda la oportunidad de ser auténticos, siendo fieles a nuestra intuición. Además, si no confiamos en nosotros mismos, ¿quién va a hacerlo? Si no tenemos fe en la vida, ¿quién sale perdiendo? La raíz del miedo En una ocasión se le pidió a un filósofo muy respetado que explicara cuál era el mayor obstáculo que un ser humano tenía que superar para vencer sus miedos: "El mayor obstáculo siempre es uno mismo". El filósofo aseguró que un perro se lo había enseñado: "Paseando por la orilla de un río vi a un perro que se moría de sed. El animal apenas se atrevía a acercarse al agua, pues cada vez que lo hacía confundía su propio reflejo con el de otro animal. Tenía tanto miedo a ser atacado que no paraba de ladrar y permanecía a metros de la orilla. Sin embargo, tal era su sed que finalmente se lanzó al agua. Y el otro perro, que era su obstáculo, desapareció. Y así fue como, al enfrentarse a su supuesto enemigo, aquel perro se venció a sí mismo."

¿Te emancipaste de ti?



En el sagrario de un mundo absurdo bagatela que vaga por el cosmos está el puño implacable del del poder y los tres continentes que mendigan. La estupidez del oro sobrevive pero no sobreviven los boyantes autócratas/ávaros/peces gordos todos serán espléndida ceniza. Los que usan rezar al dios ausente reciben el desdén contrarrembolso y en mercado alcista y bajista dan hurras o son náufragos del llanto. Estamos solos en un tiempo solo juguemos al amor la última apuesta que quede tras el fin una palabra numen de todos y de cada uno.

Benedetti


La constancia es un proceso que nos aporta

frescura a nuestras dudas. Con ella alcanzaremos

metas, inicialmente, inimaginables.

No obstante hemos de estar atentos pues llega con

un proceso interno de emancipación. Con ella podemos

ser valientes, con los tan necesarios cambios, dado que

nos abrirá nuevos campos alejados del impulso

natural de nuestra animalidad.

¿hacia donde se dirige tu constancia?

¿solo en comer?