"Cada día deben ser nuevas tus misericordias"
Era en un sereno atardecer de otoño, cercano al mes de Noviembre, cuando esposé a la soledad. Siempre me había acompañado pero nunca tomaba conciencia de ella. Su presencia me cautivó.
Jamás exigía nada y aceptaba sin pedir a cambio compensación alguna. Simplemente me aceptaba.
Con el tiempo aprendí a no temerla, a no tener miedo de su aparente frialdad. Con su plenitud, abrazó mi conciencia, fecundñandome el espíritu.
Ahora caminamos juntos para siempre. Ella acompañada y yo en soledad.
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