Sin
duda los años dejan su huella.
Con el tiempo las prioridades
se ven modificadas y aquello que ayer nos movía hoy nos deja impasibles.
El tiempo es un duro
examinador de nuestra existencia y, sin piedad, nos va dibujando los límites de
nuestra vanidad.
No somos inmortales y el
tiempo nos lo muestra. Inicialmente queremos ignorar el lenguaje sutil y
preciso que utiliza pero, ante su constancia abdicamos de nuestra soberbia para
aceptar su discurso: somos temporales.
0 comentarios:
Publicar un comentario