¡¡¡TRABAJAR
NO POTENCIA MI TALENTO!!!
Haga la cuenta. Si sumara todos sus
años de vida laboral, ¿con qué se encontraría? ¿con más momentos de estrés por
presión exterior? O ¿con más momentos de escasa exigencia y aburrimiento?
Probablemente se toparía con más de estos últimos. Pero seguramente le cueste
admitirlo. Si es así, este artículo es para usted.
Se habla mucho de estrés en el
ámbito laboral. El estrés afecta alrededor de un 28% de los trabajadores
europeos según la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y
Trabajo (Eurofound). Pero a nivel social, el estrés no es considerado una
enfermedad laboral como lo es en Estados Unidos o en Canadá. En nuestra
sociedad, el estrés goza más bien de buena reputación y suele reenviarnos a
imágenes de trabajadores confiables, responsables y comprometidos. Tener mucho
trabajo implica casi siempre estar permanentemente ocupado; y eso tiene algo de
sexy y misterioso, atributos que no se les concede a quienes están más bien ociosos.
Por eso, si se fija, oirá hablar
mucho más de cuán estresados están sus compañeros, que de lo poco que se les
exige en el trabajo. Es verdad que existe un porcentaje nada desdeñable de la
población que vive sobrecargada y que sufre de estrés sostenido debido a una
tensión exterior continuada que provoca fatiga crónica. Se estima que viven en
esta situación alrededor de un 20% de los trabajadores europeos. Pero sin
embargo, no lo dude, son muchos más a los que les sobran las horas, los que
sienten que se les exige por debajo de sus posibilidades, los que se aburren
ante su ordenador y esconden mal su poco interés hacia su responsabilidades. Es
decir, son muchos más los que sufren de boreout (aburrimiento crónico en
el trabajo), una silenciosa situación laboral que se caracteriza por una
tensión interior constante debida a la baja exigencia, la insatisfacción, la
indiferencia y el aburrimiento.
Piense en usted o mire a su
alrededor. ¿Le interesa su trabajo? ¿Ha tenido o tiene algún cargo que no le
exija el 100% de sus capacidades? ¿Dedica su potencial a tareas
personales en la oficina? ¿Le sobran horas a su día laboral y calienta la
silla? Muchos se reconocerán; pero pocos lo admitirán. Y es que ventilar en
público que nos sobra tiempo o que no nos interesa lo poco que hacemos, queda
mal. Además nos arriesgamos a que nos despidan si se dan cuenta de que nuestro
valor añadido es humo y somos prescindibles. Y también nos exponemos a
que nos encomienden más tareas y responsabilidades.
Si estamos aburridos, esa podría ser
la solución. Pero por muy contradictorio que parezca, quien padece de boreout,
no desea que se le adjudique más trabajo, porque implica emplear una energía
desmesurada y simplemente se rechaza. Prefiere entregarse a escondidas a
avanzar en su proyecto personal o a montar la despedida de soltera de su cuñada
mientras disimula garabateando papeles y cambiando de páginas web cuando acecha
una mirada curiosa. Sí, quien está aquejado de este mal, elabora sibilinas
estrategias para parecer ocupado. Y entra así en bucle.
Esa cantidad de horas muertas que
dedica a su esfera más íntima, personal y oculta -como pasar meses buscando
activamente casa por internet- y que en un principio puede ser reconfortante y
bienvenida va generando con el tiempo tensión y angustia. El personaje que
creamos ha de estar siempre vigilante, con estrategias bien pensadas y
reacciones rápidas. Mantener vivo a este personaje cansa, estresa y genera
desazón. Así que, por curioso que sea, podemos sufrir tensión laboral por evitar
que se nos dé más trabajo. Además, al hacer menos de lo que podemos o hacer lo
estrictamente necesario, nuestra confianza en nosotros y en nuestras
capacidades mengua. Y la autoestima baja.
Lo peor es que casi nadie se da
cuenta del inicio de este proceso, porque el boreout es un proceso
lento y silencioso. Como apuntan Philippe Rothlin y Peter R. Werder en Boreout,
el nuevo síndrome laboral , “no se anuncia con un redoble de tambores. Las
causas son historias que suceden todos los días. No necesita de ningún
escándalo, ninguna catástrofe, ninguna carrera arruinada. Al contrario:
a menudo todo transcurre a la perfección, conforme a lo planeado. (…)
Todo es normal, pero, a pesar de todo, es malo. Y fatal en sus
consecuencias.”
Dónde y por qué
Atención, no en todos los trabajos
hay personas aquejadas de boreout. Si usted realiza un trabajo en cadena
o desempeña labores con gran componente mecánico, como la de cajero o
repartidor, será difícil que identifique este síndrome entre sus semejantes. De
igual modo, si trabaja por cuenta propia, es altamente improbable que
desarrolle estrategias de ocultación para con usted mismo. Pero si su empleo
tiene que ver con el sector servicios y pregunta a sus amigos de confianza, en
áreas parecidas, comprobará que hablamos de algo muy común. ¿Por qué?
Una de las razones por las que
padecemos este síndrome, es porque nuestros intereses y necesidades no están
bien alineados con nuestra carrera o puesto de trabajo. Esto puede
deberse a una elección profesional equivocada, motivada por presiones externas
(padres o entorno social) y alimentada por promesas como la seguridad laboral,
perspectivas salariales seductoras o estatus sociales envidiables. ¿Cuántos
estudiantes de derecho o económicas conoce con intereses genuinos, que sin
embargo hayan optado por esas carreras comodines porque sus padres les animaron
a “tener la cabeza bien amueblada”? ¿Cuántos potencialmente excelentes
árbitros, ilustradores, escritores son hoy en día mediocres abogados,
comerciales o consultores? Existen tantas opciones a la hora de formarse que
quién no tenga una vocación clara, o quién no haya indagado meticulosamente
cuáles son sus intereses más profundos, corre el riesgo de no acertar en la
elección profesional.
La no alineación entre nuestros
intereses y necesidades también puede deberse a que no estamos desempeñando
nuestro trabajo en el lugar adecuado para nosotros. Un jefe insufrible, un
equipo boicoteador, una marca con la que no nos identificamos… También puede
ser que prefiramos el ambiente y el ritmo de una pequeña empresa al de una
multinacional y hayamos fichado para ésta última, o al contrario. En todas
estas situaciones, quizá las tareas que desempeñamos en sí tienen potencial
para satisfacer nuestras necesidades, pero el lugar dónde estamos no es el
idóneo.
Otra causa se debe a la gran
especialización de los puestos de trabajo. Podemos haber acertado en la carrera
que escogimos e incluso en la empresa para quien trabajamos; pero la gran
especialización que existe hace que corramos el riesgo de no acertar en la
construcción paulatina de nuestra carrera. No son las mismas las tareas de un planner
en una agencia de publicidad que las de un redactor o las de un responsable de
cliente. Si nos equivocamos y no redirigimos, podemos vivir aburridos y con
gran desinterés, cuando en el despacho de al lado hubiésemos sido mucho más
felices.
Hay dos elementos que añaden drama
al tema en España. El primero es la crisis. Una situación prolongada que ha
tenido devastadores efectos en materia de empleo. Por supuesto, antes de
aspirar a satisfacer nuestras necesidades de autorrealización y reconocimiento,
debemos asegurar nuestras necesidades más básicas (vivienda, alimentación,
salud). Lo primero va por delante. Pero no deberemos utilizar los escollos como
excusa ante toda acción que nos dirija hacia esas aspiraciones más ambiciosas.
Aprovechemos pues los tiempos difíciles para conocernos mejor, reconocer el
mercado, elaborar estrategias, formarnos en la medida de lo posible y
dirigirnos pausadamente hacia nuestra meta.
El segundo elemento que dificulta
posibles cambios es la tradicional desconfianza que existe en nuestro país ante
los giros profesionales. Un ingeniero que deja una gran empresa de telefonía
para dedicarse a la ilustración es mirado con recelo. A un consultor que deja
una gran empresa para ser bombero – garantizo que he visto casos-, se le
puede tildar de excéntrico o fracasado. A la hora de juzgar, no nos importa
tanto la felicidad, las necesidades, habilidades y potencial de quién hace el
cambio sino lo extraño que es éste a nuestro juicio.
¿Qué hacer?
Si a esta altura de la lectura hemos
detectado indicios de boreout, estemos despiertos y seamos honestos con
nosotros mismos a partir de ahora. Nuestra situación puede deteriorarse, y una
comodidad inicial puede convertirse en una larga angustia profesional con el
tiempo. Está en nuestras manos buscar soluciones.
Si bien las condiciones materiales
(sueldo, responsabilidad,..) de un trabajo son sumamente importantes para
muchos, el propósito o sentido de nuestro empleo es todavía mayor. Necesitamos
satisfacción y reconocimiento. Es habitual encontrarse a personas que aceptan
muchos perjuicios y no se permiten pensar en otra ocupación porque hoy en
día es una suerte tener empleo. Pero eso no ha de ser un obstáculo para
responsabilizarse de nuestra propia felicidad laboral.
Victimismo vs. Responsabilidad
El cambio empieza por responsabilizarnos.
Tenemos tendencia a situar la culpa fuera. “Mi jefe no sabe llevar el equipo.
La crisis hace imposible que encuentre otro trabajo. Esta empresa no sabe
motivar al personal…” Cada vez que ponemos nuestra situación insatisfactoria en
manos de alguien ajeno se desencadenan dos elementos ligados entre sí: el
primero es la queja, que nos sume en un bucle negativo e improductivo; el
segundo es que limitamos nuestras posibilidades de intervención.
Si el responsable de mi situación es
el otro, pensamos que poco podemos hacer. En caso de que hayamos
detectado indicios de boreout puede ser interesante dejarnos de
echar balones fuera porque los primeros perjudicados seremos nosotros. Si
reunimos algo de valor, podremos hacer que las cosas cambien. Actuando desde
nosotros mismos se nos abrirán posibilidades de acción para conducirnos a
situaciones más satisfactorias. Podremos por ejemplo mantener una conversación
productiva con nuestros responsables para formarnos y presentarnos candidatos a
otros tipo de puestos si nuestras tareas no son las adecuadas; indagar cuales
son nuestros más profundos intereses, nuestras habilidades y nuestras
necesidades actuales e iniciar una genuina transición profesional, si es lo que
no nos satisface; empezar un proceso de búsqueda de empleo por cuenta propia o
por cuenta ajena, si es el lugar el inadecuado. En este último caso, nos será
mucho más beneficioso actuar en función de nuestros auténticos intereses,
valores y motivaciones. No pensando en aquéllos que hacemos nuestros por las
modas o que nos son sutil y machaconamente sugeridos para tener muchas opciones
de futuro.
Si nos guiamos por nuestras
verdaderas inclinaciones, probablemente nos descarten de muchos procesos, pero
los puestos para los que no nos aparten, se adaptaran mucho mejor a nuestras
necesidades y por lo tanto serán mucho más satisfactorios. Trabajamos una parte
demasiado grande de nuestra vida para entregarla a la inercia del desinterés y
el aburrimiento. Pónga manos a la obra.
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