¿Siente alguna vez que no le escuchan? Si es así, revísese. Puede ocurrir que el que siente que no es escuchado es porque no escucha a los demás. Quizá están prestando atención desde sus propios ruidos mentales y no están abiertos. En estos casos es bueno preparar el terreno de la conversación. Comunique lo importante que es para usted que le atiendan. Cree un espacio de positividad en el cual se sienta cómodo para abrirse y ayude a que el otro también se abra a escuchar. Si dice lo que piensa de cualquier manera, en cualquier lugar, posiblemente no esté teniendo en cuenta a su interlocutor. Cuando lo que buscamos comunicar es importante debemos preparar el momento y a la persona que queremos que nos escuche.
Nuestra mente está cargada de información y de pensamientos que van hacia todas direcciones. Seguramente atiende distintas voces: la de su rol, la de su responsabilidad, las de su pasado, la de la opinión de otras personas, la de sus deseos insatisfechos, la de su lógica racional, la voz de sus miedos y preocupaciones, y la de su intuición, su conciencia. Disponemos de diferentes canales por los que funciona nuestra mente. Pensamos en personas, en proyectos y trabajo, en lo que pasó o en lo que tendría que pasar, en el dinero, el coche, la reunión, el correo, el móvil, el fin de semana o las vacaciones. Saltamos de un canal a otro sin centrarnos. Estamos dispersos en muchos temas. A veces le hablan varias voces a la vez. ¿A cuál de ellas presta atención?
Cuando su mente está hablándole a todas horas, ¿qué calidad tendrá su escucha? ¿Puede silenciar su mente para prestar atención a su intuición y para escuchar al otro con total interés? Es decir, pendiente de sus gestos, sus sentimientos, su vibración, sus palabras, los sonidos que las acompañan, los contenidos de lo que narra, su expresión facial. Para lograrlo debe silenciar su mente y estar presente. ¿Cómo? Parando, respirando, tomándose un tiempo para desacelerar. Desconectar de los ruidos externos para tratar con los ruidos que hay en su interior, y hacer limpieza. Cada día. Al igual que saca la basura de su casa a diario, despréndase de la basura mental cada día.
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Así le será más fácil estar presente con su corazón abierto, para sentir y tener empatía; con su mente despejada, para incorporar nuevos datos y no juzgar ni suponer de antemano; con su cuerpo presente, para captar el lenguaje psicosomático del otro. Desde este estado podrá dar la mejor respuesta. A veces será una sonrisa, un silencio, unos ojos despiertos, y otras serán unas palabras llenas de sentido.
La naturaleza es sabia y nos hizo con dos orejas para ampliar nuestra capacidad de escucha. Pero ¿desde dónde escuchamos? Muchas veces lo hacemos desde nuestro piloto automático y con los hábitos adquiridos. Es decir, oímos solo aquello que confirma lo que ya sabemos y lo que creemos. Estamos centrados en nosotros mismos, y antes de que el otro termine la frase le decimos: “Sí, esto ya lo sé”. Estamos seguros de que entendemos al otro, y ni siquiera le dejamos que termine su narración. Limitamos nuestra escucha a aquello que confirma nuestras opiniones.
Otras veces logramos mantener la mente abierta a nuevos datos, y nuestra escucha se centra en obtener información diferente a la que ya tenemos. Pasamos de estar concentrados en nuestra voz interior a prestar atención a lo que se revela frente a nosotros. Nuestra curiosidad se amplía e indagamos para saber más. Logramos establecer una conversación que amplía nuestros conocimientos sobre alguna cuestión. Sin embargo, nuestra escucha puede aún ser más abierta cuando traspasamos los límites de nuestra organización mental cognitiva. Se trata de abrir nuestro corazón para que nuestra escucha sea empática.
La primera vía de escucha empática es para con uno mismo. Atravesando las capas de múltiples pensamientos para escuchar la voz más íntima: la intuición. Seguirla es conectar con nuestra brújula interna que nos ayuda a mantener el rumbo. Es una voz que en ciertos momentos nos susurra para ayudarnos a decidir. Con la intuición no entramos en el proceso de analizar, dudar, intelectualizar, cuestionar. Su sabiduría nos ofrece una verdadera guía. Cuántas veces tenemos la idea de hacer algo, pero nuestra lógica o nuestras creencias nos dicen: “No, no, por aquí no, por allá”. Después pensamos: “Tendría que haber hecho lo que pensaba”. La intuición se siente, se escucha, no se piensa. Muchos de nuestros pensamientos son acerca del pasado, o del futuro, pero la intuición es siempre del momento presente.
Cuando escuchamos con empatía hemos cambiado nuestra percepción. En vez de percatarnos desde nuestra lógica racional, o limitarnos a captar los datos que se comparten con nosotros, nos centramos en el sentir. Esto nos facilita adentrarnos a descubrir todo lo vivo que hay en nosotros y en quienes nos rodean, y en especial en aquella o aquel a quien estamos escuchando. Conectamos. En ese vínculo, dejamos nuestras agendas de lado y nos abrimos a sentir lo que la otra persona dice. Atendemos sin juzgar, desde un lugar de aceptación.
Abrir el corazón, según Otto Scharmer, significa acceder a los niveles más profundos de nuestra percepción emocional y activarlos. En esa apertura vivimos la interconexión, que es ley de vida. Siendo conscientes de nuestra interconexión con todo y con el todo nos damos cuenta de que lo que pensamos, decimos y hacemos tiene impacto. Cuando escuchamos desde ese espacio nuestra percepción se amplía. En ese estado dejamos de sentirnos separados. Uno deja de sentirse víctima y necesitado, para darse y compartir. Se convierte en una experiencia de trascendencia de la individualidad y de acceso a las fuerzas del universo en las que el gozo no se queda encerrado en uno mismo, sino que es una donación de sí mismo al otro y al todo. ¿Escucha el latido de su corazón? ¿Percibe cómo se mueve el diafragma cuando respira? Escuche… El libro de Otto Scharmer Teoría U: Liderar desde el futuro a medida que emerge profundiza en los diferentes niveles de escucha y nos ilumina sobre el hecho de que podemos centrarnos en el futuro que nos llama, en lo que quiere nacer en nosotros, en vez de estar anclados en el pasado.
La escucha empática se puede desarrollar activando la inteligencia del corazón. Para lograrlo, primero debemos silenciar las maquinaciones de la mente complicada. Es decir, dejar de estar constantemente preocupados, centrados en el pasado o ansiosos por el futuro, juzgando y criticando, culpando y siendo catastrofistas. El camino más efectivo para lograrlo es meditar. Se trata de serenar la mente, soltar el parloteo mental y dejar espacio para la escucha. Escúchese a sí mismo. Perciba lo que siente. Ábrase a sí. Imagínese que está junto a un río y suelte en él todo lo que no necesita ahora. Deje que la corriente se lo lleve. O imagine que cada pensamiento innecesario es una hoja que se la lleva el viento. Airéese.
Una vez que la mente está serena podemos sintonizar mejor con el corazón, con nuestro sentir. Y desde ese espacio podemos atender al otro, estando plenamente presentes. Así, nuestra escucha es empática.
Pero todavía podemos ampliar aún más nuestra forma de escuchar. Veámoslo.
Hay otro nivel de escucha, la que es generativa. Es decir, que genera un estado diferente mientras la practicamos. Es una variedad que permite que conectemos con la mejor posibilidad futura que quiere emerger.
“Este nivel de escucha requiere que accedamos no solo a nuestro corazón abierto, sino también a nuestra voluntad abierta, afirma Scharmer. Ya no buscamos más fuera. En este proceso de escucha han pasado por un cambio profundo y sutil que les ha conectado con una fuente de saber más profunda, incluyendo el conocimiento de la mejor posibilidad y el mejor ser futuro”.
En ese estado, la conversación está llena de sentido, y uno se resiste a ser arrastrado a la superficialidad de las palabras. La presencia es plena, y se ve y se percibe más allá del campo común. Es decir, uno se siente arropado por una fuerza mayor, que podría llamarse estado de unión con algo que le trasciende. Uno es más consciente del todo y se siente conectado.
Todos podemos percibir que el modo de atención que aplicamos cuando escuchamos determina el resultado de la conversación. Si escuchamos desde nuestro yo centrado en lo que ya sabemos, no obtenemos ni siquiera una conversación interesante. En cambio, si la escucha es empática, se propicia una mayor comprensión.
Tras una buena meditación, cuando nuestra mente está serena, y el corazón y la voluntad, abiertos, la escucha va más allá de nosotros, del otro, y nos conecta con otra dimensión más universal. Es generativa. Es difícil ponerlo en palabras. Se trata de sentir al otro y estar en comunión con el todo. Ya no somos yoes separados. Se desmontan las barreras que nos separan y sentimos la interconexión con todos y con el todo. Abrazamos la existencia del otro y de más allá del otro. Sentimos el campo que nos une y estamos en él.
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