TERTULIAS/CHARLAS SOBRE COACHING EMANCIPADOR EN EL CÍRCULO DE COACHING ESPECIALIZADO.



Periódicamente nos reunimos en "petit comité", con un aforo máximo de 10 personas, para debatir sobre COACHING EMANCIPADOR.
Son diálogos participativos para realizar una "iniciación" en la disciplina del coaching adaptada a tu universo de sueños.
Si estás interesada/o en participar GRATUITAMENTE deja tu reserva en paco.bailac@salaidavinci.es y te informaremos de los calendarios previstos.

¡¡¡Ven te esperamos!!!



"¿QUÉ ES LO QUE LA ILUMINACIÓN TE HA PROPORCIONADO?" "Alegría" "Y EN QUE CONSISTE LA ALEGRÍA" "En constatar que, cuando lo has perdido todo, no has perdido más que un juguete"



“Lo malo de este mundo” dijo el coach tras suspirar hondamente, “es que los seres humanos se resisten a crecer”
“¿Cuándo puede decirse de una persona que ha crecido”? preguntó un discípulo.
“El día en que no haga falta mentirle acerca de nada en absoluto”
La sensación de carencia es constitutiva del ser humano. Andamos siempre en pos de algo. Partimos en búsqueda sin descanso, aunque no sepamos bien qué buscamos.
Nuestras hambres nos ponen en camino. Ellas mismas son el camino.
Según sea acuciante el anhelo, profundo es su surco y amplio el horizonte que se abre impeliéndonos a no detenernos.
A través de las cosas que buscamos, nos buscamos.
Buscamos llenar el vacío de dentro que hacia afuera se vierte. Encontramos retazos del alma que vamos reconociendo por la quietud que deja en nosotros lo que hallamos.
Tras las cosas buscamos el FONDO que subyace.
A este Fondo no accedemos sino a través de las cosas mismas y de nosotros que buscamos.
Por ello es tan confusa nuestra búsqueda: porque no solo depende de la cualidad de los objetos –que ocultan aquello mismo que manifiestan- sino de la calidad de nuestros deseos.
Si son ávidos y cortos, tropiezan con lo mismo que encuentran y el impulso se desvanece.
Mantener viva la búsqueda es tener el alma despierta, dejar abierta la brecha que está en el origen de nuestra exploración. Indagar está inscrito en nuestros genes. Bajaron nuestros antepasados de las ramas de un árbol y desde entonces, puestos en pie, no dejaron de caminar.
No hay valle, no hay cima, no hay isla, no hay rincón sobre la tierra que no haya interesado a nuestra especie.
No hay tampoco área de conocimiento que no hayamos sondeado: Hemos alzado la vista y hemos puesto nombre a las estrellas y hemos querido y seguimos queriendo ir tras ellas.
Nos ha fascinado nuestro entorno y lo hemos escrutado, clasificando familias, géneros y especies de plantas y animales según sus más sutiles diferencias.
Nos han hechizado los minerales y hemos horadado la tierra abriendo galerías para extraer sus tesoros.
Hemos mirado tras nuestra piel, hemos investigado nuestros órganos y hemos inventado el microscopio para saber de qué estábamos hechos y de qué estaba compuesta la materia.
Hemos medido distancias y hemos diseñado vehículos para acortarlas. Hemos aumentado la capacidad de nuestros sentidos por medio de utensilios y artefactos que han multiplicado nuestras posibilidades perceptivas y los ámbitos de nuestra exploración.
Hemos amado a nuestros seres cercanos y, cuando han muerto, no solo los hemos llorado, sino que nos hemos preguntado por el sentido de la muerte y de la vida, y si merecía la pena vivir cuando tan devastadores son los efectos de la partida.
Nos hemos preguntado qué hay tras ella y hemos indagado qué se esconde tras su velo. Cada tradición transmite en sus relatos atisbos de lo que han visto sus videntes.
“A quien busca la verdad, el error no le daña”….dijo un sabio.
Hay que seguir indagando, hasta que hallemos que el buscador es lo buscado.
Así nos lo dicen las tradiciones más despiertas: somos la nube que oculta su propio sol.
Corría una criatura tras su sombra con el deseo de tocarle la cabeza, pero cuanto más corría, más de alejaba de ella. Hasta que descubrió que palpándola en su cuerpo la alcanzaba también en la sombra que proyectaba.
Cuando, en lugar de lanzarnos hacia delante, regresamos, descubrimos que somos lo que buscamos y alcanzamos la quietud y el gozo plenos.
El Mar está en la acuidad de la gota que somos.

Aún no lo sabemos.
Melloni.

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