"Por el fruto conocerás el árbol"
¡¡¡Tambien a amar hemos de aprender !!!
Además de satisfacer al insaciable ego, nuestra vida
cotidiana debe comtemplar la posibilidad de amar
a los demás como compañeros del jardín de
convivencia que compartimos.
Interiorizar nuestra presencia terrenal es una magnífica
herramienta para aceptar no estamos solos con
nuestros "caprichos" y que "para completarnos"
precisamos pedir ayuda al "otro".
Si dejamos que nos ayuden nos daremos cuenta que,
con ello, estamos dejando respirar al alma y
nos mostramos ante la evolución como
una energía de amor.
Cuando nos entregamos al silencio escuchamos los
chillidos del alma buscando libertad y presencia en
la cotidianidad de los frutos del Espíritu como
la alegría, la paz, la paciencia, la afabilidad, bondad,
lealtad, modestía y dominio de sí mismo.
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