Rosa
que al prado encarnado, te ostentas presuntuosa. De grana y carmín bañado;
campa lozana y gustosa, pero no, que siendo hermosa también serás desdichada.
¿Ves tu candor que
apura al alba el primer albor? Pues
tanto el riesgo es mayor, cuanto es mayor la hermosura.
No vivas de ello
segura, que si consiente errada que te corte mano osada por gozar beldad y
olor, en perdiéndose el color, también serás desdichada.
¿Ves a aquel que más
indicia que seguro en au fineza? Pues no estima la belleza más de encanto la
codicio. Huye la astuta caricia, que si necia y confiada te aseguras en lo
amada, te hallaras después corrida; que, en llegando a poseída, también serás
desdichada.
A ninguno tu beldad
entregues, que es sin razón que sirva tu perfección de triunfo a su vanidad.
Goza la celebridad común, sin verte empleada en quien, después de lograda, no
te acierta a venerar, que, en siendo particular, también serás desdichada.
Juana Inés de la
Cruz.
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